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“Carlos Alberto Uribe, profesor titular del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes, habla sobre su experiencia en la Unidad de Salud Mental del Hospital San Juan de Dios.

Relata cómo era la dinámica entre los profesionales y los pacientes en la Unidad de Salud Mental de San Juan de Dios y describe la estructura y distribución de la institución antes de la década de los años setenta.

Describe la relación entre las universidades y las unidades de salud mental, que fue creciendo desde Bogotá y posteriormente se extendió a otras ciudades del país.”





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“Carlos Alberto Uribe, profesor titular del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes, habla sobre las disciplinas con las que tuvo diálogos la psiquiatría colombiana de la primera mitad del siglo XX: literatura, las artes plásticas y, particularmente, fotografía. Asi mismo, se hace un recorrido del encuentro entre la psiquiatría y algunas ciencias humanas y sociales como la antropología y sociología.”





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Gabriel Fernando Oviedo, Psiquiatra de Enlace de la Pontificia Universidad Javeriana, nos cuenta sobre la evaluación del paciente psiquiátrico en los servicios de urgencias.

Se aclara el criterio de selección de pacientes con síntomas de enfermedad psiquiátrica, las consideraciones y terminología correctas, además de ejemplos con casos reales de pacientes y errores que se comenten con frecuencia.

Finalmente se mencionan los diagnósticos, se hacen algunas recomendaciones y se presentan algunas diferencias clínicas entre trastornos psiquiátricos primarios y secundarios.





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Por: psiquiatria.org.co | scielo.org.co

La ACP lamenta profundamente el fallecimiento del Dr. LUIS ALEJANDRO CÁRDENAS REYES y hace llegar a sus hijos y nietos el más sentido pesame.

VIDA Y OBRA AL SERVICIO DE LA PSIQUIATRÍA

LUIS ALEJANDRO CÁRDENAS REYES

El Profesor Luis Alejandro Cárdenas Reyes nació el 16 de mayo de 1927, en la que él llama de manera un tanto pomposa “la muy noble y leal ciudad de Santiago de Tunja”. Hijo de Rafael Cárdenas Molano y Efigenia Reyes Aguilera, fue criado en un hogar estable, armónico y cristiano, donde compartió con dos hermanas menores: Lola y Efigenia. Aprendi ó a leer, a escribir y las nociones básicas de matemáticas a los cinco años de edad, gracias a las lecciones de un tío materno. Posteriormente ingresó al colegio de Boyacá donde cursó los últimos años de primaria y el bachillerato académico, que terminó en 1944.

“Por esa época Tunja era una ciudad provincial con intensa actividad acad émica, cultural y deportiva, muy competitiva, en que nos enfrentábamos todos los nuevos miembros de la sociedad Tunjana, ya que el colegio recibía todo tipo de clases sociales: alta, media, obrera, campesina acomodada, hijos de profesionales y artesanos con quienes convivíamos, sufríamos y disfrut ábamos”.

Ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia en 1945. Terminó sus estudios en 1950 y vivio a plenitud los momentos aciagos de abril del 48. “Compartí los estudios universitarios con diversidad de compañeros de otras provincias y de la capital; con oligarcas, niños ricos y pobretones como yo; con cristianos, judíos, musulmanes, grande amalgama social de la realidad universitaria colombiana”. Estudiaba en los pasillos del Capitolio Nacional en los fríos amaneceres bogotanos y particip ó en algunas huelgas estudiantiles sin importancia ni trascendencia. Se inclinó por las disciplinas de la Medicina Interna y poco por las actividades quirúrgicas en el viejo e inolvidable Hospital de La Hortúa.

A muy temprana edad se interesó por la Psiquiatría, a partir de la lectura de la novela El médico de las locas de Javier de Montepin. Su primer contacto con esta disciplina fue en el Asilo de Locas de Bogotá, acompañando a Carlos Arteaga Camero en la elaboración de su tesis de grado. Allí conoció a los profesores Edmundo Rico, Luis Jaime Sánchez, Álvaro Villar y Ariel Dur án, entre otros. “Fue un paso relativamente corto dadas las otras exigencias académicas, pero que confirmó mi profunda vocación por la actividad psiquiátrica”.

