Noviembre - Diciembre 2021 | Edición N°: 1373
Por: Hoy en la Javeriana | Dirección de Comunicaciones



Al final de cada año, momento que nos llega en un abrir y cerrar de ojos -parece que apenas ayer estábamos iniciando las labores de 2021- retomamos el camino de la Navidad, que sin duda alguna nos resulta todavía más atractivo luego de sortear una que otra dificultad en los meses precedentes. Gracias al esfuerzo de toda la comunidad educativa que nuevamente ha demostrado su compromiso con la institución, hemos superado horas de incertidumbre y preocupación.

El trayecto que en diciembre se nos abre no nos es desconocido, está lleno de alegría, de luces y colores. Vuelven a encenderse los alumbrados de las ciudades que invitan a rondas y paseos nocturnos; vuelven a escucharse villancicos y melodías que a todos recuerdan la llegada de la Navidad. A donde dirijamos nuestra mirada encontraremos cintas y moños en ese rojo, blanco y verde distintivo de esta época. No faltan árboles, pinos y abetos bellamente iluminados que se alzan por doquier, siempre coronados por una estrella radiante. En todos los rincones aparecen de repente las inconfundibles y elegantes poinsettias, que alcanza grandes niveles de venta en estos tiempos, especialmente en Europa y Estados Unidos, donde contrasta con la nieve. A esta mata, sembrada en pequeñas macetas, llamada también flor de pascua o flor de nochebuena, solo le compite el acebo, con esas hermosas hojas contorneadas, de borde finamente elaborado, adornadas con racimos de pequeñas bayas rojas.

De tiempo atrás, tanto las poinsettias como las ramas del acebo han servido para ilustrar las tarjetas que, antes de la invasión de los mensajes digitales con emoticonos, servían para escribir de puño y letra saludos y deseos dirigidos a familiares y amigos, que en sobres en los que no faltaban estampillas y sellos de correos viajaban por todo el mundo y llenaban los buzones, reuniendo de esta forma a la humanidad en un solo y apretado abrazo. Era todo un rito que ha venido desapareciendo, que los mayores recordamos con nostalgia y que sin duda alguna resulta extraño para las nuevas generaciones.

Ciertamente, el camino de la Navidad nos lleva al reencuentro presencial, junto a la chimenea o alrededor de la mesa, donde no falta natilla ni buñuelos o esos deliciosos postres de temporada; y también al que puede hacerse en modo remoto gracias a la tecnología. Los largos meses de pandemia nos obligaron a todos a explorar esos maravillosos medios de comunicación que nos permiten reunirnos con personas que viven en lugares apartados del mundo, vernos las caras, escuchar las voces, compartir un rato y reavivar esos lazos entrañables que nos unen.

La generosidad, esa cualidad que caracteriza a la persona que solo se fija en las necesidades del otro y lo ayuda compartiendo sus recursos, dando de lo que tiene y no le sobra, sin esperar nada a cambio.

Sin duda alguna, estos días son propicios para fortalecer la fraternidad, esa maravillosa palabra que gracias al papa Francisco ha vuelto a estar en labios de millones de hombres y mujeres en todo el planeta y que según el Diccionario de la Lengua Española hace referencia a la “amistad o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales”. Muy cerca de la fraternidad se halla la generosidad, esa cualidad que caracteriza a la persona que deja de lado el criterio de utilidad o interés, y solo se fija en las necesidades del otro y lo ayuda en la medida de sus posibilidades, compartiendo sus recursos, dando de lo que tiene y no le sobra, sin esperar nada a cambio.

Todos sabemos que la Navidad es la época de los regalos que, independientemente de su valor tangible, expresan sentimientos, entre los cuales sobresale la gratitud. Siempre hay motivos para estar profundamente agradecidos y más en estos tiempos en que han sido muy serias las amenazas que todos hemos tenido que enfrentar.

Sin embargo, hay algo más que es esencial al pensar en el camino de la Navidad. ¿A dónde conduce? La respuesta es simple: hacia el lugar del pesebre, ese sitio austero en que aguardamos con gran expectativa el nacimiento del Niño Dios, manifestación extraordinaria del amor que por todos nosotros siempre ha tenido el Creador. Allí, María y José encontraron finalmente refugio y abrigo, rodeados por pastores y ovejas, un buey y un burro, bajo un cielo profusamente estrellado. Es la exaltación de la confianza en Dios que solo puede brotar en un corazón manso y humilde, que entonces se llena de luz y resplandece en la noche oscura y también en pleno día. No hay duda, es hacia allá a donde nos dirigimos cuando tomamos el camino de la Navidad: ese es el norte, el puerto y el destino.

Guiados por ese signo poderoso que ahora se alza con claridad en el horizonte, avancemos, sigamos adelante, mirando con confianza hacia el mañana, apoyados en los logros alcanzados y recordando compromisos y tareas que se vislumbran en la agenda. Esta es también una hora propicia para la esperanza.

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Al cerrar con esta edición nuestra labor en Hoy en la Javeriana durante 2021, agradecemos la compañía de nuestros lectores, les deseamos paz y felicidad en estas fiestas de fin de año y mucha prosperidad en 2022.