Compartir en las redes:

Por: psiquiatria.org.co | scielo.org.co

La ACP lamenta profundamente el fallecimiento del Dr. LUIS ALEJANDRO CÁRDENAS REYES y hace llegar a sus hijos y nietos el más sentido pesame.

VIDA Y OBRA AL SERVICIO DE LA PSIQUIATRÍA

LUIS ALEJANDRO CÁRDENAS REYES

El Profesor Luis Alejandro Cárdenas Reyes nació el 16 de mayo de 1927, en la que él llama de manera un tanto pomposa “la muy noble y leal ciudad de Santiago de Tunja”. Hijo de Rafael Cárdenas Molano y Efigenia Reyes Aguilera, fue criado en un hogar estable, armónico y cristiano, donde compartió con dos hermanas menores: Lola y Efigenia. Aprendi ó a leer, a escribir y las nociones básicas de matemáticas a los cinco años de edad, gracias a las lecciones de un tío materno. Posteriormente ingresó al colegio de Boyacá donde cursó los últimos años de primaria y el bachillerato académico, que terminó en 1944.

“Por esa época Tunja era una ciudad provincial con intensa actividad acad émica, cultural y deportiva, muy competitiva, en que nos enfrentábamos todos los nuevos miembros de la sociedad Tunjana, ya que el colegio recibía todo tipo de clases sociales: alta, media, obrera, campesina acomodada, hijos de profesionales y artesanos con quienes convivíamos, sufríamos y disfrut ábamos”.

Ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia en 1945. Terminó sus estudios en 1950 y vivio a plenitud los momentos aciagos de abril del 48. “Compartí los estudios universitarios con diversidad de compañeros de otras provincias y de la capital; con oligarcas, niños ricos y pobretones como yo; con cristianos, judíos, musulmanes, grande amalgama social de la realidad universitaria colombiana”. Estudiaba en los pasillos del Capitolio Nacional en los fríos amaneceres bogotanos y particip ó en algunas huelgas estudiantiles sin importancia ni trascendencia. Se inclinó por las disciplinas de la Medicina Interna y poco por las actividades quirúrgicas en el viejo e inolvidable Hospital de La Hortúa.

A muy temprana edad se interesó por la Psiquiatría, a partir de la lectura de la novela El médico de las locas de Javier de Montepin. Su primer contacto con esta disciplina fue en el Asilo de Locas de Bogotá, acompañando a Carlos Arteaga Camero en la elaboración de su tesis de grado. Allí conoció a los profesores Edmundo Rico, Luis Jaime Sánchez, Álvaro Villar y Ariel Dur án, entre otros. “Fue un paso relativamente corto dadas las otras exigencias académicas, pero que confirmó mi profunda vocación por la actividad psiquiátrica”.

Contrajo matrimonio con Soledad Sastoque Pulido en diciembre de 1950 y con ella viajó para cumplir con el requisito de la medicatura rural a Cunday (Tolima) donde permaneció dos años. “Además de practicar la medicina, conocí la violencia política, conviviendo con esa endemo-epidemia que ha asolado nuestra patria, pero al mismo tiempo me enteré de primera mano de las enormes necesidades de nuestra población en educación, salud, cultura y recreación”.

A su regreso a Bogotá en 1953, inició su actividad psiquiátrica formal en el Frenocomio de Varones de Sibaté, vinculándose sin nombramiento ni emolumentos durante tres años, bajo la dirección de Luis Jaime Sánchez. Simult áneamente, inició otras actividades académicas ocupando los siguientes cargos: Preparador por concurso (Medicina Legal – 1953); Interno por concurso (Clínica neurológica y psiquiátrica ” 1954); Jefe de clínica por concurso (Clínica neurológica y psiquiátrica ” 1955 y 1956); Jefe de clínica por concurso (Neurología, psiquiatría y psicosomática ” 1957 y 1958), todas ellas en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia. Además, fué médico legista y psiquiatra forense por concurso (Instituto Nacional de Medicina Legal ” 1960 a 1967), profesor de Psiquiatría Forense y Medicina Legal en las Universidades Libre de Colombia y Gran Colombia, profesor de Psiquiatría Clínica en la Facultad de Medicina del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario “donde alcanzó el grado de Profesor Emérito- y de la Pontificia Universidad Javeriana, donde es actualmente Profesor Titular.

Fue Miembro fundador y primer presidente de la Asociación de Estudios Psiquiátricos de Bogotá y Miembro fundador de la Asociación Colombiana de Psiquiatría. asistió a los primeros 25 congresos ininterrumpidamente. En 1961 presentó, junto con el Dr. Luis María Beltrán, el trabajo: Situación actual de la asistencia, docencia, prevención y otros aspectos de la psiquiatría colombiana. Fue Jefe de Consulta Externa por concurso de los hospitales psiquiátricos de la Beneficencia de Cundinamarca por 21 años continuos e intervino de manera capital en la modificación de la asistencia de los enfermos mentales de esa Institución.