Contrajo matrimonio con Soledad Sastoque Pulido en diciembre de 1950 y con ella viajó para cumplir con el requisito de la medicatura rural a Cunday (Tolima) donde permaneció dos años. “Además de practicar la medicina, conocí la violencia política, conviviendo con esa endemo-epidemia que ha asolado nuestra patria, pero al mismo tiempo me enteré de primera mano de las enormes necesidades de nuestra población en educación, salud, cultura y recreación”.

A su regreso a Bogotá en 1953, inició su actividad psiquiátrica formal en el Frenocomio de Varones de Sibaté, vinculándose sin nombramiento ni emolumentos durante tres años, bajo la dirección de Luis Jaime Sánchez. Simult áneamente, inició otras actividades académicas ocupando los siguientes cargos: Preparador por concurso (Medicina Legal – 1953); Interno por concurso (Clínica neurológica y psiquiátrica ” 1954); Jefe de clínica por concurso (Clínica neurológica y psiquiátrica ” 1955 y 1956); Jefe de clínica por concurso (Neurología, psiquiatría y psicosomática ” 1957 y 1958), todas ellas en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia. Además, fué médico legista y psiquiatra forense por concurso (Instituto Nacional de Medicina Legal ” 1960 a 1967), profesor de Psiquiatría Forense y Medicina Legal en las Universidades Libre de Colombia y Gran Colombia, profesor de Psiquiatría Clínica en la Facultad de Medicina del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario “donde alcanzó el grado de Profesor Emérito- y de la Pontificia Universidad Javeriana, donde es actualmente Profesor Titular.

Fue Miembro fundador y primer presidente de la Asociación de Estudios Psiquiátricos de Bogotá y Miembro fundador de la Asociación Colombiana de Psiquiatría. asistió a los primeros 25 congresos ininterrumpidamente. En 1961 presentó, junto con el Dr. Luis María Beltrán, el trabajo: Situación actual de la asistencia, docencia, prevención y otros aspectos de la psiquiatría colombiana. Fue Jefe de Consulta Externa por concurso de los hospitales psiquiátricos de la Beneficencia de Cundinamarca por 21 años continuos e intervino de manera capital en la modificación de la asistencia de los enfermos mentales de esa Institución.

Junto con Luis Jaime Sánchez, Horacio Taborda P. y Luis Carlos Taborda R., dio nuevos rumbos a la Clínica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Bogotá. Fue cofundador, con Luis Carlos Taborda R., de la Casa de Reposo del Rosario, donde se implementaron algunos métodos novedosos de atenci ón hospitalaria y ambulatoria para pacientes psicóticos.

Su existencia ha estado ligada a dos aspectos principales: la docencia y la asistencia. No hay duda que un buen número de los psiquiatras actuales nos hemos nutrido de sus conocimientos y experiencias. Él ha compartido con nosotros su vocación de servicio por el más menesteroso, el más pobre, el más desvalido. Él recreó para nosotros la “stultifera navis”, donde la locura se convierte en una realidad rampante que no puede ser ignorada. Ese momento en que enfermedad y miseria se confunden para mostrarnos “la otra psiquiatría”, la de la ignominia y el dolor.

El Doctor Cárdenas también se ha destacado como activo sindicalista y cooperativista: es miembro de ASMEDAS y de COASMEDAS. En esta última entidad fue Presidente Nacional y miembro de su Consejo Administrativo, miembro de la Junta de Vigilancia y Presidente de la Comisión Directa del Gimnasio de los Pinos. Actualmente es miembro principal de la Junta Directiva de Cundinamarca.

De su unión conyugal con Doña Soledad, quien falleció prematuramente en 1987, hubo seis hijos: Rafael (abogado), Soledad (médica psiquiatra), Amparo Eugenia (bacterióloga), Clara Inés (psicóloga clínica), Constanza (psic óloga educativa) y Luisa Marcela (enfermera jefe).

“He vivido como he planeado y en el momento actual, desde la cúspide de mi existencia, me siento satisfecho con el mundo, con la sociedad, con mi familia, con mis ancestros y sobre todo con mi yo, con mi ello y con mi superyo, así como con mis círculos bioeléctricos y con mi entorno. Seguiré existiendo hasta que mi parábola vital se complete, siguiendo mi formación y principios, sin renunciar a lo que me ha motivado siempre: la competitividad y el compartir sin condiciones con los demás”.





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Por: FERNANDO CABALLERO | PALENCIA |El Norte de Castilla.es

El profesor Roberto Zarate asegura que hay evidencias de los éxitos de la recuperación de los pacientes.

