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El conocimiento se instaura en el encuentro con el otro, en el diálogo y en la interacción...

El lenguaje inclusivo: la igualdad se construye en el lenguaje

María Camila Avila*

Es común encontrarnos en la actualidad con el debate en torno a la adopción del lenguaje inclusivo, este está cada vez más presente, y en algún momento hemos podido escucharlo o discutirlo con alguien. Cuando hablamos de lenguaje inclusivo, nos referimos al uso y creación de términos que visibilicen a las distintas poblaciones que no se identifican bajo el masculino genérico actualmente implementado, con el fin de eliminar y evitar construcciones sociales sexistas, e incluir a personas que no cumplen con la normativa de género, sexo u orientación sexual, para quienes el lenguaje es clave en su autoidentificación y su inclusión en la sociedad.

Es importante ver esta propuesta a partir de la comprensión de la realidad como algo subjetivo, y del lenguaje como herramienta y condición de posibilidad. Con esto me refiero a que el conocimiento se instaura en el encuentro con el otro, en el diálogo y en la interacción, de modo que no hay tal cosa como una realidad objetiva o una verdad absoluta, sino más bien, diversas realidades construidas social, cultural e históricamente, a través de distintas prácticas y herramientas, dentro de las cuales se encuentra el lenguaje. El lenguaje, como muchas otras cosas, está socialmente construido: no existe el lenguaje como un elemento inherente al ser humano, ni como una verdad absoluta e irrefutable; se trata de un reflejo de las prácticas culturales y sociales de un determinado contexto. A través del lenguaje podemos interpretar la realidad en que vivimos, y crear nuevas formas de expresión, comunicación y relación. De este modo, resulta apenas evidente que en tanto un fenómeno sea construido, se puede deconstruir.

Una vez entendido esto, es importante comprender de dónde viene el lenguaje que se ha legitimado y establecido como “correcto” e irrevocable. Tal como las demás construcciones sociales, es un elemento que no se da en vacío, no apareció con su manual de instrucciones para ser usado. Al contrario, fue construido con un contexto de fondo, con historias, ideologías y sucesos que lo enmarcan; en este caso, se trata de un contexto patriarcal, binario y colonial.

A partir de los roles de género instaurados históricamente, se ha condicionado el papel de cada persona en términos de mujeres y hombres, limitando sus posibilidades de desenvolvimiento en la sociedad. Dentro de este modelo, es la mujer quien tiene que someterse y ser dominada por el hombre, reproduciendo así una visión heteropatriarcal y sexista de la vida en sociedad, pues no cabe la posibilidad de concebir a las personas por fuera de estos dos géneros asignados según su sexo, con las actitudes y comportamientos esperados de cada uno. Esto se perpetúa a diario a partir de la interacción y las prácticas sociales, mediadas por el lenguaje, donde se naturaliza la violencia y la desigualdad. Recordemos además que, en la época de la colonia, los europeos instauraron su cultura, su religión, su sistema de creencias y su lenguaje, el mismo lenguaje que hoy en día conocemos y reproducimos como “únicamente correcto”.

Es de esperarse entonces que el lenguaje implemente un masculino genérico, reproduciendo sesgos, perpetuando estigmas e invisibilizando a la población no heteronormativa. Se trata de un lenguaje creado casi exclusivamente por hombres y para hombres cisgénero. La RAE (Real Academia Española) es el instituto encargado de regular el uso del lenguaje, estableciendo reglas y normas con el fin de llegar a un consenso en el mundo hispanohablante, fue creada por hombres, y no fue hasta 260 años después que se integró la primera mujer; hasta la actualidad, solo hubo otras 10 mujeres aproximadamente, es decir, un 3% del total de sus miembros históricos. Actualmente, las decisiones relativas al correcto uso del lenguaje son determinadas hasta en un 80% por hombres. Es evidente que existe una participación casi nula por parte de las mujeres, de modo que resulta difícil una representación adecuada, siendo aún peor la representación en términos de diversidad sexual, religiosa, étnica o racial.

Viviendo enmarcados en una sociedad aún colonial, binaria y patriarcal, es evidente la importancia de una identidad y un reconocimiento. Las diversas identidades surgen en respuesta a la necesidad de diferenciarse de un grupo determinado, más aún en condiciones como las de la sociedad actual, en donde existe un polo dominante y una minoría, siendo esta minoría quien debe implementar la identidad como estrategia política de reconocimiento en espacios donde la institución heteronormativa y patriarcal determinan lo normal a partir de parámetros inamovibles. Estas identidades surgen con el fin de posicionarse mientras es necesario, mientras exista la desigualdad, la discriminación, y se tenga que buscar un lugar para ser tenido en cuenta.

Teniendo esto en cuenta, se abre no sólo la posibilidad, sino la necesidad de un cambio. El objetivo principal del lenguaje es expresar nuestra realidad, reflejar nuestro contexto, nuestras experiencias y los cambios inevitablemente surgen. El lenguaje evoluciona y se transforma, hace parte de su naturaleza flexible y su historicidad, y da cuenta de una sociedad que se transforma cada vez más, de las nuevas generaciones que alzan sus voces por la justicia, por la representación, por la igualdad y por una transformación real. Un lenguaje estático habla de una sociedad estática, es por esto que resulta importante la implementación de un lenguaje inclusivo, para representar la sociedad consciente y transformadora que se rehúsa a invisibilizar la otredad y a negar sus posibilidades de representación, reconocimiento y legitimación. En tanto algo sea nombrado, existe social y culturalmente, de modo que, así como construimos el lenguaje, este nos construye en la cotidianidad, generando así nuevas realidades y posibilidades de conocimiento.

Aunque es un proceso, la deconstrucción es posible, y el dejar el hábito enseñado e interiorizado implica un gran cambio a corto y largo plazo. Es una forma de hacer visible el reconocimiento de la diversidad y la profundidad de las vivencias subjetivas del género, que cada vez tienen más fuerza y merecen ser nombradas.

*Coordinadora de SemiGénero Semillero de investigación en Comunicación, género, feminismos y nuevas masculinidades