Junto con Luis Jaime Sánchez, Horacio Taborda P. y Luis Carlos Taborda R., dio nuevos rumbos a la Clínica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Bogotá. Fue cofundador, con Luis Carlos Taborda R., de la Casa de Reposo del Rosario, donde se implementaron algunos métodos novedosos de atenci ón hospitalaria y ambulatoria para pacientes psicóticos.

Su existencia ha estado ligada a dos aspectos principales: la docencia y la asistencia. No hay duda que un buen número de los psiquiatras actuales nos hemos nutrido de sus conocimientos y experiencias. Él ha compartido con nosotros su vocación de servicio por el más menesteroso, el más pobre, el más desvalido. Él recreó para nosotros la “stultifera navis”, donde la locura se convierte en una realidad rampante que no puede ser ignorada. Ese momento en que enfermedad y miseria se confunden para mostrarnos “la otra psiquiatría”, la de la ignominia y el dolor.

El Doctor Cárdenas también se ha destacado como activo sindicalista y cooperativista: es miembro de ASMEDAS y de COASMEDAS. En esta última entidad fue Presidente Nacional y miembro de su Consejo Administrativo, miembro de la Junta de Vigilancia y Presidente de la Comisión Directa del Gimnasio de los Pinos. Actualmente es miembro principal de la Junta Directiva de Cundinamarca.

De su unión conyugal con Doña Soledad, quien falleció prematuramente en 1987, hubo seis hijos: Rafael (abogado), Soledad (médica psiquiatra), Amparo Eugenia (bacterióloga), Clara Inés (psicóloga clínica), Constanza (psic óloga educativa) y Luisa Marcela (enfermera jefe).

“He vivido como he planeado y en el momento actual, desde la cúspide de mi existencia, me siento satisfecho con el mundo, con la sociedad, con mi familia, con mis ancestros y sobre todo con mi yo, con mi ello y con mi superyo, así como con mis círculos bioeléctricos y con mi entorno. Seguiré existiendo hasta que mi parábola vital se complete, siguiendo mi formación y principios, sin renunciar a lo que me ha motivado siempre: la competitividad y el compartir sin condiciones con los demás”.





Compartir en las redes:

Por: Valeria Sabater |La Mente es Maravillosa.com

El padre que atiende el llanto del bebé, que lo mece, que le cambia los pañales y le enseña las primeras palabras, no está “ayudando” a la mamá, está ejerciendo el papel más maravilloso y responsable de su vida: el de la paternidad. Son sin duda matices de un lenguaje a modo de trampas disimuladas en las que caemos muy a menudo y que es necesario trasformar.

A día de hoy, y para nuestra sorpresa, seguimos escuchando a muchas personas poner en voz alta la clásica frase de “mi pareja me ayuda en el trabajo del hogar” o “yo ayudo a mi mujer en el el cuidado de los niños”Es como si las tareas y responsabilidades de una casa y de una familia tuvieran patrimonio, un sello distintivo asociado al género y del cual aún no nos hemos desprendido del todo en nuestros esquemas de pensamiento.

“Padre no es el que da la vida, padre es el que nos educa con amor”

La figura del padre es igual de relevante que la de una madre. Queda claro, no obstante, que el primer vínculo de apego del recién nacido durante los primeros meses se centra en la figura materna. Sin embargo, en la actualidad, la clásica imagen del progenitor donde se focalizaba la férrea autoridad y el sustento básico del hogar ya no se sostiene y debe ser invalidada.

Debemos dar fin al caduco esquema patriarcal donde las tareas se sexualizan en rosa y azul, con el fin de propiciar cambios reales en nuestra sociedad. Para ello, debemos sembrar el cambio en el ámbito privado de nuestros hogares y, ante todo, en nuestro lenguaje.

Porque el papá “no ayuda”, no es alguien que pasa por casa y aligera el trabajo de su pareja de vez en cuando. Un padre es alguien que sabe estar presente, que ama, que cuida y se responsabiliza de aquello que da sentido a su vida: su familia.

El cerebro de los hombres durante la crianza

Algo que todos sabemos es que el cerebro de las mamás experimentan asombrosos cambios durante la crianza de un bebé. El propio embarazo, la lactancia así como el cuidado cotidiano del niño favorecen una reestructuración cerebral con fines adaptativos. Es algo asombroso. No solo se incrementa la oxitocina, sino que la sinapsis neuronal cambia para aumentar la sensibilidad y la percepción con el fin de que la mujer pueda reconocer el estado emocional de su bebé.

