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Haciendo ciencia para todos: el caso de Monterrey, Bolívar
Edward Alejandro Díaz Rincón, periodista de Pesquisa Javeriana
La Pontificia Universidad Javeriana ha apostado por hacer ciencia para y con la gente, buscando superar la deuda histórica que la academia ha tenido en cuanto a la forma en que se realizan y comunican los avances científicos. Un claro ejemplo de ello es el proyecto titulado “Evaluación del efecto de la minería de oro sobre la calidad del agua en Monterrey, Bolívar (Colombia)”, llevado a cabo por varios investigadores javerianos, liderados por la microbióloga Claudia Campos, la abogada Vanessa Suelt y el químico Crispín Celis.
Se trata de un proyecto que aborda de manera integral los efectos negativos de la minería ilegal en la calidad del agua y de la salud pública. Es un trabajo multidisciplinar, de democratización de la ciencia y que ha dado saltos hacia la apropiación social del conocimiento con procesos de co-creación con la comunidad para el diseño de la investigación y sus posibles impactos.
Una manera diferente de hacer ciencia, poniendo en otro lugar a las comunidades
El proyecto inició en 2015 a partir de la convocatoria San Francisco Javier, que permitió realizar una visita a Monterrey, un corregimiento del municipio de Simití, en el sur de Bolívar. Durante esta exploración, y tras un arduo trabajo en laboratorio, los investigadores identificaron que, debido a la falta de tratamiento, los habitantes estaban consumiendo agua con niveles peligrosos de mercurio y otros metales pesados, lo que representaba, a largo plazo, un grave riesgo para su salud de sus habitantes.
Tras la identificación del problema, los investigadores, junto con estudiantes y la comunidad, emprendieron acciones legales para garantizar que la situación fuera escuchada y atendida. Gracias a esta iniciativa, los resultados alarmantes de los análisis se presentaron tanto ante la comunidad como ante la Alcaldía de Simití, subrayando la urgencia de encontrar una nueva fuente de agua, ya que la actual no era apta para el consumo humano.
Posteriormente, se radicó una carta ante la Procuraduría Regional de Bolívar, en la que se detallaba la crítica situación en Monterrey y se argumentaba una clara vulneración de varios derechos fundamentales. Esta denuncia fue escalada a la Procuraduría Provincial de Barrancabermeja, lo que resultó en la movilización de recursos por parte de la Alcaldía y, finalmente, en la construcción de un nuevo acueducto para la comunidad. Para ello, el acompañamiento de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Javeriana fue clave.
En función de la sostenibilidad: intercambio y co-construcción de saberes
La colaboración activa de la comunidad de Monterrey fue transversal al proyecto. Gracias a su conocimiento profundo del territorio y su experiencia trabajando en la zona, los líderes comunitarios ayudaron a identificar los puntos críticos de contaminación y diseñaron el proceso de muestreo. Esto permitió optimizar la recolección de agua en distintos momentos del año, teniendo en cuenta las variaciones en el terreno. “El conocimiento de la región puesto al servicio de la ciencia y de ellos ha sido importante”, afirma el profesor de la Facultad de Ciencias Crispin Celis.
La construcción del acueducto no garantizaba la salubridad del agua, era necesario fortalecer las capacidades de la comunidad para que tuviera elementos técnicos que les permitiera el diálogo directo con las autoridades locales. Por ello, los profesores javerianos capacitaron a miembros de la comunidad, incluidos estudiantes del colegio local, y donaron equipos, para crear un laboratorio de análisis fisicoquímico del agua, lo que les permite monitorear de manera constante del agua que consumen. Estas personas quedaron capacitadas en la recolección de muestras de agua para el laboratorio y su posterior tratamiento.
Afirma Celis que "la formación de personas de la comunidad no solo fortaleció sus capacidades, sino que también garantizó la sostenibilidad del sistema, asegurando un mejor acceso al agua potable para el corregimiento”
La apropiación social del conocimiento
Amplios debates han surgido en torno a lo que implica la apropiación social del conocimiento, pero en la comunidad científica parece haber consenso sobre algunos aspectos fundamentales: la ciencia debe ser para la gente y con la gente. Esto implica un quehacer multidisciplinario que no solo aborde problemas técnicos, sino que también fomente el diálogo con las necesidades y tradiciones de las comunidades. Se trata de una ciencia que no se quede en los laboratorios, sino que se divulgue, se comparta y, sobre todo, se democratice.
El caso de Monterrey, Bolívar, es un ejemplo claro de lo anterior, comprendiendo la ciencia como un proceso bidireccional. Marcando un cambio de paradigma, el proyecto liderado por la Universidad Javeriana no solo buscó comprender los impactos de la minería ilegal en la calidad del agua, sino que involucró a la comunidad en cada etapa del proceso. Más allá del apoyo técnico, trabajó de la mano con los saberes y tradiciones locales, reconociendo a sus habitantes como auténticos hacedores de ciencia.