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El lenguaje inclusivo no necesariamente transforma las relaciones, aporta a la justicia, desestabiliza las desigualdades o regresa la dignidad a las comunidades estigmatizadas.

Cuatro consideraciones respecto a lenguaje inclusivo

Paula Andrea Hoyos-Hernández*

En los últimos años seguramente hemos escuchado o sido interpelados por el “lenguaje inclusivo”. Algunas personas podemos estar a favor de su uso, y otras probablemente afirmarán que es innecesario o incluso, gramaticalmente artificioso. Ante ello y a propósito del Día Mundial del Idioma, quiero expresar cuatro ideas, como abrebocas para otras conversaciones posibles, que he ido construyendo a lo largo de mi camino enriquecido con otras personas, en especial desde mi lugar como mujer, madre, investigadora, profesora, psicóloga e inquieta con la habitabilidad fraterna de nuestra casa común.

Primero, el lenguaje inclusivo no necesariamente transforma las relaciones, aporta a la justicia, desestabiliza las desigualdades o regresa la dignidad a las comunidades estigmatizadas. “Usar el lenguaje inclusivo” no nos hace personas inclusivas o hace que aquellas identidades, comunidades, personas que han sido invisibilizadas, excluidas y segregadas puedan disfrutar de la casa común con oportunidades y posibilidades de construir sus proyectos de vida de manera cooperativa y desde el disfrute de sus derechos humanos.

Dos, el lenguaje inclusivo no es exclusivo de las comunidades LGBTIQ+ ni se limita a la perspectiva o enfoque de género. No obstante, se reconoce que el Feminismo y otros movimientos societales han contribuido de manera significativa a pensarnos, deconstruir y comprometernos con interacciones y expresiones gramaticales que se alejen del sexismo, el androcentrismo, y de la perpetuación de estereotipos basados en género y en las identidades sexuales. Hoy por hoy, existen una amplía gama de disciplinas, como la lingüística, la psicología, la sociología, la antropología, la filosofía , entre otras, comprometidas con el estudio del lenguaje, y los entramados de poder en los que “su uso” está inserto y las relaciones que se configuran a partir de este.

Tres, cuando hablamos de “lenguaje” no solo nos referimos a lo que podemos decir desde nuestra oralidad. El lenguaje o lenguajear, como lo afirmó el biólogo chileno, Humberto Maturana, da cuenta de las relaciones que construimos con los otros y con nosotros mismos, de la forma de habitar y ser partícipes de este mundo que habitamos; existimos en y desde el lenguaje, nos hacemos humanos desde y en él.

Cuatro, el lenguaje inclusivo aporta al reconocimiento, otorga un lugar a las personas desde sus lugares de enunciación como seres humanos en un marco subjetivo y sociocultural pluridiverso. El lenguaje inclusivo permite que podamos deconstruir los imaginarios homogenizantes, dicotómicos, establecidos de forma rígida y en singular, con pretensiones de normar y normalizar, en detrimento y devaluación de aquellos que se distancian de los modelos hegemónicos asociados al género, la clase, la etnia y la funcionalidad.

El reconocimiento implica acoger la pluridiversidad de las identidades humanas y socioculturales. No obstante, para la transformación en pro de una inclusión, nos debemos comprometer con la construcción de gramáticas relacionales, que sean cooperativas, solidarias, fraternas y compasivas. Requerimos formas de representar, interpretar y comunicar en pro de la equidad social; nuevas gramáticas que renueven los discursos, que reconozcan “otras” subjetividades posibles, existentes y emergentes, que desmonten el velo hegemónico, que acojan el dinamismo y expandan el espectro de la existencia humana y social.

Estoy convencida de la necesidad, bajo el uso del término “lenguaje inclusivo” de expandir el lenguaje, de ampliar y contener el espectro de posibilidades de quienes participamos este mundo (identidades etnicas, sexuales y de género hegemónicas y no hegemónicas, expresiones culturales, creencias espirituales y religiosas; SERES VIVOS), de robustecer las comprensiones al deshacernos de categorías que han quedado vacías y estrechas.  

*Profesora del Departamento de Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javeriana Cali