Ahora bien… ¿y qué ocurre con el padre? ¿Es quizá un mero espectador biológicamente inmune a a dicho acontecimiento? En absoluto, es más, el cerebro de los hombres también cambia, y lo hace de un modo sencillamente espectacular. Según un estudiollevado a cabo en el” Centro de Ciencias del Cerebro Gonda de la Universidad de Bar-Ilan”, si un hombre ejerce un papel primario en el cuidado de su bebé experimenta el mismo cambio neuronal que una mujer.

A través de diversos escáneres cerebrales, efectuados tanto en padres heterosexuales como en homosexuales, pudo verse que la actividad de sus amígdalas era 5 veces más intensa de lo normal. Esta estructura se relaciona con la advertencia del peligro y una mayor sensibilidad al mundo emocional de los bebés.

Asimismo, y este dato puede sorprender a más de uno/a, el nivel de oxitocina segredado por un padre que ejerce el rol de cuidador primario es igual al de una mujer que cumple también su papel como madre. Todo ello nos revela algo que ya sabíamos: un padre puede relacionarse con sus hijos al mismo nivel emocional que la madre.

La paternidad y la maternidad responsable

Hay padres que no saben estar presentes. Hay madres tóxicas, padres maravillosos que crían a sus hijos en soledad y mamás extraordinarias que dejan huellas imborrables en el corazón de sus niños. Criar a un hijo es todo un desafío para el que algunos/as no están preparados y que muchos otros afrontan como el reto más enriquecedor de sus vidas.

“Hombres y mujeres deben sentirse libres de ser fuertes. Es hora de que veamos a los géneros como un conjunto, no como un juego de polos opuestos. Debemos parar de desafiarnos los unos a los otros”
-Discurso de Emma Watson en la ONU-

Con ello queremos dejar claro un aspecto: la buena paternidad y la buena maternidad no sabe de sexos, sino de personas. Aún más, cada pareja es muy consciente de sus propias necesidades y llevará a cabo las tareas de crianza y atención en base a sus características. Es decir, son sus propios miembros quienes establecen el reparto y las responsabilidades del hogar en base a la disponibilidad.

El llegar a acuerdos, el ser cómplices uno del otro y el tener claro que el cuidado de los hijos es responsabilidad mutua y no exclusividad de uno solo creará esa armonía favorecedora en la que el niño crecerá en felicidad teniendo ante todo un buen ejemplo.

Asimismo, y más allá de los grandes esfuerzos que cada familia lleva a cabo en el seno de su propio hogar, es necesario que también la sociedad sea sensible a ese tipo de lenguaje que alimenta las etiquetas sexistas y los estereotipos.

Las mamás que continúan con su carrera profesional y que luchan por tener una posición en la sociedad, no son “malas madres” ni descuidan a sus hijos. Por su parte, los papás que dan el biberón, que buscan remedios para los cólicos de sus bebés, que van a comprar pañales o bañan cada noche a los niños no están ayudando: ejercen su paternidad.





Compartir en las redes:

Por: Piedad Bonnett |El Espectador.com

EN COLOMBIA, SÓLO UNA DE CADA DIEZ PERSONAS RECIBE TRATAMIENTO

La escritora Piedad Bonnett hace una reflexión sobre una de las enfermedades que más afectan a las personas jóvenes. La Organización Mundial de la Salud lanzó la campaña “Hablemos de depresión” en 2017.

El solo hecho de saber que la edad de personas afectadas por depresión es cada vez más temprana, debería alarmarnos. Si bien la media indica que es más fácil sufrir un primer episodio depresivo entre los 19 y los 39 años, sabemos que cada vez más los adolescentes, a veces casi niños, pueden sentirse deprimidos. Y no en el sentido coloquial del término, ese que usamos a la ligera para exagerar nuestra tristeza o frustración, sino en su verdadera acepción, la de enfermedad mental que a menudo incapacita a la persona o la puede llevar a la muerte. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 332 millones de personas padecen depresión en el mundo; de ellas, 788.000 mueren, casi todas por suicidio. Se calcula que para el 2020 esta será la enfermedad más frecuente en el mundo, superando las cifras de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.

