Gerardo Arango Puerta, S.J. Forjador de sueños y de nuevas realidades
Resulta extraño hablar del Padre Arango conjugando los verbos en pasado, lo mismo que imaginarlo ausente, inmóvil y sin vida, porque él era esencialmente presencia y futuro, acontecer y sueños, dinamismo y vitalidad. Sin embargo, su muerte inesperada, ocurrida el 22 de agosto en el Hospital Universitario San Ignacio, nos ha impuesto repentinamente una nueva modalidad de relación que a muchos nos ha causado profunda aflicción. Estos sentimientos se evidenciaron en las conmovedoras manifestaciones de cariño y gratitud que pudimos constatar durante la velación en la Capilla San Francisco Javier, así como también a lo largo de la procesión que desfiló entre la Biblioteca General y el Hospital, donde poco antes de abordar el coche fúnebre, nos detuvimos para escuchar las notas de El Silencio en un solo de trompeta, y especialmente en las solemnes honras fúnebres realizadas con una multitudinaria asistencia. A los estudiantes actuales de la Javeriana y muchos de sus profesores que no conocieron al Padre Arango, pero que vieron a media asta las banderas y se enteraron de lo sucedido, seguramente les quedó claro que el hombre que había muerto debía haber sido alguien muy importante y muy querido, como en verdad lo fue.
El Rector Magnífico
En la vida de Gerardo Arango Puerta, sacerdote jesuita, sobresale el período de 9 años en el cual se desempeñó como Rector de la Pontificia Universidad Javeriana, cargo al que llegó de 53 años de edad. La columna dorsal del rectorado fue el proceso de Planeación Estratégica Institucional que puso en marcha el 23 de abril de 1990 y estructuró con base en una serie de preguntas acerca de la Misión y el Proyecto Educativo de la Javeriana, la Academia y el Diseño Organizacional, que de acuerdo con una metodología precisa, la Universidad debía contestar. De esta forma, el Padre Arango puso la Javeriana a pensar, por supuesto, sin detener su marcha, por el contrario, acelerando el paso. Ahora bien, en el discurso de posesión había advertido que el “servicio de lo directivo y de lo administrativo a la Academia, a la formación integral de cuantos formamos este inmenso cuerpo de la Universidad Javeriana, era el sentido de nuestro trabajo”.
No habían pasado 3 meses de su gobierno y ya la Javeriana tenía en sus manos 3 números de Orientaciones Universitarias, una nueva publicación destinada a alimentar el proceso de renovación universitaria, que apuntaló en el segundo año de gobierno de manera especial con 3 eventos: el I Congreso “La Investigación en la Universidad Javeriana”, el Foro “Colombia: una visión prospectiva” y el Congreso “La espiritualidad ignaciana y su vigencia en el mundo de hoy”. Entre tanto, la Universidad concluía las obras de los edificios José Gabriel Maldonado, S.J. y Gabriel Giraldo, S.J., los primeros del ambicioso Plan de Desarrollo Físico adoptado, y se hacía a nuevas tecnologías de información y comunicación. Ya en 1991 había tenido lugar la primera instalación de fibra óptica en el campus y al año siguiente, se había establecido el servicio de correo electrónico.
En el tercer año del rectorado se aprobaron las primeras decisiones estratégicas: la Misión, el Proyecto Educativo y el Documento sobre Unidades Académicas, y se puso en marcha la revisión de la estructura académica que concluiría particularmente con la creación de las Facultades de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales (1994), de Artes (1995) y de Estudios Ambientales y Rurales (1997), así como con el restablecimiento de la Facultad de Educación y la reforma de las Facultades de Ciencias Sociales y de Comunicación y Lenguaje (1994). También debe registrarse la creación de la Corporación, hoy Instituto PENSAR, como “Think Tank” para el análisis de los problemas del país y la búsqueda de sus soluciones (1993). A toda esta labor que dirigía personalmente el Padre Arango dentro de la Javeriana, se unía su actividad en la Asociación Colombiana de Universidades, ASCÚN, y otras entidades donde sus planteamientos merecían consideración. Al respecto, deben recordarse los debates previos a la Ley 30 de 1992, así como el trabajo que adelantó con el Consejo Nacional de Educación Superior, CESU, y el Consejo Nacional de Acreditación, CNA. Merece destacarse el impulso que dio el Padre Arango en la Javeriana a los procesos de autoevaluación de programas que años después permitirían su acreditación.
