Septiembre 2021 | Edición N°: 1371
Por: Ángela María Jaramillo | Coordinadora del Programa Cultura para la Paz, Vicerrectoría del Medio Universitario

Entre el 5 y el 12 de septiembre se realizó en todo el territorio nacional la trigésimo cuarta Semana por la Paz con el lema: Verdad que podemos.


Este año, el rector de la Pontificia Universidad Javeriana, P. Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J., en la apertura de la Semana por la Paz en la Javeriana, instó a buscar más y mejores caminos para la paz, a visibilizar el trabajo y compromiso constante de la Universidad con la construcción de paz en nuestro país y a decir juntos, como comunidad educativa javeriana: Verdad que podemos: reconciliarnos; cumplir los acuerdos; convivir en la diversidad; movilizarnos por los derechos; defender la vida; trabajar en fraternidad y solidaridad; desarmar palabras y acciones; conservar el medio ambiente; hacer justicia para transitar hacia la paz; escucharnos; reparar a las víctimas; ser territorios de paz; jugar y estudiar en armonía.

Es así como, desde varias unidades académicas y del Medio Universitario se organizaron diversidad de actividades con la intensión de visibilizar el trabajo que se viene realizando como aporte a la construcción de paz en y desde la Javeriana. Este año, los estudiantes participaron compartiendo el trabajo hecho en semilleros de investigación, al igual que profesores presentando libros, moderando conversatorios o como panelistas invitados.

“Abrir el corazón frente al dolor que ha dejado la guerra en los cuerpos, las mentes y los territorios en Colombia”, Gran acuerdo por la convivencia.

Por su parte, en la eucaristía presidida por el P. Ricardo Delgado, S.J., director del Centro Pastoral San Francisco Javier, pidió cultivar relaciones interpersonales basadas en el en respeto y la libertad, con un sano equilibrio de la relación entre persona y comunidad. Ya que “un desmedido acento vindicativo e individualista del respeto por el respeto termina por extinguir su aspecto comunitario, necesario para la construcción del bien común. Así también, un marcado acento en su aspecto comunitario conlleva el riesgo de deformar la libertad a través de fenómenos colectivos fácilmente manipulables por ideologías y caudillismos. Persiste el reto de hacer del respeto un instrumento que ayude a construir el tejido social libre y liberador donde todos somos responsables de nosotros mismos y de otros.”

Mesa de instalación en el Lanzamiento del Gran Acuerdo por la Convivencia. Evento realizado en la sede de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad. De izqda a dcha: Larry Sacks, director de USAID; Francisco de Roux, S.J., presidente Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad; Martha Martinez, jefe de prensa; Ángela María Jaramillo Díaz, de la Pontificia Universidad Javeriana, representante Comité de Impulso Nacional Semana por la Paz; y Carlos Ruiz Massieu, representante especial del Secretario General de la ONU.

Decálogo para la convivencia y la paz

A nivel nacional, Semana por la Paz se articuló con la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), y fruto de ese ejercicio surgieron dos grandes acciones:

La primera fue La Tulpa de la Paz, una estrategia pedagógica a través de la cual se provocaron conversaciones. Tulpa, es un vocablo indígena que significa fogón, lugar en torno al cual la comunidad se reúne a conversar o a tejer la palabra. La Tulpa gira y al detenerse señala el tipo de conversación, el territorio y el tema sobre el cual un grupo de personas conversan.

La segunda acción fue el Gran acuerdo por la convivencia, ejercicio liderado por la CEV para recuperar la experiencia de convivencia de comunidades en todo el territorio nacional, comunidades que estuvieron o siguen inmersas en situaciones de violencia y han encontrado maneras de convivir en paz, desde esas situaciones de violencia. Con estos insumos se redactó el siguiente acuerdo:

 

  1. Cuidar la vida como valor supremo en todas sus formas y manifestaciones y condenar cualquier argumento que justifique el sufrimiento de las personas y demás seres que hacen parte de la naturaleza.
  2. Abrir el corazón frente al dolor que ha dejado la guerra en los cuerpos, las mentes y los territorios en Colombia. Si hablamos de eso, si reconocemos y hacemos memoria de lo que nos pasó, podemos sanar las profundas heridas que nos ha dejado la violencia, y acoger a quienes estuvieron del lado de la guerra y hoy le apuestan a la paz.
  3. Transformar los conflictos de manera creativa y constructiva. Es necesario rechazar la violencia como forma de tramitar los conflictos, pues estos son parte del desafío de vivir en sociedad y una oportunidad para el cambio. ¡Nada se resuelve a través de la violencia!
  4. Recuperar una relación armónica con la naturaleza, reconociendo que la vida de todos depende de que la cuidemos. Esto permitirá a las futuras generaciones vivir de forma más plena, sin exponerlas a la escasez y a la lucha destructiva por los recursos.
  5. Propiciar espacios de encuentro y diálogo con quienes tenemos diferencias. Es necesario vencer el miedo que nos impide hablar con quienes piensan distinto. Reconocer que no siempre tenemos la razón, aprender a escucharnos y construir confianza es el camino para encontrar lo que nos une. El diálogo es la posibilidad de imaginar y construir un presente y un futuro compartido.
  6. Reconocer y aceptar, desde la empatía, que existen y son válidas diferentes formas de pensar, sentir y actuar. Esto hace parte de la sociedad plural en la que deseamos vivir, donde a nadie se le discrimine o excluya por ningún motivo. ¡Todas las personas tenemos la misma dignidad!
  7. Trabajar de forma colaborativa, reconocer a cada quien su liderazgo en el cambio y cumplir acuerdos. El bienestar y la prosperidad son responsabilidad de todos y cada uno; en esa tarea nos necesitamos y dependemos mutuamente. ¡Si recuperamos la confianza y la credibilidad, sumaremos una fuerza capaz de sacar al país adelante!
  8. Actuar responsablemente con todas las personas, defendiendo sus derechos como si fueran los propios. Rechazar los privilegios y los abusos de poder, porque en una democracia nadie está por encima de nadie. Así construimos una Colombia justa y equitativa.
  9. Cuidar la integridad de cada persona, en el trato y en todas las formas de comunicación. Los rumores y la desinformación son prácticas que fracturan las relaciones. El cuidado y el respeto de la dignidad fortalecen nuestros vínculos como comunidad.
  10. Potenciar la creatividad, la sensibilidad y las espiritualidades, como fuentes de cohesión e identidad. El arte, las manifestaciones culturales y los referentes éticos nos permiten alejarnos de la violencia y abrirnos a nuevas realidades. ¡Crear nos acerca a la vida!

¡No estamos condenados a la violencia, la convivencia es posible!