Que la depresión es una enfermedad hay que reafirmarlo, porque uno de los problemas que explican por qué el porcentaje de pacientes que recibe tratamiento es bajísimo (en Colombia, una de cada diez personas), es que por tratarse de un trastorno del estado de ánimo se la subvalora y se cree que a punta de voluntad se puede superar. Expresiones como “Debes sobreponerte” o “Pero si lo tienes todo” equivalen en esas circunstancias a aumentar el martirio de quien la padece. El mismo enfermo puede tratar de convencerse de que no se trata de una depresión verdadera o, lo que es peor, puede intentar ocultar su mal a los demás por miedo a ser juzgado de débil o de loco, o por temor a perder su trabajo, a afectar una relación, a ser excluido de su grupo social. Porque, como bien escribió Susan Sontag en La enfermedad y sus metáforas, hay enfermedades que cargan, además del sufrimiento que ya les es inherente, con el peso de que son interpretadas como malditas o denigrantes o innombrables. La lepra, la tuberculosis, el cáncer, son algunos de sus ejemplos. A estas, por supuesto, podemos sumar las enfermedades mentales, estigmatizadas desde siempre y temidas por el entorno. La misma Sontag nos dice que hay que dejar de nombrar –u ocultar– ciertas enfermedades como si fueran “un animal de rapiña, perverso e invencible”. La solución, en cambio, está “en rectificar la idea que tienen de ella, desmitificándola”. Y por esto la OMS ha dedicado este año, y especialmente el Día Mundial de la Salud que se celebrará dentro de un mes, para pensar en la depresión cada día que pasa, para destruir el estigma.

El que jamás ha padecido depresión no puede ni siquiera imaginar la intensidad de sus síntomas: falta de interés en la vida, ausencia de apetito, sentimiento de culpa y baja autoestima (“no sirvo para nada”, “soy un fracaso”) ,insomnio, pérdida de peso, ralentización del movimiento, poca resistencia al ruido, aislamiento e ideación suicida. El desarreglo sicológico hace, además, que la persona aumente la conciencia de sí misma y por tanto esté mirando obsesivamente sus sensaciones a fin de determinar si está mejor o peor. Y a eso puede sumarse despertar angustiado en la madrugada, náuseas, sudoración, miedos, porque a menudo la depresión va acompañada de ansiedad. Todo esto se debe, según investigaciones médicas, a que la persona deprimida está produciendo en demasía una sustancia llamada cortisol, es decir, está sufriendo cambios bioquímicos que producen estas consecuencias.

Ahora bien: aunque esto es así, y hay evidencias de que hay factores genéticos que inciden en la depresión, esta incidencia no parece ser superior al 16 %. En cambio, hay unos elementos desencadenantes que tienen que ver con el entorno o con conductas aprendidas, con falencias adaptativas. De la historia personal de los pacientes debe ocuparse el médico especialista. Pero en cambio, todos estamos obligados a preguntarnos sobre las causas sociales del aumento de la depresión: ¿Qué es lo que nos está pasando? ¿Podemos prevenir los estados depresivos, reflexionar sobre los factores culturales que los desencadenan?

Tres son sus víctimas mayoritarias: los adolescentes, las mujeres, los ancianos. Hasta cierto punto, población vulnerable. En los ancianos, las causas externas son fácilmente identificables: enfermedades, impedimentos, soledad, conciencia de la muerte. También está establecido que en mundos urbanos la enfermedad es infinitamente mayor. Es fácil deducir que en la ciudad el encerramiento es más deprimente y que las distancias, el caos vehicular y las rutinas de trabajo hacen difíciles las visitas cotidianas de los familiares. La vida de los viejos se hace monótona y no hay una noción de futuro que los aliente; aunque vale la pena decir que en las culturas latinas la noción de familia es más fuerte y es más probable que haya alguien que sacrifique su propia vida en favor de los padres o los abuelos.

Las mujeres también somos más proclives a la depresión, que muchas veces tiene origen en cambios hormonales que se dan en el posparto. Pero, como los adolescentes, también podemos ser víctimas de los llamados “estresores”, que no son otra cosa que demandas sociales que no podemos asumir, sobre todo por exceso de tareas y responsabilidades, como en el caso de las madres cabezas de familia. En los jóvenes estos “estresores” son distintos. Por el hecho de estar en plena transformación psíquica y física, su autoestima es más frágil y las demandas del medio, atizadas por la publicidad, cruelmente exigentes: hay que ser bello, popular, tener medios; el “distinto”, infortunadamente, debe estar muy bien armado para soportar el rechazo o la discriminación. El matoneo, tan común en las escuelas, puede llevar, como sabemos, a la depresión y al suicidio. También las exigencias extremas de los padres y de los maestros o, lo que es más grave, la autoexigencia, producto del perfeccionismo o de una idea equivocada del éxito, que hace que el más mínimo fracaso conduzca al autocastigo. En ese sentido, fallamos muchas veces como padres y educadores, pues desde la infancia no inducimos a la elasticidad, a la benevolencia con uno mismo, ni preparamos a los muchachos para la resolución de problemas.

