Noviembre 2022 | Edición N°: 1383
Por: Karem Priscila Díaz Díaz | Coordinadora de Comunicación Institucional

Conocer para algunos y recordar para otros las tradiciones navideñas que tiene cada región del país, exaltando el valor que hay en la diversidad, fue el mensaje central del evento con el que se prendió la Navidad en la Javeriana.


Llegó uno de los días más esperados por las familias javerianas: asistir juntos al tradicional evento de Navidad de la Universidad, donde la puesta en escena, las canciones, las luces y un chocolate caliente unen en torno a la alegría de la época decembrina.

Cerca de 2.500 personas, entre directivos, profesores y administrativos que asistieron el pasado 1° de diciembre a la cancha de fútbol de la Javeriana acompañados de sus hijos, padres, hermanos, parejas y amigos, disfrutaron de una experiencia sonora que los llevó a explorar las montañas, ríos, selvas, nevados y cordilleras de Colombia. Se trató de una coproducción del Centro de Gestión Cultural, el Teatro Colón y el grupo Suricato que llevaron a escena “El viaje de la anaconda dorada y su ritual de Navidad”.

En el escenario, en la parte alta, había figuras de guacamayas, loros y árboles de plátano. En el piso de la tarima se apreciaban casas típicas de las regiones de Colombia; y los músicos también estaban caracterizados como aves migratorias de la sierra nevada de Santa Marta con los picos y plumas sobres sus cabezas.

El musical comenzó en el Amazonas describiendo la biodiversidad y cultura colombiana: los animales, la naturaleza, los pescadores. Sitios emblemáticos como el volcán Galeras, en Nariño y el desierto de la Tatacoa, en el Huila, fueron algunos de los primeros sitios que visitó la Anaconda dorada que, al no ser verde como las demás de su especie, inició un viaje por Colombia.

“Chontaduro, changua, sancocho trifásico, bocachico, biche, cachama con chicharrón. Chipi-chipi, friche, arepa de chócolo, chicha, carapacho, chirrinchi con salpicón y cuchuco con champús”, cantó la Ananconda y de paso el público javeriano, cuando en la historia se resaltaron los platos típicos de Colombia.

Somos una gran familia y lo que verdaderamente importa es lo que somos por dentro.

Luego de navegar por el río Putumayo, de llegar a Nariño para enseguida atravesar la Cordillera Oriental y llegar al río Guaviare, la anaconda dorada conoció en la Serranía del Chiribiquete a cerca de 500 tipos de aves, tan distintas en su plumaje y tamaño, pero todas de la misma familia. Así como ella era dorada y las demás anacondas verdes, la diferencia en el color de la piel no es excluyente pues, aunque todos somos distintos, somos una gran familia y lo que verdaderamente importa es lo que somos por dentro. “Mi familia es tan grande que no la puede contar con los dedos de mis manos ni los dedos de mis pies. Tengo hermanos en la selva, aunque no los pueda ver. Somos muchos colores como el atardecer”, cantó la Anaconda.

Al ritmo de la cumbia, el vallenato, el bullerengue, el paseo, el porro y la puya la protagonista de esta historia siguió su viaje por Colombia, pasando por los llanos orientales, el Quindío, por la costa Caribe y Pacífica. Llegó a Caño cristales, donde conoció el río de los siete colores.

Cansada de su extenso viaje y siendo ya en la historia diciembre, la Anaconda enseñó al público javeriano la canción que recoge las delicias navideñas del país: “Natilla con buñuelo, arroz con leche, tamal con noche buena, arroz con coco. Yo quiero que me den delicias navideñas. Pedirle al Niño Dios hojuelas antioqueñas, hayacas costeñas, masato llanero, asado opita, viche curao, papa rellena, queso con brevas, ajiaco bogotano, tamal huilense, manjar blanco caleño y lechona tolimense”.

Su viaje terminó en el Sumapaz donde apreció los páramos, los frailejones y donde encontró a los indígenas muiscas, cantando alrededor del fuego en una lengua distinta. Ellos le hablaron a la Anaconda del jaguar, del oso de anteojos, del gavilán, la danta y la mariposa; del delfín rosado, el papagayo, la tarántula y la rana dorada venenosa, así como del pez pirarucú. También le contaron que, así como Colombia tiene esta enorme biodiversidad, cuenta con 115 pueblos indígenas, con distintos dialectos y costumbres.

De esta forma, el viaje de la anaconda dorada exaltó la riqueza natural colombiana, su geografía y costumbres de las distintas regiones. “Contaron una historia muy divertida y amena. Es un evento que llama la atención de los niños”, comentó Emanuel García, familiar de un funcionario del Hospital San Ignacio.

La presentación de Navidad terminó con los ojos de todos los asistentes puestos en el cielo donde, en medio de una noche estrellada y despejada, alzaron el vuelo más de 50 drones con luces de todos los coleres que imitaron las figuras de los fuegos pirotécnicos, crearon un árbol de Navidad, las campanas balanceándose, corazón y al final un I PUJ. “Lo que más me gustó es que hubo drones y no pólvora, porque le ayuda al medioambiente y es menos ruidoso”, dijo Isabel Sofía Galindo Morales, de 9 años e hija de una profesora de la Facultad de Psicología.

Este acto final de los drones, acompañado de la canción de fondo que decía “Navidad en la Javeriana” motivó un gran aplauso de las familias javerianas y el sentimiento de alegría que trae esta época.