Cuando no hay dinero para el psicólogo: las redes de apoyo que sostienen a los jóvenes venezolanos

Organizaciones civiles en Caracas (Venezuela) tejen redes de apoyo que combinan elementos lúdicos, datos y metodologías innovadoras para devolver la confianza, fortalecer vínculos y ofrecer recursos a los jóvenes en medio de un país en una crisis prolongada y donde no existen políticas públicas que prioricen la salud mental juvenil.

La juventud es una etapa de cambios de toda índole: físicos, emocionales y sociales. Factores culturales y socioeconómicos —como la pobreza, la falta de educación, la violencia, la disfuncionalidad en los hogares o el consumo de sustancias— pueden aumentar el riesgo de problemas de salud mental en este momento de la vida. Pero ¿cómo se refleja esto en las grandes urbes de un país en crisis?

En Venezuela, la contingencia política, social y económica ya ha comenzado a dejar huellas profundas en el bienestar emocional de los jóvenes. Los limitados servicios públicos y el alto costo de la atención privada en salud, incluida la mental, han convertido el cuidado emocional en un lujo que pocos pueden pagar. Mientras tanto, los datos muestran que es hora de prestarle atención a este desafío: en 2023, la tendencia de casos de ideación suicida en adolescentes iba en aumento, de acuerdo con la investigación Somos Noticias: Capítulo Salud Mental, realizada por la organización social sin fines de lucro Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap).

Frente a este panorama, la pregunta se vuelve urgente: ¿cómo se cuidan los jóvenes cuando no hay recursos para pagar un psicólogo o un psiquiatra?

En Caracas, la respuesta surge de la mano de la sociedad civil: organizaciones que, con creatividad y una amplia red de alianzas, trabajan para crear recursos y espacios donde los jóvenes puedan ser escuchados y obtener apoyo. Este reportaje recorre las historias y estrategias de Cecodap y Es Otro Enfoque, dos iniciativas que no solo ofrecen apoyo psicosocial en comunidades vulnerables de la capital venezolana, sino que logran sostenerse —y reinventarse— en uno de los contextos más adversos de América Latina.

Desafío regional, impacto local

Para abordar el trabajo de las organizaciones sociales en Venezuela en torno al malestar emocional, es importante entender el contexto del país. Hasta comienzos de los 2000, la Nación hacía gala de ser una de las economías más sólidas de América Latina. Sin embargo, en las últimas décadas atravesó un desplome sin precedentes, producto de múltiples factores. Entre ellos, la caída de los precios internacionales del petróleo —su principal producto de exportación—, sanciones internacionales y políticas internas.  Según el Center for Energy Studies, la producción petrolera del país alcanzó su punto máximo en 1998 con 3,4 millones de barriles diarios y, para finales de 2018, se redujo a 1,3 millones. En este contexto, la hiperinflación alcanzó un récord de 130.000% en 2018 y el impacto se reflejó en la calidad de vida de sus habitantes. En junio de 2024, más de 7,7 millones de venezolanos habían abandonado el país —casi una cuarta parte de la población total de 28 millones— según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). A esta crisis económica y social, se sumaron las consecuencias del COVID-19, que intensificaron los problemas de salud pública. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), durante la pandemia aumentaron los casos de depresión y ansiedad en toda la región. “Venezuela ya venía atravesando una crisis y sobre esa crisis viene la pandemia y marca un punto de inflexión en términos del deterioro de la salud mental muy importante. Antes, nosotros hablábamos de que cerca del 20% de nuestros casos presentaban alguna alteración del estado de ánimo. Llegada la pandemia, encontramos que esa cifra asciende hasta un 39%”, explica Abel Saraiba, coordinador adjunto de Cecodap.
En este reportaje Pesquisa Javeriana se embarca en entender la situación de la salud mental y malestar emocional de jóvenes de Latinoamérica.
Crédito: Istock.com/Glenn Specht. Familia de refugiados venezolanos pidiendo dinero en la calle de una ciudad ecuatoriana, el 2 de febrero de 2019.

No obstante, si bien las consecuencias de la pandemia se sintieron en distintos países de la región, dos aspectos de la realidad venezolana hacen de este un caso particularmente preocupante: la crisis preexistente y la ausencia de políticas públicas al respecto.

“Había una realidad previa caracterizada por el tema de la crisis a nivel económico, del impacto de la migración, la violencia, de todo esto, pero luego de la pandemia se produjo una herida muy fuerte, muy honda en la salud mental de la gente. Y lo que es común a este periodo de tiempo es una escasa, por no decir nula, inversión en materia de salud mental”, destaca Saraiba.

