Comunidad javeriana
Homenaje
Diciembre 16, 2025

Semblanza del P. Alberto Múnera Duque, SJ

Edith González Bernal, decana de la Facultad de Teología

El padre Alberto Múnera Duque, S.J., es una figura paradigmática en el ámbito teológico, eclesiológico y social. Su trayectoria se definió por una conjunción de rigor intelectual, compromiso jesuítico (ad modum Sancti Ignatii), y una notable vocación comunicativa. Su influencia se materializa no solo a través de una copiosa producción teológica caracterizada por una "fina pluma" y claridad de pensamiento, sino también por haber actuado como un "arquitecto de la transición posconciliar en Colombia". No solo es recordado como un profesor, sino como un teólogo, maestro, y amigo que dejó una huella indeleble en la comunidad académica, particularmente en la Facultad de Teología, a la que tanto amó no de manera idealizada, sino realista: con sus conflictos, sus procesos, sus etapas, sus transformaciones. 

Como sacerdote eminente de la Compañía de Jesús, encarnó su vocación con una fidelidad singular, vivida "a la manera de san Ignacio". Esta adhesión se manifestó en un discernimiento constante, ejercido con lucidez, valentía y una profunda libertad interior. Su ministerio es reconocido como impecable, no por la ausencia de fricciones o conflictos, sino por la firmeza en su propósito primario: el cuidado meticuloso de las personas concretas: la Cura Personalis,

El concepto ignaciano de la cura personalis fue vivido por él con una seriedad y una delicadeza que definieron la vida de innumerables individuos. Demostró una capacidad excepcional para la escucha respetuosa, el acompañamiento de procesos personales y la disposición a situarse en la perspectiva del otro, asumiendo las historias individuales con seriedad, acompañando con respeto los procesos, fundamentando valores como la justicia, el compromiso y la solidaridad. 

En su faceta como teólogo, postuló axiomáticamente que el núcleo del discurso teológico reside en el Misterio de Cristo y el Misterio de la Trinidad, conforme a la manifestación de la revelación, que él identificaba intrínsecamente con el Cristo mismo, con quien Dios se ha autoidentificado. Su preocupación central era la formación de los teólogos/as, a quienes instaba a reconocer que el estudio de la disciplina no persigue primariamente el "arrobamiento de los sentidos" ni la exhortación parenética. Por el contrario, la teología exige una labor paciente que requiere la conjugación de las exigencias de la razón con la contingencia de las realidades históricas y la especificidad de la expresión literaria.

Su estilo teológico se cimentó notablemente en el pensamiento de su distinguido colega jesuita, el Padre Karl Rahner. Esta influencia posicionó su teología en una profunda consonancia con el Concilio Vaticano II, promoviendo una apertura dialógica hacia el ecumenismo, las otras religiones y el mundo circundante, manteniendo un respeto inquebrantable por las conciencias individuales.

Un concepto medular que redefinió la disciplina moral cristiana en su obra fue la Moral como Antropología Teológica. Sostuvo que cualquier ejercicio de Teología Moral debe ubicarse imperativamente en el ámbito de lo antropológico, desechando la primacía de un seguimiento normativo o reglamentario. Para él, la vida cristiana radica esencialmente en el seguimiento de Cristo, un imperativo que conlleva una transformación ontológica del cristiano hacia la condición de "otro Cristo" o hijo/a de Dios. Esta Antropología Teológica debe abordar, con respuestas extraídas de la revelación histórica de Dios en Cristo, las cuestiones fundamentales sobre el ser humano: ¿De dónde provengo?, ¿Qué me constituye como ser humano?, y ¿Cuál es mi destino?
 

Su preocupación por la formación de los profesores de escuelas rurales motivó la creación de la Facultad de Educación y específicamente al diseño del programa de Licenciatura en educación a distancia.


Promovió un enfoque que trasciende la "fría moral de escritorio," insistiendo en un discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso. En su análisis sobre el pecado, identificó una falencia histórica y teológica derivada del surgimiento de un sistema penitencial legalista que distorsionó la comprensión de la vida cristiana, concibiendo el pecado primariamente como la "violación de leyes". Haciendo eco del Vaticano II (Dei Verbum), enfatizó que Dios no reveló normas o leyes, sino a Sí mismo y Su plan salvífico. Su propuesta moral se orientó hacia una Moral de la Gracia y del Espíritu, donde la calificación moral se sustenta en la opción fundamental de la persona (dimensión ontológica) y el discernimiento de la conciencia (dimensión subjetiva), rechazando la simplificación del pecado a meros catálogos de actos o la estigmatización de la sexualidad como fuente de culpa. Creía en la primacía de la conciencia y la importancia de la libertad responsable.