El Centro Asistencial San Juan de Dios reúne a 280 participantes en la II Conferencia Nacional de Rehabilitación Psiquiátrica y Gestión de Calidad, que se inició ayer y concluye hoy. Tres profesores de la Universidad de Ucla (EE. UU.) -Paul Liberman, Álex Kopelewicz y Roberto Zarate- imparten en estas jornadas un taller basado en el modelo de intervención para la enfermedad mental, que se conoce como psiquiatría de la rehabilitación y recuperación. «La filosofía del modelo es centrar en el paciente todos los pasos del programa, desde una evaluación inicial individualizada hasta planes de intervención y luego de mantenimiento a largo plazo, también individualizados», explicó ayer Zarate.
Hay dos aspectos fundamentales en este programa. Uno es el que se refiere a la manera en que las medicinas ayudan a los enfermos a conseguir las metas. El segundo aspecto que cita Zarate resume el objetivo del programa: que el paciente establezca su funcionamiento independiente en la comunidad», agrega el psicólogo y profesor.
Valor de la independencia
Esta independencia combina cuatro factores: vivir de una forma independiente en su propio piso -o compartido, pero que el paciente se administre las medicinas, las citas con el médico o su dinero y que se valga por su cuenta en las necesidades diarias-; la integración dentro de la familia como cualquier otro miembro; la inserción laboral, es decir encontrar un puesto de trabajo adecuados y que facilite las capacidades del enfermo y, por último, el establecimiento de relaciones de amistad dentro de la comunidad, no solo con otros enfermos o en lugares aislados.
Este modelo está dirigido a enfermos mentales severos crónicos, por ejemplo, enfermos con esquizofrenia o con cualquier psicosis, depresión o trastorno bipolar severo. ¿El cien por cien de los pacientes pueden lograr su meta final? «Obviamente, no», responde de forma categórica. «El tanto por ciento de paciente que lo pueden alcanzar puede ser del 15% o el 20%. Alguna de estas cuatro metas las alcanzan todo los pacientes», matiza el profesor, que lamenta que este sistema se utilice en pocos centros. «La inmensa mayoría de los centros en el mundo entero siguen un modelo de mantenimiento en el que el paciente tiene los síntomas controlados. El énfasis en recuperar el funcionamiento social, laboral y familiar en la mayoría de los centros no existe», asegura. En este sentido, para Roberto Zarate, el centro asistencial San Juan de Dios de Palencia es ejemplar, con un modelo de trabajo, de coordinación y de integración que llama la atención de los expertos, y que califica de «excepcional».
Zarate reflexiona sobre el moderno concepto de la psiquiatría que aborda la recuperación en el entorno familiar en lugar de en los tradicionales psiquiátricos. «Al principio de esta tendencia, hubo dudas por parte del pensamiento tradicional, pero a medida que se hacían estudios y se aplicaban los resultados, se empieza a cambiar la mentalidad de los modelos de intervención. Ahora la evidencia científica y empírica que existe en apoyo del modelo de recuperación es incuestionable. En la reinserción laboral, el porcentaje que alcanza esta meta puede llegar al 50%», concluye.




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Por: Semna | Semana.com

El psiquiatra Hernán Santacruz, profesor emérito de la universidad Javeriana y miembro del grupo de atención siquiátrica y psicosocial en desastres, señala por qué es tan importante la recuperación psicológica de las víctimas después de tragedias como la de Mocoa.

 

SEMANA: ¿Qué efecto deja en los sobrevivientes una catástrofe de estas proporciones?

Hernán Santacruz: El primer efecto es estrés agudo que se caracteriza por un estado hiperalerta con una gran ansiedad, insomnio y en el que se pueden producir momentos de agitación desordenada o conductas riesgosas. Otros, sin embargo, hacen episodios de quietud absoluta, de parálisis, que dura unas horas o unos días. La gente se queda como pasmada. Esta fase de estrés agudo se describe hasta las 4 semanas. Luego de este tiempo, la mitad se recuperan completamente.

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SEMANA: ¿No todos sufren del mismo modo?

H.S.: De 100 personas que viven un impacto como el de Mocoa 50 están bien y 50 hacen estrés agudo y de estas últimas la mitad desarrolla trastorno de estrés postraumático, una condición que se define por un estado constante de ansiedad, insomnio o pesadillas en las que reviven una y otra vez los momentos más aterradores de la experiencia. También se caracteriza por pérdida de apetito y crisis de pánico que se pueden desencadenar cuando cualquier evento les recuerda la tragedia que vivieron.

