ISBN : 978-958-781-555-9
ISBN digital: 978-958-781-556-6

Colcha de relatos: hombres recuperando su voz

Óscar Emilio Marín Garcés

Estudiante de Maestría en Educación, línea pedagogía y diversidad cultural; licenciado en Lengua Castellana. Consultor en género y masculinidades. Miembro de la Mesa Nacional de Masculinidades y del grupo de estudio Diversity, en la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia.

emilio.marin@udea.edu.co

Resumen

Los hombres hemos tenido la voz históricamente en todos los lugares posibles. Ella está en la ciencia, la política, la economía, la educación, la guerra, y en un sinnúmero de lugares más, menos en el del ser. Hablar de nuestra masculinidad es innecesario; ha sido un hecho dado social e históricamente. Al nacer biológicamente machos se nos asignan unos roles y unas formas de relacionamiento determinadas, las cuales no podemos discutir y mucho menos abandonar, pues entraríamos en una transgresión imperdonable al deber ser de la masculinidad hegemónica. He querido propiciar espacios y posibilidades de diálogo desde el enfoque narrativo sobre las masculinidades, en plural, porque creo que no hay una sola forma de asumirnos como masculinos ni de ser hombres. Espacios para el encuentro entre pares que posibilitan trascender el hecho dado de las determinaciones biológicas y que, por medio de las narrativas, se alejen del ideal positivista, de buscar establecer una distancia entre investigador y objeto investigado, lo cual ha generado una despersonalización sistemática en la búsqueda incesante de objetividad. Estos círculos de hombres privilegian la narrativa, pues veo en ella una forma de investigación científica humanizada, que, en palabras de Bolívar Botía (2002), nos devuelve la voz a los participantes, al posibilitarnos hablar de sí mismos, sin silenciar nuestra subjetividad. En este ejercicio, “narrativas de gente y narrativas del investigador se funden productivamente para comprender la realidad social” (Bolívar Botía, 2002, p. 5), clave en el proceso de liberación, de recuperación de la voz, que Freire (1974) señala como reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo (p. 7).

Palabras clave: género, masculinidades, educación, narrativas, relatos.

Introducción

Siempre me he preguntado por las masculinidades, ¿ser o hacerse hombre?, ha sido una pregunta clave en el transcurso de mi vida. Una pregunta que, además, asedia lo dado, lo establecido por las construcciones socio-históricas frente al género. Esta pregunta pone en duda que el rudo, el que se las sabe todas y que cuenta con las capacidades necesarias para proveer, preñar y proteger se da por naturaleza.

He invitado a amigos y conocidos a hacerse la pregunta, algunas de las respuestas las conoceremos en el transcurso de esta ponencia. He realizado la pregunta luego de constatar que los hombres que hemos conversado, no tenemos la menor idea de porqué somos hombres, más allá de la tenencia de un órgano reproductor con características diferentes al de la hembra.

Para entender cómo llegué a esta puntada, será necesario que juntos desenredemos la madeja, alistemos las agujas y juntos le demos forma a una colcha de relatos que busca arropar la voz y por lo tanto el ser de los hombres.

En primer lugar hablaré de las narrativas, por qué esta apuesta y no otra en la presente investigación. Luego les invitaré a sumergirnos en lo que aporta, por así decirlo, el sistema sexo/género.; además, hablar de las bondades de los estudios de género y de estos específicamente los estudios de género de los hombres y de las masculinidades; para luego anotar la importancia que tiene para los varones, deconstruir hechos dados como el machismo o el poderlo todo. Para ello conversaremos en un relato a tres hilos, es decir, mi voz, la de otros autores y la voz de algunos hombres participantes en los círculos. Esta conversación en clave de una relación tripartita: sí mismo, otros hombres (pares) y las mujeres.

Este ejercicio investigativo busca aportar a la discusión sobre ser o hacerse hombre que mencioné al inicio de este apartado. Así mismo dejar una puntada para que juntos podamos tejer otras formas de ser y relacionarnos con y como hombres.

Metodología

Leer y hablar sobre masculinidades con otros hombres me ha permitido comprender que el encuentro circular, basado en la narrativa como enfoque y método, posibilita no solo la descripción y la interpretación, sino el ver y ser visto, escuchar y ser escuchado, interpelar y ser interpelado. Un constante ir y venir del ser y dejar ser, que involucra a todas las personas que participan en la investigación. 

