ISBN : 978-958-781-326-5
ISBN digital: 978-958-781-327-2

Conferencias

Comprendiendo la reconciliación

Paula Andrea Ospina Saavedra

Profesora del Departamento de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana. Doctora en Humanidades, Máster en Gestión Cultural, Diplomada en Pedagogía Universitaria y Comunicadora social-periodista.

paulaospina@javeriana.edu.co



Cuando me invitaron a impartir esta conferencia pensé en llamarla De reconciliaciones, paces y perdones, porque la intuición del trabajo que estábamos desarrollando en la investigación me llevaba a entender que la reconciliación no es una sola, el perdón no es uno solo, la paz no es una sola; y me reafirmo en ello. Sin embargo, el devenir de la investigación o las conclusiones más primarias me llevaron a valorar más otros aportes distintos a aquellos con los que me había comprometido. El planteamiento en un principio apuntaba a exponer tres cuestiones:

  1. Los diferentes procesos de reconciliación se deben a condiciones particulares de las comunidades que los hacen posibles, por lo que cada comunidad, determinada por unas características históricas, geográficas y culturales, entre otras, inicia un proceso que solo puede provenir de ella y sus partícipes, y que, en el caso de la reconciliación, emprenden las comunidades una vez se saben limitados en sus derechos por un actor violento que restringe su despliegue. Y esto es posible valorarlo al distinguir procesos tan apartados geográficamente como el del Comité Cívico del Sur de Bolívar y el de la Fundación Espacios de Convivencia y Desarrollo Social (Fundescodes), en el Valle del Cauca, que sin embargo son tan próximos en la calidad de sus argumentos y en su peso político.
  2. Las comunidades que incurren en el perdón o que tramitan su reconciliación por medio del perdón, o incluso llegan a este luego de haberse reconciliado, asumen el perdón cada una a su manera. No en vano el perdón que otorga Pastora Mira, de San Carlos, Antioquia, sin que se lo hubiesen pedido, es tan distinto al perdón dado desde la comunidad de Mampuján, Bolívar, al desmovilizado Juancho Dique. Por un lado, Pastora nos deja “boquiabiertos”, puesto que llega incluso a socorrer a quienes le arrebataron la vida de su hijo; brega por aportar al bienestar de estas personas que ya son sus vecinos y a quienes no recrimina nada. De hecho, esto lo sé de boca de una vecina suya, porque Pastora no habla de esta actitud suya. Por otro lado, el material aportado por la plataforma Pacifista nos aproxima al encuentro entre las víctimas del desplazamiento de Mampuján y Juancho Dique; en dicho material audiovisual, finalmente a Dique se le concede el perdón, luego de que en muchas ocasiones la misma comunidad expresara no creer en su redención.
  3. Las expectativas que tenemos con la paz son muy variadas. Tenemos tantas versiones de esta como intelectos y ciudadanos hay; y en parte, porque constituye más un ideal que una situación a la que pueda remitir la experiencia humana. De esta manera, cada uno de nosotros tiene un concepto de la paz muy propio, y regularmente remite a ese océano de mermelada sagrada que tanto despreciaba Zuleta en El elogio de la dificultad.

Estas eran las tres cuestiones que esperaba abordar hace tres meses, pero debo decir que no voy a hablar de reconciliaciones, paces y perdones, sino que me dirigiré a algo que me tiene muy ilusionada: los hallazgos de esta cartografía de la reconciliación, orientados a las fuentes de la reconciliación desde las experiencias colombianas. Al menos en referencia a los procesos que pudimos visitar, es decir, el Comité Cívico del sur de Bolívar, en Monterrey, San Blas y Paraíso, del departamento de Bolívar; Fundescodes, en Buenaventura, del Valle del Cauca; el Centro de Acercamiento, Reconciliación y Reparación —CARE—, en San Carlos y Dos Quebradas, de Antioquia; y la Unión de Costureros, en Bogotá.

Para limitar las expectativas, quiero aclarar que la presentación de hoy es más una síntesis de lo que he podido conceptualizar a lo largo del proyecto Hacia una cartografía discursiva de la reconciliación en Colombia, cuyo componente teórico tomó cuerpo en el seminario “Comprendiendo la reconciliación”. Y creo que el texto que he compuesto para compartir con ustedes me sirve para comenzar a saldar la deuda con ese seminario, en el que compartimos con maestros de gran talla y con quienes siempre estaremos agradecidos, como Ciro Roldán, de la Universidad Nacional; Gustavo Aragón, de la Universidad del Valle; el padre Francisco de Roux, ahora presidente de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición; Herinaldy Gómez, de la Universidad del Cauca; Jesús Martín-Barbero, de la Pontificia Universidad Javeriana; Francisco Cortés, de la Universidad de Antioquia; Camila de Gamboa, de la Universidad del Rosario, y Carlos Rendón, de la Universidad Nacional, sede Medellín. Por ello, el título de esta intervensión realmente es “Comprendiendo la reconciliación”.