Un hito de su rectorado, que tuvo lugar en el sexto año de su gobierno, el último del primer período, fue el Reglamento del Profesorado que abrió las puertas a una nueva etapa en la Universidad. El Padre Arango afirmaría, al concluir su labor en la Javeriana, que los profesores “habían sido el centro de sus sueños y de sus proyectos” y que por eso había propuesto “formar un Claustro Profesoral estable, sólido, competente académica y científicamente, así como en valores javerianos”. Ya en 1993 había creado un Fondo para la Promoción Académica de los Profesores, que con el Plan de Formación Permanente del Profesor Javeriano apuntaban al mismo fin. Por supuesto, no fue fácil la aplicación de un Reglamento con perspectiva institucional que además significó un aumento considerable de recursos económicos destinados con este propósito.
A partir del 4 de diciembre de 1995 y acompañado por nuevos Vicerrectores Académico y del Medio Universitario, el Padre Arango inició sus últimos tres años de rectoría. La carta de navegación para este trienio quedó consignada en el documento Proyecto Javeriana 98. Concluyó entonces la larga y detenida discusión acerca de los Estatutos de la Universidad, vigentes desde 1978, propuesta que presentó finalmente al Consejo de Regentes el 17 de febrero de 1998 y desencadenó un juicioso examen al respecto. En ese mismo año se aprobó el Documento marco sobre la Investigación en la Universidad. En 1997 se había realizado el IV Congreso de Investigación. De esta forma y con el Fondo de Apoyo a la Investigación, creado años atrás, se atendía lo estipulado en el primer punto de la Misión de la Universidad: “impulsar prioritariamente la Investigación”. El mismo fin había tenido la construcción del edificio Jesús Emilio Ramírez, S.J. en sus dos etapas, destinado a ser Centro de Investigaciones. Por otra parte, con la creación en 1993 de la Oficina de Enlace con la Industria había querido promover una mayor relación de la Universidad con el sector productivo.
La impresionante renovación del espacio físico durante su rectorado se hizo especialmente evidente en la construcción de los edificios Claustro Sur Hospital San Ignacio (1993), Fernando Barón, S.J. (1996), Don Guillermo Castro (1997) y Lorenzo Uribe, S.J. (1998). No menos ocurrió en la estructura organizacional de la Universidad con la creación del Centro Editorial Javeriano, la Oficina de Administración de Documentos, que daría origen al Archivo Histórico Javeriano, la Fundación Cultural de Artes Gráficas, Javegraf, la Tienda Javeriana, Javesalud, y la reforma de lo que después se llamaría Javeturismo.
El Padre Arango hizo sus estudios de Teología en Frankfurt, Alemania, entre 1961 y 1965. En esa ciudad recibió su ordenación sacerdotal el 24 de agosto de 1964.
Quedaría incompleta esta breve reseña si no se hace referencia al Fondo de Solidaridad San Francisco Javier creado en 1996 para apoyar a los empleados en su propósito de adquirir o construir vivienda, o el Fondo de Becas Rectoría destinado a facilitar la matrícula de buenos estudiantes de escasos recursos. Admirable fue la labor del Padre Arango en esta materia y en todo lo relacionado con el bienestar de la comunidad educativa, así como en la atención personal que prestó en su despacho, especialmente en las primeras horas de la jornada laboral. Cómo olvidar toda su gestión para lograr que Julián Sosa, uno de los mejores bachilleres del país, víctima de un atentado terrorista, pudiera, no sólo estudiar Ingeniería Electrónica en la Universidad, sino disponer de un lugar de residencia apropiado a sus circunstancias. Y así con mucha satisfacción, el Padre Arango bendijo el 28 de noviembre de 1994 el apartamento que se le entregó con el apoyo de importantes donaciones.
