Julio 2022 | Edición N°: 1379
Por: Marcela Caicedo Vela y Carlos Felipe Prieto Bolaños | Profesionales del Programa Ejercicios Espirituales del Centro Pastoral San Francisco Javier

Un grupo de 33 estudiantes de la Universidad Javeriana vivieron la experiencia de los Ejercicios Espirituales caminando varios pueblos de Boyacá. La caminata fue una metáfora de la experiencia de transformación que vivió san Ignacio de Loyola.


San Ignacio de Loyola fue un caminante que transitó por caminos interiores y exteriores. Sus rutas interiores lo llevaron a darse cuenta de sus vanidades, miedos, apegos y también a reconocer el amor de Dios que ardía en su corazón a través de la escucha de cada instante de vida que se revelaba en cada momento.

Sus pasos interiores se combinaron con pasos exteriores que lo guiaron a Loyola, Manresa, Jerusalén, París, Roma, entre otros tantos lugares, y que le permitieron afinar su escucha interior y la de la realidad que lo circundaba.

La inspiración de su camino fue Jesús, otro caminante que experimentó el llamado de estar en constante relación con su Padre. Si nos conectamos con los relatos que nos traen los evangelios, reconoceremos cómo Jesús cultivaba su encuentro con Dios desde la oración. Oraba al amanecer, al atardecer o en la noche; subía al monte o se dirigía al desierto; oraba de pie o sentado; oraba solo o en grupo.

“La experiencia me permitió pensar sobre cosas que normalmente no pienso, ser más consciente de mi vida”, Diana Alejandra Mora, estudiante de Licenciatura en Pedagogía Infantil.

A partir de su experiencia de Dios, san Ignacio, escribió los Ejercicios Espirituales, un libro que hoy es un bálsamo para el mundo y que iluminó la propuesta de los Ejercicios Espirituales en Camino. Según san Ignacio los Ejercicios Espirituales son “todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, todo modo de preparar y disponer el alma, para quitar de sí todas las afecciones desordenadas con el fin de buscar y hallar la voluntad divina” [EE 1].

Los estudiantes participantes del Programa de Liderazgo Ignaciano Universitario Latinoamericano (PLIUL) del Centro Pastoral San Francisco Javier de la Pontificia Universidad Javeriana, siguiendo los pasos del peregrino y acogiendo el sentido de la oración, vivieron de otro modo los Ejercicios Espirituales. La experiencia se fundamentó a través de caminatas combinadas con un itinerario espiritual de oraciones para examinar la conciencia, realizar meditaciones, reflexionar, contemplar y de esta manera descifrar algunos desordenes internos llamados a identificar y a sanar para escuchar la voluntad de Dios y seguir su camino de amor.

Una experiencia transformadora

Durante cuatro días los caminos de Monguí, Tópaga, Corrales, Floresta, Tobasía y Santa Rosa de Viterbo, municipios del departamento de Boyacá, donde la Compañía de Jesús desplegó por muchos años su misión apostólica y formativa, fueron los pasos que siguieron los jóvenes, para conectar con el sentido de sus vidas y acercarse más al conocimiento del camino espiritual que vivió san Ignacio de Loyola en tres momentos claves de su experiencia de vida: Loyola, Manresa y París. En Loyola Ignacio vivió su herida personal, la bala de cañón que provocó el encuentro con Dios, su deseo de poner orden en su vida y conocer la finalidad para la que había sido creado. En Manresa descubrió la consciencia de alguien más grande que él y se determinó como un peregrino apasionado por buscar y encontrar a Dios en todas las cosas. En París se dio cuenta del poder de caminar con otros y construir un sueño anclado al servicio y al amor a Dios.

Los estudiantes javerianos, caminando por el municipio de Floresta, Boyacá. Foto: Herbert Cárdenas

Caminar por distintos senderos, respirar aire puro, conectar los sentidos con la naturaleza, reconocer las grietas del terreno, algunas de orden natural y otras causadas por la mano del ser humano, acompasar el paso con otros, hacer silencio, conversar, descansar, acompañar lo que interiormente se iba moviendo, todo esto hizo parte del camino y les permitió a los jóvenes hacer consciencia del hecho de estar vivos y de abrirse a la posibilidad de dar gracias por lo recibido. También para dar pasos en el proceso de conocimiento de sí mismos, al descubrir sus fuerzas, sus limitaciones, sus necesidades y posibilidades. Estos frutos del camino se enmarcan en lo que plantean Francesc Torralba e Ismael Santos en su libro Inteligencia Espiritual y Deporte en el que sugieren que una experiencia de movimiento físico al aire libre puede favorecer el desarrollo de la inteligencia espiritual, despertando la autoconciencia, el autoconocimiento, la búsqueda de sentido, el salir de sí hacia Dios y hacia la comunidad.

“Necesitaba este espacio para conectar conmigo misma. Pude cuestionarme tanto que hizo cambiar ciertas perspectivas que tenía antes. Fue una gran experiencia personal y espiritual”, comentó Ana María Mesa, estudiante de Administración de Empresas. Por su parte, Diana Alejandra Mora, estudiante de Licenciatura en Pedagogía Infantil y en Lenguas Modernas, dijo que “la experiencia me permitió pensar sobre cosas que normalmente no pienso, ser más consciente de mi vida y lo que he hecho y lo que puedo hacer ahora y en un futuro”.

En el camino, con otros, el silencio propuesto durante las oraciones despertó la sensibilidad y la hondura en la mirada interior: “Aprendí a escuchar a Dios, a escucharme a mí, para poder darme a los demás mejor”, compartió María del Pilar Barreto, estudiante de Estudios Literarios. María Alejandra Peña, estudiante de Ciencia de la Información – Bibliotecología y Archivística, expresó “reconocer cómo el silencio habla, cómo tu cuerpo te comunica cosas de diferentes maneras, cómo puedo interactuar conmigo misma a través de él. El silencio me aportó algo muy importante, lo cual es sanar desde mi interior aquello que de pronto no he logrado, esto da paso al servir. Mi propósito es servir y para ello debo curar mis heridas para curar a los demás”.

Los caminos que siguió Ignacio hace 500 años en Europa se renuevan con los caminos que siguieron los participantes en Boyacá. Los caminos del pasado y del presente se entrelazan bajo la misma luz de Dios que iluminó el corazón de Ignacio y que tocó los corazones de 33 estudiantes que vivieron los Ejercicios Espirituales en Camino. Hoy están llamados a ser testimonios vivos del encuentro con el Dios de la vida que los invitó a reconocer el amor en todas las cosas y a todas las cosas en Él y que, a su vez, los impulsó a ser extensiones de su amor a través del servicio a la vida. ¡Mujeres y hombres con el corazón encendido para el mundo!