ISBN : 978-958-781-555-9
ISBN digital: 978-958-781-556-6

Performance del recuerdo y materiales de la memoria: el caso de la dictadura de Banzer (1971-1978) en Bolivia

Daniel Alejandro Ramírez López

Estudiante de la Maestría de Investigación en Comunicación y Opinión Pública en FLACSO, Ecuador; licenciado en Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana San Pablo. Docente universitario e investigador.

daniel.alejandro.ram@gmail.com

Resumen

El artículo busca reconocer las formas en que las acciones de comunicación y la producción de materiales construyen la memoria colectiva de la dictadura de Banzer en Bolivia. A partir de la revisión documental y la observación participante en manifestaciones públicas de la Asociación de Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Mártires por la Liberación Nacional (ASOFAMD), se identifica cómo es narrado el pasado dictatorial en las acciones y productos de comunicación actuales, al reconocerlos como espacios discursivos en los que la identificación y caracterización de los actores sociales involucrados, además del establecimiento de las tramas centrales sobre las cuales se anclan los recuerdos colectivos, entran en pugna con la historia oficial y el olvido social y político boliviano. Desde una construcción colectiva, plural e intergeneracional que busca anclar el debate público sobre la impunidad de la violencia, la ausencia de procesos judiciales y el silencio estatal, ASOFAMD conjuga discursos que interpelan y buscan acciones políticas y jurídicas concretas, además de recuperar el aspecto emocional de los actores sociales que vivieron la dictadura de Banzer, al establecer una comunicación política de los afectos como el camino narrativo alternativo para la construcción de la memoria colectiva.

Palabras clave: memoria, comunicación, performance, organizaciones sociales, olvido.

Introducción

Durante el mes de agosto de 1971 Bolivia sufrió múltiples arremetidas militares con el fin de derrocar al entonces presidente Juan José Torres. La cúpula militar, dirigida por Hugo Banzer Suárez obtuvo el poder aquél año y se mantuvo hasta el año 1978 constituyéndose en la dictadura militar más larga en la historia boliviana. Los crímenes de lesa humanidad, como la desaparición forzada, el asesinato, el exilio, el encarcelamiento sin procedimientos judiciales, la persecución y torturas gestadas por el Estado trajeron consecuencias sociales y políticas que aún perviven en la vida de quienes sufrieron la época dictatorial. Pese a que Bolivia gestó la recuperación de la democracia en 1982, los juicios de responsabilidades y las investigaciones que buscan la verdad de lo que ocurrió en la época dictatorial fueron casi nulos. Es más, Banzer tuvo el privilegio, como ningún otro dictador del Cono Sur, de participar activamente en la política democrática y ser electo presidente. 

Casi cuarenta años después del final del banzerato, organizaciones sociales que trabajan por la recuperación de la memoria, en la búsqueda de la verdad y la reparación integral de quienes sufrieron el impacto dictatorial, siguen su trabajo de manera continua. Desde la asesoría legal, el apoyo psicológico hasta la publicación de materiales y la realización de manifestaciones públicas, artísticas y culturales, la Asociación Familiares de Detenidos Desaparecidos y Mártires por la Liberación Nacional (ASOFAMD) trabaja la memoria de toda la época dictatorial boliviana (1964-1981). El presente artículo busca analizar la forma en la cual los materiales de la memoria y las performances producidas y realizadas por ASOFAMD construyen la memoria colectiva. Comprender el trabajo de rememoración, en una temática como la de la violencia estatal, supone pensar las formas de manifestación y producción comunicacional como plataformas de disputa política, en las cuales las formas de organización, los sentidos de identidad y las temáticas centrales configuran cómo los actores sociales piensan el pasado y el presente, al mismo tiempo que estructuran sus horizontes de espera y proyectos políticos futuros. 

De manera inicial, se expone la aproximación teórica sobre la cual se hace énfasis en la condición política de construir y manifestar la memoria desde la producción de materiales y la realización de performances. Posteriormente, se hace una breve exposición del enfoque metodológico utilizado en la investigación. Finalmente, se desarrollan los principales hallazgos y se establecen las conclusiones al estudio.

