ISBN : 978-958-781-555-9
ISBN digital: 978-958-781-556-6

Lugares (in)comunes de la crónica: notas sobre el género en Brasil y en Colombia

Reges Schwaab

Doctor en Comunicación y Información. Profesor de la Universidade Federal de Santa Maria, Brasil. Periodista.

reges.ts@gmail.com

Resumen

Este trabajo hace parte de una investigación más amplia acerca del periodismo narrativo en América Latina. Se presenta una breve lectura sobre las formas de la crónica en sus proposiciones más importantes en Brasil y en Colombia. El texto habla brevemente de puntos de contacto y de diferenciación en la concepción, la clasificación textual y el lenguaje usados en esos géneros periodísticos. Además de ello, también sugiere identificar movimientos propios del mirar y del narrar que enmarcan el hacer del cronista en cada uno de los países. En Colombia, la crónica aparece como el género más importante, basada en el reportaje y en la mirada del cronista. También se puede percibir la fuerza estética y la tradición de los cronistas en la historia del periodismo colombiano. La mirada es igualmente un rasgo central de la composición de la crónica brasileña, todavía, generalmente sin el soporte del reportaje y basada en lo cotidiano. En Brasil, la crónica está delimitada como género propio, si se compara el contexto periodístico nacional con el de otros países. Si desde el punto de vista histórico se pueden observar algunas características compartidas, en sus formatos contemporáneos las diferencias en la producción de cada uno de los países parecen extenderse. La discusión aún camina por el cuestionamiento acerca de lugares (in)comunes de esas narrativas y posibles conversaciones futuras.

Palabras clave: periodismo, crónica, reportaje, Brasil, Colombia.

Introducción

Bajo la rúbrica del periodismo la crónica se moldea en Brasil y en Colombia en estatutos propios y alcanza la calidad de género narrativo autoral. Peculiaridades de formato conviven con las sutilezas del método, con aspectos históricos compartidos y en la participación de ese género en la lectura de las cosas del mundo. En el presente texto, el intento es reunir apuntes de investigadores del periodismo narrativo y de cronistas de cada uno de los países, sin pretensiones conclusivas, pero llamando atención para un potencial de conversación a partir de las distinciones y de los puntos de contacto sobre el tema.

Correa (2011) plantea que la crónica emerge en una zona franca que está más allá de las fronteras de ficción y de no ficción. Un examen de la historia del periodismo muestra que la crónica “es uno de los relatos más antiguos que se usaron en la prensa” (p.13), dada la tradición latinoamericana de que los grandes escritores hayan sido, alguna vez, periodistas, o por el contrario, periodistas que, tarde o temprano, se convirtieron en escritores.

El investigador recupera, para ilustrar, nombres de distintas partes y épocas, como el cubano José Martí, o el nicaragüense Ruben Darío, los brasileños Euclides da Cunha, Machado de Assis y João do Rio, los escritores testigos de la revolución mexicana, los argentinos Rodolfo Walsh y Tomás Eloy Martinez y el colombiano Gabriel García Márquez. Por esa rápida enumeración queda registrado que Brasil y Colombia se encuentran en los lugares de la crónica, en su faz clásica o modernista, además de las variaciones del trayecto. En la geografía de las narrativas más largas, todavía, tiene acentuado relieve lo que podemos llamar de crónica de reportaje (Correa, 2018), mismo que en portugués aun sea necesario pavimentar una vía de acceso a esa expresión. Las anotaciones a continuación buscan apuntar lugares de “desacuerdo” y de posibles acuerdos a respeto de la crónica entre los países.

Procedimientos

En la producción de conocimiento sobre el periodismo el principal desafío es tensionarlo como narrativa imbricada en el presente alargado. El periodismo debe ser entendido como narrativa composta por elementos que ultrapasan una dinámica de sucesivos acontecimientos, integrante de la construcción de la experiencia social, lo que invita a pensar potencialidades del trabajo de los sujetos ahí implicados.

