Opinión
Abril 23, 2024
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¿Quitar el agua es la única solución?

Armando Sarmiento López
Profesor Asistente
Facultad de Estudios Ambientales y Rurales

A comienzos de abril el alcalde Galán se vio forzado a decretar un racionamiento de agua. Bogotá no enfrentaba una crisis similar desde 1997 cuando el taponamiento del túnel del sistema Chingaza obligó a tomar medidas de racionamiento al alcalde de entonces, Antanas Mockus. El mismo Mockus en el prólogo del libro “El Agua en la Historia de Bogotá” decía que la historia de la capital es la historia de su agua. Esta afirmación aplica para cualquier ciudad del mundo, sin una fuente de suministro adecuada y confiable ninguna ciudad puede sobrevivir.

Bogotá, al igual que el resto de los asentamientos del altiplano cundiboyacense, se localiza en un lugar donde naturalmente el agua superficial no es muy abundante, es un ecosistema frío y relativamente seco. A pesar de esto, Bogotá siempre ha confiado su suministro en aguas superficiales que dependen totalmente de las precipitaciones. Históricamente la ciudad fue agregando a la lista de fuentes de suministro las diferentes corrientes que provienen de los cerros orientales, sin lograr conjurar del todo el temor del desabastecimiento. 

Desde fines del siglo XIX con la creación de la Empresa de Acueducto de Bogotá los esfuerzos se fueron tecnificando y modernizando a la par del crecimiento de la ciudad, el cual se acelera a mediados del siglo XX. Con la construcción del sistema Chingaza y la ampliación y modernización de los sistemas de transporte y distribución, ocurridos en los últimos cuarenta años, se creía que la ciudad había logrado superar el temor del desabastecimiento para siempre. Atrás quedaron los planes de seguir incorporando nuevas corrientes cada vez más lejanas, entre ellas las del denominado macizo Sumapaz. 

El racionamiento de 1997 junto con las reformas tarifarias introducidas por la Ley 142 alteró dramáticamente los patrones de consumo de agua, se pasó de consumir 110 litros habitante día a cerca de 80 a inicios de los años 2000 y 78 para 2015. A pesar del crecimiento en el número de habitantes, el volumen total de agua demandada no crece desde hace años. La Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá adquirió la el permiso para vender los excedentes a municipios vecinos, con una capacidad teórica de suministro de hasta 21.5 m3/s y una demanda agregada cerca de 16 m3/s se arraigó la percepción de seguridad en el suministro.

Las consecuencias del cambio climático acaban de borrar en pocas semanas el éxito alcanzado. ¿Qué falló? Lo primero, la ausencia de escenarios de contingencia, de adaptación, utilizando el término de los acuerdos del clima. Lo segundo, y más importante, la falta de conocimiento científico técnico adecuado acerca del comportamiento de las variables climáticas a escala regional y local. Predecir el clima es uno de los mayores desafíos científicos en la actualidad, es un sistema demasiado complejo. La modelación del clima requiere recursos computacionales enormes, además del desarrollo de nuevo conocimiento por parte de la comunidad científica.

A nivel nacional descargamos la responsabilidad casi totalmente en el IDEAM, pero sin asignarle los recursos necesarios para tal labor. Es frecuente la manera despectiva en que nos referimos a los pronósticos del IDEAM, la efectividad de sus pronósticos podría ser proporcional a los recursos que el país destina a este asunto. Sin embargo, aunque la predicción climática a mediano plazo sea desafiante, podríamos tener sistemas más robustos que ayuden en la toma de decisiones con mayor holgura temporal. Podría pensarse que el alcalde Galán creyó ingenuamente en el pronóstico del IDEAM que anunciaba el inicio de precipitaciones a mediados de marzo. Seguramente una lectura más detallada sobre el margen de incertidumbre de esa predicción hubiera servido para que el alcalde hubiera hecho un llamado al uso racional del agua y advertir de un posible desabastecimiento y lograr un ahorro adicional.

Pero, a estas alturas la pregunta es ¿hay alternativas al racionamiento? Dadas las condiciones actuales la respuesta es no. No tenemos un plan B. Desde hace décadas se ha hablado de contar con respaldo basado en aguas subterráneas, que no están determinadas directamente por las precipitaciones inmediatas, no es una alternativa barata ni fácil, pero resulta más costoso el racionamiento. Esta solución también es menos compleja que otro trasvase de cuenca; con las normas ambientales actuales podría resultar en un desafío burocrático y político enorme.

Por ahora el racionamiento solo lo notamos a nivel de los hogares, un día a la semana sin baño no es muy traumático. Si no llueve nos veríamos obligados a cortar el suministro del agua industrial lo cuál sería desastroso en la actual coyuntura económica. ¿Cuántos empleos dependen directamente del agua? Las que menos margen de maniobra tienen son la industria de bebidas, dependen 100%, otras, como alimentos y otros procesos industriales intensivos en agua, también.

Finalmente, es necesario profundizar el conocimiento sobre los efectos del cambio climático. La situación actual nos demuestra que hay cosas que no sabemos.