Memoria, política y comunicación

El ejercicio de la memoria supone un trabajo productivo que al pensar el pasado entrelaza las dimensiones políticas, éticas y afectivas. Cuando la rememoración se vincula a hechos violentos y traumáticos que marcaron el pasado de una sociedad, las pugnas por imponer las formas de comprender y narrar lo que sucedió se convierten en actos políticos decisivos, ya que: “apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas” (Le Goff, 1991, p. 134). Por tanto, establecer en el ámbito público los relatos que interpretan los hechos del pasado supone la existencia de pugnas de poder entre memorias que buscan consolidarse en el espacio social. Si se piensa que las historiografías oficiales y las políticas de la memoria son el resultado de procesos de selección sobre aquello que es considerado como imprescindible a la hora de contar el pasado se puede decir que existen múltiples relatos de la memoria que han quedado excluidos, silenciados u olvidados.

Los relatos de memoria, muchas veces, viven en silencios y olvidos estatales, los cuales “lejos de ser un pacto, [son] una decisión y un proceso institucional, no social” (Vinyes, 2009, p. 26). Esto tiene consecuencias en cómo se piensan el pasado, el presente y el futuro de las sociedades. Cuando existen sucesos que marcan la vida de las colectividades, como las diferentes dictaduras en el Cono Sur, relatar las memorias no oficiales se convierte en una herramienta de búsqueda de justicia. De esta manera, las “memorias subterráneas” (Pollak, 2006) buscan emerger al espacio público de tal manera que los relatos sobre el pasado inviten a “pensar la memoria como una práctica de resistencia, como un acto de subversión” (Piper, 2009, p. 151). En este sentido, el trabajo de ASOFAMD resulta crucial a la hora de pensar el pasado de la dictadura de Banzer en Bolivia. Tras el advenimiento del periodo democrático boliviano, no existieron juicios de responsabilidades a Hugo Banzer o a sus colaboradores, su participación en la política no fue alterada y pudo permanecer como un actor impune hasta su muerte en el año 2002. Las consecuencias de su septenio fueron trágicas: más 200 muertos; más de 14 mil encarcelados sin ningún tipo de juicio; cerca de 20 mil exiliados políticos; 20 emisoras de radio intervenidas o clausuradas (Dunkerley, 2017); el régimen “secuestró a más de 30 militantes guerrilleros que hasta la fecha se encuentran desaparecidos, al menos a 15 se les aplicó la ejecución sumaria, pasaron por las celdas al menos 3.000 personas quienes sufrieron diversas formas de tortura” (Heredia, 2015, p. 55); además de un sinnúmero de víctimas en poblaciones indígenas que no pudieron establecer denuncias o relatar sus memorias. Frente a este contexto histórico, y a la impunidad que ha persistido hasta la actualidad, narrar el pasado se convierte en un trabajo que vincula la vida política, jurídica, social y personal de los protagonistas que vivieron aquella época, ya que “la violencia de la dictadura constituye un lugar de quiebra, una cicatriz de individuos y sociedad que opera como determinación de lo que somos como sociedad y de la identidad de sus víctimas directas” (Piper, 2009, p. 153).

Las dimensiones políticas y éticas en la búsqueda de la verdad a la hora de narrar el pasado, frente a un Estado que promueve el olvido y el silencio, resultan evidentes cuando se piensan en memorias subterráneas. Éstas buscan espacios donde otras formas de reflexionar sobre el pasado salgan a la luz y al debate público nuevamente. Esto supone pensar la condición de constante reflexión que tiene el pasado en los actores sociales que trabajan la memoria, como es el caso de ASOFAMD, y en las nuevas formas de interpretar lo sucedido sin que se desliguen sus bases y proyectos políticos o de sus horizontes de espera éticos. A su vez, narrar el pasado y reflexionar sobre él requiere trabajar la memoria a partir de vínculos y recuerdos afectivos, lo cuales “son constituyentes de la memoria. Tienen forma, ritmo y movimiento, son etéreos, cambiantes, están compuestos por relaciones que las configuran y que la hacen aparecer como un todo sin fisuras” (Piper, 2009, p. 154). De esta manera, las diversas manifestaciones de la memoria conjugan dimensiones políticas, afectivas y éticas, basan sus tramas narrativas desde los sentires de los protagonistas que emergen en los espacios en los cuales se vuelve a pensar el pasado y estos se traducen en proyectos políticos contemporáneos. Así, las memorias subterráneas, que emergen en el espacio público en un contexto social y político de silencio y olvido, contienen proyectos políticos actuales, que basan su acción productiva en los afectos que se generan a partir recordar y reinterpretar un pasado violento, como es el caso de la dictadura militar en Bolivia. 