Finalmente, habría que hablar de sociedades que condenan a sus jóvenes –y no sólo a ellos– a la desigualdad y a la falta de oportunidades. Un muchacho educado con dificultad económica, en ambientes muchas veces violentos, que tiene el sueño de una formación especializada pero debe rendirse a una realidad que lo condena a un trabajo elemental o, peor aún, al desempleo, puede caer fácilmente en la depresión; y también la mujer que debe soportar diariamente el peso de la violencia masculina, manifiesta a menudo como asfixia económica, o el varón que debe asumir más responsabilidades de las que se siente capaz.

Es claro que la depresión debe ser tratada médicamente, muchas veces con fármacos. Mientras más rápidamente se atienda, más probabilidades hay de salir pronto adelante, pues se supone que la mayoría de los pacientes se recupera entre 6 y 24 meses. Desafortunadamente, el panorama en Colombia es desolador: según la OMS sólo el 38,5 % de los adultos que solicitaron atención en salud mental, la recibieron. Algo que nos pone a pensar, sobre todo ahora que el país se dispone a incorporar un número considerable de exguerrilleros, dispuestos a dejar las armas a cambio de que la sociedad les dé una oportunidad.





Compartir en las redes:

La salud mental no es solo el bienestar de uno y ¿dónde quedan los demás? Si en una pareja uno de los dos no está bien, la pareja no está bien, si en una familia uno no está bien la familia no está bien, si en una comunidad algunos no están bien, la comunidad no está bien.

Los invitamos a leer tres frases de un escritor escribanos que les sugieren cuando piensa en la salud mental propia y de los demás.

“Estoy solo y me pregunto: ¿Existe una mitad de mí que me espera todavía? ¿Dónde esta? ¿Qué hace mientras tanto?”

“Ojalá tengamos el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos”

“Uno Sobrevive en los demás: en la memoria y los actos de los demás”
— Eduardo Galeano

*Foto de Rodrigo Simeone





Compartir en las redes:

Acompáñenos en la vida buena y la salud mental

A través del tiempo…

La idea de salud mental se construye a lo largo del tiempo y varía según el momento y la cultura, por lo tanto lo que hoy se considera salud mental es  diferente a lo que se pensaba  hace años, a la que vivieron nuestro padres y abuelos.
La salud mental depende de la satisfacción de las necesidades que llamamos básicas (sed, hambre, sueño) pero también son básicas el pensar, amar, jugar para lograr un bienestar emocional.
La empatía es la capacidad de ponernos en los zapatos del otro, porque entendernos es también salud mental.
Síganos, lea y si quiere comparta cómo entiende la salud mental… Al final de la página encontrará el espacio para dejas sus aportes. Nos interesa compartir y conocer experiencias.




Compartir en las redes:

Los cimientos de una buena iniciativa que más que metas, escudriña las triviliadades, busca el “egocentrismo” afuera, queriendo hacer ligero el equipaje emocional. Centrarse ayuda al equilibrio, intentando incluir todos los aspectos de la sanidad de la mente, esperando encontrar el maletín de las herramientas que nos deje vivir felices sobrepasando las situaciones que nos pone la vida. Reconocer los problemas propios y de los otros, construyendo paz, donde evadir y huir no lleva a la resolución de conflictos. La salud mental como base de la vida buena que debemos permitirnos sentir y entonces ¿Cómo desarrollarla y culitvarla?…





Compartir en las redes:

Por: FERNANDO CABALLERO | PALENCIA |El Norte de Castilla.es

El profesor Roberto Zarate asegura que hay evidencias de los éxitos de la recuperación de los pacientes.