A la luz de ese entendimiento, dos procedimientos sostienen el trabajo, parte de una investigación de post-doctorado en la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia): (a) una cartografía de la bibliografía colombiana o en lengua española sobre el periodismo narrativo; y (b) entrevistas en profundidad. La investigación bibliográfica es el método de conocer y analizar las principales contribuciones teóricas sobre determinado tema o problema (Stumpf, 2012), un tarea interpretativa que moviliza argumentos temáticos, teóricos e históricos (Hissa, 2013). La entrevista permite aproximación y sondeo de sujetos involucrados en el pensamiento y en la práctica y en buscar abarcar elaboraciones derivadas de la experiencia de los sujetos. Las entrevistas semiestructuradas tienen un direccionamiento exploratorio definido por el objetivo del estudio, flexibles para abarcar lo que es propio de cada interacción. Aquí, todavía, son menos explotadas, dada la naturaleza del texto.

Los dos ítems a continuación tratan de la crónica en su matiz clásica o modernista, de formato corto y en una perspectiva de opinión o ensayística, solamente por la designación de crónica; y de la crónica de formato largo, basada en reportería, investigación e interpretación, como crónica de reportaje, asumiendo la denominación de Correa (2018), lo que permite aproximaciones con el modelo brasilero de reportaje o reportaje especial.

En los lugares de contacto, ¿hay puntos de desacuerdo?

La crónica como género tiene origen en los folletines y nace en espacio bien determinado en el periódico, en la planta baja.1 Es uno de los géneros más antiguos a fijarse en la imprenta. De Francia, se alastró por otros países de Europa, después también acogida en Brasil. Machado de Assis, exponente del género, afirmó, en 1861, que su tarea de cronista era discutir hechos, dialogar con las noticias y comentar lo que fuese interesante, en amplia variedad de asuntos y temáticas (Yshida, 2017). Cuando los periódicos se volvieron elementos del cotidiano, Candido (1992) observa la maduración del acento brasilero, el carácter informativo y más coloquial en la expresión, en un diálogo con la poesía y el humor. También es relevante la crítica social y, a lo largo del siglo XX, la crónica pasa a ser objeto de consumo por la forma curta y simple, pero que se satisfacía el lector por medio de la interpretación. Un texto fugaz como el propio periódico del día. Sin embargo, eso no imposibilitaba el comprometimiento del cronista delante de su tiempo, como es posible observar en Machado y, por ejemplo, en el período dictatorial brasilero, sintetizando un “testigo sobre el tiempo circundante” (Dimas, 1974).

Contornos documentales y los colores del ensayo igualmente caben. Martínez (2000) encuentra en la crónica dos grandes campos combatiendo en igual peso: las armas de realidad y de la imaginación; coexisten “la destreza verbal con el lenguaje voluntariamente descuidado (2000, p. 11). Ya Melo (2003), desde Brasil, pone la crónica como ítem del periodismo de opinión y habla de ella como “relato poético de lo real”. Sea como género periodístico o literario, afirma, la crónica representa una narrativa del cotidiano muy difícil de ser realizada. Melo aun evoca sus características de composición breve y relacionada con la actualidad, a punto de solo mismo los especialistas en historiografía se acordaren del otro modo de entenderla, más antiguo, que es de una narración histórica por orden cronológica.2

En general, tiene periodicidad semanal como registro de lo que ha pasado y con redacción a cargo de escritores (de prosa o de poesía). Aunque fuera peculiar desde el final del siglo XIX, en los años 1930, el movimiento modernista en las artes la consagró como expresión marcadamente nacional. El crítico Antônio Candido (1992) destaca nombres como Mario de Andrade, Manuel Bandeira y Carlos Drummond de Andrade, después de Rubem Braga y Fernando Sabino, que ocuparon espacios creados por la proficua producción de Machado de Assis y José de Alencar en décadas anteriores. Es de Drummond la idea del descompromiso temático de la crónica, un contrapunto al peso de la gravedad de los demás temas del periódico, acogiendo, incluso, los temas inútiles, por el simple y puro deleite de fruirlos también como expresiones de la vida (Melo, 2003).

La vinculación al día a día urbano y a esa capacidad “despreocupada”, alerta Candido (1992), disimulan el talento del cronista para entrar hondo en la crítica social, reiterando su importancia en las páginas del periodismo, en libros y antologías, aunque la consideren como género literario menor. Con todo, su potencial de reinvención y lectura creativa y autoral haz con que Melo (2003) convoque el cronista Lourenço Diaféria para arrematar que no es función de la crónica ser mayor o menor, pero si despertar quien está durmiendo y fascinar el lector con palabras que le gustarían a él propio haber escrito. Para el cronista, que mantuvo una visión crítica en la escritura, la crónica debería ser entendida como un lugar en el cual se puede cultivar, dentro del periodismo, la sensación de que el mundo continúa libre.