Las organizaciones sociales que trabajan la memoria buscando posicionar sus proyectos y discursos en el espacio público y en el debate político a través de plataformas, materiales o acciones colectivas, como es el caso de ASOFAMD, realizan pugnas por el sentido del pasado frente a las memorias oficiales o el silencio estatal. La producción comunicacional resulta crucial para las organizaciones, ya que la necesidad existente de difundir en espacios públicos las memorias colectivas de los actores sociales involucrados es vital para “tensionar las versiones hegemónicas que imperan en un determinado orden social” (Piper, 2009, p. 151). Por ello, la producción de materiales y performances de la memoria son una herramienta de propagación de la agenda política de las organizaciones. La diversificación de producciones existente en el tiempo contemporáneo, que va desde la realización de soportes audiovisuales, happenings, puestas en escena teatrales, creaciones multimediáticas, presentaciones fotográficas, cinematográficas, sonoras, etc., permite que la sociedad civil organizada cuente con variadas formas de representar simbólicamente el pasado y poner en la esfera social debates políticos que son parte de los proyectos de los protagonistas.

La materialidad, a partir de la construcción de soportes en los cuales se narra la memoria, es importante debido a que “tiene estabilidad y fijeza en el tiempo, espacio o lenguaje, en él se depositan experiencias significativas. Hacer memoria colectiva es el proceso de localizar los recuerdos en esos objetos socialmente significativos” (Mendoza, 2014, p. 107). Así, productos comunicacionales que tengan continuidad en el tiempo son las plataformas donde las rememoraciones afectivas más cruciales y los posicionamientos ético políticos se hacen evidentes y toman vital importancia para el trabajo de la memoria. Por otra parte, las prácticas de comunicación, como las performances del recuerdo, pueden ser comprendidas como “acciones reiteradas constreñidas a ciertas normas, constructoras de identidades, en las cuales confluye, o más bien se desdibujan, los límites entre la artificialidad y lo real” (Piper, 2009, p. 155). Estas acciones públicas se desenvuelven, en muchas ocasiones, en espacios conmemorativos, los cuales proveen a los protagonistas momentos constitutivos de producción de la memoria, los cuales pueden presentar “una nueva propuesta de versión oficial/pública de ese pasado que intenta (…) redefinir el accionar futuro a partir de este constante proceso de construcción y reconstrucción de imágenes, de resemantización de los símbolos ya cargados con una historia de prácticas tradicionales” (Del Campo, 2004, p. 70). Las performances, que son parte de los repertorios de las acciones colectivas de las organizaciones, son espacios donde las dimensiones productivas siempre se renuevan, conectan con actores de otras generaciones, de otros espacios sociales, buscan nuevas formas de contar e interpretar el pasado, encuentran en las dimensiones estéticas y afectivas las bases para su contenido que es, como se estableció anteriormente, eminentemente político. Por ello, “la fuerza de los performativos deriva de su capacidad de romper con los contextos anteriores y asumir ilimitadamente otros nuevos” (Piper, 2009, p. 158-159). 

Tanto materiales como performances realizadas por ASOFAMD fueron analizadas para comprender cómo estos productos y acciones de comunicación construían la memoria colectiva de los actores sociales involucrados. A continuación, se describen el enfoque metodológico utilizado y los métodos aplicados durante la investigación.

Aproximación metodológica

Desde un enfoque cualitativo, se aplicaron dos métodos principales de recolección de información: la observación participante, que permitió establecer vínculos con el trabajo de la organización, analizar las formas endógenas de diseño y realización de acciones públicas y, por último, permitió establecer los actores que participaron de manera activa de la performance realizada durante la Larga Noche de Museos, acontecida en marzo de 2018. Este es un momento conmemorativo para la organización ya que es un evento cultural a nivel nacional que ha permitido, durante la última década, que los protagonistas recuerden la lucha y resistencia en contra de las dictaduras en Bolivia abriendo la Casa de la Memoria –espacio de trabajo de ASOFAMD- al público en general, trabajando de manera conjunta con jóvenes para la realización de puestas en escena, exposiciones artísticas, happenings, entre otros.