El Centro Asistencial San Juan de Dios reúne a 280 participantes en la II Conferencia Nacional de Rehabilitación Psiquiátrica y Gestión de Calidad, que se inició ayer y concluye hoy. Tres profesores de la Universidad de Ucla (EE. UU.) -Paul Liberman, Álex Kopelewicz y Roberto Zarate- imparten en estas jornadas un taller basado en el modelo de intervención para la enfermedad mental, que se conoce como psiquiatría de la rehabilitación y recuperación. «La filosofía del modelo es centrar en el paciente todos los pasos del programa, desde una evaluación inicial individualizada hasta planes de intervención y luego de mantenimiento a largo plazo, también individualizados», explicó ayer Zarate.
Hay dos aspectos fundamentales en este programa. Uno es el que se refiere a la manera en que las medicinas ayudan a los enfermos a conseguir las metas. El segundo aspecto que cita Zarate resume el objetivo del programa: que el paciente establezca su funcionamiento independiente en la comunidad», agrega el psicólogo y profesor.
Valor de la independencia
Esta independencia combina cuatro factores: vivir de una forma independiente en su propio piso -o compartido, pero que el paciente se administre las medicinas, las citas con el médico o su dinero y que se valga por su cuenta en las necesidades diarias-; la integración dentro de la familia como cualquier otro miembro; la inserción laboral, es decir encontrar un puesto de trabajo adecuados y que facilite las capacidades del enfermo y, por último, el establecimiento de relaciones de amistad dentro de la comunidad, no solo con otros enfermos o en lugares aislados.
Este modelo está dirigido a enfermos mentales severos crónicos, por ejemplo, enfermos con esquizofrenia o con cualquier psicosis, depresión o trastorno bipolar severo. ¿El cien por cien de los pacientes pueden lograr su meta final? «Obviamente, no», responde de forma categórica. «El tanto por ciento de paciente que lo pueden alcanzar puede ser del 15% o el 20%. Alguna de estas cuatro metas las alcanzan todo los pacientes», matiza el profesor, que lamenta que este sistema se utilice en pocos centros. «La inmensa mayoría de los centros en el mundo entero siguen un modelo de mantenimiento en el que el paciente tiene los síntomas controlados. El énfasis en recuperar el funcionamiento social, laboral y familiar en la mayoría de los centros no existe», asegura. En este sentido, para Roberto Zarate, el centro asistencial San Juan de Dios de Palencia es ejemplar, con un modelo de trabajo, de coordinación y de integración que llama la atención de los expertos, y que califica de «excepcional».
Zarate reflexiona sobre el moderno concepto de la psiquiatría que aborda la recuperación en el entorno familiar en lugar de en los tradicionales psiquiátricos. «Al principio de esta tendencia, hubo dudas por parte del pensamiento tradicional, pero a medida que se hacían estudios y se aplicaban los resultados, se empieza a cambiar la mentalidad de los modelos de intervención. Ahora la evidencia científica y empírica que existe en apoyo del modelo de recuperación es incuestionable. En la reinserción laboral, el porcentaje que alcanza esta meta puede llegar al 50%», concluye.




Compartir en las redes:

La vida de un árbol, la buena vida de un árbol.
Un árbol tiene raíces tronco y ramas,

crece con las ramificaciones,

unas llevan a otras,

hay raíces en las profundidades,

hay renovación de las hojas,

hay hojas secas y verdes.

La salud de un árbol no está determinada por la ausencia de su follaje

su bienestar puede estar en perder las hojas,

revitalizarse ayuda la producción de frutos.

La vida buena de un árbol representada en su tronco, en este sus marcas, con el pasar de la vida, con sus cicatrices.

Síguenos para encontrar la salud mental en el árbol de la vida buena





Compartir en las redes:

Por: Semna | Semana.com

El psiquiatra Hernán Santacruz, profesor emérito de la universidad Javeriana y miembro del grupo de atención siquiátrica y psicosocial en desastres, señala por qué es tan importante la recuperación psicológica de las víctimas después de tragedias como la de Mocoa.

 

SEMANA: ¿Qué efecto deja en los sobrevivientes una catástrofe de estas proporciones?

Hernán Santacruz: El primer efecto es estrés agudo que se caracteriza por un estado hiperalerta con una gran ansiedad, insomnio y en el que se pueden producir momentos de agitación desordenada o conductas riesgosas. Otros, sin embargo, hacen episodios de quietud absoluta, de parálisis, que dura unas horas o unos días. La gente se queda como pasmada. Esta fase de estrés agudo se describe hasta las 4 semanas. Luego de este tiempo, la mitad se recuperan completamente.

Puede leer: La horrible noche no cesa en Mocoa

SEMANA: ¿No todos sufren del mismo modo?

H.S.: De 100 personas que viven un impacto como el de Mocoa 50 están bien y 50 hacen estrés agudo y de estas últimas la mitad desarrolla trastorno de estrés postraumático, una condición que se define por un estado constante de ansiedad, insomnio o pesadillas en las que reviven una y otra vez los momentos más aterradores de la experiencia. También se caracteriza por pérdida de apetito y crisis de pánico que se pueden desencadenar cuando cualquier evento les recuerda la tragedia que vivieron.

SEMANA: ¿Cómo se alivia esta condición?

H.S.: Este estado, con tratamiento y sin tratamiento, va a resolverse en los primeros seis meses pero 12 por ciento de la población inicialmente afectada quedará con estrés postraumático crónico. Esos son los que tienen estrés postraumático en los siguientes seis meses al desastre.

Le recomendamos: Mocoa: ¿Furia de la naturaleza?

SEMANA: ¿Qué hace que estas personas no se curen?

H. S.: Se ha observado en las tragedias de Armero y Armenia que una cosa que agrava mucho y que empeora el pronóstico de estas personas es vivir durante periodos muy prolongados en campamentos, en sitios de damnificados, que son planteados inicialmente por corto plazo y se vuelven sitios de permanencia por años. Hay que evitar que se queden en esos sitios más de seis meses. Idealmente lo que se debe buscar es que toda la gente que perdió sus casas se aloje con familiares y amigos y se una a personas de su cercanía. El alojamiento en campamentos hace mucho daño, sobretodo a los jóvenes, porque se pierde el sistema de control sociales que las comunidades siempre tienen.

