Editorial: Pasar la posta
Una de las modalidades en las carreras de atletismo se caracteriza por la participación de diferentes deportistas que, en una misma pista, se suceden o relevan durante la competencia mediante la entrega de la posta o el testigo. Al hacer el paso de esta pieza -algo previsto con anterioridad, que a nadie sorprende y exige gran precisión- se garantiza la continuidad en la prueba y el cambio de protagonista: el corredor.
Es todo un espectáculo ver cómo en una prueba que es de velocidad -el indicador es el tiempo- es posible que un atleta, aproximándose al sitio indicado y sin detenerse completamente, logre entregar esa pieza clave a su compañero de equipo, que lo espera en movimiento, iniciando de antemano su propia carrera. En efecto, el contacto entre sus manos es apenas cosa de un instante.
Pues bien, en el ámbito directivo de una entidad siempre llega la hora en que se debe ‘pasar la posta’ y, de esa forma, dar por concluido el periodo en que una persona tuvo la oportunidad, la responsabilidad, de estar a la cabeza de la respectiva organización. De esta forma, se inicia un periodo diferente de la vida institucional, en la que el sucesor, sin sobresalto alguno, asume las respectivas funciones. Esto ocurre en la Universidad cuando toma posesión un nuevo Rector. La diferencia reside, primero, en que no es un proceso que deba hacerse como en ‘una contrarreloj’ y, además, en que si bien se trasfiere la dirección general y el gobierno de la Universidad, detrás de esas dos personas -el Rector que termina su periodo y el que lo sucede- existe todo un cuerpo directivo, el equivalente a la alta oficialidad de un trasatlántico, responsable de las diversas funciones en el gobierno general de la institución.
La Universidad progresó y avanzó notablemente sin dejar de ser la misma, asegurando su identidad.
En este contexto, el cambio de Rector en la Universidad, aunque tiene lugar en una fecha definida, la del acto de posesión, es un proceso que se desarrolla de manera tranquila durante unas cuantas semanas, sin riesgo alguno para la estabilidad institucional. Como es lógico, el empalme de los rectores implica diálogo entre ellos y también conversaciones del sucesor con el actual equipo directivo de la Javeriana. Por supuesto, en medio de la continuidad del rumbo que la Universidad ha seguido en los últimos años, trazado de acuerdo con las normas y disposiciones jurídicas que la rigen, habrá lugar para el cambio que pueda considerarse necesario según las nuevas realidades y situaciones, miradas y perspectivas.
Desde 1930, cuando al rector del Colegio de San Bartolomé, P. José Salvador Restrepo, se le confió la dirección de la Universidad Javeriana, restablecida según las decisiones adoptadas en la reunión que tuvo lugar el 1º de octubre de aquel año, dieciséis jesuitas han sido llamados a ejercer las funciones de este importante cargo. Sus huellas han sido recogidas por la historia y sus nombres se recuerdan con afecto y respeto.
Hace nueve años, hacíamos notar en el editorial de la edición de Hoy en la Javeriana No. 1.294 (enero-febrero de 2014), que titulamos “Oportunidad para servir”, que “el Rector carece de los ‘superpoderes’ que se le atribuyen con imaginarios tejidos alrededor de su figura; que son grandes sus responsabilidades y no siempre entendidas y aceptadas las decisiones que debe tomar; y que, en medio de tantas ocasiones gratas, no faltan los ratos de incomprensión y soledad”. Por otra parte, resaltábamos que “la labor que desarrollamos, especialmente en cargos directivos, debe asumirse como servicio. Ocupar el cargo de Rector de la Javeriana y desempeñar por un periodo determinado las funciones correspondientes, además de ser un inmenso honor y un gran privilegio, constituye una extraordinaria oportunidad de servicio”. Ciertamente, esto es así.
Ahora bien, al concluir el actual periodo rectoral, resulta oportuno recordar la reflexión de Thomas Mann en su ensayo “Elogio de la transitoriedad” (1952). Dice este reconocido escritor, a propósito “del gran don del tiempo”, que en él debemos “ver un campo que invita a cultivarlo del modo más fiel, entenderlo como espacio de actividad, de incansable aspiración, de autoperfeccionamiento, de progreso hasta sus máximas posibilidades”, para que al final se pueda “arrancar con su ayuda a lo transitorio lo imperecedero”.
Sin duda alguna, los años pasaron y la Universidad progresó, avanzó notablemente, eso sí, sin dejar de ser la misma, asegurando su identidad -siempre es así- porque como lo advertíamos hace poco, gracias a la unidad que logramos en medio de una riquísima diversidad, a la ‘fidelidad creativa’, hemos podido abrirnos al porvenir conjugando cambio y permanencia, innovación y tradición.
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Al nuevo Rector hacemos llegar, desde estas páginas, nuestro saludo de bienvenida y los mejores augurios para la gestión que se le ha confiado. A los lectores agradecemos su compañía en estos últimos nueve años de travesía, la cual podemos repasar en las 91 ediciones de Hoy en la Javeriana, que han entrado en circulación desde enero de 2014.