Por otro lado, se utilizó la revisión documental, la cual estuvo dirigida a seleccionar los materiales que habían tenido continuidad y permanencia productiva en el trabajo de ASOFAMD en la última década. De la variedad de publicaciones, dadas sus características de continuidad y estabilidad en el tiempo, fueron seleccionados los doce capítulos del programa televisivo “Enlace”, emitido por el canal Abya Yala durante los años 2014 y 2015. Este espacio televisivo permitió la participación de diversos miembros de ASOFAMD, transformando al programa en una plataforma de testimonios personales, familiares y de partidos y asociaciones civiles que hicieron frente, principalmente, al banzerato y a la dictadura de García Meza (1981-1982). A partir de la recopilación testimonial se aplicó un análisis estructural de contenido el cual busca “encontrar las representaciones culturales y sistemas de percepción del locutor en cuestión; es decir, buscar sentido, dirección y producción de sentido del contenido de los datos y las implicaciones del material interior de un sistema de sentido” (Suárez, 2003, p. 103).

Principales hallazgos

La performance del recuerdo analizada transformó un espacio convencional, como la oficina de ASOFAMD, denominada la Casa de la Memoria, en una fragmentación de relatos diversos donde cada sector diseñado hacía énfasis en aspectos específicos sobre la dictadura. La participación de jóvenes y voluntarios resulta fundamental para el trabajo de la organización ya que la guionización de la performance, su diseño y producción son gestadas por los jóvenes de ASOFAMD en coordinación con la dirección de la organización, quienes, a través de espacios dialógicos intergeneracionales con los protagonistas de la época dictatorial, el parentesco –hijos o nietos- con los mismos actores sociales y el acceso a documentación testimonial, tienen las herramientas para interpretar el pasado, teniendo como base las narraciones de los actores que vivieron las casi dos décadas de dictadura en Bolivia. Por ello, la participación de los jóvenes es una condición que abre posibilidades diversas de interpretar el pasado, presente y futuro de la sociedad.

Dada la proximidad existente entre los jóvenes y los actores y sus testimonios, existió un profundo énfasis en los microrrelatos, en los sentires, dolores y esperanzas que rodearon la lucha política y la resistencia contra la acción militar de Banzer. En este sentido, la división espacial de la Casa de la Memoria se conformó por “zonas informativas” y “zonas de reflexivas”. En las primeras estaban exposiciones que contaban las consecuencias sociales de las dictaduras. Se exhibieron fotografías de la época y materiales periodísticos publicados en la década de los 70. La segunda zona, aquella que apelaba a la reflexión de los concurrentes, tuvo el despliegue de un altar donde se mostraban fotografías de aquellas personas que murieron o sufrieron desaparición forzada; posteriormente, se presentó un mural que exhibió por primera vez en la historia de las performances de ASOFAMD las caras de los torturadores de la época del banzerato y la de García Meza. De igual forma, en el mismo espacio, se expuso la ropa recuperada de un mártir, capturado de manera ilegal, muerto en un acto de genocidio por las fuerzas militares dictatoriales; como último espacio reflexivo, se realizó una instalación de forma arbórea donde se presentaban cartas de familiares dirigidas a personas que fallecieron víctimas de asesinatos, ejecuciones sumarias o sufrieron desaparición forzada durante la dictadura de Banzer y la de García Meza. Estos espacios centraron en las narraciones sobre el pasado los afectos recopilados de los testimonios de protagonistas. Durante la performance, los relatos sobre las vivencias de quienes sufrieron las consecuencias de la etapa dictatorial fueron narrados por jóvenes y voluntarios, sin embargo, los mismos protagonistas y familiares, quienes son la fuente principal de las historias sobre el pasado, fueron participantes activos durante la acción colectiva. Así, la interacción permanente intergeneracional, generando un diálogo vivo, fundaba las bases del relato en la emotividad y los sentires, en el dolor de narrar el pasado y en la esperanza de proyectar acciones donde se haga justicia. Era un espacio para comunicar los afectos los cuales construían argumentos políticos para proyectos futuros.