La razón principal para que sea la narrativa el piso fundante del presente trabajo, tiene que ver, siguiendo a (Connelly & Clandinin, 1995) con que los “seres humanos somos organismos contadores de historias, organismos que, individual y socialmente, vivimos vidas relatadas” (pág. 11).

La investigación narrativa “ofrece un terreno dónde explorar los modos como se concibe el presente, se divisa el futuro, y -sobre todo- se conceptualizan las dimensiones intuitivas, personales, sociales y políticas de la experiencia…” (Bolívar, Domingo, & Fernández, 2001, pág. 19). Así, recuperando la voz (el relato), al contarse y ser leído, se recupera el ser.

El profesor José Ignacio Rivas (2012) asegura que cuando hablamos de investigación biográfico – narrativo hablamos de un tipo de investigación de tipo cualitativo que se interesa principalmente de las “voces” propias de los sujetos y del modo cómo expresan sus propias vivencias. (pág. 81).

Este trabajo investigativo está conformado por veinticuatro hombres, que hacemos parte de tres grupos: un primer grupo conformado por catorce jóvenes y jóvenes-adultos, ubicados en el barrio San Pedro (sector Lovaina). Aquí participamos estudiantes de grado once y estudiantes universitarios, los cuales nos encontramos dos fines de semana al mes, encuentros que son de tres horas.

Un segundo grupo conformado por cinco jóvenes estudiantes de los grados octavo y noveno de la Institución Educativa Fe y Alegría El Limonar, ubicada en el Corregimiento de San Antonio de Prado. Nos encontramos dos veces a la semana, cada encuentro de dos horas, en jornada contraria a la académica.

El tercer grupo está conformado por cuatro hombres adultos, con los que me encuentro por separado una vez al mes de manera presencial y una vez por semana de manera virtual, a través de WhatsApp, correo electrónico y Skype. A este grupo pertenecen hombres profesionales: un diseñador de modas y un maestro que viven en el barrio Bomboná. Un director de cine, ubicado en el barrio Boston y un fotógrafo que habita en barrio Villa Hermosa. Todos estos barrios, sectores y el corregimiento se encuentran geográficamente ubicados en la Ciudad de Medellín, en los estratos 2, 3 y 4.

La escuela, la familia, los medios de comunicación como agencias socializadoras; y la relación consigo, con los pares y con las mujeres detonan nuestras conversaciones y le van dando forma a nuestras biografías. Nos preguntamos por el cuerpo, por los estereotipos y prejuicios que hemos aprendido y construido. Hablamos del sistema sexo/género, de los modos de jerarquización de las actividades que histórica y socialmente hemos desarrollado hombres y mujeres.

Buscamos evidenciar los modelos de masculinidad que se han privilegiado en las agencias socializadoras que mencioné hace poco y cómo cuentan con unos dispositivos pedagógicos de género, entendidos como procedimientos sociales a través de los cuales un individuo aprende o transforma los componentes de género de su subjetividad (García Suárez, y otros, 2004) y que por tanto buscan la permanencia de los hombres en dichos modelos.

Apunto a que los relatos, la historia de vida, el grupo de discusión (entendido como círculo de hombres), el taller y la observación, respondan como técnicas, imprimiendo al trabajo investigativo reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo (Freire, La educación como práctica de la libertad, 1974)

Recuperando la voz

Investigación narrativa: una forma de hilar historias

Cuando empecé a pensar en esta ponencia, tuve en la mente la imagen de una colcha de retazos. Es un tipo de cobija que se elabora a partir de trozos de tela de diferentes colores y texturas. Estos se unen a través de la costura y, contrariamente a lo que podría resultar, dada sus diferentecias de colores y texturas, forman un mosaico armónico.

Tejer permite unir, dar formas, recuperar prendas, crear. Por lo que he visto esta imagen como posibilidad gráfica de comprender lo que sucede cuando tomamos historias variadas y las unimos a través del relato para leerlo, interpretarlo y comprenderlo.

