Institucional
Mayo 23, 2024
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“La única forma en que pueda haber paz en el mundo es si hay paz en los corazones de las personas”, padre Pablo d’Ors

Jairo Perilla Suárez e Iván D. Caro Jiménez
Profesionales del Centro Pastoral San Francisco Javier 

Pablo d´Ors, sacerdote español y reconocido escritor, autor de libros sobre espiritualidad, ofreció una conferencia y presentó algunas líneas generales sobre cómo cultivar la vida interior a la comunidad educativa javeriana y al público externo. 

Pablo d´Ors es un sacerdote claretiano español y reconocido escritor, autor de libros sobre espiritualidad como Biografía del Silencio y Biografía de la luz. Desde hace más de 10 años se ha dedicado a promover a través de las letras, y otros medios, el cultivo de la vida interior en el mundo contemporáneo, caracterizado por el afán, el ruido y la carencia de sentido. 

La propuesta contemplativa de d’Ors —altamente influenciada por la filosofía y la teología espiritual, especialmente del fallecido jesuita húngaro Franz Jalics— ha encontrado cientos de seguidores en Europa y América a través de la red de meditadores Amigos del Desierto que él fundó.  

Su estilo literario ha logrado conquistar al público más joven, haciéndole legible y atractivo el mensaje de maestros espirituales contemporáneos, especialmente. 

La propuesta espiritual de d’Ors plantea que el silencio interior (entendiendo este como el acallamiento de palabras y pensamientos) es el camino ideal para lograr el autoconocimiento y la transformación personal.  

Durante la más reciente Semana Javeriana, que ocurrió a comienzos mayo de 2024, d’Ors ofreció una conferencia sobre su propuesta espiritual a la comunidad educativa javeriana y al público externo. En este evento, además de presentar algunas líneas generales sobre cómo cultivar la vida interior y resolver preguntas de los asistentes, el sacerdote lideró breves ejercicios de meditación.  

Con ocasión de esta conferencia, d’Ors le concedió la siguiente entrevista a la revista Hoy en la Javeriana en la que conversó sobre la construcción de comunidades pacíficas, el distanciamiento de las personas de la religión, la construcción de paz en Colombia y el cuidado de la Casa Común, entre otros. 

Hoy en la Javeriana (H.J.): ¿Cómo fue su acercamiento con el sacerdote jesuita Franz Jalics, quien ha dicho usted que fue una figura muy inspiradora en su vida? 

P. Pablo d’Ors (P.D.): En el año 2012, cuando yo trabajaba como capellán hospitalario, entró un señor a mi despacho con dos libros bajo el brazo; uno era Ejercicios de Contemplación, que es la obra más importante de Jalics. Y ese hombre me dijo: “yo creo que este libro te va a ayudar”. Y, efectivamente, ese libro marcó un antes y un después en mi trayectoria personal. 

Después de leerlo, localicé al maestro Jalics y fui a visitarlo en Alemania, donde realicé su propuesta de diez días de Ejercicios de Contemplación y me quedé un tiempo más con él. Allí me concedió entrevistas todos los días, porque yo tenía muchas preguntas, tanto de su persona, como de su método y de temas personales míos que quería confrontar con él. Y en medio de todo eso, sentí que había encontrado la estela, la tradición contemplativa en la que moverme y, como se dice en el mundo del zen, él me dio la transmisión.  

Suelo decir que encontrar un gran maestro, como ha sido Franz Jalics para mí, es lo mejor que le puede pasar a una persona. 

H.J: ¿Cómo la práctica de la contemplación o meditación, que usted promueve, desafía la forma convencional de abordar los problemas de la vida a través del pensamiento y la acción? 

P.D: Ciertamente pensar y actuar están bien y son necesarias, pero hay algo más radical que es la contemplación, la cual nos invita a que, antes de pensar y actuar, miremos y escuchemos la realidad atentamente. 

¿Y qué es mirar y escuchar? Es acoger lo que la realidad nos presenta sin cargarlo intelectual ni emocionalmente, sino recibirlo en la máxima pureza posible. Lo que uno descubre cuando hace esto, es que las cosas están mucho mejor tal cual son, sin nuestra intervención. 

Entonces, lo que promovemos es la no intervención inicial, porque solamente así tenemos tiempo de actuar interiormente y, cuando lo hacemos, empezamos a ver las cosas externas de manera distinta.  