En contextos así, las políticas públicas deberían cumplir un rol clave para gestionar la salud mental de la población. De hecho, el informe Una nueva agenda para la salud mental en la Región de las Américas de la OPS recomienda, entre otras medidas, establecer alianzas estratégicas a nivel nacional e internacional, integrar la salud mental en todas las políticas gubernamentales y aumentar la inversión destinada a este ámbito. En Venezuela, estas tres recomendaciones aún están pendientes.

“Nunca se ha vuelto al punto pre pandemia. Hay un grave vacío en términos de políticas públicas de atención en materia de salud mental y un contexto extremadamente desafiante. Muchas de las condiciones que están normalizadas para nosotros no son propiamente tensiones normales”, señala Saraiba.

Frente a este escenario, en un país donde las cifras oficiales son escasas, iniciativas académicas desde la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), como Psicodata, también han tomado la tarea de levantar información sobre cómo se vive la salud mental en los jóvenes. Sus estudios revelan no solo tendencias, sino también oportunidades.

Un retrato psicosocial

Según los hallazgos de Psicodata, el panorama psicosocial de los jóvenes venezolanos combina fortalezas y malestares. “El venezolano de hoy es resiliente y está vulnerado”, resume Danny Socorro, director de la Escuela de Psicología de la UCAB y coordinador general del proyecto. La resiliencia, explica, es sobre todo individual: los jóvenes venezolanos se sostienen en la familia y los amigos, mientras la confianza en las instituciones y en otros ciudadanos sigue en niveles críticos. “Somos unos gigantes en la resiliencia individual, pero unos enanos en la resiliencia social”, añade.

El optimismo personal prevalece, incluso en medio de un panorama adverso. Aunque seis de cada diez adultos mayores viven en profunda desesperanza, entre los jóvenes de 18 a 24 años la cifra baja a tres de cada diez (28%). Esto puede representar una ventana de oportunidad para impulsar cambios. Sin embargo, el 89% de ellos no confía en la mayoría de las personas, lo que se traduce en vínculos frágiles y aislamiento social.

Otro indicador clave es el “control personal” —la percepción de poder influir en la propia vida y en los resultados de lo que sucede—: en los jóvenes, apenas alcanza el 23%, frente al 33% en la población general. A esto se suma un “miedo colectivo difuso” que paraliza: temor a represalias, a perder beneficios o a ser castigados por expresar una opinión, en medio de un complejo escenario político. “Eso está muy, pero muy metido, muy clavado, y eso va paralizando muchísimo”, advierte Socorro.

En este panorama, la fortaleza personal choca con la debilidad de las redes institucionales. Allí es donde entran las iniciativas ciudadanas: espacios que intentan tejer confianza, abrir oportunidades y ofrecer un lugar seguro para abordar el malestar emocional.

En este reportaje Pesquisa Javeriana se embarca en entender la situación de la salud mental y malestar emocional de jóvenes de Latinoamérica.
Créditos: https://elucabista.com/

Acción ciudadana al frente

En Venezuela aún existen proyectos impulsados por la sociedad civil que, lejos de depender de grandes estructuras, se sostienen gracias a la creatividad, las alianzas y la sensibilidad social. Su labor va más allá de ofrecer apoyo en momentos de crisis: buscan brindar herramientas, cultivar habilidades, recuperar la confianza perdida y fortalecer los lazos entre los jóvenes y su comunidad.

Específicamente en Caracas, dos de estas experiencias han logrado consolidarse y reinventarse en medio de un contexto adverso: Es Otro Enfoque, que utiliza elementos lúdicos y artísticos como motor de transformación, y Cecodap, con más de tres décadas de trabajo en la defensa y promoción de los derechos de niños, niñas y adolescentes.

Es otro enfoque: del juego y la escucha a la resiliencia

Es Otro Enfoque es una organización sin fines de lucro con sede en la Cota 905, uno de los sectores más vulnerables y violentos de Caracas. Fue fundada en 2018 por Zulyvic Mejía, comunicadora social con experiencia en programas enfocados en derechos humanos y juventudes. Lo que comenzó como un espacio abierto a ideas se consolidó con el tiempo en una iniciativa civil que hoy acompaña a cientos de jóvenes en la capital venezolana y otros estados del país.

“Quería proponer una forma distinta de relacionamiento. Ese año (en 2018) el conflicto sociopolítico en el país estaba muy recrudecido y sentía el llamado como joven de hacer algo por cambiar mi entorno, de aportar al país a través de acciones creativas, innovadoras, que pudieran propiciar puntos de encuentro entre personas con diferentes creencias”, explica Mejía.

