
La Facultad de Teología celebra sus 85 años
La impronta de la teología jesuita ha estado al servicio de la misión evangelizadora y una producción académica que ha alimentado a un número significativo de laicos y laicas, clérigos, religiosos y religiosas. Hoy como ayer la Facultad ha contribuido en la formación de insignes profesionales. Ayer, respondiendo a las corrientes teológicas de la época colonial; hoy, atenta a los movimientos surgidos a partir del Concilio Vaticano II. En fidelidad al magisterio eclesial y con creatividad ante el trabajo científico e investigativo propio de la teología, la Facultad ha producido un pensamiento teológico, hoy con sabor a América Latina y el Caribe.
Nuestra Facultad de teología al ser eclesiástica responde a todas las disposiciones y normativas de la Santa Sede. Desde su inicio hasta nuestros días ha contado con un equipo de profesores de altísima calidad dedicados a la docencia, la investigación y la extensión en orden a la academia de la educación superior en teología respondiendo así al Pregrado (Primer ciclo) y postgrados (Segundo y Tercer ciclos), confiriendo los títulos eclesiásticos de Bachillerato, Licenciatura y Doctorado. A partir de 1970, igualmente, ha venido expidiendo los títulos civiles correspondientes a sus títulos eclesiásticos.
Hoy, a la luz de la Constitución Apostólica Veritatis Gaudium del papa Francisco, nuestra Facultad camina, cultiva y recrea la riqueza de los saberes teológicos en sus áreas de teología sistemática, teología bíblica y teología de la acción en diálogo interdisciplinario, intradisciplinario y transdisciplinario conjugando y actualizando el encuentro entre fe y razón, fe y ciencia, fe y cultura.
Nuestra labor teológica de cara a la realidad polifacética del mundo actual ha de responder a la pluralidad y diversidad propias de las transformaciones sociales ante los desarrollos tecnológicos y nuevos paradigmas que se levantan ante este cambio de época. Nuestra teología es crítica, intercultural y plural en sus aportes y enfoques, en sus aproximaciones y métodos, en sus avances y líneas de investigación, en sus realizaciones y campos de acción, y siempre fiel al Evangelio.
Nuestro modo particular de hacer teología en cuanto disciplina teológica responde al legado de la tradición jesuítica del más profundo y enraizado humanismo, de ahí el empleo de las mediaciones filosóficas y humanísticas, sociales e históricas en apropiación a partir de la tradición y el magisterio eclesial buscando leer los signos de los tiempos, en la manera como Dios se hace presente en el mundo y en la historia, en las artes y en las ciencias.
Nuestra labor teológica hoy se ha impuesto realizar una teología que teja sinodalidad, una teología de comunión y participación que nos haga muy sensibles a todo tipo de exclusión, marginación, inequidad, vulneración e injusticia. Junto a ellos, también nuestra teología está atenta a aquellos seres a los cuales se les ha vulnerado o afectado la vida, las especies en vía de extinción, las especies que sufren el maltrato humano, nuestro planeta que cada día pone a prueba su capacidad de resiliencia, nuestra casa común que hemos convertido en un gran depósito de porquería, como bien lo ha afirmado el papa Francisco. Todo ello ha de ser objeto de nuestro estudio teológico.
¿Cómo actualizar la pasión por el evangelio en estos tiempos de potshumanismo, sociedad del bienestar e interculturalidad? Nuevas realidades nos exigen nuevos trabajos teológicos. Fenómenos actuales como la emergencia ecológica, las líneas límite de la terapia genética, la brecha del adelanto digital, las crecientes desigualdades sociales, las migraciones, las catastróficas consecuencias de las economías de mercado orientadas por el interés de élites, la crisis del estado nacional, el pluralismo religioso, la nueva cultura tecnológica y comunicativa, son tan sólo algunas realidades que se constituyen en nuevos polos de interés y reflexión teológica. Se nos exige como teólogos y teólogas tener una mirada de lo que está por hacerse, de los problemas no resueltos, de los trabajos que están por ejecutarse, pero, ante todo, de los retos y desafíos que no se han asumido, de las propuestas y alternativas que hemos de formular, de las acciones que hemos de emprender.
Nuestra labor teológica hoy se ha impuesto realizar una teología que teja sinodalidad, una teología de comunión y participación que nos haga muy sensibles a todo tipo de exclusión, marginación, inequidad, vulneración e injusticia.
Nuestra labor teológica hoy, hace un énfasis particular en la teología de la acción. Se llega al actuar, la dinámica propia de la práctica que al volver sobre la realidad la recrea, cambia y transforma. Acción liberadora de amplia participación e integración, de profunda innovación y creatividad, que evidencia la evangelización de las culturas y la inculturación del evangelio.
Dejarse interpelar por la innovación teológica en orden a lo práctico-pastoral nos pide ser creativos, descubrir nuevas formas de reflexionar, producir y enseñar teología. Exige nuevos caminos que puedan ser significativos y animar la transformación de nuestra sociedad, nuestra comunidad eclesial y nuestra Universidad.
El quehacer teológico tendrá que ser el fruto del diálogo con otras culturas y con otras tradiciones religiosas. La interculturalidad, la sinergia generosa y el intercambio recíproco orientarán la reflexión teológica en un mundo cada vez más comunicado, pero paradójicamente, más fragmentado. Algunos asuntos teológicos también se iluminarán sin duda en el diálogo con la comunidad ecuménica cristiana. Se trata entonces de abrirnos a la conversación en diferentes niveles y con distintos interlocutores. Se trata, por tanto, en acuerdo con los nuevos paradigmas de la técnica y de la comunicación, de crear redes; de establecer nuevas maneras de relacionarnos; de lograr nuevas formas de interacción, que nos lleven a forjar lazos con instituciones académicas y centros pares dedicados a la reflexión teológica en distintas latitudes.
Un poco de historia
Nuestra identidad histórica se remonta a 1623 cuando fuera reconocida la Academia Javeriana y con ella los estudios de Filosofía y Teología que se realizaban en el Colegio de la Compañía de Jesús en Santafé de Bogotá.
«En la época colonial y dentro de la genuina tradición ignaciana, el Colegio de la Compañía de Jesús, fundado en 1604 en la ciudad de Santafé de Bogotá, inauguró sus estudios de Filosofía en el año 1608 y los estudios de Teología en el año 1612. El año de 1623, al completarse los trámites de aprobación en Roma, Madrid y Santafé, de los estudios universitarios y de los títulos correspondientes de bachiller, licenciado y maestro o doctor, empezó su vida oficial la Universidad de San Francisco Javier o Javeriana. Incluso se graduaron los estudiantes que habían terminado sus estudios en los años anteriores,entre ellos San Pedro Claver».
Es así como la celebración de los 85 años de la restauración de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana revela su vitalidad. Actualmente, cuenta con cuatro unidades académicas: el Departamento de Teología, el Centro de Formación Teológica, la unidad de pregrados y la unidad de posgrados.