Ciertamente hacer esto no es tan fácil, porque lo que nos nace ante la provocación de la realidad es reaccionar; pero eso es lo que nos enseña la meditación: a darnos este tiempo y espacio para que elaboremos dentro, antes de responder.  

 H.J: ¿De qué manera el silencio interior nos puede ayudar a enfrentar un mundo tan cambiante, lleno de incertidumbre y que puede generar ansiedad, como el que estamos viviendo ahora?  

P.D: Yo diría que la incertidumbre no es una mala noticia. La mala noticia es la ansiedad que nos produce la incertidumbre. Entonces, la meditación es un entrenamiento para darnos cuenta de que, si bien todo cambia, podemos vivir ello con paz y no con intranquilidad. 

Tendríamos que tener en cuenta que, además, desde la perspectiva cristiana, aunque todo cambie, la palabra de Dios queda y todo está en las manos de Él. Así que la incertidumbre que sentimos en realidad es una invitación a confiar en Él. 

H.J: Uno de los temas que más preocupación genera es la degradación del ambiente en todo el mundo. ¿De qué manera el silenciamiento interior puede ayudar a cuidar la Casa Común, el cual es un llamado insistente que el papa Francisco le ha hecho a la humanidad? 

P.D: Lo que uno descubre cuando hace camino interior es que nosotros, los seres humanos, somos la naturaleza y, por lo tanto, agredir al medio ambiente es agredirnos nosotros mismos. Yo suelo decir, cuando explico la Eucaristía, que Jesús puede identificarse con un pedazo de pan, porque antes se ha desidentificado de su condición divina lavándole los pies a los discípulos. En ese mismo sentido, la meditación es un proceso de desidentificación con lo que tú crees que eres: tu cuerpo, tus pensamientos y tus emociones, entre otras cosas, y pasas a identificarte con el todo y darte cuenta de que todo lo que hay es Eucaristía, es presencia y debe ser cuidado. 

H.J: En la sociedad colombiana tenemos varios retos relacionados con la polarización política, las brechas sociales y la segregación de ciertos grupos. ¿Cómo el silenciamiento interior nos puede ayudar a la construcción de comunidades más humanas?  

P.D: El silenciamiento es la fuente de comunión más profunda que podamos imaginar, porque mucho más que la palabra, lo que nos une es el silencio. Mientras la palabra lo máximo que puede generar es afinidad intelectual: estar de acuerdo con lo que alguien dice; o afinidad sentimental: sentir que alguien te cae bien, por ejemplo. El silencio va mucho más a lo profundo. En el silencio tú no sabes lo que el otro piensa ni siente, pero sí se logra generar comunión espiritual.  

Y en esa comunión espiritual vas a lo primordial, al fondo de las personas. Y allí es casi que anecdótico o circunstancial si uno es hombre o mujer, si uno es blanco o negro, si uno es creyente o agnóstico, si uno es cristiano o musulmán, si uno es culto o inculto.  

Todo eso, que en el mundo de la palabra es muy importante y puede generar diferencias, en el mundo del silencio queda orillado y, en cambio, se pone en primer plano la esencia. Así se genera una comunión muy profunda, tan profunda que yo diría que el silencio es lo único que puede deshacer la disparidad ideológica en la que estamos embarcados. 

H.J: En Colombia uno de los desafíos más grandes es la construcción de la paz y la garantía de una vida digna para todos. ¿Cómo la práctica espiritual nos puede ayudar a resolver esos retos? 

P.D: Todo trabajo espiritual va enfocado a la paz, a tener paz interior. Y la única forma en que pueda haber paz en el mundo es si hay paz en los corazones de las personas. 

La práctica de la meditación tiene, precisamente, el objetivo de alcanzar esa paz interior. Así que yo creo que el cultivo de la espiritualidad, que ha sido más bien relegado a personas con intereses religiosos, hoy es algo que debería estar presente en la educación y en los distintos ámbitos de la vida social, pues creo que es un camino de reconfiguración de la humanidad y, por tanto, también de este hermoso país.  

H.J: Ya que hablamos sobre las personas con intereses religiosos, se suele escuchar a personas que afirman desear cultivar su espiritualidad, pero no quieren hacerlo a través de propuestas religiosas ¿Qué opina usted sobre esto? 

