Enero 1993 | Edición N°: 1058
Por: Oficina de Prensa | Pontificia Universidad Javeriana



La última frase del prólogo escrito por el P. Manuel Briceño Jáuregui, S.J. para la publicación de la Política de Aristóteles, traducida por él directamente del griego, fue: «… y que todo sea ad maiorem Dei gloriam«. Sin habernos recuperado del impacto que nos produjo la noticia de la muerte repentina del inolvidable jesuita, podemos afirmar que su vida, su obra, todo fue a mayor gloria de Dios. No fue difícil conocer y apreciar al Padre Briceño. No lo será tampoco en el futuro. Basta leer sus libros y traducciones, sus discursos y ponencias, para contemplar admirados la altura intelectual del hombre nacido en Cúcuta el 3 de junio de 1917 y fallecido en la capital española el pasado 28 de octubre, luego de una vida intensa, plena de realizaciones. El Padre Briceño, hizo conocer y respetar el nombre de Colombia más allá de sus fronteras. A él debe la patria merecido reconocimiento.

La vida de Manuel Briceño Jáuregui se levantó sobre siete pilares diferentes que se complementaron armoniosamente entre sí: el jesuita, el universitario, el humanista, el académico, el autor, el poeta y el hombre.

JESUITA. A la edad de 18 años ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en Santa Rosa de Viterbo y allí terminó el bachillerato que había iniciado en Pamplona. Después de recibir su formación religiosa, fue ordenado sacerdote el 3 de diciembre de 1947. Lo que para él significó ser sacerdote jesuita, puede apreciarse bien en los versos que escribió con motivo de las Bodas de Oro de su ingreso a la Compañía de Jesús, celebración que tuvo lugar el 29 de julio de 1985.

UNIVERSITARIO. Recibió el título de Licenciado en Filosofía y Teología en la Pontificia Universidad Javeriana. Realizó luego estudios de Teología Mística en St. Beuno’s College, St. Asaph, Gales. En la Universidad de Oxford, Inglaterra, se especializó en Humanidades Clásicas Grecolatinas y recibió el grado de Bachelor of Arts y el de Master of Arts.

Fue profesor de Humanidades Clásicas, de Literaturas Orientales, de Interpretación de Autores Latinos y Griegos y de Filosofía Clásica en la Universidad Javeriana —desde 1976—, y en la Universidad del Rosario de Bogotá. Su labor docente se remonta, sin embargo, al Colegio Noviciado de la Compañía de Jesús en Santa Rosa de Viterbo. Allí fue profesor de «los jóvenes jesuitas estudiantes de Humanidades, quienes fueron testigos, día a día, en estos últimos cinco años (1961-1966) de la desvelada empresa de escribir» su obra «El Genio Literario Griego».

No podríamos dejar de reseñar aquí la conferencia que el Padre Briceño tenía a cargo dentro del Simposio Permanente sobre la Universidad de ASCUN: «Ciencia, Arte y Técnica en la antigüedad clásica». Los universitarios de todo el país, que tuvimos el privilegio de congregarnos alrededor de su cátedra, disfrutamos inmensamente su lección, enriquecida con citas de Platón, de Aristóteles y con una que otra leyenda de la mitología griega.

Investigador del Instituto Caro y Cuervo, desde 1973, fue jefe del Departamento de Filología Clásica.

HUMANISTA. En los primeros párrafos de su trabajo sobre «Propercio y Miguel Antonio Caro», el Padre Briceño afirma lo siguiente: «… humanismo indica, entre muchos aspectos, familiaridad con los autores en su lengua original, ya leyéndolos, ya explicándolos, ya admirándolos o imitándolos, ya vertiéndolos a la lengua común». El Padre Briceño fue un humanista. El Padre Félix Restrepo, S.J., presidente de la Academia Colombiana de la Lengua, poco antes de su muerte, acaecida el 16 de diciembre de 1965, en la presentación de los primeros dos volúmenes de «El Genio Literario Griego», afirmó: «El Padre Briceño no solamente ha bebido la inspiración en los libros de los grandes autores griegos, sino que también ha recorrido palmo a palmo aquellas tierras, islas y mares privilegiados que fueron escenario durante más de doce siglos del milagro cultural más grande que registra la historia humana.» Y continúa más adelante: «No faltará quien diga que es lástima, en un país como Colombia, que apenas está en los principios de su vida cultural, que hombres como el Padre Briceño no se dediquen a estudios más prácticos, de los que nuestro pueblo pueda sacar inmediato provecho. Pero al espíritu no se le pueden poner pautas. Y pueblos pobres han dado a veces a la Humanidad genios privilegiados. Aquí mismo, en Colombia, en la segunda mitad del siglo XIX, tuvimos una pléyade de estudiosos que le dieron a Colombia fama de letrada en todo el mundo: Cuervo; M.A. Caro; Ezequiel Uricoechea; J.M. Vergara y Vergara; Marroquín; Isaacs y tantos otros. Si esta es una de las principales preseas de nuestra patria, bien está que la conservemos y justifiquemos el prestigio adquirido».