También, debo explicar que desde el proyecto siempre apostamos por la diversidad discursiva, con el fin de acercarnos a una comprensión estereofónica de la reconciliación en Colombia, pues los sentidos otorgados a la reconciliación desde las diferentes aristas son variadas; no es lo mismo para un juez que para un desmovilizado, y las expectativas son también distintas. Pero no buscamos solo los discursos fónicos ni eruditos, sino, y sobre todo, las experiencias mismas, pues en estas cobra sentido o no la conceptualización, las políticas gubernamentales, las determinaciones institucionales privadas y públicas, y las agencias de la sociedad civil, organizada o no.

Es esta apuesta la que nos ha permitido advertir las fuentes de la reconciliación que reposan en los procesos de las comunidades visitadas y que funjen como mecanismos que posibilitan la reconciliación en Colombia, por lo que creo que otros procesos podrían aprender de estos, y nosotros mismos deberíamos acercarnos más, si queremos agitar los espíritus de la ciudadanía colombiana que se atornilla cada vez más en el discurso guerrerista cuando no tiene experiencia alguna de la guerra, sino meras imágenes muy bien tomadas y editadas.

Mi idea, entonces, es acudir brevemente a la elucidación más idealista del término para pasar a lo que entiendo como las fuentes de la reconciliación. Y muy seguramente se preguntarán por qué iniciar con teoría si lo que he exaltado es la relevancia de la praxis. La respuesta es muy simple: fue a partir de la lectura hegeliana de Antígona que me interesé por la reconciliación y lo que me permitió valorar estas experiencias.

Lo que Hegel no entendió sobre la reconciliación

Cuando yo adelantaba mi tesis doctoral, mi director me discutía cada vez que yo le decía que mi autor no había visto algo que para mí era obvio. Y me discutía, porque, en efecto, mi autor no tenía que ver eso que yo echaba en falta en su teoría, porque ese era mi deber, no el suyo. Y no se me quita la mala costumbre, especialmente cuando se trata de filósofos afamados que definieron el rumbo del pensamiento occidental que nos colonizó. Y digo esto porque Georg Wilhelm Friedrich Hegel es el autor pionero del análisis teórico de la reconciliación, y lo hizo acudiendo a la hermosa tragedia de Sófocles llamada Antígona. Filósofos colombianos como María del Rosario Acosta, Carlos Rendón, Ciro Roldán y Jorge Aurelio Díaz nos han allanado el camino para integrar la reflexión sobre la reconciliación a nuestro devenir. Desde su lectura, es claro que esta sucede con la propia historia, por lo que cobra sentido la insistencia de las comunidades sobre una reconciliación con nosotros mismos. Esto es solo un abrebocas para que me dispensen iniciar con Antígona, la tragedia de Sófocles que inspira la lectura hegeliana que nos convoca. Pero exploremos primero el argumento de Antígona por la editorial Pehuén.

Argumento

Reina en Tebas, después de la muerte de los hermanos Etéocles y Polinice. Creonte, el nuevo soberano, prohíbe dar sepultura al cadáver del segundo. Antígona, su hermana, a pesar del decreto del tirano, obedeciendo a sus sentimientos de amor fraternal, se propone ir a sepultarlo y así se lo comunica a su hermana Ismena. Esta rehúsa acompañarla; entonces ella decide realizarlo sola, pero es detenida y conducida ante el tirano Creonte que la condena a muerte.

Hemón, hijo de Creonte y prometido de Antígona, pide a su padre que derogue esta sentencia, que considera injusta. Su padre no accede, y el joven se va al antro en donde ha sido encerrada Antígona; pero, cuando llega ésta ya se ha suicidado. El adivino Tiresias anuncia a Creonte los tristes acontecimientos que deducidos de sus presagios se adivinan, y el coro exhorta a Creonte a que, para evitarlos, rectifique su sentencia, perdone a Antígona y dé sepultura a Polinice. Creonte, aunque de mala gana, accede; pero tardíamente, pues Hemón, en su desesperación, al encontrar a Antígona muerta, se suicida a la vista de su padre.

Un mensajero viene a anunciar a la reina Eurídice la muerte de su hijo. Ella, enloquecida por el dolor que le produce la noticia, se retira en silencio y, dentro del palacio, se hunde una espada y muere increpando a Creonte por la muerte de sus hijos. Creonte se ve castigado, como lo dice el coro: “¡Qué tarde parece que vienes a entender lo que es justicia!”, y añade: “Hay que ser sensato en las resoluciones y no violar las leyes escritas, las leyes eternas”.