SEMANA: ¿Cómo se alivia esta condición?

H.S.: Este estado, con tratamiento y sin tratamiento, va a resolverse en los primeros seis meses pero 12 por ciento de la población inicialmente afectada quedará con estrés postraumático crónico. Esos son los que tienen estrés postraumático en los siguientes seis meses al desastre.

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SEMANA: ¿Qué hace que estas personas no se curen?

H. S.: Se ha observado en las tragedias de Armero y Armenia que una cosa que agrava mucho y que empeora el pronóstico de estas personas es vivir durante periodos muy prolongados en campamentos, en sitios de damnificados, que son planteados inicialmente por corto plazo y se vuelven sitios de permanencia por años. Hay que evitar que se queden en esos sitios más de seis meses. Idealmente lo que se debe buscar es que toda la gente que perdió sus casas se aloje con familiares y amigos y se una a personas de su cercanía. El alojamiento en campamentos hace mucho daño, sobretodo a los jóvenes, porque se pierde el sistema de control sociales que las comunidades siempre tienen.

SEMANA: ¿Cuál es el momento crítico para iniciar la atención?

H.S.: La gente de Mocoa va a necesitar ayuda en las próximas tres o cuatro semanas y esa ayuda no debe limitarse a los fármacos. Una vez se subsana el cobijo y la comida, las víctimas deben recibir consulta psicológica de manera grupal, porque hacerla individual es muy difícil. Lo ideal es trabajar en grupos por una hora y media. Cabe agregar que quienes han sido victimas son los más pobres del pueblo, son sujetos desplazados de áreas de conflicto y entonces ya vienen vulnerados. Van a requerir ayuda más intensa porque ya vienen de estar mal desde hace mucho tiempo.

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SEMANA: ¿Es conveniente aliviar estos síntomas iniciales con medicamentos?

H. S.: Desde lo farmacológico debe evitarse usar los tranquilizantes conocidos como benzodiazapinas. Se tienden a usar pero estos medicamentos impiden la recuperación. En general es mas útil bajar al ansiedad con otras drogas como propanolol o antidepresivos de efectos sedantes, en dosis bajas.

SEMANA: ¿Cómo es el manejo con los niños?

H.S: Los niños que se quedan sin papas y aislados deberían merecer la atención primordial. Deben ser cuidados, protegidos y se debe iniciar la búsqueda de los adultos. Eso pasa en los primeros días de confusión inicial. Esperemos que algunos de ellos, ojalá pocos, queden perdidos.

SEMANA:¿Recomienda algunos primeros auxilios mentales para las víctimas?

H.S.: Todos los socorristas están capacitados para dar auxilios psicológicos a las víctimas y el primero es resguardar la vida de los sobrevivientes y resolver sus necesidades básicas de abrigo, hidratación, techo. Obviamente hay que evitar decirles ‘usted viera como están los demás’ o cosas así. Se debe procurar escuchar y siempre tener abierto un contacto para que la víctima sepa a donde dirigirse.

SEMANA: ¿Por qué es tan importante atender este tema desde la perspectiva psicológica?

H.S.: Porque mientras más gente reciba ayuda en las primeras semanas habrá menos estrés postraumático en los meses siguientes, y por lo tanto menos crónicos habrá.

 

SEMANA: ¿Qué pasa si no se tratan bien estos casos?

H.S.: Lo grave es que deja secuelas. Aquellas que lo necesitan y no se tratan pueden tener más tarde sintomatología depresiva. En Armenia, por ejemplo, algunos se volvieron drogadictos o alcohólicos sin antes haber padecido esas patologías

SEMANA: Cómo lidiar no solo con la pérdida de seres queridos sino de todo lo material?

H.S.: Son duelos múltiples y especialmente complicados porque el impacto del evento fue sorpresivo. La intensidad y la duración son los dos elementos que marcan el trauma. Esto no había pasado allá en Mocoa y fue una tragedia brusca y el elemento de lo inesperado es un factor crucial en el trauma. La avalancha aparece y dura 4 a 6 horas, pone en peligro la vida de los que viven allí y ocurre de noche. Si esto pasa de día sería diferente.

SEMANA: ¿En Colombia sabemos atender estas catástrofes?