El primer paso fue decisivo. Ese año, en el marco del Día Internacional de la Paz, Mejía y un grupo de amigos se acercaron a jóvenes en situación de calle en Caracas, con una propuesta sencilla: “darle un día diferente a los chamos”. Llevaron juegos, atención médica y odontológica, refrigerios y, sobre todo, disposición para escuchar. La respuesta los sorprendió: los jóvenes preferían contar sus historias antes que recibir el almuerzo que les habían llevado.

De ese encuentro nació el primer proyecto: Street Family, un programa de atención integral que combinaba educación, acompañamiento psicológico y la construcción de metas colectivas. Con el tiempo, alcanzó hitos significativos como la graduación en la educación secundaria (bachillerato) de varios de sus participantes, incluso en medio de la violencia y la precariedad de su entorno. El camino, no obstante, no estuvo exento de desafíos de diversa índole.

“Hubo demasiadas barreras, comenzando por la institucional. Ya estábamos en la Cota 905 antes del conflicto armado, el más fuerte, que fue en 2021. Fue muy difícil porque la mayoría de nuestros beneficiarios vivían allí y los adolescentes varones eran estigmatizados como miembros de bandas delictivas. Además, el contexto venezolano con las ONG hacía que cualquier ayuda se viera como amenaza. Nos tocó negociar con las autoridades para que entendieran que somos actores humanitarios. Y, por si fuera poco, en la comunidad persisten barreras políticas por eso, debemos tener una negociación permanente para poder continuar”, explica Mejía.

Aun así, resistieron y, con los años, la organización diversificó su alcance y generó nuevas propuestas ajustadas a las necesidades del país y la organización. Una de sus apuestas más ambiciosas es Judópolis, financiada por la Unión Europea, una iniciativa en donde los jóvenes diseñan juegos para diagnosticar problemáticas sociales, reflexionar sobre ellas y proponer soluciones colectivas.

“En Es Otro Enfoque usamos el juego como herramienta de diagnóstico. Hemos determinado casos de abuso, violencia de género, bullying, todo a través del juego. Entonces pensé: ‘Podemos generar juegos, capacitar a los chamos para que diagnostiquen necesidades en las comunidades y propongan soluciones’”, explica Mejía.

Con esa lógica, Judópolis empezó a crecer como un espacio donde el juego se convirtió en punto de encuentro para hablar de temas difíciles y ensayar respuestas colectivas. “Ellos (los jóvenes) participaban en actividades, ganaban monedas (ficticias) y las canjeaban por materiales para crear sus propios juegos. Surgieron propuestas sobre salud mental, finanzas, sexualidad, orientación vocacional. Ahora estamos en la fase final: tendremos un encuentro nacional con todos los jóvenes participantes para presentar ante las autoridades un documento con los diagnósticos y soluciones”, señala.

En paralelo, Es Otro Enfoque impulsa otras iniciativas para garantizar su sostenibilidad y ampliar el impacto. Entre ellas está Pronoia, relanzada recientemente, y que ofrece sesiones terapéuticas a precios más accesibles que el resto del mercado, donde el arte y el juego se convierten en aliados de la expresión emocional.

“Tú vas a una consulta y no es que hablas con el terapeuta (psicóloga/o): juegas con él, con música, con cartas, con dinámicas. Así se hace todo el trabajo terapéutico y ha sido increíble”, explica Mejía. Este enfoque surgió de una observación en proyectos previos: muchos jóvenes mostraban resistencia a hablar en terapia, pero al incorporar elementos lúdicos y artísticos “se abrían completamente”, añade.

En este reportaje Pesquisa Javeriana se embarca en entender la situación de la salud mental y malestar emocional de jóvenes de Latinoamérica.
Cecodap: tres décadas sosteniendo juventudes

En medio de la coyuntura política y social de Venezuela, Cecodap, por su parte, se ha consolidado como un referente en el acompañamiento emocional de niños, niñas y adolescentes. Con más de tres décadas de trayectoria, la organización ha visto crecer exponencialmente la demanda de sus servicios desde 2017, en paralelo al agravamiento de la crisis.

Su modelo integra atención individual, acompañamiento grupal, formación a familias y docentes, además de una investigación constante sobre las condiciones de la niñez y la juventud. Entre sus proyectos emblemáticos destaca Crecer sin Violencia, desarrollado junto a Fe y Alegría y financiado por el Fondo Humanitario de Venezuela. Este programa actúa en entornos escolares a través de dinámicas grupales y herramientas lúdicas, con el fin de prevenir y atender problemas de salud mental, al tiempo que fortalece la capacidad de docentes y comunidades para identificar y responder ante señales de riesgo. A ello se suma su Servicio de Atención Psicológica, que ofrece consultas gratuitas los 365 días del año e incluye atención de emergencias vía WhatsApp. No obstante, el camino está lleno de importantes desafíos a enfrentar.