SEMANA: ¿Cuál es el momento crítico para iniciar la atención?

H.S.: La gente de Mocoa va a necesitar ayuda en las próximas tres o cuatro semanas y esa ayuda no debe limitarse a los fármacos. Una vez se subsana el cobijo y la comida, las víctimas deben recibir consulta psicológica de manera grupal, porque hacerla individual es muy difícil. Lo ideal es trabajar en grupos por una hora y media. Cabe agregar que quienes han sido victimas son los más pobres del pueblo, son sujetos desplazados de áreas de conflicto y entonces ya vienen vulnerados. Van a requerir ayuda más intensa porque ya vienen de estar mal desde hace mucho tiempo.

Le recomendamos: Sábado negro en Mocoa

SEMANA: ¿Es conveniente aliviar estos síntomas iniciales con medicamentos?

H. S.: Desde lo farmacológico debe evitarse usar los tranquilizantes conocidos como benzodiazapinas. Se tienden a usar pero estos medicamentos impiden la recuperación. En general es mas útil bajar al ansiedad con otras drogas como propanolol o antidepresivos de efectos sedantes, en dosis bajas.

SEMANA: ¿Cómo es el manejo con los niños?

H.S: Los niños que se quedan sin papas y aislados deberían merecer la atención primordial. Deben ser cuidados, protegidos y se debe iniciar la búsqueda de los adultos. Eso pasa en los primeros días de confusión inicial. Esperemos que algunos de ellos, ojalá pocos, queden perdidos.

SEMANA:¿Recomienda algunos primeros auxilios mentales para las víctimas?

H.S.: Todos los socorristas están capacitados para dar auxilios psicológicos a las víctimas y el primero es resguardar la vida de los sobrevivientes y resolver sus necesidades básicas de abrigo, hidratación, techo. Obviamente hay que evitar decirles ‘usted viera como están los demás’ o cosas así. Se debe procurar escuchar y siempre tener abierto un contacto para que la víctima sepa a donde dirigirse.

SEMANA: ¿Por qué es tan importante atender este tema desde la perspectiva psicológica?

H.S.: Porque mientras más gente reciba ayuda en las primeras semanas habrá menos estrés postraumático en los meses siguientes, y por lo tanto menos crónicos habrá.

 

SEMANA: ¿Qué pasa si no se tratan bien estos casos?

H.S.: Lo grave es que deja secuelas. Aquellas que lo necesitan y no se tratan pueden tener más tarde sintomatología depresiva. En Armenia, por ejemplo, algunos se volvieron drogadictos o alcohólicos sin antes haber padecido esas patologías

SEMANA: Cómo lidiar no solo con la pérdida de seres queridos sino de todo lo material?

H.S.: Son duelos múltiples y especialmente complicados porque el impacto del evento fue sorpresivo. La intensidad y la duración son los dos elementos que marcan el trauma. Esto no había pasado allá en Mocoa y fue una tragedia brusca y el elemento de lo inesperado es un factor crucial en el trauma. La avalancha aparece y dura 4 a 6 horas, pone en peligro la vida de los que viven allí y ocurre de noche. Si esto pasa de día sería diferente.

SEMANA: ¿En Colombia sabemos atender estas catástrofes?

H.S.: De todas las tragedias hemos aprendido muchísimo y por eso ya muchos de la tragedia de Mocoa están en Neiva y Pasto. Hemos observado que quienes han tenido lesiones físicas están menos mal psicológicamente que los que están sanos. A los heridos les cambia el destino de la angustia. Es como si la herida los protegiera. Además están siendo apoyados inmediatamente con enfermeras y médicos y protegidos o acunados por la gente que se ocupa de ellos. Los indemnes están más vulnerables al daño síquico.

Puede leer: “Mocoa quedará mejor que antes”: Santos

SEMANA: ¿Cuánto pueden durar los traumas?

H.S.: El estrés postraumático crónico, el que se prolonga más de seis meses, puede durar toda la vida. Aún hay gente en Armero que tiene reacciones catastróficas cuando se va la luz porque allá se fue la luz antes de la avalancha. Y son sobrevivientes de hace 30 años que se asustan y hace reacción de terror por el simple hecho de que se vaya la luz; les revive el evento que los marcó.

SEMANA: ¿Qué no se debe hacer?