En el programa televisivo “Enlace” las perspectivas diversas y múltiples se disipan y solamente quienes fueron protagonistas de la dictadura –activistas políticos y de la época y familiares cercanos- tomaron el tiempo en pantalla para contar sus testimonios, experiencias y consecuencias directas que tuvieron que vivir, tanto en términos personales como de sus entornos familiares y políticos. A diferencia de los espacios colectivos, la centralidad de los sujetos frente a su historia fue la dinámica del programa televisivo, significaba construir un soporte que permanezca en el tiempo y que contenga testimonios claves sobre el pasado. Si se puede establecer que la performance tuvo “zonas informativas y reflexivas”, el programa televisivo era un espacio de denuncia contra los crímenes de lesa humanidad cometidos durante las dictaduras de Banzer y García Meza. Explícitamente los protagonistas hicieron énfasis en las trabas judiciales, que van desde el advenimiento de la etapa democrática en Bolivia en 1983, perpetradas por sectores políticamente hegemónicos que impidieron juicios de responsabilidades, no solamente a figuras como Banzer, sino a paramilitares que cometieron torturas y asesinatos a activistas políticos.

Tanto la performance como los materiales fueron espacios de reclamo contra la impunidad que se protege bajo un Estado de silencio y olvido. Los actores sociales reconocen como urgente la importancia de conocer la verdad, que el Estado investigue la violencia gestada desde el mismo Estado. Los crímenes de lesa humanidad sufridos no han perdido su búsqueda primordial de justicia, sin embargo, ante el silencio institucional que ha promovido en Estado durante los últimos 40 años, la necesidad que tienen los protagonistas es que la sociedad conozca lo ocurrido, que se difundan las historias de los activistas políticos, estudiantes, miembros sindicales que vivieron la violencia estatal.

De esta manera, nombrar quiénes fueron las personas que buscaron ponerle fin a la dictadura y establecer un Estado democrático es, aún hoy, una pugna fundamental a la hora de narrar el pasado. La performance busco repensar cómo el orden militar, a través de un ejercicio sistemático de la violencia, ha generado consecuencias que, hasta la fecha, viven en la cotidianidad de familias las cuales, relegadas al anonimato, están heridas por un bautizo de la violencia del banzerato. Este bautismo de la violencia fue la criminalización de la protesta política, las palabras “subversivo”, “radical”, “antipatria”, “castrocomunista”, “vándalo” fueron equiparadas a todas las personas que, en un acto de resistencia a la dictadura, fueron encarceladas, asesinadas o desaparecidas. Cualquier forma de actividad política era equivalente a una actividad fuera de ley. Ante esto, los actores sociales de ASOFAMD buscan, de manera inicial, vincular la acción política gestada en el pasado con fines éticos necesarios de la época, la búsqueda de espacios democráticos, del fin de la persecución a la militancia política, del resguardo de libertades individuales y colectivas, además de tener como horizonte de espera una mejora en la sociedad boliviana. Sin embargo, a la hora de nombrar a los protagonistas de la resistencia dictatorial, la condición familiar era la que salía como fundamental, como argumento constitutivo de las acciones políticas tomadas por los protagonistas de la época. “Era una decisión de amor, de entregar la vida para que tus hijos tengan un mejor hogar” contaba Gabriela Arce, una de las activistas políticas que luchó en contra del banzerato y miembro de ASOFAMD. Este aspecto familiar y afectivo era recuperado, tanto en la performance como en los programas televisivos analizados, y se convertía en la pulsión fundamental para la construcción de objetivos políticos.

La figura de Banzer es, quizás, la mayor muestra de la herida de la impunidad que la política boliviana pudo generar en quienes vivieron la dictadura. Protegido por partidos políticos durante casi dos décadas de democracia, Hugo Banzer fue electo presidente el año 1997, fallece en 2002 y ningún juicio de responsabilidades pudo ser realizado en su contra por protecciones políticas parlamentarias y de los gobiernos de turno. En la actualidad, represores, paramilitares, militares y políticos que estuvieron al servicio de Banzer siguen en libertad y las trabas judiciales existentes en Bolivia impiden su captura. En el programa “Enlace” los testimonios apuntaban narrar los procesos de denuncia de quienes sufrieron crímenes de lesa humanidad y la ausencia de respuesta del Estado. Estas acciones, que aún no tienen contestaciones jurídicas ni acciones de reparación integral, han perpetuado la condición de dictadura de los protagonistas. El periodo de democracia, aquél por el que los actores sociales de ASOFAMD lucharon, no trajo las respuestas ni la justicia que ellos esperaron. En los testimonios se revelaba al gran deudor: el Estado, quien garantizó la continuidad de la acción política de quienes impusieron la violencia militar y relegó al silencio y al olvido a quienes lucharon por defender el país. Banzer representa todo este proceso, un pasado militar y una actualidad política que ha relegado a sus víctimas y a sus narraciones a espacios subterráneos.

