Especial del Papa: Ecologia Integral, Educacion y Esperanza: El Legado del Papa Francisco en la Universidad Javeriana - Hoy en la Javeriana
Ecología Integral, Educación y Esperanza: El Legado del Papa Francisco en la Universidad Javeriana
En esta conversación con Jairo Cifuentes Madrid, Secretario General de la Javeriana, exploramos el profundo impacto de la encíclica Laudato Si’ en el proyecto educativo de la Pontificia Universidad Javeriana. A través de una mirada integral, crítica y esperanzadora, se analizan las transformaciones culturales, educativas y espirituales que la propuesta del Pontífice ha suscitado en el contexto universitario.
¿Cuáles son los logros más importantes del Laudato Si’ en la educación y para la sociedad?
J: Considero que el Laudato Si’ tiene una gran virtud: la de generar una nueva perspectiva, una nueva lectura de las grandes problemáticas que enfrenta hoy la humanidad. No se limita a una descripción de los males o de las crisis que vivimos, sino que, a partir de una reflexión profunda, ofrece propuestas, vías de solución y recomendaciones concretas sobre cómo afrontarlas, cómo entenderlas y cómo preparar mejor a las personas y a las sociedades para dar respuesta a esos desafíos.
Uno de los logros más potentes del Laudato Si’ es haber mostrado que las crisis sociales y las crisis ambientales no son fenómenos independientes ni desconectados. Por el contrario, son expresiones de una misma realidad, de una sola crisis socioambiental, como lo denominó el Papa Francisco. Esta afirmación, que puede parecer sencilla, tiene implicaciones enormes. Nos permite comprender que no se puede hablar de pobreza sin hablar de degradación ambiental, ni de sostenibilidad ecológica sin tener en cuenta las desigualdades sociales. Todo está conectado, dice el Papa, y desde ahí se articula la mirada integral que propone la encíclica.
Además, nos recuerda que las principales víctimas de esta crisis socioambiental no son genéricas: son los pobres, los excluidos, los migrantes, los que habitan las periferias, tanto geográficas como existenciales. En este sentido, Laudato Si’ nos hace ver que la cuestión ecológica es, en el fondo, una cuestión profundamente humana, ética y social.
Otro de sus aportes fundamentales es que ofrece una comprensión ampliada e integradora del concepto de ecología. Tradicionalmente, solíamos entender la ecología como un campo exclusivamente ambiental, relacionado con la naturaleza, la biodiversidad, la contaminación. Sin embargo, el Papa Francisco nos invita a hablar de ecología integral, que abarca cinco dimensiones: la ambiental, la económica, la social, la cultural y la de la vida cotidiana. Solo cuando somos capaces de ver la interdependencia entre estas dimensiones, podemos hablar verdaderamente de sostenibilidad.
Esta propuesta ecológica se articula con una visión del bien común profundamente renovada, que implica el respeto a la dignidad humana, la promoción del bienestar colectivo, la justicia intergeneracional y la búsqueda de una paz basada en la estabilidad, la equidad y la armonía con la naturaleza.
Por otro lado, la encíclica ofrece una crítica muy lúcida y necesaria al paradigma tecnocrático que hoy domina muchas decisiones económicas y políticas. Un paradigma centrado en la eficiencia, la productividad y el crecimiento sin límites, que muchas veces deja de lado la ética, el sentido de comunidad y la sostenibilidad. Ese paradigma conduce a una cultura del descarte, del consumo desmedido, del individualismo, y es necesario superarlo si queremos construir un mundo verdaderamente justo y habitable.
Finalmente, el Laudato Si’ nos plantea tres desafíos interrelacionados: uno cultural, que implica una transformación profunda del modelo de vida actual; uno educativo, que ve en la formación un camino privilegiado para ese cambio; y uno espiritual, que nos invita a una reconciliación con nosotros mismos, con los otros, con la naturaleza y con Dios. En otras palabras, se trata de vivir en armonía, en equilibrio con las cuatro dimensiones fundamentales de la existencia humana.
¿Podemos afirmar que el legado más importante que dejó el Papa Francisco a la Javeriana fue la encíclica Laudato Si’?
J: Yo diría que sí, que Laudato Si’ ha sido, sin duda, uno de los legados más significativos del Papa Francisco para la Universidad Javeriana. Ha influido en la manera en que concebimos nuestro proyecto educativo, en cómo articulamos nuestras estrategias de formación, investigación y proyección social. Pero al mismo tiempo, debo decir con sinceridad que no es el único legado que nos ha dejado el Papa.
Hay otros documentos, otras intuiciones, que también han marcado profundamente nuestra vida institucional y que están, de algún modo, conectados con la propuesta de la ecología integral. Pienso, por ejemplo, en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, donde el Papa nos invitó a salir al encuentro del mundo, a tener una Iglesia –y una universidad– en salida. Esta noción ha sido clave para nosotros. Hablar de una “universidad en salida” implica una institución que no se encierra en sí misma, sino que se proyecta, que dialoga con la sociedad, que se compromete activamente con las realidades del país y del mundo.