En el relato emerge el ser, el pensarse, el hacerse, el haberse hecho y continuar haciéndose a través de la pregunta, de la relación, del toque, de la palabra. Emerge otro, que es uno mismo, uno que sin querer o queriendo se esconde detrás de los mandatos culturales y se convierte en otro. Un otro “bien enunciado pero atrapado en una mismidad que se enmascara en modos ligeros de decir, de nombrar y de mirar. Un otro anunciado pero a distancia, exento de toda relación, ignorado en su mirar, en su decir, en su respirar” (Skliar, 2003, pág. 64). Ese otro, que es uno mismo es al que quiero invitar a que emerja para reconciliarse, abrazarse, recuperarse y participar en la recuperación (la liberación diría Freire) de otros.

El objetivo de esta ruta de investigación, en la voz de (Rivas Flores, 2012) “es comprender el modo en que los sujetos construyen sus identidades en relación a los contextos socio-culturales (familiares, políticos, económicos, laborales, recreativos, etc.) en que viven” (pág. 84).

Ya he dicho que a los hombres se nos ha dado la voz en todos los lugares posibles, menos en el ser. Uno de los lugares que mencioné en el resumen de la presente ponencia, es la ciencia. La ciencia como un espacio masculino: objetivo, limpio, que busca la verdad, y privilegia una sola voz, la voz autorizada.

La investigación narrativa emprende una renuncia a este tipo de investigación, que borra el ser, que desdeña a la subjetividad que nos habita; sin realizar, como señala Van Manen, un rechazo súbito a la ciencia, sino más bien, irrumpe como un método que puede tratar las preocupaciones que normalmente quedan excluidas de la ciencia normal.

No puedo preguntarme por las masculinidades desde otro lugar, no puedo invitar a la emergencia del ser desde métodos que conviertan a los hombres en seres de papel, en cifras, e interpretaciones de un investigador alejado de las realidades. Por el contrario, pretendo escucharme y ser escuchado, a la vez que escucho a otros hombres, para que juntos podamos deconstruirnos y validar nuevas formas de relacionarnos con nosotros mismos, con nuestros pares y con las mujeres, privilegiando la equidad. De este modo, podemos darle forma a una colcha de relatos armónica, viendo en los trozos de historias diversos una ganancia.

Sistema sexo/género: el deber ser de hombres y mujeres 

Hablar del sistema sexo/género, es hablar de las asignaciones que se nos han hecho histórica y socialmente a hombres y mujeres. Rubin, citada por el profesor Hernando Muñoz (2017), advierte que este es el “conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana” (pág. 26). Es decir, si se nace con genitales de macho, se le exige que se comporte y realice las actividades que le corresponden, no otras: ‘no llore que usted es un hombre’, ‘compórtese como un varón’, ‘los hombres en la cocina, huelen a mierda de gallina’, me repitieron constantemente de niño, sin ninguna explicación.

Este sistema dicta que una hembra debe ser femenina y adelantar las labores que la cultura le asigna a su género: dulce, delicada, madre, esposa, fiel. De la misma forma, el macho tiene que ser y comportarse como masculino: fuerte, hablar recio, ser protector, desear a todas las mujeres, entre otras actividades.

He conversado con varios grupos de hombres sobre el género, pues me gusta entender cómo se da la asociación sexo/género en la vida diaria. Inicio en los grupos de hombres, preguntando si el hombre nace o se hace. Las respuestas no se hacen esperar, siempre ha habido un contundente “nace” como respuesta, apuntando a una diferenciación biológica que señalan evidente.

Joan Scott, citada por Guillermo Núñez (2016), define el género a partir de dos proposiciones interconectadas: en primer lugar, que -el género es un elemento constitutivo de las relaciones basadas en las diferencias que distinguen los sexos- (y propone considerar varias dimensiones analíticas para su estudio: los símbolos, las normas, las instituciones y la organización social y la identidad/subjetividad), y en segundo lugar, que -el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder-, esto es, que el género es el campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el poder (pág. 15).

De allí la importancia por develar las relaciones basadas en el género, entendido este como sexo. Dado que no se asume como una construcción social, sino como un hecho de la naturaleza, biológico. Es decir, si naces macho eres masculino, y cuentas con unas características biológicas y unas asignaciones (relacionales y de actuación) dadas.

Comprender el género permite pasar de creer que la forma en la que me he venido relacionando con las mujeres de manera desigual no obedece a unas características de una supuesta “naturaleza femenina”, sino a unas construcciones sociales que les ha asignado a las mujeres un lugar inapropiado.

