
Exploraciones de una país diverso
La Pontificia Universidad Javeriana es una institución educativa que se destaca por trabajar en la formación integral de personas preocupadas por construir, como lo establece su Misión Institucional, “una sociedad justa, sostenible, incluyente”. De forma paralela a ella, se encuentra un aspecto que es menos conocido para el público general, pero que está establecido de forma orgánica en el pensamiento javeriano: el de una institución “integrada a un país de regiones, con perspectiva global e interdisciplinar”.
La Editorial Pontificia Universidad Javeriana ha procurado ser coherente con este postulado de la filosofía de la Universidad, haciendo presencia desde hace cuatro años con la presentación de sus novedades en la agenda cultural de las ferias del libro de Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga. En su catálogo se destacan títulos que exploran la realidad de diferentes zonas de la geografía nacional, evidenciando las problemáticas de los territorios y dándole visibilidad a las investigaciones y reflexiones académicas para llegar a resoluciones de la mano con las comunidades.
Uno de los libros más recientes de la colección Encuentros, en la que se publican las tesis laureadas del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas, es un ejemplo del enfoque institucional de trabajar de la mano con la comunidad local en un territorio. Patrimonios, espacios y territorios. Óptica de la experticia y prácticas locales en Quibdó (1880-1970), escrito por Natalie Rodríguez Echeverry, profesora de la Facultad de Arquitectura y Diseño, donde está a cargo de cursos sobre historia, urbanismo e investigación, en áreas específicas de la arquitectura, el urbanismo y la archivística.
La profesora Rodríguez Echeverry llegó a la capital del departamento del Chocó como parte de un grupo de estudio sobre patrimonio material asociado específicamente a los bienes inmuebles y los centros históricos catalogados como bienes de interés cultural de la nación colombiana en la ciudad. Este grupo señalaría qué espacios debían ser catalogados como patrimonio, así como establecer políticas de manejo e intervención. A partir de su interacción con la comunidad, la profesora Rodríguez empezó a tener una lectura diferente del proceso: “Asistía entonces a la imposición de experticias en tanto miradas externas, así como protocolarias incorporaciones sobre lo local, unas y otras que entendía como maneras de anulación de otras formas o entendimientos posibles desde lo local. En este contexto, manejo de centros históricos y, por lo tanto, bienes inmuebles que, más allá de aplicar la experticia que brinda la técnica, no posibilitaban del todo entender la realidad de dichas materialidades ni mucho menos de los contextos; por ende, miradas enfocadas a validar catalogaciones previas y a determinar actualizaciones de lineamientos bajo nuevos requerimientos hegemónicos.” Escribe en la presentación de Patrimonios, espacios y territorios.
El profesor Rafael Díaz Díaz, del Departamento de Historia de la Javeriana, señala en el prólogo del libro: “La lectura convencional del patrimonio implicaba la puesta en común de una serie de discusiones, que iban desde priorizar el patrimonio meramente como monumento, hasta el reclamo de visualizar el patrimonio como parte íntegra de un territorio, de un espacio, que finalmente le da sentido y significado. Estos desafíos se hicieron tangibles cuando Natalie participó en el proceso de manejo de la Arquitectura Republicana en Quibdó. Se puede decir que allí, en ese momento, y en este contexto, nació la confección de este libro. En ese sentido, este libro es una historia biopolítica de Quibdó, capital del Departamento del Chocó. Esa ciudad, pasando del siglo XIX al XX, fue paulatinamente planeada desde una “semántica del poder”, exhibida y puesta en escena por la sucesión de “élites” blancas que encontraron en el progreso occidental y cristiano, como clases sociales iluminadas, el paradigma para desarrollar urbanísticamente la ciudad. De esta forma, se planeó y se materializó la erección de una arquitectura “pesada” y hegemónica, engranaje de una misión civilizadora que actuaría como una suerte de antídoto a la barbarie y al primitivismo imperante en la región, desde la otrora llegada de los primeros misioneros y colonos, artífices congénitos de los intentos por expurgar el mal del fanatismo, del paganismo y de la liviandad tan socorrida entre estas gentes, al decir, por ejemplo, de los discursos de muchos misioneros”.
A través de su trabajo con la comunidad quibdoseña, la profesora Rodríguez entró a estudiar y entender los tejidos y las texturas que construyen su territorio y a cuestionar las imposiciones que se hacen desde diferentes posiciones oficiales. “Quizás deba empezar anotando que el interés por llevar a cabo el presente trabajo nace de la inquietud, pero también de cierta inconformidad que, como profesional de la arquitectura que toma como campo de profundización el patrimonio cultural inmueble, me lleva a cuestionarme acerca de la manera en que se suele aproximarse a la lectura
de este. Debo aclarar, entonces, que mi formación específica en y para la intervención de aquellos denominados “monumentos arquitectónicos” me conduce, en una primera instancia, a acercarme a su comprensión, entendiéndolos como objetos enmarcados en discursos expertos y que pueden poseer atributos y características únicas, principalmente referidas a su materialidad y externalidad y, por lo tanto, con lo que estos representan, es decir, como piezas excepcionales dignas de ser asumidas bajo la denominación de monumentos.
Sin embargo, pronto esta lectura técnica entra en tensión en la medida en que me hallo o me enfrento a los contextos de implantación, así como a los grupos locales que se encuentran en directa relación con estos, esto es, encontrarme frente a objetos que, más allá de la aleatoriedad, la materialidad y la forma, hacen que cuestione las diversas relaciones que los atraviesan, constituyen y sustentan”.
A través de su trabajo con la comunidad quibdoseña, la profesora Rodríguez entró a estudiar y entender los tejidos y las texturas que construyen su territorio y a cuestionar las imposiciones que se hacen desde diferentes posiciones oficiales.
El libro de la profesora Rodríguez muestra la problemática de una comunidad que busca preservar su cultura destacando y protegiendo sus propios espacios en el territorio. Su trabajo académico, en el marco de un programa como el del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas, es un ejemplo de puente comunicativo entre las personas que habitan un territorio en las regiones y diferentes actores con los que se debe construir una sociedad más comprensiva y plural, ideas que reposan en el núcleo del pensamiento de la Javeriana.