También está la encíclica Fratelli Tutti, que nos habla de la fraternidad y la amistad social, y que propone una nueva forma de entender la política, más centrada en el cuidado mutuo, el diálogo, la solidaridad. Es una invitación a construir una humanidad reconciliada, donde las diferencias no nos dividan sino que nos enriquezcan.
Otro legado importantísimo es el del Pacto Educativo Global, una iniciativa del Papa que parte justamente desde la ecología integral para proponer una transformación radical del modelo educativo. Este pacto nos compromete a todos –instituciones, familias, docentes, jóvenes, gobiernos– en la construcción de una nueva humanidad desde la educación, una humanidad solidaria, respetuosa de la dignidad humana y comprometida con el cuidado del planeta.
Y no puedo dejar de mencionar Veritatis Gaudium, el documento que regula los estudios eclesiásticos y que propone una renovación de fondo en la manera como enseñamos y aprendemos en las universidades católicas. Habla de interdisciplina, de colaboración, de apertura al mundo, de investigación con sentido.
Entonces sí, Laudato Si’ es un legado fundamental, pero forma parte de un cuerpo más amplio de enseñanzas, intuiciones y propuestas del Papa Francisco, que van dando forma a una visión esperanzadora del mundo y de la misión de la universidad.
¿Cómo imagina el futuro de la universidad si se siguen profundizando las líneas propuestas por Laudato Si’?
J: Imagino una universidad cada vez más comprometida con el cuidado de la vida en todas sus formas. Una universidad que, lejos de reducirse a la transmisión de conocimientos, ponga en el centro a la persona humana. El Papa nos recordó que educar es acompañar, es ayudar a sacar a la luz lo mejor de cada ser humano, en su dimensión personal y también en su dimensión social.
Seguir profundizando en Laudato Si’ implica también fortalecer nuestra apuesta por la sostenibilidad, entendida integralmente. No basta con tener una política ambiental o reducir la huella de carbono. Se trata de transformar el modo como entendemos la economía, la justicia, el desarrollo. En este sentido, la sostenibilidad debe ser una propuesta cultural, ética, espiritual.
Claro, estos son proyectos de largo aliento. Algunos podrían llamarlos utopías, pero son utopías necesarias, inspiradoras, que, aunque no se realicen completamente, dejan huellas, rastros de buen vivir, experiencias transformadoras.
Otro aspecto fundamental es la inclusión. No basta con tener cifras de diversidad o con hablar de minorías. Se trata de construir un proyecto educativo que realmente atraiga y refleje la diversidad humana, que abrace las diferencias como una oportunidad para aprender, crecer y enriquecerse mutuamente. El Papa Francisco nos lo recuerda: la diversidad no es una amenaza, es una riqueza.
Y finalmente, pienso que el futuro de la universidad debe pasar por la creatividad y la innovación. Debemos ser capaces de leer los signos de los tiempos, de comprender los lenguajes contemporáneos, de dialogar con las culturas juveniles, con las nuevas tecnologías, con los desafíos del mundo real. Ser audaces para proponer caminos de vida digna, de justicia, de paz, de alegría compartida.
¿Cuál considera que es la huella jesuita que dejó el Papa Francisco a la sociedad y al mundo?
J: Desde mi experiencia con los jesuitas, puedo decir que el Papa Francisco ha encarnado con fidelidad muchos de los rasgos más hermosos de la espiritualidad ignaciana. En primer lugar, una mirada esperanzadora del mundo y de la historia. A pesar de los desafíos, de las crisis, de las heridas, el Papa insiste en que la esperanza no defrauda. Este jubileo precisamente es el Jubileo de la Esperanza. Es una invitación a confiar, a seguir creyendo que un mundo mejor es posible.
También hubo en él una profunda sensibilidad por el otro, especialmente por los más pobres, los excluidos, los descartados. Su atención a las periferias –geográficas, sociales, espirituales– es un reflejo de ese amor preferencial por los más vulnerables que siempre ha caracterizado a los jesuitas.
Identifico además una disponibilidad radical, una entrega sin reservas a la misión, a la construcción de una sociedad más justa, más humana. Y una confianza profunda en las personas, en su capacidad de transformar la realidad, de aportar, de crecer.
Y claro, no puedo dejar de mencionar el buen humor, la alegría serena con la que el Papa miró el mundo. En medio de tantas dificultades, esa alegría es un signo de esperanza, de fe, de compromiso. Es también una manera de anunciar el Evangelio.
Al final de su pontificado, el Papa Francisco nos invitó a ser poetas sociales. Personas capaces de imaginar, de crear, de proponer nuevas formas de vida, de justicia, de fraternidad. Yo creo que ese es el gran legado que nos deja: una invitación a soñar, pero con los pies en la tierra; a transformar el mundo, con alegría, con compromiso y con amor.