Por lo anterior, es necesario adentrarnos a los estudios de género de los hombres y las masculinidades, los cuales realizan un aporte fundamental a estas deconstrucciones que he mencionado a lo largo de este acápite. Si bien este es uno de los términos de este tipo de trabajo o apuesta, a la par de otros como los “estudios de los hombres” o “estudios de las masculinidades”, (anteriormente “estudios de la masculinidad”, en singular), han logrado establecer en diversas tradiciones académicas en el campo de las ciencias sociales, como dan cuenta numerosos investigadores que desde 1990 vienen escribiendo en artículos, libros, capítulos de libros y tesis, entre otros.

Núñez (2016) enumera la riqueza de esta producción académica y menciona el gran número de reflexiones epistemológicas y conceptuales sobre: la “masculinidad” como objeto de estudio (Amuchástegui, 2001, 2006; Amuchástegui y Szasz, 2007; Hartog, 2006; Núñez, 2004, 2007a, 2008; Ramírez, 2006); la relación de estos trabajos con el feminismo y los estudios de género (Fernández, 2014; Minello, 2011; Núñez, 2010; Tena, 2014); los ejes temáticos de este subcampo de estudios (Ramírez, 2006; Ramírez y Uribe, 2008). (pág. 11)

La presente ponencia busca retomar el interés por estas discusiones y evidenciar cómo los estudios de género de los hombres y de las masculinidades (en plural), tienen como apuesta (objetivo) más que a los hombres o a las masculinidades, las dinámicas socioculturales y de poder (androcéntricas y/o heterosexistas) que pretenden la inscripción del género “hombre” o “masculino” y su reproducción/resistencia/transformación en los humanos biológicamente machos o socialmente “hombres” (en sus cuerpos, identidades, subjetividades, prácticas, relaciones, productos), y en la organización social toda. (Núñez Noriega, 2016, pág. 11)

A ser hombres se aprende: un relato a tres hilos

Lo que más recuerdo de mi infancia es la orden de ‘actuar como hombre’. Madre la repetía constantemente, pero no me brindaba ningún libreto. Nunca recibí un manual que me mostrara el paso a paso de la actuación masculina que me pedían.

Me dijeron que no llorara y efectivamente no lo hice. Me pidieron que fuera fuerte, y me armé de una coraza para soportar los abandonos que sufrí: papá, Alfredo, Caliche.

Como hombre me tenían que gustar todas las mujeres, honrar su belleza con piropos, ser cortés y trabajar arduamente para poderla(s) mantener.

Debía apartar de mí, todo aquello que fuera débil, suave, delicado y que se entiendiera como propio de lo femenino.

“Billy y el vestido rosa” (Fine, 1995), relata las peripecias que un chico debe vivir, luego de que su madre, antes de irse a la escuela, le pone de súbito un vestido rosa.

Billy vive el desprecio disfrazado de cuidado hacia quienes usan vestido, en este caso las mujeres, quienes ‘no tienen fuerza suficiente para mover una mesa’, ‘no deben jugar fútbol’, ni ‘ensuciar su ropa’. Su forma de escritura debe ser pulcra, como su actuar y decir en todo momento.

Billy tiene un espíritu fuerte, bastante masculino. Quiere enfrentar las normas que le exigen el atuendo, pero no puede, están tan arraigadas las palabras y las cosas que pese a querer huir, maestros y compañeros lo quieren obligar a permanecer en la casilla que le corresponde.

Cuando en los grupos de hombres leemos el texto “Rey y Rey” (de Haan & Nijland, 2004), salta el perro guardián del que habló Guillermo Núñez en una conferencia en Medellín, y que Walter Bustamante cita en su texto de (2013), el cual busca asustar a quiénes intentan o se han salido de la línea masculina.

En el grupo de estudiantes de la Institución Educativa Fe y Alegría el Limonar, leer que dos hombres podían enamorarse y vivir felices para siempre, generó muestras de asco y repulsión. Aunque en el discurso dejaban leer que ese tipo de relacionamiento era “normal” y que no les afectaba, al momento de pedirles que expresaran en dibujos lo que sintieron luego de leerlo, elaboraron emoticones que tenían que ver con asombro y asco.