A partir del argumento, quisiera precisar tres cosas:

  • Al inicio de la obra, el coro o corifeo personificado por la comunidad defiende el edicto de Creonte, pero bien pronto, luego de escuchar las razones morales de Antígona, cambia de pensamiento y defiende el propósito de esta.
  • La sentencia de Creonte no consistía solamente en que el cuerpo de Polinices fuese lanzado fuera de la polis para ser devorado por las fieras; sobre todo, significaba salir de la historia de la comunidad, ser olvidado, dejar de existir en los registros de la ciudad.
  • Así, el esfuerzo de Antígona no es tanto hacia un entierro en condiciones, sino por lograr que Polinices vuelva a ser parte de la comunidad, lo que logra desde el principio para él, y, como lo estamos constatando hoy mismo con su lectura, para ella.

Antes de continuar, solo quiero que hagamos un ejercicio etimológico con la palabra re-conciliación. Así, “re” significa volver y “conciliare”, que es la raíz del término, quiere decir consejo, asamblea, por lo que debemos entender la reconciliación como el retorno a la asamblea, que en el caso de Antígona debe leerse como el retorno a la esfera ética.

Por esto cobran más sentido las experiencias de reconciliación, porque esta tiene que ver sobre todo con los esfuerzos por volver a ser parte de la esfera ética de la que fueron arrancados, no siempre por decisión propia; esfuerzos por revivir una comunidad que había perdido el sentido, al haber sido restringida en sus dinámicas cotidianas; por volverle a dar voz a un grupo humano acallado durante años; por volver a soñar con la vida propia y la de los hijos.

Volver a ser parte de la historia de la comunidad no quiere decir devolverles la vida a los muertos o deshacer las violencias infligidas; volver a ser parte de la esfera ética no quiere decir volver de entre los muertos, sino retomar mi dignidad en la historia de mi comunidad.

Pero hasta ahora lo que podemos intuir desde la perspectiva hegeliana es apenas obvio, ¿qué fue lo que Hegel no vio?

  1. Que la reconciliación no se trata solo de volver a ser parte de la esfera ética, sino, sobre todo, de esforzarse en ello: Antígona muere sin saber que el corifeo la validó, que consiguió su objetivo y que, además, ella misma hace parte con dignidad de la historia de su comunidad. Ayer pudimos compartir con experiencias emprendidas por colombianos que se esforzaron en inventarse una forma de vivir luego de padecer las violencias. Pero ellos hacen parte de los procesos que prosperaron, ¿y los que no lo consiguieron? En su esfuerzo frustrado momentáneamente, otros colombianos se esforzaron también por volver a ser parte de la relación comunitaria, como quien vive un eco de la tragedia de Antígona.
  2. Que quien se esfuerza por alcanzar una reconciliación, consigue más de lo que se propuso; como Antígona, quien no solo reconcilia a su hermano con la historia de Tebas, sino que ella misma logra volver a estar en la misma esfera ética. Cada experiencia recogida consigue más de lo que pretendió. El Comité Cívico del sur de Bolívar surgió para marcarle un camino a los desmovilizados del Bloque Central Bolívar e integrarlos a las dinámicas comunitarias, y lo lograron; pero también lograron restaurar las relaciones con ellos mismos y con sus vecinos. Fundescodes surgió en Buenaventura acudiendo a dinámicas para acoger a jóvenes que no querían ser parte de las mecánicas de la violencia, y lo lograron; también integraron a distintos grupos con intereses hacia la memoria, quienes se encuentran en su capilla. El CARE de San Carlos surgió por un trabajo de resistencia a la adversidad; se reunían en el edificio de Bomberos a jugar bingo, parqués, dados; lograron el respeto de los actores armados y configurarse en un proceso de escucha, solidaridad y agencia, que, entre otras cosas, actualmente, ofrece una ruta de memoria a sus visitantes. La Unión de Costureros surgió con el objetivo de arropar el Palacio de Justicia, e iniciaron un trabajo de costura que ha alcanzado a formar jóvenes universitarios en una pedagogía de la memoria que sigue creciendo.
  3. Que, como toda experiencia, la reconciliación es transformadora. Nadie vuelve a ser el mismo sujeto luego de haber emprendido un proceso de reconciliación. El sacerdote se vuelve líder comunal, como Adriel Galván; la mujer de familia se vuelve agente de la comunidad, como Ángela Escudero, y así sucesivamente. El agente de reconciliación que ha sido víctima no quiere la etiqueta de víctima; igual que quien fue victimario tampoco la quiere, por lo que se sumergen en vivencias que los transforman para dejar de ser eso que, en su entendimiento, les resta dignidad.

Pero, ¿cómo llega uno a esto? ¿cómo hace un individuo o un colectivo para soñar nuevamente, cuando todos los otros sueños han sido frustrados? ¿Cómo hacen para volver a hablar después de la mordaza? A eso me quiero referir en este momento.

