La arquitectura se enfrenta a los desafíos del cambio climático
Tradicionalmente, las ciudades y los asentamientos se han desarrollado junto al agua. Esta situación plantea un desafío para la arquitectura moderna, dado que, en el último siglo, como consecuencia del cambio climático el nivel del mar ha aumentado cerca de 20 cm en las costas.
Para esta edición de Hoy en la Javeriana presentamos apartes del prólogo de Hábitat palafítico, escrito por el profesor Alberto Saldarriaga Roa.
Según el Diccionario de la lengua española, la voz palafito designa una “vivienda primitiva construida por dentro de un lago, sobre estacas o pies derechos”. Hay un cierto tono despectivo en esta definición. De entrada, los autores de este libro contradicen la idea de que los palafitos son construcciones primitivas. Al presentar ejemplos provenientes de diferentes lugares, temporalidades y nichos culturales, muestran que los palafitos son una manera de construir un hábitat de mar y tierra que, en algunos casos, alcanza rasgos arquitectónicos refinados, sin perder de vista su condición anfibia. La Ciénaga Grande de Santa Marta hace parte de un complejo acuático más extenso e interconectado: el entorno del río Magdalena cerca de su desembocadura. Este sistema acuático, en menor extensión, es análogo al de La Mojana, en la depresión momposina, donde se unen los ríos San Jorge, Cauca y Magdalena. En esta región, Orlando Fals Borda encontró esa cultura anfibia que, en el seno del mundo ribereño del gran río, ha generado mitos como el del “hombre caimán” y músicas tan conocidas como “La piragua”, expresiones en las que los seres humanos, los suelos y las aguas se entrecruzan en la fantasía y en la realidad.
Los palafitos son una manera de construir un hábitat de mar y tierra que, en algunos casos, alcanza rasgos arquitectónicos refinados, sin perder de vista las condiciones de su condición anfibia.
El ibro compende el estudio profundo de unos asentamientos lacustres que se formaron hace ya bastante tiempo, que han tenido una historia llena de altibajos y que hoy son ejemplos únicos de esa vida que se vincula tanto al agua dulce como a la salada, al río y al mar. Y, todavía más, trata de aquello que no se estudia frecuentemente en Colombia: su arquitectura vernácula, tradicional o popular. Cada una de estas denominaciones posee un significado especial. Lo vernáculo es lo “nativo” o lo “propio” de un territorio. Lo tradicional es aquello que conserva y emplea aquello que se formó tiempo atrás. Y lo popular es lo propio del “pueblo”, entendido como una comunidad que comparte un territorio y que resuelve sus problemas de habitación sin la participación de arquitectos titulados. La arquitectura de los palafitos cienagueros cabe perfectamente en cualquiera de esas denominaciones.
Son múltiples los aportes que vale la pena señalar de este estudio. Por una parte, se trata de una investigación sólidamente sustentada por fuentes primarias y secundarias, cuadros estadísticos, mediciones, indicadores objetivos y cruces analíticos. Por otra parte, emerge la valoración cualitativa de esas expresiones de “creatividad espontánea” que escapan del rigor estadístico y se muestran como codificaciones estéticas de los recursos limitados que pueden ser apropiados por las comunidades cienagueras. Las imágenes aéreas de los poblados de Nueva Venecia y Buenavista muestran las pequeñas manchas de lo construido, la “huella urbana” , en medio de las aguas oscuras de la ciénaga de Pajaral. Las imágenes exteriores de las viviendas, con sus acentos de color, son indicadores de que, más allá de tener un lugar “primitivo” donde vivir y trabajar, hay una intención de identidad y de expresión de una cultura anfibia que se conserva en medio de las dificultades ambientales y sociales —derivadas de los destrozos del entorno y de la violencia que ocasionalmente ha afectado a los pobladores—.
Los palafitos de la ciénaga no son considerados dentro de los registros oficiales como “patrimonio construido”, a pesar de serlo. El patrimonio cultural no se encuentra únicamente en los grandes fenómenos, sino también en aquellos que, a su escala, representan una visión del mundo y un modo de habitarlo. Este libro contribuye a valorar aquello que otros ojos no ven y otros criterios no reconocen.