Tanto las acciones de movilización, establecidas en la performance de la Larga Noche de Museos, como los testimonios establecidos en el programa “Enlace” sirvieron a ASOFAMD de plataforma para narrar e interpretar el pasado dictatorial y poner sobre la mesa sus proyectos políticos. La demanda por justicia y verdad, por reparación, que se enfatiza no es económica, sino social y política, son la agenda de objetivos políticos que tiene la organización, desde su creación, hasta ahora. Sin embargo, no son los argumentos jurídicos la base de las narraciones e interpretaciones del pasado, sino la vida afectiva, los dolores y esperanzas de los actores sociales, de las familias que intervienen en los procesos y de jóvenes voluntarios quienes en su involucramiento mantienen activa la producción de la memoria colectiva.

A modo de conclusión

Estudiar la memoria, sus formas de producción, comunicación y circulación social, requiere comprender las acciones sociales de las organizaciones. Analizar las formas de organización y las relaciones sociales existentes en asociaciones como ASOFAMD es la base para reconocer las condiciones de posibilidad productiva en el trabajo de la memoria. La organización estudiada consta de una participación de jóvenes que diseñan, producen y realizan performances de distinto tipo. Esto permite que las relaciones intergeneracionales entre los actores que vivieron el banzerato y los voluntarios y familiares jóvenes produzcan formas activas y múltiples de reinterpretar el pasado. La misma organización prioriza espacios donde los testimonios resultan cruciales para ser publicados y que tengan fuerza en su circulación social. Por ello, el programa “Enlace” se transformó en una producción material donde la permanencia y la estabilidad, además de la continuidad que tuvo, permitió convertirse en significativo para el colectivo.

Tanto la performance como los materiales fueron un espacio de denuncia y demanda política. Nombrarse, que parece el más sencillo de los procesos, supone, a su vez, reconocer quiénes son los Otros, los que ejecutaron y preservaron la violencia militar y la impunidad política. Ahora bien, estas demandas políticas tenían como base dimensiones afectivas y familiares que construían proyectos de lucha contra la impunidad, de reparación integral y de lucha por una apertura de la verdad a nivel social y político. Se trata de una comunicación que es política a la hora de interpretar y narrar el pasado y es afectiva a la hora de argumentar y explicar las bases de los horizontes de expectativa. La fuerza de las performances y de materiales que contienen en profundidad los sentires y perspectivas políticas de los actores sociales protagonistas está en la confrontación, en la subversión frente al silencio y el olvido propiciado por el Estado.

Los retos investigativos suponen conjugar los estudios y el análisis de cómo se conforman, relacionan y producen las organizaciones sociales que trabajan la memoria, ya que esto permite reconocer las posibilidades de circulación social que los trabajos de evocación comunicacional puedan tener. La importancia de estudiar los procesos de relacionamiento intergeneracional resulta imprescindible para reconocer las plataformas existentes que promueven la reinterpretación el pasado. Estudiar la memoria desde la ligazón de los afectos y los proyectos políticos resulta ineludible, más cuando se habla de un pasado violento. Ambas dimensiones, afectiva y política, son los elementos constitutivos que construyen formas de entender el pasado y proyectar los deseos y acciones futuras. Comprender el pasado permite abrir caminos de interpretación del presente y objetivos futuros, por ello, resulta un trabajo ineludible frente a Estados de silencio y olvido. El trabajo de recordar es la fuente vital de comprender en cuál sociedad se vive y qué sociedad se quiere.

Referencias

Del Campo, A. (2004). Teatralidades de la memoria: rituales de la reconciliación en el Chile de la transición. Santiago: Mosquito Comunicaciones.

Dunkerley, J. (2017). Rebelión en las venas. la lucha política en Bolivia 1952-1982. La Paz: Biblioteca del Bicentenario de Bolivia.

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Mendoza, J. (2014). La configuración de la memoria colectiva: los artefactos. Por caso, la escritura y las imágenes. Entreciencias, 103-119.

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Vinyes, R. (2009). El Estado y la memoria. Gobiernos y ciudadanos frente a los traumas de la historia. Barcelona: RBA Libros.