H.S.: De todas las tragedias hemos aprendido muchísimo y por eso ya muchos de la tragedia de Mocoa están en Neiva y Pasto. Hemos observado que quienes han tenido lesiones físicas están menos mal psicológicamente que los que están sanos. A los heridos les cambia el destino de la angustia. Es como si la herida los protegiera. Además están siendo apoyados inmediatamente con enfermeras y médicos y protegidos o acunados por la gente que se ocupa de ellos. Los indemnes están más vulnerables al daño síquico.

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SEMANA: ¿Cuánto pueden durar los traumas?

H.S.: El estrés postraumático crónico, el que se prolonga más de seis meses, puede durar toda la vida. Aún hay gente en Armero que tiene reacciones catastróficas cuando se va la luz porque allá se fue la luz antes de la avalancha. Y son sobrevivientes de hace 30 años que se asustan y hace reacción de terror por el simple hecho de que se vaya la luz; les revive el evento que los marcó.

SEMANA: ¿Qué no se debe hacer?

H.S.: Hasta donde sea posible no separar las familias, que la víctima esté con los suyos, con conocidos y amigos. Observamos en la tragedia del río Paez que las redes de solidaridad comunitaria son más fuertes y sólidas entre los paeces y desde el comienzo el impacto sicológico allí fue más bajo que en Armero y en Armenia. Las poblaciones indígenas nuestras son más idóneas para soportar estas desagracias porque tienen un grado de solidaridad y acompañamiento mayor. Esos vínculos los protegen. En las ciudades todo eso se destruye.





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Por NATALIA ARBELÁEZ JARAMILLO | La Silla Vacía

Con un sistema pensional de baja cobertura e ingresos, un hueco fiscal en pensiones de 38 billones y sin consenso sobre cuál es la reforma que debe hacerse, el país tiene el reto grande de superar la aproximación puramente económica a las necesidades de los adultos mayores. Así lo plantea el libro “Envejecer en Colombia”, de la Universidad Externado, editado por Fernán Vejarano Alvarado y Pablo Rodríguez Jiménez.

A través de una serie de ensayos, profesores de historia, antropología, psicología, derecho, economía, demografía, plantean estos diez nuevos paradigmas sobre lo que significa envejecer en Colombia.

Para garantizar a las personas mayores los derechos humanos… hay que valorarlas por el hecho de ser personas viejas, y no por su relación con el sistema de producción capitalista, señala Deisy J. Arrubla Sánchez, coautora del libro.

1. Más adultos mayores que niños por primera vez en la historia de Colombia

Por primera vez, en el año 2050 se calcula que habrá más adultos mayores de 60 años en Colombia que niños menores de 15 años. Ya en el año 2000, superaban los menores de cinco años.

Mientras en 1985 los mayores de 60 años eran el 5 por ciento de la población, ahora son cerca del 11 por ciento y, en 2020 serán del 13 por ciento.

Este cambio se debe a dos fenómenos. En primer lugar, a una caída en las tasas de fecundidad, que entre los sesenta y los noventa (treinta años) se redujo a la mitad, con la consecuencia de que en promedio una mujer colombiana pasó de tener 6,5 hijos a tres y en el 2017 ya va en dos hijos promedio. Esto significa que si no es por inmigración la población colombiana comienza a no reemplazarse.

A la vez, las tasas de mortalidad también han caído, por lo que muchas más personas llegan a viejos. Según la Cepal, la esperanza de vida en Colombia era de 50 años entre 1950 y 1955 y pasó a ser de 71,7 entre 2000 y 2005.

2. La Colombia mayor tiene cara de mujer

El aumento de esa población vieja, ha sido mayor en mujeres, pues su esperanza de vida es más alta. Son el 55 por ciento de los mayores de 60 años, el 65 por ciento de los mayores de 80 y el 80 por ciento de los mayores de 90. Con el agravante que han cotizado menos porque su inserción en el mercado laboral formal ha sido un proceso relativamente reciente y paulatino.

3. Entre más viejos menos pensión tienen

El aumento de la población de adultos mayores es opuesta a la cobertura del sistema pensional. Sólo entre el 22 y el 25 por ciento accede a la pensión, que en un 75 por ciento es de sólo un salario mínimo.

Comparativamente con otros países de América Latina a Colombia le va mal, según el índice global de envejecimiento (IGE). Ocupa el puesto 11 entre los 18 que se midieron y está incluso por debajo de Ecuador y, de Bolivia en donde existe una pensión universal.