En el caso colombiano, esa misma crónica es la modalidad clásica o también modernista, herencia literaria que toma forma de 1800 en delante, relacionada a la poesía (Correa, 2018). Detalles históricos pueden ser comprendidos a partir de Vallejo (2006). Conforme Correa (2018), esa crónica en Colombia puede ser una reelaboración literaria, como la ejerció Gabriel García Márquez en el comienzo de su trabajo periodístico, empezando como cronista modernista hasta adentrar en el terreno de la crónica de reportaje más adelante. La crónica no reporteada acepta ser un trabajo de escritorio y su tema puede surgir de cualquier parte, incluso de la falta de asunto, como sugirió el brasileiro Vinícius de Moraes (2010, p. 15): “ Se sienta él [el cronista] delante de su máquina […] busca hondo en su imaginación un fato cualquier, de preferencia recolectado en el noticiario […]. Se no hay nada, le resta el recurso de mirar en torno y esperar que, por medio de un proceso asociativo, se le surja de repente la crónica […]”.

El modo de producción, a pesar de involucrado por el tiempo y el espacio del periódico, es impulsado por la creatividad. Lourenço Diaféria localiza el hacer en el examen apurado de las noticias, sometidas al microscopio de la sensibilidad: “La crónica se hace de cenizas. De lo que sobró y de lo que se pudo aprovechar”. A lo contrario de su forma sugerir una simplificación, postula que crónicas tienen el tamaño que ocupan en nuestra imaginación.

Si la noticia puede inspirar la crónica, es también necesario ver que las ausencias igualmente alimentan esas narrativas. Un caso es el de la brasileña Eliane Brum, a quien volveremos en la aproximación con la crónica de reportaje. En el caso de la crónica del cotidiano, Scheibe (2014) argumenta que Brum rebate la “razón indolente” para producir una “razón cosmopolita”, de acoger variadas versiones de la realidad como experiencias posibles. Al presentar su primer libro de crónicas, antes publicadas en un periódico bajo el título de A vida que ninguém vê, afirma que cada pequeña vida es una Odisea a ser contada:

Es el resultado de la noticia que no estaba en el periódico. Los textos son reportajes pautados por el ejercicio de una mirada atenta a los pequeños acontecimientos, a lo que se pasa en la existencia de las personas desconocidas. Es la trayectoria de una repórter en busca de lo extraordinario en cada vida – solo aparentemente – ordinaria. Es el otro lado del periodismo estándar. (Brum, 2006).

La característica del observador atento confiere un lirismo reflexivo (Sá, 1985), la unión de razón y emoción, conformando una crónica especializada y sentimental, o crónica de exposición poética (Melo, 2003), capaz de dilatar los acontecimientos presentes al asumir en su interior una sociología de las ausencias (Scheibe, 2014). Las ocurrencias del cotidiano, en cualquier parte, comprueban el interés genuino por lo que pasa cuando nada pasa. Esa recolección de situaciones sociales es hecha por la subjetivad de los cronistas. En la crónica nacida en estas tierras, contar bien una historia ya será por sí solo bastante explicativo.

Así, la mirada atenta y la perspicacia del cronista son marcas del método que se comparte con cronistas de otras categorías. Se trata de la capacidad de trabajar con las chispas del presente, examinar lo vivido, y lanzarlo otra vez al centro del debate. Esa experimentación intelectual aquí es entendida también en la expresión del reportaje en formato de crónica, auténtica contribución latinoamericana al campo del periodismo. Según Correa (2018), la crónica modernista tiene la noticia como pretexto para hacer algo más. Ya la crónica de reportaje es contexto, por la mescla de aspectos informativos e interpretativos y por ser producto de extensa labor investigativa, más aun dentro de esa zona franca (Correa, 2011) de las mutuas fecundaciones entre periodismo y literatura.

Y en los lugares de desacuerdo, ¿hay punto en común?