P.D: Yo suelo decir que la religión es el vaso y la espiritualidad es el agua, y lo que las personas necesitamos es el agua. Pero claro, el agua tiene que darse a beber en algún vaso.  

Cuando estas personas quieren renunciar al vaso, es decir a la religión, es porque seguramente su experiencia no ha sido positiva y ese vaso no les ha dado de beber. Entonces nosotros, los que estamos en el mundo de la religión, sí que hemos de revisar nuestros vasos y revisar si realmente alimentan a las personas.  

Yo creo que ahora es muy importante que retomemos, desde una perspectiva no necesariamente confesional, las formas religiosas como algunas oraciones o algunas imágenes, sin pedir el 100 % de comunión a la gente. 

A lo mejor solo tendremos el 50 % o el 20 % de comunión y eso está bien, porque yo creo que el cambio de paradigma que se está dando consiste en pasar del creer, al practicar. Es decir, hasta ahora ha habido muchas personas que decían “yo soy creyente, pero no practicante” y ahora, por primera vez en la historia del cristianismo, empiezan las personas a decir “soy practicante, pero no creyente”. Esto que digo se evidencia en que entre nosotros hay gente que medita, que ora y que no es creyente, porque el acento ya no está tanto en lo doctrinal, sino en lo espiritual y lo espiritual no son ideas, sino un estilo de vida.  

H.J: En la universidad nos preguntamos constantemente cómo promover en los jóvenes el cultivo de la espiritualidad ¿Qué pistas nos podría dar para lograr esta tarea? 

P.D: Yo diría dos cosas. La primera es que no podemos dar lo que no tenemos. Por lo tanto, si queremos que nuestros jóvenes sean personas con una vida espiritual, nosotros somos los primeros que tenemos que vivirla. 

Y lo segundo es que a los demás hay que dejarlos en paz. Muchas veces nuestro querer algo de alguien daña la relación, porque la persona se da cuenta de que no la aceptamos tal como es, sino que queremos llevarla a algún lugar, queremos algo de ella... 

Por tanto, yo pondría el foco en nuestra propia transformación. Porque si una persona cambia de verdad, cambia a los que están a su alrededor por ósmosis. La verdadera evangelización o la verdadera pastoral no es tanto desde la palabra, que desde luego es importante, sino a través de la irradiación de la experiencia. 

Jesús de Nazaret no cambió el mundo simplemente por su mensaje (que desde luego no hay un mensaje tan brutal y tan transformador como el suyo, que yo conozca al menos), sino que lo hizo, sobre todo, por esa corriente de energía que llamamos Espíritu Santo y que sigue irradiando a millones de personas. 

H.J: Hablemos ahora de los niños ¿Para comenzar a tener práctica espiritual hay que tener cierta edad o grado de “madurez”, o los más pequeños podrían también cultivar su vida interior? 

P.D: Yo tengo dos impresiones. La primera es que es muy importante empezar a educar a las personas, desde muy jóvenes, en interioridad a través de una tradición, y no en general. Es decir, al igual que no aprendemos a hablar en general, sino que aprendemos a hablar castellano, francés, alemán o inglés (una tradición), yo creo que también el silencio, el lenguaje del alma, se debe aprender en una tradición: la cristiana, la sufi, la budista, entre otras.  

La segunda impresión es que entre más instrumentos de interioridad le demos a los más pequeños, cuando sean mayores más facilidad tendrán para tener una vida espiritual. Yo siento que la educación infantil religiosa se ha centrado totalmente en lo doctrinal y en lo moral (en trasmitir contenidos), y ha descuidado los otros dos aspectos que a mi modo de ver son los fundamentales: lo narrativo y lo simbólico. Es decir, más que darle a un niño contenidos y preceptos, yo creo que hay que darle historias y símbolos, porque los grandes relatos serán los que permanecerán en su memoria. 

H.J: Usted invita al ser humano al silenciamiento interior para escucharse, conocerse y contemplar la realidad. ¿Cuándo sería entonces el momento adecuado para salir a actuar externamente? 

P.D: Ahora es el momento de actuar interiormente. Y en la medida en que actúas interiormente se va transformando al exterior. Esto lo que quiere decir es que realmente no hay una diferencia entre fuera y dentro; son lo mismo, pero hay que empezar por dentro.