La despedida del Padre Arango al final del rectorado estuvo a la altura de su obra. El 31 de julio de 1998 recibió del Provincial y Vice Gran Canciller, P. Horacio Arango, S.J., sobrino suyo, la Cruz San Francisco Javier que le otorgó el Consejo Directivo Universitario en sesión presidida por el P. Jorge Humberto Peláez, S.J., Vicerrector Académico. Memorable fue el acto que tuvo lugar en el auditorio Luis Carlos Galán, el 11 de septiembre, ante el cuerpo directivo, convocado para presentar su informe de gestión durante los 9 años de su rectoría. Al terminar recibió una larga ovación de los asistentes quienes de pie y sin moverse de su sitio, no dejaron de aplaudir al Rector que profundamente conmovido bajó del escenario y abandonó ese recinto, inaugurado por él 5 años antes. La semana siguiente, el 15 de septiembre, tomaba posesión un digno sucesor, el P. Gerardo Remolina, S.J. La noticia del cambio de Rector había sido registrada en El Espectador con el siguiente titular: “Javeriana seguirá la línea Arango”.
Gran jesuita y ser humano
La labor del Padre Arango en la Javeriana y en los cargos que desempeñó antes y después de este período de su vida, refleja los rasgos esenciales de su personalidad: un soñador y también un creador. Sus manos, macizas y fuertes, expresaban toda su energía y parecían estar permanentemente listas a empuñar un lápiz, un marcador, un señalador, un cincel; incluso, desprovistas de herramienta, estaban dispuestas a señalar una meta, un rumbo, un giro. Y sin embargo, esas mismas manos tenían la capacidad de apretar cariñosamente las de un amigo o apoyarse sobre sus hombros. Hombre de buena contextura, su voz también delataba la fortaleza de su espíritu. En sus homilías y discursos, en todas sus intervenciones, lograba cautivar a su audiencia. Tenía carisma y un poder inmenso de convocatoria y convicción. Era un ser querido con los demás, no importaba que tuvieran poder o no, y por supuesto, se hacía querer. No por esto abandonaba su carácter recio y exigente: le gustaba que las cosas se hicieran bien, con excelencia. Le disgustaba la mediocridad, la estridencia, la mentira y la prepotencia. Es de obligada referencia en su perfil su amor por el campo y las actividades ganaderas. Ir a las fincas, montar a caballo y estar en contacto con los campesinos era una de sus formas predilectas de descanso.
Como lo señaló su sobrino, el Padre Horacio, en la homilía durante las exequias, el secreto del Padre Arango estaba en que “construyó su casa sobre roca” y esa roca era Jesús, el Hijo de Dios, a quien se decidió a seguir sin condiciones, como lo hizo y enseñó Ignacio de Loyola.
En la Javeriana una estatua colosal de San Francisco Javier, levantada en el cruce de caminos de la Universidad y el Hospital, recuerda al transeúnte la figura del gran misionero. La idea fue del Padre Arango quien como Rector supervisó personalmente la tarea que encargó al escultor Fernando Montanés. La huella del Padre Arango, su recuerdo esparcido por tantos lugares de este campus universitario y atrapado en el pecho de tantas personas que hoy sienten su ausencia, pasa también por este rincón javeriano donde su célebre consigna cobra especial relevancia. “Felices aquellos que sueñan sueños y están listos a pagar el precio para que se conviertan en realidad”
Carlos Julio Cuartas Chacón, en Bogotá, el 31 de agosto de 2012.
Síntesis biográfica
Nacido en Yarumal, Antioquia, el 3 de octubre de 1935, en el Colegio San Ignacio de Medellín concluyó su bachillerato. Ingresó a la Compañía de Jesús el 1º de febrero de 1953 y fue ordenado sacerdote el 28 de agosto de 1964, en Frankfurt, Alemania. En la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma obtuvo el título de Doctor en Teología, en 1970. Provincial de 1971 a 1979, al terminar este período asumió el cargo de Rector del Collegio Internazionale del Gesù, el cual desempeñó hasta 1983. Al regresar de Roma, fue Superior del Juniorado del Sagrado Corazón de Jesús, y de 1986 a 1989, Director del Hospital Universitario San Ignacio. Concluido el rectorado en la Javeriana, volvió a la Gregoriana en Roma, donde ejerció el cargo de Vicerrector Administrativo, de 1999 a 2004. De nuevo en Colombia, fue nombrado Rector del Colegio San Pedro Claver en Bucaramanga, y desde 2010, ocupaba la rectoría del Colegio San Francisco Javier en Pasto.