Institucional
Artes
Agosto 21, 2025

Treinta años construyendo sentido

Guillermo Gaviria
Fundador y primer Decano de la Facultad de Artes – Pontificia Universidad Javeriana

Treinta años después de la creación de la Facultad de Artes de la Pontificia Universidad Javeriana, es pertinente volver sobre las razones que justifican su existencia y su lugar dentro de la educación superior en Colombia. En un país que ha vivido profundas transformaciones sociales, políticas y culturales, la formación artística universitaria ha tenido que responder no solo a exigencias técnicas o estéticas, sino a interrogantes sobre la identidad, la memoria, la imaginación y la construcción simbólica del mundo. Enseñar arte en la universidad implica, por tanto, educar en una forma específica de conocimiento: aquella que no se limita a representar la realidad, sino que la interroga, la resignifica y la transforma. En ese sentido, sigue teniendo vigencia una antigua enseñanza recogida en el Talmud: “Si quieres entender lo invisible, mira cuidadosamente lo visible”.


La Facultad se fundó formalmente el 10 de mayo de 1995, mediante el Acuerdo No. 131 del Consejo Directivo Universitario y se inauguró el 10 de octubre del mismo año. Pero su historia comenzó mucho antes. En 1985, cuando regresaba de mis estudios en Nueva York, el Vicerrector Académico Agustín Lombana me invitó a conversar sobre las posibilidades de las artes en la Universidad. Esa conversación sembró lo que pronto sería una propuesta concreta: Hacia una ampliación y formalización de los estudios musicales en la Universidad Javeriana. Recuerdo los inicios con nitidez: clases en salones improvisados, iniciando por un garaje del Edificio Cataluña. Pero también recuerdo la convicción de quienes creíamos que una universidad como la Javeriana debía contar con una Facultad de Artes de la más alta calidad, que integrara creación, pensamiento y compromiso social. Y así fue. La llegada del padre Gerardo Arango a la Rectoría en 1989 dio un impulso decisivo. Su visión de una universidad humanista y plural nos dio el respaldo necesario para consolidar lo que ya existía en espíritu y que marcaría el inicio de un nuevo paradigma en la educación artística universitaria en Colombia.
 

¿Qué diferencia a esta Facultad? Que no fue pensada como una escuela técnica ni como réplica de modelos preexistentes. Fue concebida desde el principio como parte integral de la universidad, con el arte entendido no solo como lenguaje, oficio o sensibilidad, sino como forma totalizante del conocimiento, como mediador entre lo particular y lo universal, como base para la comprensión de los procesos históricos, sociales y culturales. La Javeriana comprendió que no bastaba con formar buenos profesionales: había que formar personas capaces de pensar el arte desde su dimensión más humana, crítica y social.

Y esto no ocurrió en el vacío. El país de los años noventa vivía un momento de transformación profunda. La Constitución de 1991 había afirmado el carácter pluriétnico y multicultural de Colombia. La sociedad pedía una educación que respondiera a esa diversidad, que promoviera el pensamiento propio, que dejara de educar “de espaldas al arte”, como decía Gabriel García Márquez. En ese contexto, la creación de la Facultad fue también una respuesta: una propuesta para la dignificación del arte como profesión, como saber, como camino para la afirmación de la identidad nacional.

                                                                              Fachada del edificio Pablo VI, lugar en el que funcionó la Facultad de Artes


En el documento titulado Consideraciones para la creación de la Facultad de Artes (1995), afirmaba que “una educación artística orientada a indagar sobre la identidad de los colombianos y a reafirmar la voluntad de asumirla plenamente se hace sentir con todo su peso”. También sostenía que el impulso de la ciencia y la tecnología, considerados indispensables para el desarrollo del país, debía ir acompañado de una política cultural que garantizara la formación integral del ser humano. Treinta años después, esa convicción sigue intacta.

¿Cuál ha sido entonces el mayor aporte de la Facultad de Artes a la sociedad? Ha contribuido a cambiar la forma en que se percibe el arte y a quienes lo ejercen. Ha abierto espacios donde antes había puertas cerradas. Ha ofrecido alternativas educativas a miles de jóvenes que no querían elegir entre “una carrera segura” y una vocación artística. Ha sido escuela, escenario, taller, foro, laboratorio. Ha hecho visibles lenguajes antes marginados, ha generado pensamiento propio, y ha sido —como se propuso desde el inicio— un lugar de creación, estudio e investigación profundamente conectado con los problemas y preguntas de nuestra sociedad.
 


Hoy, al mirar con gratitud este camino, celebro sobre todo la posibilidad que la Universidad abrió a tantos jóvenes para encontrar y desarrollar su vocación artística. Porque, como expresé en el discurso inaugural de la Facultad: “una profesión en las artes es una decisión colectiva”. Requiere del respaldo de las instituciones, del aprecio social, y de una política cultural que valore los talentos que nos permiten vivir plenamente como seres humanos.

                                                                                                                  Nuevo edificio de Artes 


A treinta años de aquella firma que dio nacimiento oficial a la Facultad, solo puedo desearle que conserve la libertad que la vio nacer. Que no pierda la vocación crítica ni el impulso transformador. Que siga formando artistas que no teman pensar y pensadores que no teman crear.