Democracia como proceso de formación integral
Es un lugar común escuchar cómo tanto el estado de derecho como la democracia en Colombia están en crisis. En el primer caso, porque la ley, el orden y el respeto por las instituciones han perdido paulatinamente la confianza ciudadana y se ha ido recorriendo, producto del miedo y de la incertidumbre, un camino errático que se acerca al caos, a la anarquía y a la defensa de los intereses particulares y minúsculos sin pensar en la sociedad en general, en el bien común.
La democracia, por su parte, como decía Winston Churchill “es la peor forma de gobernar excepto todas las demás formas”, se va desdibujando en cuanto construcción colectiva. La idea del pueblo como poder soberano se ha distorsionado para dar cabida a la idea que el reclamo violento, irracional, egoísta y generador de daño y malestar general implica el ejercicio de ese “poder” ¡Qué gran equivocación! Esta manera de operar, en lugar de contribuir a la construcción de una mejor y más evolucionada sociedad, lo que hace es impedir y obstaculizar la materialización de los fines del Estado y por tanto la dignificación de hombres y mujeres.
Se ha olvidado que esa ciudadanía, condición fundamental para la consolidación y perfeccionamiento de las democracias, solo puede ser ejercida cabalmente si se tiene la capacidad para decidir autónomamente, de manera racional y a través de los mecanismos adoptados para la expresión de las voluntades de cada individuo.
Lo anterior implica que se tenga, no sólo la información pertinente, adecuada y real de las varias problemáticas que es necesario abordar, sino también que se comprenda que el juego democrático exige una continua formación cívica que se transmita de generación en generación y un permanente diálogo con autoridades e instituciones que están para servir, no para ser servidos.
En una verdadera democracia el pueblo está conformado por eternos y juiciosos estudiantes que demandan permanente formación; una que sea integral y que le permita al alumno serlo de manera continua a la vez que se va constituyendo en maestro.
En el texto “Carta de san Ignacio a un Educador” está la esencia para lograr con éxito lo que implica ese proceso de aprendizaje -en cualquier ámbito- que permitirá la formación integral del alumno. De esta manera, la construcción democrática debe entenderse como un proyecto educativo enmarcado en el humanismo. No se puede olvidar que, como sabiamente lo refiere san Ignacio en el mismo documento, se trata de lograr la formación de “personas de una manera integral, abarcando la inteligencia, voluntad, memoria y sensibilidad”.
Ahora que se acerca el proceso electoral que invita a esos ciudadanos a ejercer su poder, el más importante y definitivo en el Estado democrático de derecho, el papel que desempeñe la juventud es sustancial. A ella se le convoca señalando que es a la que le corresponde actuar decididamente para transformar ¡Es cierto! Si bien se trata de una responsabilidad que descansa en todos, lo cierto es que la juventud es el segmento poblacional que puede ejercer con más propiedad la calidad de estudiante perenne y maestro en formación. Pero ello sólo podrá hacerlo si tiene presente valores y principios tales como la solidaridad, la dignificación del ser humano y por ende de la vida en todo su esplendor.
La carga de actuar ahora que el país está desarticulado, presa de los odios y la sinrazón, puede ser asumida de mejor manera por aquellos cuya bonhomía está a flor de piel, esos que sueñan sin remilgos y sin ‘peros’ con un mañana justo, que se relacionan sin prevenciones con el prójimo; para los que no hay imposibles. Son los jóvenes los que pueden construir sin límites y no destruir por miedo; los que realmente tienen la capacidad de transformar el odio que ha atrapado los corazones de los colombianos por el amor y la ternura propia de esa edad.
Son las y los jóvenes aquellos que, si responden al llamado, pueden convertirse en los ciudadanos de alta intensidad que con tanta propiedad calificaba Guillermo O’Donnell cuando identificaba el tipo de actores que requería una verdadera democracia para serlo.