Las fuentes de la reconciliación

Una de las dinámicas realizadas en campo durante la investigación consistía en el recorrido por los lugares que habían sido importantes para los procesos en su configuración, lo que nos daba elementos para trabajar conjuntamente la cartografía social que ven expuesta hoy en los mapas a la entrada del auditorio. Esos recorridos no solo nos llevaron a lugares por ellos conocidos, sino al encuentro con vecinos que tenían sus mismas inquietudes. Pero, sobre todo, nos permitieron llegar a distintas reflexiones, por ejemplo, de dónde surgen los procesos. Así, estas son las principales razones que entiendo como las fuentes de la reconciliación:

  1. La herencia para una siguiente generación. Fue Avelino Hernández quien comenzó a darnos esa clave. Su mirada siempre ausente, casi autista, me hacía pensar que nunca lo vería a los ojos. Su descripción de la casa donde se alojó por tanto tiempo el Bloque Central Bolívar era escueta y sin emociones, así como su descripción del parque, de la cancha, del vacío centro de salud. Era como si no tuviera esperanza alguna. Fue muy extraño que afirmara que sus esfuerzos como integrante del Comité Cívico del sur de Bolívar eran para las nuevas generaciones; así, de pronto lo encontré sonriendo frente a su hija, también pude ver sus ojos que brillaban endulzando su gesto. Avelino, como es natural en toda madre y padre, vela por el bienestar de sus hijos, y por ellos se esfuerza en aportar a la reconciliación. Para que su hija viva en un país donde sea posible vivir.
  2. Otra de las fuentes de la reconciliación es la ilusión de volver a tener voz, después de tener restringida esa capacidad. En las diferentes poblaciones visitadas que vivieron de cerca el conflicto armado colombiano, quienes pusieron la mayor cantidad de muertos y de dolor, el ejercicio de los derechos estaba restringido. Todo había que preguntarlo: si plantar, si salir, si entrar. No había derecho a disentir o a celebrar. Tampoco existía el derecho a llorar a los muertos o a enterrarlos. Cuando los procesos hacia la reconciliación iniciaron, algunos actores ya se habían desmovilizado, otros no. Pero siempre estuvo el fantasma de la voz, de qué decir, de si habría libertad total para hablar, para llorar. Lo cual es comprensible.

    Los procesos hacia la reconciliación se caracterizan por buscar la voz de nuevo; por actos solidarios, como ofrecer hombros para llorar dolores, que es otra forma de expresión. Los tejidos también lo han sido para las tejedoras de Mampuján y para la Unión de Costureros, pues les ayudan a verbalizar su historia, su dolor y sus expectativas por distintas vías no escritas u orales. Volver a tener voz es un proceso, pero también es una búsqueda, y en la medida en que se accede de nuevo a ese derecho, a ese ejercicio natural de enunciación, se avanza hacia la reconciliación, hacia la experiencia de volver a ser parte de la esfera pública, de la historia de la comunidad. Sin voz propia no podemos ser parte de esa historia, no podríamos aportar a su configuración.

  3. Para finalizar, una de las fuentes de la reconciliación se inspira precisamente en la posibilidad de componer historias no formales, no eruditas. Claro, tiene que ver con volver a tener voz para narrarnos, para nombrar las cosas, las situaciones, las personas y los comportamientos; pero, sobre todo, tiene que ver con superar la condición de sometimiento que impone estigmas, estereotipos e interpretaciones, por medio de ejercicios de memoria que las mismas comunidades emprenden, y que han tenido oídos y palabras en las publicaciones del Centro de Memoria Histórica.

Y si nos devolviéramos a Antígona, ¿cómo se leerían estas fuentes? ¿Piensa Antígona en las futuras generaciones? Las razones expuestas por ella tienen que ver, sobre todo, con sus muertos y sus dioses: el mundo subterráneo, sus tradiciones; de manera que está pensando en una comunidad más amplia que la de los vivos, lo cual integra las generaciones futuras.

¿Quiere Antígona volver a tener voz? Yo creo que Antígona quiere darle voz a Polinices, lo cual es imposible. Pobre. Y por eso confronta al corifeo y a Creonte, sin desconocer la fuerza de la ley positiva, pero trayendo al mundo de los vivos la ley de la sangre.

¿Busca Antígona narrar otra historia? Pienso que Antígona desearía vivir otra historia, una menos trágica y en la que juegue más ella que los dioses, que las parcas, que Tiresias, que el oráculo. Pienso que querría superar esos poderes que la condenan o al menos no entrar en conflicto con ellos.

Yo llego hasta aquí, y creo que serán sus intervenciones las que permitirán armar un documento a la altura de las comunidades que inspiraron la lectura, a la altura de los académicos que nos aportaron en un principio a comprender la reconciliación y a la altura de Cátedra Unesco, que nos acogió en su agenda y espacios.

Gracias.