“Hay una limitadísima oferta de servicios donde remitir casos, sobre todo aquellos casos que no atendemos o que por su gravedad necesitan una atención presencial en zonas donde no llegamos… La ausencia de políticas públicas en materia de salud mental también me parece que es un obstáculo tremendo, porque implica la no asignación de recursos al área, lo cual es importante. Necesitamos, en efecto, poder contar con recursos para desarrollar acciones. Y hay una criminalización de la sociedad civil. Esto es un factor que afecta muchísimo porque limita los márgenes de acción de las organizaciones y, por supuesto, esto se traduce en tensiones al momento de articular planes y programas sostenidos”, explica el coordinador adjunto de Cecodap, Abel Saraiba.

Frente a ello, la organización destaca algunas buenas prácticas o aprendizajes que podrían replicarse en otros países de la región. Saraiba considera que hay tres claves: contar con metodologías sistematizadas y estandarizadas y con datos que permitan hacer incidencia; así como difundir el trabajo realizado.

“Por un lado, las metodologías generan confianza, permiten replicar y que nuestros procesos sean auditables, controlables. De otro lado, la capacidad de tener datos nos permite hacer incidencias sobre donantes, como agencias de las Naciones Unidas y distintos órganos que son relevantes. Y el tercer elemento es justamente poder hacer difusión. No basta que tú hagas el trabajo y te quedes calladito. Hay que incidir en la opinión pública posicionando estos temas y las problemáticas que afectan a la niñez”, señala Saraiba. Asimismo, el coordinador de Cecodap, destaca que el trabajo en red es esencial. Estas alianzas no solo amplían capacidades, sino que permiten construir un enfoque integral e innovador frente a la crisis. “Tenemos una cooperación activa con agencias del sistema de las Naciones Unidas, pero también a nivel local y esto es parte también de lo que nos posiciona y nos da la fortaleza de poder navegar en estas aguas tan complejas. Creemos igual en esa articulación con la academia, con las universidades. Cecodap se ha concebido a sí mismo desde siempre como un movimiento social, no como una organización que lucha de manera aislada o separada de un contexto, sino más bien que se articula junto a otras”, explica Saraiba.

Lecciones desde Venezuela

En Venezuela, el malestar emocional en los jóvenes sigue marcado por el estigma y la ausencia de políticas públicas, al punto de que ni siquiera los seguros médicos cubren los intentos de suicidio. Sin embargo, de manera paralela, iniciativas como Psicodata, Cecodap y Es Otro Enfoque trabajan para generar datos clave, fortalecer habilidades interpersonales, promover actividades colectivas que reduzcan el malestar e incluso activar programas de prevención y procesos que fortalezcan la resiliencia en las escuelas.

Estas formas de abordar el malestar emocional tienen sustento científico. Un estudio regional, que se concentró en Bogotá, Lima y Buenos Aires, publicado en la revista BMJ Open, evaluó los mecanismos que usan los jóvenes de entornos vulnerables en dichas ciudades para afrontar su malestar emocional. Se encontró con que muchos de ellos, al no poder acceder a terapia, acuden, por ejemplo, a actividades grupales que les permitan hablar de cómo se sienten y distraerse. Asimismo, el estudio señala que las futuras políticas para mejorar la salud mental de este grupo poblacional en grandes ciudades deberían garantizar servicios accesibles y efectivos.

Eso sí: advierten que no se debe reducir la respuesta únicamente a la atención profesional, ya que ello requiere de un financiamiento sustancial y, en algunos casos, pueden transmitir el mensaje de que el joven afectado no puede afrontar la situación por sí mismo, minando su confianza. De esta manera, a nivel poblacional, los autores del estudio explican que parece más efectivo promover habilidades personales e interpersonales en la escuela, el apoyo de pares y grupos, y el acceso a diversas actividades para disminuir el malestar emocional, algo que se vería reflejado en el trabajo de las organizaciones civiles mencionadas en este reportaje.

Así, Venezuela, con una juventud a la vez “vulnerada y resiliente”, como la define Socorro, ofrece pistas valiosas para América Latina y el Caribe: en contextos de crisis, sostener redes, metodologías creativas y apoyos comunitarios pueden marcar la diferencia. Aunque, como subrayan los propios entrevistados, el apoyo gubernamental sigue siendo esencial para visibilizar la problemática, articular esfuerzos y garantizar que estas iniciativas se sostengan en el tiempo.