Hoy en la Javeriana: TikTok: informacion y desinformacion - Hoy en la Javeriana
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TikTok: información y desinformación en tiempos de conflicto tecnológico global
Juan Ramos Martín
Decano de la Facultad de Comunicación y Lenguaje
Zach King, James Charles, Charli D’Amelio o Bella Poarch. Influencers, internet celebrities, vine makers, modelos y cantantes con un repertorio de menos de diez canciones y perfiles con billones de visitas. Larry Ellison, Shou Zi Chew, Joe Biden o Donald Trump. CEOs, cloud services startups, acusaciones de espionaje y geopolítica de una pseudo guerra fría basada en el poder tecnológico. ¿Qué puede unir a tan dispares personajes y situaciones de la vida pública mundial?
Desde su aparición en 2016 y su expansión, un año después, más allá de las fronteras de la China continental, TikTok se ha constituido como una de las redes sociales digitales con mayor base de usuarios y mejor proyección en crecimiento y sostenibilidad, especialmente entre la población más joven, que ha encontrado en su propuesta ágil y dinámica un lugar de entretenimiento, sociabilidad y, también, información relevante -en sus propios criterios- más confiable que aquella que ofrecen las fuentes más tradicionales.
En el último Digital News Report publicado por el Instituto Reuters y la Universidad de Oxford, uno de los hallazgos más relevantes fue el auge de TikTok y otras redes de base audiovisual, frente a redes como Facebook o las plataformas de los medios de comunicación, a la hora de establecerse como la fuente más fiable de información para una parte significativa de la población consumidora de dichos medios, especialmente inscrita entre los sectores más jóvenes de la sociedad, quienes declaran poner más atención en aquellas noticias distribuidas a través de influencers que por parte de los propios periodistas.
El crecimiento de la dependencia de estos intermediarios tecnológicos es mucho más visible en algunas zonas del mundo, entre las que se encuentra América Latina, uno de los mercados donde más rápido crecimiento está teniendo TikTok como principal fuente de noticias para la población ubicada entre los 18 y los 24 años, aun estando todavía por detrás de otras más arraigadas. Si bien el tipo de noticias más consultado en la red social china está dentro de lo que podríamos denominar como ‘noticias de entretenimiento’, el crecimiento de consultas acerca de política nacional o conflictos internacionales es cada vez más notable. Para el caso de Colombia, el 20% de los usuarios declara utilizar TikTok para informarse, compartir u opinar sobre temas que les resultan relevantes.
Y mientras videos de ilusiones digitales de Zach King disfrazado de Harry Potter alcanzan los más de dos mil millones de visitas o Bella Poarch hace gestos en un lipsinc que se convierten en cientos de memes virales, ByteDance, la empresa matriz de TikTok y la segunda cliente de Google (solo por detrás de Apple) en el uso de sus servicios de cloud computing, afronta una situación dispar y a todas luces anómala: a la vez que se convierte en la startup más valorada del mundo, con una capitalización de más de 225 mil millones de dólares (muy por encima de emblemáticas ‘compañías unicornio’ como SpaceX u OpenAI), se torna en el centro de las críticas por parte del gobierno estadounidense, quien acusa a la red social china de la que es dueña de provocar comportamientos adictivos entre sus jóvenes, así como de estar detrás de una campaña para favorecer ciertos discursos políticos (una acusación basada en el importante papel que fungió TikTok en la difusión de teorías de la conspiración de la ultraderecha estadounidense, tales como QAnon o PizzaGate). A tal punto ha llegado el miedo a TikTok, que ha conseguido poner de acuerdo a dos líderes tan distantes como Joe Biden y Donald Trump en torno a las sospechas de un posible espionaje por parte del gobierno chino acerca de los datos de los ciudadanos estadounidenses compartidos en la red social (acusación basada en que algunas empresas de capital estatal chino poseen una pequeña participación de una de las subsidiarias de ByteDance). Tanto es así que, desde las primeras acusaciones de la administración Trump en los inicios de su legislatura y hasta el pasado 2023, la empresa norteamericana de cloud services Oracle inició la revisión del código fuente de Tiktok para asumir las operaciones de la red en territorio estadounidense. La última de las acciones tomadas por el gobierno de Biden el pasado mes de abril, es la firma de la ley que obliga a la empresa ByteDance a vender su filial estadounidense en un plazo de 9 meses. Todo ello en plena guerra de los semiconductores entre Estados Unidos de Norteamérica y China por el control de un mercado determinante para tomar la delantera en sectores de tanta relevancia como el del desarrollo de GPUs y, por consiguiente, la carrera por la inteligencia artificial.
En este intrincado marco de acusaciones y contraacusaciones, paranoias, espionaje, teorías de la conspiración y videos virales, las posibilidades de constituir TikTok como una fuente confiable de información pasan por una reestructuración de sus mecanismos de transparencia, la regulación aplicable en los territorios en los que opera, en torno a la perspectiva de contar con una política de contenidos clara y una apuesta decidida por delimitar la presencia de mensajes lesivos, discursos de odio y fake news garantizada por una preocupación genuina de los dueños del gigante tecnológico chino por el avance de la participación democrática. Lamentablemente, todas estas necesidades van en contra de las últimas declaraciones de los principales dueños de las bigtechs (grandes compañías de tecnología) y de las principales plataformas, no importa el lugar de origen, quienes se sienten ya en este momento legitimados para declararse como empresarios sin responsabilidades sociales o políticas, lo cual hace, por ahora, muy difícil poder garantizar que los espacios de interacción que posibilitan las redes sociales digitales, con sus sesgos algorítmicos y sus códigos tecnológicos conscientes y declarados, no estén orientados sino por un mero interés empresarial y sus consecuencias, obviando así la responsabilidad democrática que asumen a la hora de establecerse como uno de los principales valedores de la discusión pública, especialmente, entre los más jóvenes.