En Colombia, la expresión crónica está más cercana a un trabajo cuya base es también el cotidiano, más sostenida por el aliento de la labor investigativa del reportaje. Hay un hilo que lleva a los relatos de los conquistadores, las llamadas Crónicas de Indias, pasando por el boom de los cronistas como Gabriel García Márquez y sus contemporáneos hacia la apurada y autoral producción que sigue activa en la actual generación. Lo más inmediato, en términos de asociación con el Brasil, tal vez sería lo que nos acostumbramos a nombrar como reportaje especial, llevada a cabo, en general, por reporteros expertos y con un dominio reconocido de su voz narrativa. Tales acercamientos exigen adentrar modos de decir y de hacer, permitiendo salir de propiedades limitadas para actuar en fronteras permeables, con cambios y pasajes. Hay, sin embargo, un punto a ser aun debatido: el uso o no de la primera persona como elemento diferenciador o no.

El acercamiento o soma de los términos crónica y reportaje, como sugiere Correa (2018), permite ir más allá de una mescla de los géneros de opinión e informativo en el caso de Brasil, que puede ser clave para un diálogo en torno de los marcos de esa producción narrativa en la América Latina y sus desdoblamientos en curso. El término, todavía, no será encontrado en clasificaciones de género en Brasil (Beltrão, 1980; Melo, 2003; Coutinho, 1994; Sá, 1985; Candido, 1992; Pereira, 2004). Diferente de la faz modernista, las crónicas de reportaje, son crónicas “caminadas” por el repórter (Correa, 2018). Así, por una taxonomía de los géneros textuales no habría un acuerdo. Pero, trascendida una clasificación rígida, vamos poder pensar por la organicidad que caracteriza la narrativa periodística, en especial en modalidades textuales de más aliento y temporalidad alargada.

En el caso brasilero es importante la clasificación de Beltrão (1980), que consideraba el reportaje como género interpretativo, por cierto con influencia de la gran producción de reportajes en las décadas de 1960 y 1970, cumbre de revistas como O Cruzeiro y Realidade, además del surgimiento del romance-reportaje y experiencias en libro-reportaje. Más recientemente, el reportaje pasó a ser clasificada como género informativo, junto con la nota y la noticia, en oposición al género de opinión, en el cual está la crónica (modernista/ensayística), la columna, la crítica y el editorial.

No dedicado a una clasificación, pero a una lectura contextual sobre potencias y déficits de las narrativas periodísticas, vamos encontrar en Medina (2003) un esfuerzo en marcar una visión interpretativa como trazo del periodismo. Según la autora, en el pasaje de un periodismo puramente informativo a un periodismo interpretativo, las líneas de tiempo y espacio se enriquecen. La noticia registra el inmediato. El reportaje interpretativo todavía ofrece un sentido de ese aquí en un espacio más amplio, reconstruye el ya en el antes y en el después, defiende. La investigadora argumenta que los límites del acontecer se trasladan a un acontecido atemporal o menos presente, más abierto. A través de la complementación de hechos que sitúen o interpreten el hecho nuclear, a través de la investigación histórica de antecedentes, o a través de la búsqueda de lo humano permanente en el acontecimiento inmediato, el gran reportaje es interpretación del hecho periodístico, dice.

Con esta inspiración, volviendo otra vez la mirada para la producción colombiana, es posible seguir con una costura que señala otros acercamientos. Conforme Osorio Vargas (2017), el reportaje es el método que da cuerpo al hacer y que demarca la propia epistemología del periodismo en América Latina. Para el investigador, del cruce de la crónica y del reportaje, “nacen nuevas formas de expresión que transcienden los fines exclusivamente literarios y ofrecen al lector la narración del día a día y la interpretación y la comprensión más profunda de los hechos sociales (2017, p. 28). Para él, el ojo clínico del narrador/periodista mira las realidades y las revela, por medio de su subjetividad, un cuadro social amplio: “los dos están unidos por el lenguaje, y de esa mezcla de diálogo, narración y descripción sale el mulato reportaje moderno. La crónica le ha dado mucha vitalidad” (Osorio Vargas, 2017, p. 30). Así como el cronista modernista se va al cotidiano recolectar material de trabajo, el cronista de reportaje mira “donde parece que no pasa nada, aprender a mirar de nuevo lo que ya conocemos” (p. 7). De ese modo, uno de los mayores atractivos de esta vasta producción narrativa también es leer historias que no serían noticia en estándares tradicionales.

