¿Qué es el Sínodo y la sinodalidad en la iglesia?
“Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”, Mateo 19:30; el mayor entre ustedes sea el que más sirve y “quien le lava los pies a sus hermanos”, Juan 13: 15-17; “los reyes de las naciones oprimen y explotan a sus pueblos, entre ustedes debe ser todo lo contrario, el mayor es quien se hace esclavo de sus hermanos. Pues este Hombre (Jesús) no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate para todos”, Marcos 10: 42-45.
Esta ultimidad y servicialidad constituyen a la comunidad cristiana, la Iglesia y a cada uno de sus integrantes. Por desgracia, este espíritu no abunda en la catolicidad actual, como lo constata el Papa Francisco: “Hay mucha resistencia a superar … una Iglesia rígidamente dividida entre dirigentes y subalternos, entre los que enseñan y los que tienen que aprender, olvidando que a Dios le gusta cambiar posiciones: «Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes», Lucas 1, 52, dijo María. En el proceso sinodal, la fase diocesana es muy importante, porque supone escuchar a la totalidad de los bautizados, sujeto de la (infalibilidad en la fe). …
…El cristianismo debe ser siempre humano, humanizador, conciliando las diferencias y las distancias y transformándolas en familiaridad, en proximidad. Uno de los males de la Iglesia, o más bien una perversión, es este clericalismo que separa al sacerdote, al obispo del pueblo. El obispo y el sacerdote desvinculado del pueblo es un funcionario, no un pastor”, expresó el Papa en septiembre 18 de 2021 en su Discurso a los fieles de la Diócesis de Roma.
Pero en los inicios del cristianismo no fue así. Hacia el año 50 D.C. los seguidores de Jesús no sabían si debían continuar observando todo el rigor jurídico judío o si su nueva fe los liberaba de él. La naciente comunidad de aquel entonces se reunió en el Concilio de Jerusalén y resolvió el problema desde un diálogo orante en el Espíritu, constatando cómo Cristo está más allá del legalismo y que lo único importante es la honda práctica del evangelio. En esta decisión tuvieron voz y voto todos los integrantes de la Iglesia, laicos, clérigos y ancianos.
“Uno de los males de la Iglesia, o más bien una perversión, es este clericalismo que separa al sacerdote, al obispo del pueblo. El obispo y el sacerdote desvinculado del pueblo es un funcionario, no un pastor”, Papa Francisco.
Para volver al auténtico talante evangélico de los inicios eclesiales los creyentes le estamos apostando a la consolidación de la sinodalidad. Este término viene de Sínodo y cuya raíz griega es: syn – odos, con – camino, o sea “de camino con otros”, “caminar juntos” en la hermandad que nos comunica Jesús. Desde sus propios inicios la comunidad cristiana ha vivido esta sinodalidad y se ha reunido en sínodos o concilios, con el fin de abocar sus grandes retos y darles curso con la participación de todos sus miembros, como en el caso del Concilio de Jerusalén ya señalado. Por desgracia desde hace más de 15 siglos, estos Sínodos o Concilios fueron monopolizados en su constitución y participación solo por los obispos.
El retorno eclesial al que me vengo refiriendo realizó un hito muy importante del 4 al 29 de octubre pasados, cuando en Roma se reunió el Sínodo sobre la sinodalidad, presidido por Francisco, pastor de la Iglesia universal, y donde participaron los más diversos tipos de representantes venidos de diferentes iglesias locales: laicos, presbíteros, religiosas y obispos, todos en pie de igualdad con voz y voto. Este encuentro se preparó desde hace dos años con la mayor participación de todos los sectores del catolicismo. Su propósito fue discernir en el Espíritu cómo vamos a retornar en la comunidad cristiana al ejercicio de la sinodalidad como su eje fundamental y constitutivo. Habrá una segunda parte de este Sínodo dentro de un año.