Editorial
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Noviembre 19, 2025

Desarrollo institucional ante la IA

Luis Fernando Múnera Congote 
Rector de la Pontificia Universidad Javeriana

Tenemos en frente una época en la que lo único permanente parece ser el cambio, y para escuchar los signos de estos tiempos es preciso que desarrollemos competencias personales e institucionales que nos permitan transitar por la incertidumbre y el cambio sin dejarnos agobiar, manteniendo la mirada alta, el optimismo y la esperanza. 

Uno de esos factores de cambio son las tecnologías emergentes y, en particular, aquella que llamamos Inteligencia Artificial. ¿Cómo la Inteligencia Artificial está transformando —y transformará— la organización, el gobierno y las capacidades de las universidades?, ¿cómo están cambiando los roles académicos y administrativos, las fronteras entre facultades, los procesos de decisión y la gobernanza del conocimiento en este nuevo entorno?, ¿cómo las instituciones de educación superior están asumiendo esta transición? Las anteriores son solo tres de las múltiples preguntas que nos estamos haciendo frente a un desafío enorme para las universidades, que nacieron y se consolidaron en un mundo analógico, donde el conocimiento era escaso, concentrado, lento en su actualización, costoso de transmitir, y en el que la toma de decisiones dependía de la experiencia acumulada y de la deliberación humana. 

La historia evidencia que los grandes cambios tecnológicos no solo modifican las herramientas con las que trabajamos, sino que reconfiguran también los modos en que nos organizamos, decidimos y cooperamos. La Inteligencia Artificial, con su capacidad para procesar millones de fuentes e información a escala, modelar patrones complejos, anticipar escenarios y apoyar decisiones, irrumpe no solo como una tecnología de automatización, sino como lo que algunos han llamado una infraestructura cognitiva, que amplía y transforma tanto la capacidad humana para percibir, analizar, decidir y crear, como la racionalidad universitaria, es decir, su modo de pensar, interpretar, organizar y orientar su quehacer intelectual, formativo, social y administrativo. 

No estamos entonces ante una nueva tecnología, sino ante el desafío de integrar la Inteligencia Artificial a nuestro desarrollo institucional con responsabilidad ética y visión de futuro, conscientes como somos del alcance crítico y transversal que esta tiene en nuestras formas de conocer, enseñar, investigar, decidir y organizarnos. El término “ante” que utilizo en el título de este Editorial expresa una actitud de responsabilidad y de agencia. Implica mirar la Inteligencia Artificial de frente, no desde la fascinación ingenua ni desde el temor paralizante, supone reconocer su potencia sin delegar en ella el sentido de nuestras decisiones y significa ejercer una responsabilidad institucional de formar criterio, orientar y liderar reflexiones sobre su uso. 

Quiero llamar la atención sobre el camino recorrido recientemente por nuestra Universidad e invitar a la comunidad educativa a tener una mirada abarcadora del tema, en la que convergen las importantes orientaciones contenidas en la Política de Cultura y Desarrollo Digital (Acuerdo 762  del 10 de febrero de 2025 del Consejo Directivo Universitario); los aportes de la Jornada de Reflexión Universitaria de 2024 cuyo propósito fue explorar de qué manera la Inteligencia Artificial Generativa enriquece, limita y desafía el proyecto educativo javeriano; y las reflexiones compartidas en la Asamblea de la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas 2025, celebrada en nuestra Universidad, que enfatizaron en cómo la diversidad de contextos de nuestras universidades es una fortaleza para responder de forma conjunta y ética a la rápida incidencia de la Inteligencia Artificial en la educación superior. Resulta determinante poner a dialogar este camino recorrido con la planeación institucional 2025-2030, su propósito superior y sus megas, para que en conjunto avancemos en las transformaciones que nos demanda este nuevo entorno en el que la Inteligencia Artificial nos interpela. 

 

No estamos entonces ante una nueva tecnología, sino ante el desafío de integrar la Inteligencia Artificial a nuestro desarrollo institucional con responsabilidad ética y visión de futuro. 

 

Hoy debemos comprender que las fronteras entre unidades son cada vez más porosas, que las fortalezas académicas se van constituyendo a partir de la capacidad de interactuar con sistemas inteligentes y que las decisiones institucionales, desde la planeación financiera hasta la admisión de estudiantes, se irán apoyando en sistemas analíticos predictivos. Las universidades estábamos acostumbradas a ser lugares donde el conocimiento se generaba, se conservaba, se enseñaba y se legitimaba. El conocimiento ahora se multiplica, se produce en todas partes, circula en tiempo real y se combina en formas que ninguna disciplina puede abarcar por sí sola. Las universidades debemos transitar, entonces, hacia instituciones más adaptativas, más porosas y capaces de aprender de forma continua. Este proceso requiere de todos nosotros valentía para experimentar, humildad para aprender y visión para imaginar esa universidad que se va reconfigurando en tiempos de Inteligencia Artificial. 

La Inteligencia Artificial, como lo plantean voces reconocidas en el mundo académico, no amenaza a la universidad sino a su inercia; de ahí que sea posible imaginar una universidad que se parece más a una red de aprendizaje continuo que a una burocracia académica. Tendremos que mudar a ser una institución menos jerárquica y más reflexiva, menos centrada en departamentos y más articulada en redes, menos definida por su estructura y más por la articulación de sus capacidades. Profesores, estudiantes y administrativos hacemos parte de ese cambio y deberemos asumirlo y liderarlo con la singularidad que nos da ser una institución de inspiración jesuita y humanista, de ahí que la reflexión ética, el discernimiento y centralidad de la persona garantizarán que se preserve el sentido de la universidad como bien público y como espacio de discernimiento. 

El desarrollo institucional ante la Inteligencia Artificial implica una mirada ética porque nos hacemos responsables frente a esta transformación tecnológica; cognitiva porque requiere comprensión y posicionamiento crítico; y estratégica porque alude a nuestra capacidad de respuesta y agencia, no solo de adaptación. La Universidad reafirma así su propósito de ser un espacio donde la inteligencia, humana y artificial, se conjugan al servicio de la transformación de realidades con sentido y esperanza. Y ese desarrollo institucional ante la Inteligencia Artificial será tanto más fecundo cuanto más humana, ética y solidaria sea su orientación. Esta mirada abarcadora a la que los invito refleja el espíritu de una comunidad que no teme al cambio, sino que lo discierne, lo acompaña y lo orienta.