El caso colombiano puede ser mejor comprendido por las obras de Hoyos (2013, 2015), Vallejo (2006) y Samper Pizano (2001). Junto a ellos, encontramos en Correa (2011) apoyo para pensar aspectos históricos pero, principalmente, los contornos actuales de la crónica. Según el autor, la lectura de crónicas y el estudio de su historia en la América Latina le lleva a pensar en dos géneros periodísticos, uno de ellos es la crónica, considerada su forma, estructura y modo de escrita, que se llena y se alimenta del reportaje. Correa (2018) postula que el reportaje tiene que ver con la dinámica de conseguir informaciones, “reportear”, “apurar” en el caso de Brasil, o hacer “reportería”, en se tratando de Colombia: contrastar, entrevistas, leer documentos, vivir los hechos, nutrir el diario de campo, experimentar la historia por los diferentes sentidos.

Por más que se apoye así, alerta, hay medios que irán considerar la crónica de reportaje un texto personal e interpretativo, por veces corto, en segunda escritura de la noticia, con una visión secundaria del que ya se conoce. El reportaje, por su vez, será un informe especial o especializado, con más documentación y tiempo de elaboración, vivencia del autor y desplazamientos. Para Correa (2018) ahí está lo que mejor hacen los latinoamericanos contemporáneos, refiriéndose al colombiano Alberto Salcedo Ramos, la argentina Leila Guerriero y el brasileño Fernando Moraes, detentores de gran habilidad narrativa.

Para guiar una ruta por toda esa producción narrativa, el investigador apuesta en la idea de crónica de reportaje. Este sería el auténtico género del centro y del sur del continente, con la sensibilidad y el aliento latinoamericanos, enmarcando una diferenciación de los géneros de herencia anglosajona, algunos muy puntuales como la encuesta o interwiew, la opinion y la story, o mismo hasta el relato del nuevo periodismo anglosajón. Esa es la crónica focalizada en la actuación de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo, establecida en Colombia por el escritor y periodista para incentivar la formación de nuevos cronistas, más allá de distinguir trabajos narrativos. Con objetivos semejantes está la Fundación Tomás Eloy Martinez, en Argentina. Ambos los espacios acogen y promocionan la figura del cronista contemporáneo, un reportero que viaja, que entrevista, que lee y estudia, un cronista más “formado”, consciente de firmar un trabajo más decantado. Ese interés en buscar aproximaciones con el Brasil aparece en los estudios de Correa (2017, 2018) y de Osorio Vargas (2017).

En ese sentido, en la investigación que anima los temas aquí levantados, vamos encontrar, a título de sugestión de diálogo, a partir de la idea de crónica de reportaje, dos ejemplos brasileros que permiten conjeturas futuras. Uno de ellos, en la ya consolidada revista piauí,3 que inaugura una nueva forma narrativa en el periodismo brasilero y abre espacio al trabajo de aliento interpretativo del periodista, y como ejemplo específico, el trabajo de Eliane Brum, reconocida como reportera especial que, en un momento de la carrera, firmó columnas de crónica interpretativa de la realidad brasileña, basada en reportaje, y con la intencionalidad de contar historias a partir de la escucha atenta (Mariano, 2011).

La crónica, en especial la crónica de reportaje, por lo tanto, es una tela discursiva que cruza la narración con la intención informativa sin abandonar los recursos de ficcionalización propios de la novela (Zimmerman, 2011), no en el sentido de invención, pero en la orden de su poética. Encierra aun la capacidad de resistencia y se abre como gran modo de contar las realidades latinoamericanas.

Conclusiones

Este trabajo se pretende en curso, como invitación a desconstrucciones y nuevas escritas. En ese sentido, parece necesario tener en mente lo que propuso Osorio Vargas (2017, p. 139) al subrayar el modo de producción de conocimiento acerca de periodismo y de los trazos de él en la América Latina, a partir de los recorridos narrativos que tomaron forma en su geografía: “El nacimiento del periodismo literario hispanoamericano, en manos de intelectuales excepcionales, mostró el camino de la dignificación de esta actividad, que, como construcción y práctica social, es el lugar o ámbito intelectual desde donde se conforma su teoría”.

