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Un estudiante-artista que pertenece a los grupos representativos culturales no se desarrolla para sí mismo. Se despliega/devela con y para otros. Y en ello, hay una posibilidad muy potente para contribuir con las diferentes estrategias de prevención de las violencias que se adelantan. 

El papel de los grupos culturales representativos en la prevención de las violencias

Consuelo Giraldo Meza

Directora del Centro de Expresión Cultural

Pontificia Universidad Javeriana, Cali

Un miembro de la comunidad universitaria que desee pertenecer a los grupos representativos culturales, debe contar con la capacidad de asumir un compromiso audaz en dos dimensiones: individual y grupal. Será una decisión libre y voluntaria, que le exigirá el mejor despliegue de sus dones y talentos artísticos para portar con orgullo la identidad institucional en diferentes escenarios y frente a públicos muy diversos. 

Considero que ser parte de un grupo representativo cultural, es un modo muy propio de Ser Javeriano a través de la danza, la música, la fotografía, el canto coral o el teatro, entre otros.  

  • Ser: en el descubrimiento y experimentación de sí mismo a través del despertar y desarrollo y de talentos personales.
  • Ser para otros: en el ejercicio de donarse continuamente a los demás, a través de presentaciones y participaciones en eventos.
  • Ser con los demás: En la comunión cotidiana que surge cuando se es parte de agrupaciones que reúnen lo mejor que tiene cada miembro para dar vida a sentires y pensares colectivos que se expresan a través de coreografías, exposiciones, obras y creaciones diversas.

Un estudiante-artista que pertenece a los grupos representativos culturales no se desarrolla para sí mismo. Se despliega/devela con y para otros. Y en ello, hay una posibilidad muy potente para contribuir con las diferentes estrategias de prevención de las violencias que se adelantan. 

Dado que hay tantas formas de violencia y discriminación naturalizadas a través de la historia; desnaturalizarlas es todo un desafío que parte de las oportunidades que podamos generar para poder ver y sentir de otros modos: con ojos, oídos y pieles renovadas. 

Los grupos culturales están plenos de experiencias en este sentido. Por la extensión reducida de este espacio de opinión, compartiré solo dos, pero valdría la pena continuar indagando en estos relatos de los grupos culturales como espacios potentes para la prevención de múltiples violencias: 

La primera experiencia es el grupo representativo de folclor Matamba. Este grupo reúne personas de diversos orígenes geográficos, con voces urbanas y rurales en las que se muestran acentos y corporalidades de las costas, las montañas, los llanos y los valles colombianos. Allí, es posible reconocer una mini-Colombia que se encuentra cada sábado a danzar juntando diversidades culturales ¿Cuántas veces los integrantes del grupo se han visto desafiados a vencer, incluso internamente, los prejuicios que se sufren por los estereotipos que se instalan sobre los colombianos de distintas regiones del país? Embajadores de nuestro país y nuestra universidad ante el mundo, nuestros estudiantes sienten, procesan, expresan, y danzan con orgullo su identidad cultural, a la vez que aprenden de otros y con otros. Son testigos y huella del compromiso apasionado y el amor necesario para sanar y entender que somos tan distintos y que (además y a pesar de ello) es posible acometer objetivos comunes elevados, mientras las faldas ondean con fuerza entre los brazos, los sombreros van y vienen, y, los pañuelos se agitan. 

Curiosamente el grupo se ha convertido en nicho para los estudiantes foráneos y originarios que se sienten familia unida por la danza. También, curiosamente es el grupo más solicitado para los eventos internacionales y por los estudiantes de intercambio, quienes ven en el grupo una maravillosa oportunidad de “sentir y gustar” nuestro País desde la práctica de sus danzas y el disfrute de sus músicas. Al final, siempre queda la sensación de que ser colombiano se siente, muy muy bien. 

La segunda experiencia que deseo compartir, es la del grupo representativo de teatro Altergesto, con su última obra: "Visceversa". Y es que, aunque es cotidiano en las prácticas teatrales tener la experiencia permanente de “ponerse en los zapatos del otro” a través de diferentes personajes y situaciones, la obra en mención, nació de preguntas concretas del grupo: ¿ser mujer es no ser hombre? ¿por qué cuando era niño no podría decir que me gustaban las muñecas? O ¿por qué cuando fui niña tuve que ocultar que quería jugar futbol? También fueron material para la obra las reflexiones personales sobre las definiciones que en el diccionario se encuentran sobre el femenino de perro, zorro, gato, entre otros.  

Esta obra en su proceso de creación colectiva, llevó a los miembros del grupo a poner sobre la mesa discusiones y reflexiones propias y sinceras sobre los estereotipos vividos e incorporados en la construcción social del género, que tocan relatos propios llenos de dolores y sarcasmos, pero también de esperanza y posibilidades. Han viajado por distintos escenarios del país y de la ciudad, y siempre encuentran resonancias en los públicos y entre pares. La obra conmueve hasta las lágrimas, hace reír a carcajadas y hace pensar, pero, sobre todo, hace sentir ¿cómo se siente la discriminación por género? ¿cómo el cuerpo se vuelve territorio de las violencias más duras? ¿cómo estas violencias se han naturalizado y transmitido de generación en generación? En cada actor, en cada persona del público algo se moviliza, porque hace mucho, y lo sabemos, que tenemos pendiente poder sentirnos tranquilos y completos por ser quienes somos, y por poderlo expresar con tranquilidad en entornos seguros. 

Cuando los grupos culturales se presentan, el público se conmueve, en el aplauso que se recibe se siembra el reconocimiento y la gratitud por esos momentos que nos mantienen, aún, humanos. En la experiencia de ver con otros ojos, de moverse de otras formas, de narrar otros relatos, está la latencia que tiembla con la posibilidad de re-nacer.