El Padre Briceño, y el propio Padre Félix Restrepo, S.J., se unieron a la lista de los grandes humanistas y maestros que han hecho figurar a Colombia «entre los países americanosde mayor y más firme tradición filológica».

ACADEMICO. En su intensa vida académica el Padre Briceño fue: Director de la Academia Colombiana de la Lengua, Miembro Correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua, Miembro de Número de la Academia Colombiana de Historia y Correspondiente de la Real de Madrid, Presidente de la Academia Colombiana de Historia Eclesiástica, Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Educación, Presidente del Colegio Máximo de las Academias.

AUTOR. Más de 30 libros publicados y un número considerable de discursos, ponencias y ensayos, constituyen el legado escrito de Manuel Briceño Jáuregüi, S.J.

POETA. La rica y desconocida vena poética del Padre Briceño quedó totalmente descubierta en el libro «Estampas Pueblerinas». La lectura de sus versos nos permite reconocer el humor sano y jovial que siempre lo distinguió. No faltan, sin embargo, los sonetos en los que expresa su honda preocupación por la situación del país. De igual manera, el poeta se descubre en la traducción castellana de unos versos escritos por Mutis en latín y que el Padre presentó en el discurso que pronunció en la Academia, en agosto de 1991, sobre el sabio gaditano.

HOMBRE. Muchas son las virtudes y cualidades que distinguieron al Padre Briceño. La sencillez fue la primera de ellas. Este hombre superior no tuvo jamás ansias de poder ni tampoco hizo alarde de sus conocimientos. No fue arrogante. Por el contrario, siempre logró que su interlocutor, tanto el embajador como la mecanógrafa y el chofer, le hablaran con confianza. Distinguía, sin discriminar, el nivel del auditorio y por ésto, sus palabras podían llegar con facilidad a la mente y al corazón de todos. Hombre agradecido, discreto, consagró todas sus horas al ministerio sacerdotal y al trabajo académico.

Pasarán los años y moriremos también quienes conocimos al Padre Briceño, quienes disfrutamos de su sabiduría y amistad, quienes fuimos testigos presenciales de su vida. Y morirán tambien nuestros hijos, nuestros alumnos, aquellos que sin conocerlo personalmente, aprendieron y aprenderán por nosotros, la Lectio Magistralis que dictó Briceño. Poco a poco, desaparecerá, así, el vínculo directo con el hombre que murió. Sin embargo, sus palabras escritas harán que permanezca vigente el hombre que ahora vive eternamente. Las sombras y el olvido no tocarán su nombre.

Para terminar esta breve semblanza, hacemos propias las palabras de Ben Sirá: El Padre Briceño «encontró en la sabiduría su descanso y ella se ha vuelto alegría para él. Se ha vestido para siempre con ella y la ciñe como corona de júbilo». (Si 6-28, 31).

 

Carlos Julio Cuartas Chacón

Entre sus libros, reseñamos los siguientes: El Genio Literario Griego. (Cultura clásica) I y II Volúmenes. Bogotá, Bibliográfica Colombiana. Ltda. 1966. (Colección Loyola. S.L) III Volumen, Universidad Javeriana, Secciona’ de Cali, 1980.

Raíces clásicas de nuestra cultura. Bogotá, Editorial Kelly, 1969, Ministerio de Educación Nacional. Instituto Colombiano dé Cultura Hispánica. (Ediciones de la Revista «Ximénez de Ouesada», XVI).

Estudio histórico-crítico sobre ‘El desierto prodigioso y prodigio del desierto»de don Pedro de Solis y Valenzuela. Bogotá, Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo, 1983. (Biblioteca de Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, LXV). Segunda obra en el panorama de la literatura colonial del Nuevo Reino. La primera es El Carnero.

