Enero 2021 | Edición N°: Año 60 N° 1364
Por: Karem Priscila Díaz Díaz | Periodista de la Dirección de Comunicaciones

La constancia del trabajo voluntario por minimizar la generación de residuos sólidos y crear estrategias de reciclaje en barrios de la localidad de Usme, le mereció a Prosofi el reconocimiento de la Secretaría Distrital de Ambiente.


La recuperación de un espacio público que estaba destinado para votar desechos domésticos se convirtió en una huerta comunitaria con cosecha de lechuga, zanahoria, acelga, cilantro y cebolla. Cerca de 15 familias del barrio Rosal Mirador, en la localidad de Usme, se beneficiaron de ella.

Al lado de esta huerta se recuperó también el salón communal del barrio que duró casi ocho años abandonado y acumulando todo tipo de residuos. La idea de volver a poner en funcionamiento el salón se convirtió en un voluntariado de la comunidad del Rosal Mirador. Los fines de semana vendían empanadas y arepas a los mismos vecinos para comprar materiales de aseo y lograr así tener un barrio bonito.

La comunidad del barrio El Rosal Mirador recuperó un lote con desechos y lo convirtió en una huerta.

Detrás de estas dos acciones puntuales que iniciaron en 2016 y contó con aliados como la Alcaldía Local de Usme, el Jardín Botánico, la Secretaría Distrital de Ambiente y el Colegio Ofelia Uribe de Acosta, está el programa social Prosofi de la Facultad de Ingeniería de la Pontificia Universidad Javeriana, con el proyecto Mi barrio bonito. Una apuesta que busca generar consciencia sobre la correcta recolección de desechos sólidos y que el pasado 15 de enero fue reconocido por la Secretaría Distrital de Ambiente por su continuo ejercicio de voluntariado ambiental.

“En estos barrios donde es difícil que llegue el camión de recolección de basura se comienza a ver una dinámica de mal uso del espacio público para agrupar los residuos orgánicos y de las casas. Esto hace que comiencen a presentarse problemas como la aparición de roedores y de mosquitos, entre otros. Por ello, con la ingeniería Sandra Mendez creamos el proyecto Mi barrio bonito que tiene dos componentes: 1. Educando ando, enfocado en la educación ambiental y dirigido a los niños; y 2. Mi barrio sin residuos, el cual busca trabajar con los adultos el tema de estrategias para la recuperación de esos puntos críticos donde se acumula los residuos de las casas”, explica Blanca Oviedo Torres, coordinadora general de Prosofi.

En torno al trabajo de darle un mejor uso al lote donde se creó la huerta y recuperar el salon comunal, estudiantes de Ingeniería, de Ecología, de Ciencias Políticas, egresados, profesores y administrativos unieron y entregaron su conocimiento a las familias del barrio para hablar de reciclaje y cambiar el término basura por residuos, el cual hace referencia a las cosas que ya no se usan para lo que inicialmente fueron creadas, pero se les puede dar otro uso diferente o convertirlas en nuevos objetos.

“Nos hemos propuesto crear consciencia de la posibilidad que tenemos todos de generar menos residuos que no son reciclables. Trabajamos mucho con los niños porque también buscamos cambiar hábitos. Con los adultos suele ser más difícil. Entonces, los niños no solo adquieren el conocimiento, sino que se convierten en multiplicadores en sus familias, y ese ha sido uno de los logros, porque han adoptado nuevas prácticas en su vida y tienen ya la información sobre cómo debe ser el manejo de los residuos”, comenta Oviedo.

Los niños fueron parte activa en el proceso de recuperación de los espacios. De acuerdo con el testimonio de Nataly Chingaté, egresada de Ciencias Políticas y voluntaria del programa, “los niños asistían a las actividades programadas cada fin de semana, se mostraban a gusto con el proceso y los proyectos de la biblioteca en el salón comunal y de la huerta”.

“La huerta es una herencia muy bonita que nos dejó Prosofi”, dice Fabio Rey, líder del Rosal Mirador, y aunque por razones de la pandemia y de una construcción que se hizo en las vías del barrio, en este momento la huerta que aportó a la alimentación de la comunidad durante tres años con casi 200 matas de lechuga, repollo, cebolla y tallo, no está funcionando, asegura tener la intención y el conocimiento para que vuelva a producir, “porque son cultivos limpios que no han recibido ningún tipo de producto artificial. Es lo que produce el poder de Dios y la santa tierra”.

Por su parte. Dina Marroquín, también líder de la comunidad y del salón comunal, expresa que “fue una gran experiencia, porque se le hizo un mejoramiento al salón. Los niños y nosotros aprendimos mucho con ellos, nos enseñaron cosas en las que no teníamos conocimiento, como lo del medioambiente. Tenemos un gran agradecimiento con la Javeriana y Prosofi”.

Parte del trabajo de Prosofi es buscar aliados estratégicos en la comunidad que se apropian de los procesos y continúen la labor con los conocimientos entregados.
Parte del trabajo de Prosofi es buscar aliados estratégicos en la comunidad que se apropian de los procesos y continúen la labor con los conocimientos entregados.

El trabajo continua

Esta no es la primera vez que el voluntariado ambiental de Prosofi recibe un reconocimiento por su labor. Comenta Blanca Oviedo que en el año 2015 el programa Guagua Morochos, enfocado en trabajar con niños y jóvenes del Colegio Ofelia Uribe de Acosta en la recuperación de quebradas y siembra de árboles, fue destacado por la Secretaría Distrital de Ambiente. Por su parte, Mi barrio bonito recibió el reconocimiento de la misma entidad en 2017, cuando inició su trabajo ambiental en el barrio Rosal Mirador.

Prosofi, programa social que nació en 2009 con el interés de generar mayor impacto hacia la sociedad por medio de la docencia, la investigación y el servicio, desarrolló su primer proyecto en la UPZ Gran Yomasa, de la localidad de Usme, donde trabajó con las comunidades de los barrios Compostela 1, Compostela 2, Altos de Betania 3, El Curubo, Casas Colores de Bolonia, La Esperanza, Bulevar Sur y Rosal Mirador, no solo temas de medioambiente sino también de infraestructura, competitividad laboral, tecnología, desarrollo social, salud y convivencia, entre otros.

Luego de haber alcanzado los objetivos propuestos en Gran Yomasa, ahora el programa se traslada a la UPZ La Flora, también en Usme. Allí con respecto a los propósitos ambientales, Oviedo comenta que “es necesario mirar lo que a la gente le interesa y las características del territorio. Posiblemente el tema de tratamiento de residuos, de mejoramiento del barrio y de espacios va a ser diferente, porque lo vamos a adaptar a lo que ocurre en este nuevo lugar”.

Prosofi comienza así a escribir el Segundo capítulo de su labor social, donde el voluntariado es una de las acciones más nobles y cobra un significado especial cuando su trabajo se enfoca no solo en ayudar a otras personas, sino también a recuperar, enseñar y mantener el cuidado del medioambiente.