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En la siguiente infografía en encuentra mensajes claves para una sana convivencia.

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En el siguiente espacio podrás encontrar información con respecto al suicidio, los mitos y verdades, así como los signos de alarma que puedes reconocer en ti o en otros para pedir ayuda. Acá puedes descargar la Infografia Suicidio y la Infografia Suicidio Signos de alarma

 

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El título de este texto puede resultar para muchos lectores una sorpresa, dado que la palabra salud mental se ha asociado tradicionalmente con la presencia o ausencia de trastornos mentales, atendidos siempre por personal especializado de la medicina y campos afines, en consultorios o en instituciones hospitalarias.

>> Consultar Boletín La Salud Mental: mucho más que la ausencia de enfermedad





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“1. Tipo de estudio Es un estudio observacional descriptivo de corte transversal, para el ámbito poblacional. La población de interés es la población civil, no institucionalizada; los criterios de selección se muestran en tabla 4.1.”…

 

Encuesta Nacional de Salud Mental, 2015





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Por: Piedad Bonnett |El Espectador.com

EN COLOMBIA, SÓLO UNA DE CADA DIEZ PERSONAS RECIBE TRATAMIENTO

La escritora Piedad Bonnett hace una reflexión sobre una de las enfermedades que más afectan a las personas jóvenes. La Organización Mundial de la Salud lanzó la campaña “Hablemos de depresión” en 2017.

El solo hecho de saber que la edad de personas afectadas por depresión es cada vez más temprana, debería alarmarnos. Si bien la media indica que es más fácil sufrir un primer episodio depresivo entre los 19 y los 39 años, sabemos que cada vez más los adolescentes, a veces casi niños, pueden sentirse deprimidos. Y no en el sentido coloquial del término, ese que usamos a la ligera para exagerar nuestra tristeza o frustración, sino en su verdadera acepción, la de enfermedad mental que a menudo incapacita a la persona o la puede llevar a la muerte. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 332 millones de personas padecen depresión en el mundo; de ellas, 788.000 mueren, casi todas por suicidio. Se calcula que para el 2020 esta será la enfermedad más frecuente en el mundo, superando las cifras de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.

Que la depresión es una enfermedad hay que reafirmarlo, porque uno de los problemas que explican por qué el porcentaje de pacientes que recibe tratamiento es bajísimo (en Colombia, una de cada diez personas), es que por tratarse de un trastorno del estado de ánimo se la subvalora y se cree que a punta de voluntad se puede superar. Expresiones como “Debes sobreponerte” o “Pero si lo tienes todo” equivalen en esas circunstancias a aumentar el martirio de quien la padece. El mismo enfermo puede tratar de convencerse de que no se trata de una depresión verdadera o, lo que es peor, puede intentar ocultar su mal a los demás por miedo a ser juzgado de débil o de loco, o por temor a perder su trabajo, a afectar una relación, a ser excluido de su grupo social. Porque, como bien escribió Susan Sontag en La enfermedad y sus metáforas, hay enfermedades que cargan, además del sufrimiento que ya les es inherente, con el peso de que son interpretadas como malditas o denigrantes o innombrables. La lepra, la tuberculosis, el cáncer, son algunos de sus ejemplos. A estas, por supuesto, podemos sumar las enfermedades mentales, estigmatizadas desde siempre y temidas por el entorno. La misma Sontag nos dice que hay que dejar de nombrar –u ocultar– ciertas enfermedades como si fueran “un animal de rapiña, perverso e invencible”. La solución, en cambio, está “en rectificar la idea que tienen de ella, desmitificándola”. Y por esto la OMS ha dedicado este año, y especialmente el Día Mundial de la Salud que se celebrará dentro de un mes, para pensar en la depresión cada día que pasa, para destruir el estigma.

El que jamás ha padecido depresión no puede ni siquiera imaginar la intensidad de sus síntomas: falta de interés en la vida, ausencia de apetito, sentimiento de culpa y baja autoestima (“no sirvo para nada”, “soy un fracaso”) ,insomnio, pérdida de peso, ralentización del movimiento, poca resistencia al ruido, aislamiento e ideación suicida. El desarreglo sicológico hace, además, que la persona aumente la conciencia de sí misma y por tanto esté mirando obsesivamente sus sensaciones a fin de determinar si está mejor o peor. Y a eso puede sumarse despertar angustiado en la madrugada, náuseas, sudoración, miedos, porque a menudo la depresión va acompañada de ansiedad. Todo esto se debe, según investigaciones médicas, a que la persona deprimida está produciendo en demasía una sustancia llamada cortisol, es decir, está sufriendo cambios bioquímicos que producen estas consecuencias.

