Editorial
Septiembre 17, 2024
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¿Por qué conversar sobre la Inteligencia Artificial Generativa?

Luis Fernando Múnera Congote, rector de la Pontificia Universidad Javeriana

La Inteligencia Artificial Generativa (IAG) ha emergido como una fuerza transformadora en el ámbito académico, desencadenando cambios importantes en la forma en que interactuamos con la información y el conocimiento, en nuestras prácticas pedagógicas y experiencias de aprendizaje, en la forma como gestionamos nuestra universidad y servimos a la sociedad, en los procesos de investigación, o en la manera como asumimos y desempeñamos nuestros roles de profesor o estudiante en un entorno educativo en el que las tecnologías y el desarrollo digital cada vez cobran mayor preponderancia.

Su avance produce entusiasmo en algunos y otros lo ven con cautela. La irrupción de la IAG en nuestra universidad se está viviendo como una oportunidad y como un desafío. Emergen prácticas innovadoras y reflexivas. Nos está planteando interrogantes sobre la forma como se alimentan los modelos de aprendizaje y sobre la procedencia, la privacidad y el uso de los datos. Preocupan los impactos medioambientales de esta tecnología. Riesgos potenciales como el sesgo algorítmico, las clasificaciones cargadas de valores y unas determinadas maneras dominantes de ver el mundo, convocan al pensamiento crítico. El posible debilitamiento de la interacción humana interpela al proyecto educativo javeriano.

El perfil de riesgo de la IAG está cambiando con rapidez, a medida que sus herramientas penetran cada vez más ámbitos de la vida en sociedad y hay un mayor acceso a los datos. Hoy no podemos separar las preguntas éticas, de las preguntas técnicas porque cuando estas tecnologías son aplicadas en contextos sociales como la educación pueden reproducir, optimizar y amplificar las desigualdades estructurales existentes.

Hay quienes plantean que el desafío es tan grande, que sería necesario repensar el propósito y la naturaleza misma de la educación superior. Nuestros profesores titulares recién proclamados llamaban la atención sobre la necesidad de promover el pensamiento crítico para discernir sobre el impacto de la Inteligencia Artificial en nuestras vidas cotidianas y en la crisis civilizatoria que afrontamos, integrando la educación ética y humanística con la excelencia técnica al servicio a los demás. Es necesario comprender, entonces, los temas de poder y justicia asociados a la Inteligencia Artificial, sin que el pensamiento apocalíptico nos pueda paralizar. Por el contrario, ¿no es la Universidad el lugar llamado a hacerse las preguntas difíciles, a diseñar caminos, a expandir reflexiones, y a promover escenarios éticos y responsables de producción y uso de estas tecnologías?

En los últimos meses, hemos transitado juntos el proceso de profundizar en la Universidad una cultura de la conversación por su capacidad de crear lazos, fortalecer el trabajo colaborativo y consolidar nuestra comunidad educativa. Estamos convencidos de que el pensamiento universitario se construye encontrándonos y conversando sobre los temas universitarios; esto es propio de la naturaleza universitaria desde los inicios, cuando profesores y estudiantes crearon esas primeras corporaciones para encontrarse y buscar juntos la verdad.

Propiciar conversaciones sobre la IAG, nos permite compartir lo que sabemos y lo que no sabemos, lo que nos entusiasma y lo que nos suscita dudas y temores. Así mismo, expandir nuestro entendimiento de lo que ocurre con su irrupción en el ámbito educativo, comprender lo que está en juego y reflexionar sobre lo que viene. Estamos, con bastante certeza, frente a la tecnología más importante que se ha creado desde la invención de la imprenta y su llegada. Como lo plantea el papa Francisco, representa “una auténtica revolución cognitiva-industrial, que contribuirá a la creación de un nuevo sistema social caracterizado por complejas transformaciones de época”.

Iniciamos una primera y amplia conversación sobre este tema en la XVI Jornada de Reflexión Universitaria; conversación que esperamos pueda expandirse en la Universidad, en sus facultades e institutos, en las aulas y fuera de ellas, entre pares y colegas. Son múltiples las perspectivas y las voces que se están manifestando en nuestra Universidad sobre la IAG.

Resulta estimulante y enriquecedor que la expansión de estos diálogos la hagamos en torno a preguntas como estas: ¿Qué buenas prácticas y qué prácticas emergentes se desarrollan y observan en la Universidad con el uso de la IAG, que merezcan ser compartidas, potenciadas y expandidas?, ¿Qué estrategias podemos implementar para fomentar la colaboración y el intercambio de conocimientos sobre la IAG dentro de nuestra comunidad universitaria?, ¿De qué manera la IAG está retando la labor del profesor, los procesos de aprendizaje de los estudiantes y la relación profesor-estudiante?, ¿Qué tipo de orientaciones institucionales, en qué campos y qué aspectos específicos deberían ser considerados en ellas?, ¿Por qué resulta interesante fortalecer los procesos de autorregulación en el uso de estas tecnologías, soportados en conocimiento y actitud reflexiva?, ¿Cómo deberíamos abordar de una manera dialógica y constructiva desde nuestros roles de profesores, estudiantes y administrativos los riesgos éticos en el uso de la IAG en los procesos formativos? o ¿Qué debemos hacer como Universidad frente a los desafíos y las transformaciones que la IAG tiene en las disciplinas, los campos de conocimiento, las profesiones y el mundo del trabajo?

La IAG nos enriquece y nos desafía. Construyamos pensamiento universitario sobre este relevante y complejo tema, aportemos a una comprensión colectiva y sigamos tejiendo los lazos de una comunidad que se pregunta, que escucha al mundo y que busca respuestas