Esperanza y buena voluntad
Para poder transformar el mundo y hacer de él un espacio mejor y más acogedor para todos los seres humanos, es indispensable tener esperanza, ese sentimiento que tiende puentes hacia un porvenir atractivo y nos anima a cruzarlos con decisión. También es esencial la esperanza para poder caminar por la vida, paso a paso, en medio de circunstancias muy diversas, que no siempre son las más favorables. De esperanza saben aquellos que aman, que buscan y anhelan un encuentro y, entonces, no ahorran esfuerzo para prepararlo todo con cuidado y esmero. También saben de esperanza aquellos que creen, no solo en el futuro que vendrá con sus novedades y desconocidas oportunidades, sino también en las promesas. Solo pueden esperar los que aman y creen de verdad y, en consecuencia, permanecen atentos. En este contexto, el sembrador aparece como el adalid de la esperanza. Su labor en el presente, su arduo trabajo, tiene sentido porque espera la cosecha. Ciertamente, la esperanza hace posible que una semilla deje de serlo para convertirse en fruto, que el botón cerrado de una planta se abra para transformarse en colorida flor; que los niños crezcan y lleguen a ser las mujeres y los hombres adultos encargados del mañana. Sí, ¡la esperanza es vida! Por eso cuando se pierde la esperanza, el mundo se torna sombrío y se marchita. No hay nada más triste que un pueblo desesperanzado, que se sienta condenado a la desgracia, sin posibilidades de cambio ni salida alguna. En situaciones así, son aún más importantes los artífices de esperanza. Esa es la impronta de los hombres y mujeres de buena voluntad, que solo saben de soluciones y mejoras, que abren puertas y derriban muros. Es verdad, se requiere voluntad para actuar, para desatar procesos que modifiquen radicalmente la realidad. Con mala voluntad las cosas no se pueden hacer o, si se hacen, se demoran o resultan más costosas, y hasta pueden salir mal. La buena voluntad de las personas, por el contrario, es garantía. Hace un año, el Papa Francisco formuló el siguiente planteamiento: “la esperanza no defrauda. ¡El optimismo defrauda, la esperanza no! La necesitamos mucho, en estos tiempos que aparecen oscuros, donde a veces nos sentimos perdidos frente al mal y la violencia que nos rodea, frente al dolor de tantos hermanos nuestros. ¡Necesitamos esperanza! Nos sentimos perdidos y también un poco desanimados, porque nos sentimos impotentes y nos parece que esta oscuridad no se acaba nunca”. Estas fueron sus primeras palabras al iniciar un ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana. En este mensaje, el Santo Padre hizo notar que “la vida es a menudo un desierto, es difícil caminar dentro de la vida”; pero, a renglón seguido planteó la alternativa: “si nos encomendamos a Dios la vida puede llegar a ser hermosa y ancha como una autopista…, basta que sigamos creyendo, siempre, a pesar de todo”. Hizo entonces una comparación: “cuando nos encontramos frente a un niño, quizá tengamos muchos problemas y muchas dificultades, pero nos viene de dentro una sonrisa, porque tenemos delante a la esperanza: ¡un niño es una esperanza! Así tenemos que saber ver en la vida el camino que nos lleva a encontrarnos con Dios, Dios que se hizo niño por nosotros. ¡Y nos hará sonreír, nos dará todo!”. En cambio, advirtió el Papa: “los grandes, los satisfechos no conocen la esperanza, no saben qué es”. Tiene mucha razón Francisco: “la esperanza es una virtud de los pequeños”.
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Se acerca la Navidad y un Nuevo Año surge en el horizonte. Pasaremos una página más de nuestra historia y cerraremos capítulos, con sus aprendizajes y proyecciones. Como siempre ocurre por estos días, nos enfrentamos ya a un puñado de páginas en blanco, en agendas y almanaques, que siempre implican oportunidades. En ellas, los colombianos debemos seguir escribiendo con responsabilidad, para superar un pasado difícil y avanzar por la senda de la reconciliación y el progreso. Se necesitan hombres y mujeres de buena voluntad que ayuden a la convivencia y la construcción de una paz perdurable. No podemos olvidar que en 2018 tomaremos decisiones trascendentales en materia política, que afectarán significativamente el desarrollo del país. Por lo pronto, preparémonos para disfrutar en familia y junto a los amigos, momentos de recogimiento y de merecido descanso. Es la hora de la gratitud y los buenos augurios. A nuestros lectores les agradecemos su compañía, les deseamos unas felices fiestas y los invitamos a “dejarse enseñar la esperanza, -según las palabras del Papa Francisco-, esperando con confianza la venida del Señor”.