
Formación de Liderazgo Ignaciano en tiempos de pandemia: un desafío en clave de oportunidad
El transcurso de los últimos dos años ha sido un tiempo desafiante, doloroso e inquietante para todos. Un tiempo por demás intenso, pero, sobre todo, pertinente y necesario para volver la mirada hacia lo importante, hacia lo imprescindible, permitiéndonos, seguramente, dar un paso más en el camino perenne de nuestra evolución como especie humana. Este es justamente el contexto que, como programa de formación en liderazgo ignaciano, hemos decidido acoger para poder acontecer con esperanza profunda. Y qué mejor escenario, sin duda, pues, si algo supone la vivencia de un liderazgo inspirado por la espiritualidad de san Ignacio de Loyola, es precisamente la capacidad de releernos y resignificarnos, de responder con audacia y creatividad ante los retos y desafíos que nos encontramos en el cumplimiento de esta apuesta vital por “ser más para servir mejor”.
Considerando los retos propios de la mediación virtual, en el programa Liderazgo Ignaciano Universitario Latinoamericano (LIUL) hemos tenido que potenciar nuestras más altas capacidades de creatividad e intrepidez para responder de manera pertinente en el diseño, oferta y orientación de nuestra experiencia de formación en liderazgo al estilo ignaciano, lo cual hemos logrado a partir de la identificación de posibilidades y retos por abordar, tanto en lo operativo como en el componente de Aprehendizaje propio del proceso de formación, favoreciendo así la experiencia vital de los participantes.
Hemos procurado ser acompañantes de un proceso vivo, que se encarna en la vida de personas concretas, a quienes se les ha invitado a salir al encuentro, a darse al otro desde el amor, a construir comunidad, a ser sensibles y conscientes del mundo que los rodea y los necesita en medio de diversos desafíos, especialmente en perspectiva de la actual situación de pandemia, la cual ha impactado la realidad social, política, cultural, educativa y ambiental de la sociedad, lo cual no solo posibilitó la adaptación del proceso a una formación virtual, sino que generó reflexiones profundas acerca del liderazgo Ignaciano en estos tiempos.
“Maravillosa. Esa es la palabra que describe la experiencia de formación del programa Liderazgo Ignaciano Universitario Latinoamericano. A pesar de los retos que implicó la virtualidad, fue extraordinaria la manera en la que pude sentir no solo la compañía de los demás participantes caminando conmigo este camino, sino que la experiencia me permitió tocar fibras tan profundas que le dio sentido, color, forma a como quería desarrollarme personal y profesionalmente. Reconocer al ser humano como un ser holístico y tan único, me permitió ver con nuevos ojos la humanidad”, comenta Paula Herrera, participante de la implementación 2020.
Fruto de un ejercicio permanente de reflexión y análisis acerca de los nuevos alcances de la propuesta formativa, emergieron tres acentos claves para el proceso:
Conocimiento del entorno:
Hace referencia a la posibilidad de conocer el perfil y características de los participantes, así como las condiciones físicas y espaciales en que se veían envueltos a la hora de atender su proceso de formación. Pues bien, esto impactó significativamente la experiencia.
Experiencia de mediación virtual:
La experiencia requirió establecer metodologías variadas, como el uso de plataformas digitales, la disposición de recursos audiovisuales, el trabajo sincrónico y asincrónico, tanto personal como grupal, siempre desde la novedad como un elemento transversal en el proceso.
Acompañamiento:
La capacidad de caminar junto a los otros desde lo humano, reconociendo cómo opera la gracia de Dios en cada uno desde su historia, su ser, sus deseos más profundos en medio de lo personal y lo comunitario, ha sido un elemento fundamental para el proceso de formación.
“…Desde el amor y la creatividad se crearon puentes que permitieron estar ahí para el otro sin tener que vivirlo presencialmente. Ya que el amor que Dios nos da y transmitimos, trasciende de una pantalla, un lugar, un momento, etc.”, dice Juan Felipe Marín acompañante de la implementación 2020. Así mismo, Ana Sofía Zea, también acompañante, expresó que “…entender que el acompañamiento se puede dar de distintas formas y espacios que no necesariamente requieren presencialidad. En este sentido, la creatividad de transformar espacios virtuales en íntimos, manteniendo la cercanía, se convirtió en el pan de cada día.”
Hoy, aquí y ahora, como programa de Liderazgo Ignaciano Universitario Latinoamericano, reconocemos y asumimos los signos de los tiempos con profunda determinación. Se nos propone, sin duda, un trayecto aún extenso y desafiante por recorrer, un camino que nos exige ofrecer lo mejor de cada uno de nosotros, en un constante diálogo con la realidad y permanente reflexión de lo que se requiere de un líder ignaciano para este momento, construyendo así una sociedad justa, sostenible, incluyente, democrática, solidaria y respetuosa de la dignidad humana, a la luz de nuestro inquebrantable deseo de: siempre ‘en todo amar y servir’.