Ahora bien: aunque esto es así, y hay evidencias de que hay factores genéticos que inciden en la depresión, esta incidencia no parece ser superior al 16 %. En cambio, hay unos elementos desencadenantes que tienen que ver con el entorno o con conductas aprendidas, con falencias adaptativas. De la historia personal de los pacientes debe ocuparse el médico especialista. Pero en cambio, todos estamos obligados a preguntarnos sobre las causas sociales del aumento de la depresión: ¿Qué es lo que nos está pasando? ¿Podemos prevenir los estados depresivos, reflexionar sobre los factores culturales que los desencadenan?

Tres son sus víctimas mayoritarias: los adolescentes, las mujeres, los ancianos. Hasta cierto punto, población vulnerable. En los ancianos, las causas externas son fácilmente identificables: enfermedades, impedimentos, soledad, conciencia de la muerte. También está establecido que en mundos urbanos la enfermedad es infinitamente mayor. Es fácil deducir que en la ciudad el encerramiento es más deprimente y que las distancias, el caos vehicular y las rutinas de trabajo hacen difíciles las visitas cotidianas de los familiares. La vida de los viejos se hace monótona y no hay una noción de futuro que los aliente; aunque vale la pena decir que en las culturas latinas la noción de familia es más fuerte y es más probable que haya alguien que sacrifique su propia vida en favor de los padres o los abuelos.

Las mujeres también somos más proclives a la depresión, que muchas veces tiene origen en cambios hormonales que se dan en el posparto. Pero, como los adolescentes, también podemos ser víctimas de los llamados “estresores”, que no son otra cosa que demandas sociales que no podemos asumir, sobre todo por exceso de tareas y responsabilidades, como en el caso de las madres cabezas de familia. En los jóvenes estos “estresores” son distintos. Por el hecho de estar en plena transformación psíquica y física, su autoestima es más frágil y las demandas del medio, atizadas por la publicidad, cruelmente exigentes: hay que ser bello, popular, tener medios; el “distinto”, infortunadamente, debe estar muy bien armado para soportar el rechazo o la discriminación. El matoneo, tan común en las escuelas, puede llevar, como sabemos, a la depresión y al suicidio. También las exigencias extremas de los padres y de los maestros o, lo que es más grave, la autoexigencia, producto del perfeccionismo o de una idea equivocada del éxito, que hace que el más mínimo fracaso conduzca al autocastigo. En ese sentido, fallamos muchas veces como padres y educadores, pues desde la infancia no inducimos a la elasticidad, a la benevolencia con uno mismo, ni preparamos a los muchachos para la resolución de problemas.

Finalmente, habría que hablar de sociedades que condenan a sus jóvenes –y no sólo a ellos– a la desigualdad y a la falta de oportunidades. Un muchacho educado con dificultad económica, en ambientes muchas veces violentos, que tiene el sueño de una formación especializada pero debe rendirse a una realidad que lo condena a un trabajo elemental o, peor aún, al desempleo, puede caer fácilmente en la depresión; y también la mujer que debe soportar diariamente el peso de la violencia masculina, manifiesta a menudo como asfixia económica, o el varón que debe asumir más responsabilidades de las que se siente capaz.

Es claro que la depresión debe ser tratada médicamente, muchas veces con fármacos. Mientras más rápidamente se atienda, más probabilidades hay de salir pronto adelante, pues se supone que la mayoría de los pacientes se recupera entre 6 y 24 meses. Desafortunadamente, el panorama en Colombia es desolador: según la OMS sólo el 38,5 % de los adultos que solicitaron atención en salud mental, la recibieron. Algo que nos pone a pensar, sobre todo ahora que el país se dispone a incorporar un número considerable de exguerrilleros, dispuestos a dejar las armas a cambio de que la sociedad les dé una oportunidad.





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Por: POR ANDREA MARÍN GÓMEZ | ElColombiano

Véase en un taco a las seis de la tarde. Va en un vehículo hacía su casa agotado y hambriento. No fue su mejor día laboral, llueve y los carros y los motociclistas amenazan con chocarlo a través de pitos y madrazos.

Lo anterior, una escena que cada vez es más cotidiana en la ciudad, y que en algún momento puede ser el detonante para que pierda su salud mental.

La Organización Mundial de la Salud, define la salud mental como un estado de bienestar en el que la persona es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad.

Según Fredy Romero Guzmán, sicólogo clínico y docente universitario, una enfermedad mental existe cuando se alteran de manera significativa los nivel emocionales, cognitivos, físicos o afectivos y cuando esa alteración tiene una duración en el tiempo.

Al consultar con la Secretaría de Salud de Medellín, sobre la salud mental de la ciudad, remiten al Primer Estudio Poblacional de Salud Mental Medellín 2011-2012, informando que el 14,7 % de la población ha sufrido uno o más trastornos mentales, en los 12 meses anteriores al estudio, en contraste con 17,8 % de Colombia (Estudio Mundial CIDI-OMS). En números, serían 282.068 personas afectadas en por algún trastorno mental.