Tres birnilenarios clásicos: Virgilio, Tibulo, Propercio. Bogotá, Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo, 1986. (Biblioteca de Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, LXXVII).

Aristóteles de Estagira, Politeia (La política). Prólogo, versión directa del original griego y notas por el Padre Manuel Briceño, S.J., estudio preliminar e introducciones por Ignacio Restrepo Abondaño. Bogotá, Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo, 1989. (Biblioteca de Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, LXXXIV).

Los gladiadores de Roma: estudio histórico, legaly social. Bogotá, Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo, 1986. (Biblioteca de Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, series minor, XXV II).

Los juegas olímpicos en la antigüedad. Bogotá, Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo, 1990. (Biblioteca de Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, series minar, XXXII).

Humanismo clásico (ensayos). Cticuta, Laser Editores, 1987 (Letras Colombianas en Norte de Santander, VoL 1). Prólogo de Luis Anselmo Díaz Ramírez. Destacamos el Artículo: Reminiscencias griegas en el Himno Nacional de Colombia.

Estampas pueblerinas (Trescientos sonetos costumbristas). Bogotá, Publicaciones Universidad Central, 1990. Prólogo de Jorge Enrique Molina, Rector. I Serie: Ciento cincuenta sonetos, 1955-1968. 11 Serie: Ciento cincuenta sonetos, 1969-1987. Destacamos en el capítulo VII ¿y… qué es el soneto?: «Es la vida un soneto», y en los Epílogos: «Gratitud» y «Libertador».

Otras publicaciones suyas son las siguientes: El Imperio Literario Romano; La angustia poética de Seferis; Rubén Darío, artífice de Apisteto; Georgios Seferis, Setenta poemas; Instituciones políticas. Sociales y económicas del mundo clásico.

Entre los numerosos ensayos, discursos y ponencias, publicados en libros y revistas, o como folletos, reseñamos los siguientes:

Una actitud lírica: Grecia frente al más allá. (A la memoria del egregio humanista R. P. Félix Restrepo, S.J.). Enero de 1966.

En Revista Javeriana, núm. 321 Bogotá enero-febrero de 1966. Pontificia Universidad Javeriana: Ayer y Hoy, 1980. 2a. Edición, 1989. Folleto.

Propercio y Miguel Antonio Caro.Un humanista colombiano traductor de Propercio. Academia Proporciona del Subasio – Assisi. Estratto da BLMILLENARIO DELLA MORTE DI PROPERZ1O. Atti del Convegno internazionale dí Studi properziani. Roma-Assisi, 21-26 maggio, 1985. Assisi, 1986. Folleto.

Introducción a la edición facsimilar que hizo el Instituto Caro y Cuervo en 1987, de la «Llave del Griego» de los Padres Eusebio Hernández y Félix Restrepo, de la Compañía de Jesús (23 de mayo de 1987). La sexta reproducción de esta obra clásica de la filología histórica, fue realizada 75 años después de su primera edición, en el marco del I Centenario del nacimiento del P. Félix Restrepo, S.J.

La preelección como elemento metodológico en la enseñanza de las humanidades en los colegiosiesuiticos neogranadinos. (S. ?MI-XVIII). En La Pedagogía Jesuítica en Venezuela, 1628-1767. Tomo H. Universidad Católica el Táchira, San Cristóbal. Caracas, Editorial Arte, 1991.

El Humanismo Ignaciano. La Ratio Studiorum. En Ignacianidad. Memorias del Congreso «La Espiritualidad Ignaciana y su vigencia en el mundo de hoy». Pontificia Universidad Javeriana y Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús. Bogotá, 1991.

José Celestino Mutis, Humanista Clásico (ensayo cie aproximación). En Revista del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Bogotá, 1991. N2 555.

Ciento cincuenta aforismos griegos y latinos para abogados. Selección y Traducción. Junio de 1992. Folleto.

Boyacá en las Letras (Cinco hijos ilustres que le han dado gloria: José Joaquín Ortiz, José Joaquín Casas, Carlos Arturo Torres, Julio Flórez y José Aristides Núñez). Colegio de Boyacá, Academia Boya-cense de Historia. Tunja, 1992. Folleto.

Hornero, educador de Grecia.