H.S.: Hasta donde sea posible no separar las familias, que la víctima esté con los suyos, con conocidos y amigos. Observamos en la tragedia del río Paez que las redes de solidaridad comunitaria son más fuertes y sólidas entre los paeces y desde el comienzo el impacto sicológico allí fue más bajo que en Armero y en Armenia. Las poblaciones indígenas nuestras son más idóneas para soportar estas desagracias porque tienen un grado de solidaridad y acompañamiento mayor. Esos vínculos los protegen. En las ciudades todo eso se destruye.





Compartir en las redes:

Por: Gemma Tarafa/Sara Berbel |El País

Las personas con trastorno mental son las invisibles en el mercado laboral. Su nivel de paro duplica el del resto.

Las siglas VICA son el acrónimo de las características que, según personas expertas, conforman nuestra época: volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. Un mundo cambiante, difícil de predecir, confuso y caótico, con múltiples significados. No es, sin duda, el contexto más fácil para desarrollarse en confianza y seguridad, dos condiciones que los seres humanos necesitamos para mantener una buena salud mental.

Nuestra ciudad, Barcelona, no es una excepción. Sabemos que en los barrios más deprimidos los problemas de salud mental se multiplican, y que los jóvenes que viven en barrios periféricos tienen peor salud mental que los habitantes del centro. También las mujeres, especialmente castigadas por la crisis, peores sueldos y mayor nivel de paro, se resienten psicológicamente de esta situación de desigualdad. Según los últimos estudios, son las más estresadas de Europa y las quintas del mundo, de modo que toman un 6,2% de antidepresivos más que los hombres.

Las personas con trastornos mentales son las grandes invisibles en el mercado laboral. Su índice de inactividad no es comparable al de ningún otro colectivo en edad de trabajar. Su nivel de paro duplica el de la población general y, en consecuencia, se ven privadas de los beneficios que aporta el trabajo remunerado: autonomía y reconocimiento social. Por todo ello el Ayuntamiento de Barcelona ha decidido poner en el centro las capacidades y aportaciones de estas personas a nuestra sociedad. Se trata de una cuestión de derechos fundamentales, pero también de una diferente configuración del nuevo modelo socioeconómico que estamos diseñando, un modelo en que las personas y sus talentos están en el centro. Hay estudios que cifran en un 5% la pérdida del PIB si no se les ofrece un trabajo de acuerdo con sus capacidades. Nuestra sociedad no se puede permitir ignorar el talento ni la riqueza personal y profesional que aportan. Siglos de prejuicios y miedos irracionales han instalado una barrera entre ellas y el mercado laboral que queremos contribuir a derribar.

Las personas con un trastorno mental no son, en general, consideradas como parte de la esfera pública. No suelen participar en la elección de los principios básicos de la sociedad y con frecuencia se ven excluidas de las elecciones políticas. En el ámbito laboral, la percepción social considera que difícilmente pueden promocionarse en un trabajo, apenas pueden acceder a cargos de decisión y se cree que contribuyen a generar tensiones o conflictos en el clima laboral. Se trata de una serie de prejuicios no contrastados que son producto del temor o el desconocimiento y que configuran un estigma muy difícil de eliminar. Acabar con el estigma es tan o más imprescindible que subsanar las discriminaciones económicas objetivas ya que no será posible una igualdad real mientras se mantengan en el imaginario colectivo unas percepciones tan negativas y alejadas de la realidad.

Por todos estos motivos desde el Comisionado de Salud se ha diseñado, por primera vez en la historia de nuestra ciudad, el Plan de Salud Mental de Barcelona 2016-2022, que tiene la misión de promover, prevenir y mejorar la salud mental de la ciudadanía, con un presupuesto de 51,2 millones de euros.

En el mismo sentido, a los servicios que ofrece el Instituto Municipal de Personas con Discapacidad se suma la Agencia de desarrollo económico y local del Ayuntamiento, Barcelona Activa, incorporando a su modelo de inserción laboral a las personas con trastorno mental. Queremos que cada persona que se encuentre en situación de desempleo sepa dónde dirigirse, dónde ser atendida, asesorada, formada (si fuera necesario) y acompañada para acceder a un lugar de trabajo y adaptarse adecuadamente.

Somos conscientes de que la cohesión, la igualdad y la justicia social son la base necesaria para la construcción de una sociedad sana. Nuestra cultura no sería la misma sin las valiosas aportaciones de personas como Silvia Plath, José Agustín Goytisolo, Virginia Woolf o Van Gogh, como tantas otras personas no conocidas afectadas por trastornos mentales. La igualdad de oportunidades entre todas las personas que permita el acceso al trabajo, la autonomía y el desarrollo personal será la clave que logrará disminuir el malestar —físico y psicológico— y avanzar en la salud social.

Gemma Tarafa, Comisionada de Salud y Sara Berbel, directora general de Barcelona Activa