Las cifras hacen que el problema sea de salud pública. El estrés postraumático, con 21.587 personas afectadas durante los 12 meses anteriores al estudio, o el trastorno bipolar con 14.391 afectados, son solo algunas de las alertas.

Los trastornos de ansiedad ocupan el primer lugar: ansiedad generalizada, pánico, agorafobia, fobia específica, estrés postraumático, ansiedad por separación, y obsesivo compulsivo. El segundo puesto es para los del estado de ánimo y los de abuso de sustancias.

La depresión registró 73.755 casos, asociados con otros trastornos ocasionados por consumo de sustancias y los comportamientos de alto riesgo, como el suicidio, la violencia y los accidentes de tránsito. Donde el suicidio poblacional ha presentado tasas de mortalidad superiores a la tasa promedio del país, en la última década en Medellín.

El consumo de drogas, según el último Estudio Nacional de consumo de sustancias en Colombia del Observatorio de Drogas de Colombia, Medellín y su área metropolitana tienen la mayor tasa en el país, el 8,2 %, seguido por Quindío y Risaralda, que supera el 6 %.

¿Cómo saberlo?
Según Fredy Romero Guzmán, no dormir bien, no comer bien, o no respirar debidamente, son alteraciones biológicas que pueden llevar al padecimiento de trastornos mentales. Sin embargo, para padecerlas, se deben sumar alteraciones y tiempo.

“Si usted termina con su pareja es normal que se sienta triste, pero si al cabo de tres meses esa situación no cambia y se suma la pérdida de apetito, poca energía, y fatiga, puede estar cayendo en depresión”, explica el sicólogo como ejemplo.

Sumado al ejemplo anterior, la Organización Mundial de la Salud, enlista síntomas a los que se deben realizar seguimientos según la condición a ser evaluada.

Si es sospecha de depresión, la falta de interés en actividades que antes disfrutaba, múltiples síntomas sin causas definidas como dolores, malestares y palpitaciones, poca energía, fatiga y problemas de sueño son manifestaciones que indican la necesidad de una evaluación.

Todos podemos ser víctimas

Al ser humanos, todos estamos predispuestos a tener una enfermedad mental. La necesidad de contarle un problema a otro, y saberse escuchado descarga tensiones.

Sin embargo, “la labor de un sicólogo, aparte de escuchar, es orientar y devolver de una manera socrática eso que el otro dice para que reflexione y actúe de una manera diferente”.

Los problemas de la salud mental también pueden estar asociados a los vínculos afectivos y la crianza “dependiendo de la crianza así será nuestra salud y nuestras estrategias para la adultez. Si hay maltrato, inseguridad, y sobrexigencia también podremos tener pensamientos inadecuados”, comenta Romero, adentrándose en enfermedades sicológicas como esquizofrenia, paranoia, manías, delirios, depresión, etc.

Mejor o peor
Según la Secretaría de Salud, el último estudio de salud mental a nivel nacional encontró incremento en algunos trastornos, especialmente en la depresión y la ansiedad.

“Sin embargo, los problemas de salud mental ahora son más visibles que antes por cuanto hay mejor acceso a consulta y diagnóstico, son culturalmente más aceptados y se ha avanzado en estudios poblacionales, lo que contribuye a visibilizar el número de casos”, explican.

Romero agrega que la vida citadina: ruido, contaminación, congestiones, la política, cifras de desempleo, desigualdad, indiferencia y otras actividades relacionadas con las dinámicas en las grandes ciudades también ha influido en la salud. “En una zona rural hay menos ruido, la gente no sufre de estrés y hay menos situaciones traumáticas”.

Sí hay programas y ayuda
Las personas afiliadas al sistema actual de salud, tienen garantizada la atención de este tipo de consultas. Inicialmente se darían con un médico general, para que este remita al especialista según cada caso.

En Medellín se aborda la salud mental en los escenarios de violencias, conducta suicida, consumo de sustancias psicoactivas y trastornos mentales, desde diferentes secretarías.

La de salud se encarga de realizar programas preventivos donde los niños en etapa educativa, las madres, los jóvenes, los presos y los ancianos, obtienen información a través de instituciones como la escuela, las cárceles, ancianatos, y campañas en las comunas.

Además de disponer de la Línea amiga en salud: 444 44 48, donde se ofrece información, orientación y ayuda, a la población del municipio con problemáticas como el uso indebido de sustancias psicoactivas, suicidio, maltrato, violencia, bulimia, anorexia, depresión, farmacodependencia, salud sexual y salud familiar, y salud en general.

Si siente que necesita ayuda, no dude en pedirla a su Eps, o a personas que sienta cercanas y sepa que lo aprecian. Si se siente bien, esté atento a posibles síntomas de sus seres queridos, alguno podría estar necesitando ayuda.