El asco a las actuaciones femeninas en los hombres, se asume con un hecho natural. Los hombres no podemos, ni debemos actuar por fuera de los mandatos de rudeza y fuerza, mucho menos por fuera de la heterosexualidad. Hacerlo excluye de la colectividad masculina y causa vergüenza a quienes pretenden defenderla.

“Héctor, el hombre extraordinariamente fuerte” (Le Huche, 2011), representa todo lo correcto: es fuerte, trabaja y está enamorado de una mujer; hasta que menciona que tiene un secreto.

Cuando en los grupos de hombres trabajamos los textos de Billy y Héctor, se genera todo tipo de dudas y confusiones respecto al deber ser. No se entiende, como yo no entendía, que un hombre usara un vestido. Tampoco que un hombre fuerte como Héctor viviera solo y tuviera un secreto: tejía. Eso generó en los hombres del grupo de la Corporación Amiga Joven en Lovaina, que señalaran a Héctor, no sólo como “gay”, sino como un “gay pluma”, algo que para algunas identidades masculinas, es un agravante al hecho de ser homosexual.

Leer formas diferentes de ser hombres y asumirse como masculinos en los textos citados, y en las historias de los hombres que participamos en los diferentes grupos: no gustar del fútbol, no ser infiel, sentarse haciendo carrizo, estudiar una carrera universitaria diferente a las que se espera curse un hombre. Respetar la palabra y el ser de la mujer, escucharla y valorarla. Respetar a las personas diversas sexualmente. Evaluar y abandonar los prejuicios y estereotipos que hemos asumido como naturales, entre otras acciones de deconstrucción, permite identificar que hay otras formas de transitar el camino para llegar a ser hombres. No hay una sola forma de serlo, no hay una sola forma de asumirse y de relacionarse consigo, con los pares y con las mujeres.

Conclusiones

Hacerse hombre no es nada fácil. En todo momento tuve que estar pendiente de no salirme del deber ser. Vigilante ante cualquier asomo de pérdida de masculinidad, estando atento a no volverme una mujer.

Ese ser fuerte, decidido y seguro se fundamenta en permanecer alerta a no parecerse a lo femenino, es estar lo más alejado posible de formas que desdicen del ser hombre.

Me dio miedo pensarlo, mucho más aceptarlo. Sin embargo, es clave en la búsqueda por la liberación a la que nos invita Freire: reflexión y acción para la transformación.

Este proceso no es mágico, no es suficiente hacer un curso certificado o asistir a charlas TED. Eso quizá nos ayude a entenderlo académicamente. Lo cual podría entenderse en voz de Freire (1973), como -extensión-. Pues ante la presencia de un invasor, en este caso las discusiones frente al género en los hombres, despierta una reacción de defensa, que lleva a identificar los elementos extraños, modificándolos. Llevándolos a “una especie de baño purificador, del que resulta que aquéllos mantienen algo de su originalidad… y ganan un color nuevo, una significación nueva, que el marco cultural invadido les impone” (pág. 33).

Aquí lo políticamente correcto gana terreno. Nos convierte en hombres correctos, que no golpeamos a las mujeres pero seguimos pensando que son inferiores a nosotros. Toleramos a las personas sexualmente diversas, pero no las respetamos al no considerarlas pares, creyendo que sus actuaciones son antinaturales. Despreciamos los actos débiles de los hombres que nos rodean, asegurando que esa no es la forma de actuar correcta.

Cedemos el puesto, utilizamos el todos y todas, nos dejamos invitar de vez en cuando de alguna mujer y ayudamos a lavar los platos. Quizá tengamos algo de color rosa (o en tonos pastel) en el armario, pero el ser, continúa cimentado en apuestas hegemónicas que nos llevan a relacionamientos binarios exclusivamente.

Por el contario narrarnos, interpelarnos, leer y ser leído, mirarnos y ser vistos, permite deconstruir y construir, en un ir y venir constante del ser y dejar ser.

No podría decir que soy un hombre nuevo, creo que el proceso de liberación de las masculinidades hegemónicas, como señala Freire en Pedagogía del Oprimido, es un proceso, por eso el título de esta ponencia, “Colcha de relatos: Hombres recuperando su voz”, con un gerundio que podría asustar a los lectores más legalistas, pero que le imprime un sentido de recuperación en ejecución, constante, no finalizada.

Referencias

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