La iconografía de todos los personajes célebres de la historia, por lo general, es abundante. En el caso de san Ignacio de Loyola, quien no permitió que se le hicieran retratos, las primeras obras fueron realizadas por dos contemporáneos suyos, uno de ellos el florentino Jacopino del Conte (1510-1598), quien elaboró bosquejos en el lecho fúnebre del santo y, luego, apoyado también en la mascarilla fúnebre que se hizo para conservar las facciones del Padre Maestro, pintó un óleo que se conserva en Roma, en la Curia General. El otro artista fue el valenciano Alonso Sánchez Coello (1515-1590), quien en 1585 pintó en Madrid el retrato, basado también en la mascarilla y siguiendo indicaciones del padre Ribadeneira. Se podría decir[…]