Al hablar de la crónica, en especial en la potencialidad conceptual de la crónica de reportaje, estamos hablando de una práctica periodística de entremedio, de ese modo, miradas construidas en espacios teóricos intervalares y en los cuales periodismo y literatura sean bases importantes, sin dejar de percibir que las interfaces son más amplias. Así, podrán emerger trabajos sobre los gestos fundamentales de tan fecunda producción de los cronistas, o sea, ingresar a eses lugares y retornar con algo a ser dicho sobre sus escrituras, sus modos de mirar, de escuchar y de narrar. Por medio de la crónica, defiende Rokter (2005), es posible pensar de otra forma las prácticas discursivas, discutiendo signos de interacción entre instituciones, sociedad y formas de discurso. Leer de cerca la crónica, en sus distintas manifestaciones, es acercarse a un entendimiento de que ella es la contribución latinoamericana al pensamiento sobre el periodismo, cuya expresión máxima se encierra en la idea de periodismo narrativo como práctica, con métodos y poética propios, como un modo de ser y de pensar periodismo en el centro y sur del continente.

Referencias

Beltrão, L. (1980). Jornalismo opinativo. Porto Alegre: Sulina.

Brum, E. (2006). A vida que ninguém vê. Porto Alegre: Arquipélago Editorial.

Candido, A. (1992). A crônica: o gênero, sua fixação e suas transformações no Brasil. Campinas: Unicamp, Rio de Janeiro: Casa Rui Barbosa.

Correa, C. M. (2018). Entrevista al autor. Medellín, Colombia.

Correa, C. M. (2011). La crónica reina sin corona: periodismo y literatura, fecundaciones mutuas. Medellín: Editorial Universidad EAFIT.

Correa, C. M. (2017). Narradores del caos: las apuestas de la crónica latinoamericana contemporánea. Medellín: Editorial Universidad EAFIT.

Coutinho, A. (1994). A literatura no Brasil (vol. 6). São Paulo: Global.

Dimas, A. (1974). Ambiguidade da crônica: literatura ou jornalismo? Littera, n. 12, ano IV, set./dez, Rio de Janeiro, pp. 46-51.

Hissa, C. V. (2013). Entrenotas: compreensão de pesquisa. Belo Horizonte: UFMG.

Hoyos, J. J. (2013). Escrebiendo historias: el arte y el oficio en el periodismo. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia.

Hoyos, J. J. (2015). Sentir que es un soplo la vida (2. ed.). Medellín: Sílaba.

Mariano, A. (2011). Eliane Brum e a arte da escuta. Em Questão, v. 17, n.1, 307-322.

Martínez, T. (2000). Nada es mentira: crónicas y otros textos. Bogotá: Planeta.

Medina, C. (2003). A arte de tecer o presente, narrativa e cotidiano. São Paulo: Summus.

Melo, J. M. (2003). Jornalismo opinativo: gêneros opinativos no jornalismo brasileiro (3. ed.). Campos do Jordão: Mantiqueira.

Moraes, V. (2010). Pra viver um grande amor. São Paulo: Companhia da Letras.

Rotker, S. (2005). La invención de la crónica. México: FCE.

Osorio Vargas, R. (2017). El reportaje como metodologia del periodismo. Una polofonia de saberes. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2017.

Pereira, W. (2004). Crônica: a arte do útil e do fútil: ensaio sobre crônica no jornalismo impresso. Salvador: Calandra.

Sá, J. (1985). A crónica. São Paulo: Ática.

Samper Pizano, D. (2001). Antologia de grandes reportajes colombianos. Bogotá: Aguilar.

Scheibe, R. (2014). “A vida que ninguém vê”: as crônicas de Eliane Brum refletivas sob a ótica da sociología das ausencias. En XIII Congresso de Ciências da Comunicação na Região Norte. Belém: Intercom.

Stumpf, I. C. (2012). Pesquisa bibliográfica. En Duarte, J.; Barros, A. (coord.). Métodos e técnicas de pesquisa em comunicação (pp.51-61). São Paulo: Atlas.

Vallejo, M. (2006). A plomo herido: una crónica del periodismo en Colombia (1880-1980). Bogotá: Planeta.

Yshida, K. (2017). A crónica e o jornal: Lourenço Diaféria na Folha de S. Paulo. Temporalidades, 25, 270-282.

Zimmerman, M. et al (2011). La crónica latinoamericana como espacio de resistencia al periodismo hegemónico. Informe. Buenos Aires: Universidad Nacional de La Matanza.


1 El “rés-do-chão”(Candido, 1992).

2 En un estudio más profundizado es necesario adentrar en esa tipificación.

3 Ver: https://piaui.folha.uol.com.br. También sobre piauí ler Correa (2017).