Actualidad
Humanidad
Octubre 15, 2025

Reflexión del Rector: Los que mueren son seres humanos

Luis Fernando Múnera Congote S.J. 
Rector de la Pontificia Universidad Javeriana 

Vivimos tiempos de una expansión preocupante de la violencia. Más de 50 conflictos armados activos afectan distintas regiones de todos los continentes, incluida Colombia. De todos estos conflictos hay algunos que nos parecen más cercanos y que tocan profundamente nuestro sentido de humanidad.

Estos conflictos dejan heridas y dolores profundos que atraviesan generaciones. En un país como el nuestro, hay miles de colombianos que han sido víctimas de formas atroces de violencia. Detrás de cada una de estas personas hay una historia. Escuchar esas historias nos enseña el valor de la dignidad humana y la consideración que debemos tener por ella.

Hace pocos días conversé con una de estas personas, quien me decía que no quiere ser vista más como una víctima, sino como una sobreviviente; una persona fuerte y resiliente que ha vivido experiencias dolorosas y que, desde lo más hondo de su ser, se siente movida a luchar para que las nuevas generaciones no tengan que pasar por lo que ella vivió.

El ataque del grupo Hamás contra civiles israelíes en 2023 abrió un nuevo capítulo de dolor en Medio Oriente. Más de un millar de personas fueron asesinadas y cientos, secuestradas. La respuesta del gobierno israelí en Gaza, con una cruenta ofensiva militar, multiplicó el sufrimiento: miles de civiles, incluidos niños y niñas gazatíes, han perdido la vida; y el cerco de esta arremetida ha llevado a una catastrófica situación de hambre. Hoy se abre una luz de esperanza a partir del acuerdo entre Israel y Hamas, que deseamos sea sostenible en el tiempo.

Sin embargo, lo que hemos observado a lo largo de estos dos años, es que más allá de los intereses y los cálculos políticos hay pueblos con historias, tradiciones, amor y deseos de vivir, que son manipulados y quedan atrapados en medio de armas y ejércitos. Son esas personas las que deben importarnos, por encima de las banderas y reivindicaciones políticas que usan su dolor y las dejan desprotegidas.

Detrás de lo que se dice en unas cuantas frases y se respalda con algunas cifras, hay seres humanos que sufren injustamente el dolor físico, afectivo y moral de la violencia. Se trata de niños, niñas y jóvenes, madres y padres, hombres y mujeres que comparten con nosotros la común humanidad.

Lo que pasa en Gaza, en Ucrania, en Siria, en Yemen, en Sudán, en Myanmar, en nuestra Colombia, y entre otros lugares que experimentan conflictos armados y violencia, tiene que llevarnos a preguntas por nuestra humanidad que se siente herida y ofendida. El sentimiento moral frente a la injusticia es la indignación y frente al dolor de las víctimas la compasión. Y, por supuesto, salta la pregunta: ¿qué debemos hacer?

La humanidad recorre una y otra vez caminos conocidos: la estigmatización del otro, primero como personas y luego como grupos, separándonos cada vez más unos de otros y rompiendo el tejido, la solidaridad y la amistad social. También reaccionamos con el miedo que nos mueve a encerrarnos, a buscar el bienestar para mí y mi pequeño grupo, olvidando que somos seres necesitados unos de otros. La estigmatización y el miedo conducen a la violencia, primero simbólica y luego también física.

Hay otros caminos, menos conocidos, que requieren imaginación, creatividad y mucha sensibilidad. Son caminos que recorren seres humanos sensibles y cultivados en su humanidad que sin pusilanimidad ni indiferencia, pueden decidir por formas activas de resistir a la violencia optando por la no-violencia, por la vida, por el diálogo, por el reconocimiento del otro, por la búsqueda de caminos de convivencia.

Cuando somos capaces de reconocernos a nosotros mismos vulnerables y haciendo parte de la común humanidad, podemos pensar críticamente para cuestionar los prejuicios y mirar a los demás seres humanos como personas, más allá de los rasgos que subrayamos a veces para hacernos diferentes. Un genuino interés por las personas, por sus culturas, historias y sensibilidad, nos lleva a respetar la universalidad de la dignidad humana, de los derechos de cada persona.

Frente al miedo, siempre existe la posibilidad de actuar, la oportunidad de hacer algo, pequeñas o grandes acciones de amor y solidaridad, que nos muestren que los seres humanos también somos capaces de bondad y que por ello podemos tener esperanza en una humanidad que se deje tocar por el llamado a la vida. A pesar de todo, tenemos el poder de hacer de este mundo un lugar un poco más bello del que recibimos.

La Universidad Javeriana es un proyecto de humanidad, queremos transformar realidades con sentido y esperanza porque nos duelen el sufrimiento y la injusticia. Hemos hecho una apuesta ética por la no violencia, por construir desde la educación, la razón y la democracia.

En el trasegar que he tenido por la vida, me he encontrado con que son precisamente las víctimas que han sufrido violencia quienes se muestran más dispuestos a reconstruir y reconciliar, al perdón y a la solidaridad. A quienes miran la guerra desde lejos les cuesta más acercarse a ese que llamamos “el otro”.