La comunicación como servicio de los más necesitados

El Padre Múnera no consideraba la comunicación como un mero accesorio o un lujo, sino como un lugar teológico y pastoral intrínseco. Concibió la comunicación como el canal necesario para la democratización del conocimiento, asegurando que todos tuvieran acceso a la información y que nadie permaneciera en la ignorancia por falta de medios. Esta sensibilidad lo llevó a crear la Emisora Javeriana Estéreo y el programa “cristianismo al día” transmitido ininterrumpidamente por más de cuarenta años, para llegar a las personas con un mensaje de la Palabra de Dios, lo asumió como un apostolado que llevó el conocimiento exegético y teológico a los fieles. Igualmente, su preocupación por la formación de los profesores de escuelas rurales motivó la creación de la Facultad de Educación y específicamente al diseño del programa de Licenciatura en educación a distancia para todos aquellos profesores que estaban en las regiones y que no tenían la oportunidad de estudiar en una Universidad. Creó además la Revista Theologica Xaveriana, actualmente clasificada por Scopus Q2, como un órgano de difusión del pensamiento de teológico.   

Su método pedagógico encontró expresión en obras como los Apuntes de Teología para no Teólogos, diseñados como un ejercicio pedagógico para facilitar el acceso a los grandes temas de la disciplina a audiencias no especializadas. Estos Apuntes, fruto de su extensa experiencia docente e investigativa, se caracterizaban por su claridad y estilo, estructurando la teología en "Pasos" y "Etapas" lógicas para optimizar el aprendizaje. 

Su compromiso con los pobres fue un eje transversal en su historia, no un mero apéndice, si no como una respuesta exigida por el Evangelio en un continente marcado por el sufrimiento. Su opción por los pobres fue una forma profunda de leer la realidad y de situarse teológicamente, asegurando que su teología no traicionara el clamor de las mayorías sufrientes.


Abrió el camino a las mujeres en la teología

Un componente esencial del legado posconciliar fue su postura inequívoca sobre la reivindicación de la mujer y de lo femenino en el ámbito teológico. Reconoció públicamente que la Teología había sido históricamente un "campo vedado a la mujer". Con una clara intención de reparación histórica, afirmó la justicia de que los varones que cerraron esas puertas debieran abrirlas con un "reconocimiento humilde del error cometido". Múnera no solo abogó por la inclusión, sino que activamente posibilitó la participación femenina: fue recordado por las primeras generaciones de teólogas como el jesuita que las invitó a estudiar teología, abrió las puertas de la Facultad y proveyó becas, demostrando una confianza radical en sus capacidades.

Su reflexión teológica expuso las deficiencias de una visión eclesial históricamente masculinizada y clericalizada, la cual había generado estereotipos teológicos obsoletos. Criticó la reducción de la sexualidad femenina a la función reproductiva o la noción de la mujer como el "origen del mal y del pecado," identificando que estos prejuicios se fundamentaban en una exégesis bíblica inadecuada y en el influjo de filosofías patriarcales o dualistas. La Antropología Teológica que defendió proclama la igualdad de valor y dignidad entre el varón y la mujer sin distinción de sexo, declarando que cualquier pretensión de inferioridad o sometimiento es "abierta y extremadamente anti-cristiana". Su defensa de la "irrenunciable autonomía" de la teología facilitó el camino para el ejercicio y producción intelectual de las teólogas.

P. Luis Fernando Múnera Congote, SJ, rector de la Javeriana, y el P. Alberto Múnera, SJ, cuando recibió el título de Profesor Emérito de la Javeriana en febrero de 2025.
 

El legado del Padre Alberto Múnera Duque, SJ, es inmenso, abarcando la docencia, la investigación, la comunicación y el compromiso social. Su teología, profundamente arraigada en la tradición jesuita posconciliar, entendió la fe como un diálogo constante con la realidad. Nos enseñó que la teología es una ciencia autónoma y que es función del teólogo/a formular "nuevas propuestas" a la Iglesia. Él mismo se desempeñó como un intérprete y facilitador de las doctrinas del Magisterio, aplicando reglas hermenéuticas para su comprensión por parte del Pueblo de Dios.

Defendió el derecho a la libertad de investigación para clérigos y laicos, promoviendo la honestidad y la irrenunciable autonomía del teólogo/a, incluso cuando esto implicara un disentimiento humilde y caritativo de doctrinas no infalibles, esencial para el progreso de la disciplina. Su vida y obra convergen en un principio fundamental: la fe auténtica emana de un conocimiento sincero del cristianismo, lo cual garantiza un "aprecio infinito al ser humano sin distinción de sexos" y exige una crítica honesta de los errores históricos para avanzar hacia la justa liberación y santidad. Su compromiso con la misericordia como la plenitud de la justicia y la manifestación más luminosa de la verdad de Dios se tradujo en una caridad operante hacia el prójimo.

Su visión sinodal de la Iglesia, su defensa de la conciencia individual, y su confianza en el laicado quedan como principios rectores. Su teología invita a la comunidad académica a situarse en el punto focal del espíritu y la razón, permitiendo que el Misterio infinito se autoconstituya, con la certeza de que en ello reside la racionalidad plena. Su figura representa el verdadero Maestro, cuyo conocimiento procede de la experiencia padecida, reflexionada y hecha vida.

El padre Alberto Múnera Duque, SJ, falleció el 30 de noviembre de 2025 a sus 88 años.