Editorial
Educación
Mayo 12, 2025

Los profesores: corazón intelectual y ético de la Universidad

Luis Fernando Múnera Congote, S.J.
Rector de la Pontificia Universidad Javeriana

La educación y la generación de conocimiento son el tejido nuclear de nuestra vida colectiva como universidad; y como universidad, somos una plataforma decisiva para imaginar y construir sociedades más justas, humanas, democráticas y sostenibles. Los profesores, a su vez, son el corazón intelectual y ético de una universidad porque encarnan su misión, sostienen su sentido y proyectan su compromiso con la sociedad.

En medio de los desafíos que atraviesa el mundo, las universidades son un espacio estratégico para pensar con profundidad, crear con sentido y actuar con vocación humanística. Formar, acompañar, investigar y compartir conocimiento no son actos neutrales: son intervenciones concretas sobre el presente y apuestas éticas por el futuro.

Esta afirmación cobra fuerza cuando escuchamos las voces de quienes culminan sus procesos formativos en nuestra universidad. En las pasadas ceremonias institucionales de graduación vivimos, como suele suceder en estos significativos actos, la experiencia de escuchar las palabras de los graduandos que llevan la voz de sus compañeros en ese momento. Ellos y ellas expresan, además de los agradecimientos, la importancia de su formación, el valor de las experiencias vividas, su consciencia y sensibilidad ante el país y demuestran una mirada a la vez crítica y esperanzada sobre el mundo. Hoy, en el mes del profesor, quiero volver sobre esas palabras, porque en ellas hay mucho de lo que son y representan nuestros profesores para los estudiantes.

Violeta recordó que no se llega a la universidad solo para obtener un título, sino para intentar comprendernos y reconocer nuestra pertenencia a una tierra compartida, donde humanos, animales, plantas, el agua, e incluso tecnologías, entablamos relaciones cada vez más interdependientes, conformando todos, una red frágil que exige cuidado. La universidad, entonces, no es solo un espacio académico, sino un lugar para cultivar sensibilidad y conciencia de interdependencia. Miguel Ángel resaltó que nadie crece solo, que nuestros logros están tejidos con el apoyo de compañeros, profesores y familias. Esta idea se enlaza muy bien con la noción de comunidad: aprender es un acto colectivo, donde la individualidad se potencia en la red de vínculos humanos, y en esto, la universidad es un espacio inigualable. Lucas compartió que el conocimiento vivo exige humildad y, sobre todo, conciencia ética y que, lo aprendido, debe ponerse al servicio de la dignidad humana. Miguel Eduardo hizo evidente una paradoja: vivimos en un mundo saturado de información, pero carente de comprensión profunda. De ahí la urgencia de formar pensamiento crítico, reflexión rigurosa y capacidad para discernir en un entorno que favorece las respuestas rápidas y las narrativas simplistas. Anyi propuso la necesidad de entender que el conocimiento no es acumulación individual, sino un entramado de humanidad hecho de voces, gestos y acompañamientos. Juana, insistió cómo, desde la universidad, la incertidumbre se transforma en oportunidad, e invitó a no temerle al futuro y a habitarlo con corazón despierto y capacidad de asombro. Juan Andrés valoró todos esos momentos en los que alguien creyó en nosotros, señalando que ese acto de confianza, a menudo silencioso, puede ser uno de los gestos más transformadores que ofrece la educación. Y Pablo Emilio volvió sobre algo esencial: frente a un mundo herido por la prisa, el conflicto y la fragmentación, necesitamos procesos formativos que formen conciencia crítica, paciencia activa y compromiso ético.

 

En nuestra Universidad, el profesor es un acompañante que con su saber y experiencia ayuda a recorrer el camino del conocimiento para que cada estudiante pueda desplegar lo mejor de sí.
 

 

Las voces de nuestros estudiantes nos muestran que lo que hace cada profesor tiene sentido y vale la pena. Encontraron aquí profesores que contribuyeron a dar sentido a sus vidas y a construir colectividades en bienestar. En nuestra Universidad, el profesor es un acompañante que con su saber y experiencia ayuda a recorrer el camino del conocimiento para que cada estudiante pueda desplegar lo mejor de sí, gracias a una formación intelectual profunda, una sensibilidad cultivada y un espíritu de servicio y responsabilidad frente a los otros. Su dedicación a la vida académica y su pasión por comunicar el saber refleja el espíritu javeriano de formar personas conscientes, compasivas, competentes y comprometidas con la sociedad. Valoramos profundamente su capacidad para articular la teoría con la práctica, su habilidad para fomentar el pensamiento crítico y su entrega en la formación de líderes que transforman el mundo.

Evocar las voces de nuestros graduandos, reafirma nuestro compromiso de acompañar procesos vitales, donde el conocimiento se enlaza con el cuidado, la justicia y la dignidad. Es en este horizonte donde anida con claridad la figura de nuestros profesores y nuestras profesoras. Ser profesor universitario hoy es un acto de compromiso activo que resiste la lógica del descarte, abre espacio a la complejidad y sostiene preguntas allí donde abundan las respuestas fáciles. El papa Francisco, en su propuesta de un Pacto Educativo Global, lo expresa de manera contundente: educar es un acto de esperanza que pone en el centro a la persona, y que forma para el servicio, la solidaridad y el cuidado de la casa común.

Invito a nuestros profesores y profesoras, en este mes especial, a seguir cultivando la excelencia, la pasión por el conocimiento y el servicio a los demás. Que su labor siga siendo una fuente de inspiración para las presentes y futuras generaciones de Javerianos.