Septiembre 2022 | Edición N°: 1381
Por: Hoy en la Javeriana | Dirección de Comunicaciones



Con frecuencia aparece en las redes sociales una frase de León Tolstói que, sin duda alguna, llama la atención: “Si sientes dolor, estás vivo. Si sientes el dolor de otra persona, eres un ser humano”. Ciertamente, cuando algo nos duele, física o espiritualmente, recordamos que estamos vivos: sentir es una propiedad que está asociada a la vida, a los seres vivos. Sin embargo, sentir el dolor de otro, hacerlo propio, es una característica que distingue a ciertas personas y, según lo señala la máxima citada, las exalta como ser humano.

Cuando decimos que un hombre o una mujer se destaca por su humanidad, hacemos referencia precisamente a esa condición que marca sus relaciones con los otros: los reconoce, no los ignora; los saluda y les dirige la palabra; los mira a sus ojos y los escucha; les dedica tiempo y, sobre todo, se interesa respetuosamente por su situación; toma nota de sus necesidades y busca la forma de ayudar a solucionarlas en la medida de sus posibilidades. A veces, sabe que lo único que puede hacer es ofrecer su compañía, incluso en el silencio y la distancia. Y algo más, guarda en su memoria lo que pasa con esas personas, no las olvida, hace seguimiento, porque su preocupación no es momentánea y pasajera, no es de ocasión. Esta descripción nos hace pensar en el ‘buen samaritano’, personaje protagónico de la célebre parábola de Jesús narrada en los evangelios, que es, sin la menor duda, el paradigma del ser humano.

Hemos celebrado recientemente la festividad de Pedro Claver, el santo jesuita que se hizo inmortal en Cartagena, ciudad donde fue admirable su trabajo por las personas más desfavorecidas de su tiempo. ¿Qué hizo este hombre? Algo que resultaba extraordinario en aquellos días: dedicar su tiempo al cuidado de esos miles de seres humanos esclavizados que sufrían de muchas maneras. Claver fue capaz de sentir su dolor y, ante esa absurda realidad, respondió con todo lo que tenía en sus manos: curaba sus heridas, les llevaba alimento y vestido, compartía con ellos el mensaje de esperanza que en él había echado raíces gracias a su fe.

Cuando decimos que un hombre o una mujer se destaca por su humanidad, hacemos referencia a esa condición que marca sus relaciones con los otros.

En el testimonio de Claver se refleja la solidaridad, entendida como vínculo claro y estrecho que establecemos con otra persona que vive una situación delicada, por ejemplo, cuando se encuentra en duelo y le expresamos nuestro pésame o cuando consignamos dinero en la cuenta que se abre para atender a las víctimas de una tragedia. Hacerse solidario con alguien equivale a compartir realmente sus sentimientos, sus angustias, sus pesares y hacer algo al respecto. Por esta razón, a la solidaridad se une indisolublemente la eficacia: aquello que nos conmueve, se concreta en acciones en beneficio del otro. Cabe recordar que la solidaridad de los colombianos frente a desastres naturales que han afectado a sus compatriotas siempre ha sido ejemplar.

En la reciente ceremonia en la que entregamos la Cruz San Pedro Claver a los alumnos que merecieron esta distinción universitaria, recordamos que para la palabra ‘humanidad’ se encuentran las siguientes alternativas: sensibilidad, piedad, compasión, misericordia, caridad, ternura, amor y comprensión. Entonces, hicimos notar que “todos estos términos, que dicen relación con una persona que es auténticamente humana, nos hacen pensar en el corazón y en un peligro que tenemos: que el corazón se endurezca y se convierta en un corazón de piedra, regido por la indiferencia, incapaz de palpitar y acelerar su latido, de reaccionar ante una realidad perturbadora. A esto nos referimos cuando hablamos de calidades humanas, aquellas que aseguran la dignidad de un hombre, de una mujer y, por lo tanto hacen que una persona sea querida y respetable, que sea valiosa, que sea una buena persona”.

La Javeriana ha elaborado su Proyecto Educativo sobre la base del Humanismo Cristiano, es decir, estableciendo que la persona es el punto central de un quehacer universitario que está llamado a transformar la sociedad, bajo la inspiración de los valores que proclama el Evangelio. Para nosotros, ese Humanismo tiene que ser solidario y eficaz, tiene que traducirse en servicio, en especial a las personas de esos grandes segmentos de la población que son víctimas de la injusticia y la inequidad; lo que quiere decir, por una parte, que debe considerar al otro, a los demás, que debe tener en cuenta los efectos que nuestras acciones tienen en ellos, y además que debe manifestarse en hechos concretos y no quedarse en palabras, en declaraciones y discursos.

Nosotros, en esta Universidad, tenemos un gran ejemplo de lo que significa el Humanismo solidario y eficaz. En efecto, san Pedro Claver, el javeriano de los tiempos coloniales, sintió como propio el dolor de los esclavos negros que llegaban a Cartagena, escuchó su clamor y consagró su vida, sin reservas, a su cuidado. Se trata de una opción real “por la Justicia para el Bien”, que es el camino señalado con claridad en nuestro Himno y que debemos recorrer “con alegría hasta vencer”.