Como medidas alternativas los autores proponen que cada persona pueda decidir cuándo y en qué condiciones se retira de trabajar, o si se dedica a actividades donde la acumulación de conocimiento y experiencia se valoren. Dicen que la edad no debe ser inamovible.

“Esfuerzos ingentes tiene que hacer el Estado, ya no para crear un modelo sustentable de pensiones, sino para asegurar un ingreso mínimo y decente a todos aquellos no pudieron cotizar al sistema”, señalan los coautores del libro Fernán Vejarano y Pablo Rodríguez, antropólogo e historiador, respectivamente.

Y al final dejan un interrogante: ¿Se deberá contemplar seriamente cambiar el paradigma de la dedicación al trabajo… trabajar menos en las edades jóvenes para dedicar más tiempo a la familia y extender la vida productiva aprovechando la longevidad…?

4. La vida no se acaba a los 60

Los nuevos sesenta son los treinta de antes, por ende es necesario identificar las diferentes etapas que hay hasta los cien años o más, para que “se deshagan las profecías fatalistas que resultan contradictorias con los esfuerzos de las ciencias por prolongar la vida”, plantea la psicóloga Ángela Hernández, coautora del libro sobre el envejecimiento en Colombia.

Dos conceptos ilustran esa nueva realidad y actitud frente a la vida adulta.

“Los sexalescentes”que es una especie de adolescencia de la tercera edad en la que se niega o se posterga la entrada a la vejez, y los “sexygenearios” que no se resignan a envejecer.

Y esa nueva actitud se refleja en el trabajo, la sexualidad y las relaciones con los nietos, que le dan sentido a la vida de los adultos mayores, a la vez que implican un cambio en los paradigmas sociales.

A través de los casos de tres pensionados que siguieron trabajando, la antropóloga Delvi Gómez Muñoz, muestra la importancia que tiene para los mayores mantenerse activos como una forma de sentirse útiles y ser independientes.

Lo que reivindica que los viejos deberían entonces poder decidir cuando se retiran y seguir teniendo cabida en la estructura social y económica dada su conocimiento y experiencia acumuladas.

5. Sexo para rato

En la dimensión sexual, si bien “en el pasado la vejez era una edad castrada”, se calcula que, actualmente, cerca del 62 por ciento de los adultos mayores se mantienen activos sexualmente (porcentaje varía cuando se trata de mujeres viudas, que en un 90 por ciento dejan de tener relaciones sexuales, o en el caso de los hogares geriátricos donde los hombres y las mujeres están separados).

Pero hay una tendencia social a rechazar su sexualidad o erotismo y a tildarlo de perversión. Por eso, “despojar de prejuicios la sexualidad de los ancianos servirá para mejorar su existencia y la de quienes conviven con ellos, señala el profesor historiador coautor del libro Pablo Rodríguez Jiménez.

6. Los nietos, una razón para envejecer

Con ambos padres trabajando, el cuidado de los nietos es una nueva razón para vivir. Antes los abuelos morían pronto y sólo compartían con ellos en épocas puntuales como las vacaciones. Ahora pueden estar presentes incluso en la vida adulta de sus nietos.

“Quienes han escrito sobre su propia experiencia de vejez nombran la relación con sus nietos como una de las mayores alegrías de la vida” dice Pablo Rodríguez Jiménez,autor del capítulo.

Cuentan que Freud perdió la razón de ser de su vida cuando murió su nieto.

7. La vejez está en manos de las familias

Un insuficiente avance en las funciones sociales del Estado, la vinculación de las mujeres al mercado laboral y la reducción del tamaño de las familias, aunado a la cantidad cada vez mayor de adultos mayores en una casa, ha generado que haya una necesidad creciente de cuidadores externos.

La sociedad civil, los grupos religiosos y el mercado han respondido, según el estudio de campo realizado por Javier A Pineda Duque, economista y coautor del libro Envejecer en Colombia.

El registro de casas gerontológicas pasó de nueve por año en la década de 1990 y 30 en la década de 2000 a un promedio de 36 entre 2010 y 2013. Hoy en día la necesidad no es construir jardínes sino hogares geriátricos dice Fernán Vejarano uno de los editores y coautores del libro.

Pero la mayoría de adultos mayores no puede acceder a ese tipo de servicios. En Bogotá, la ciudad con mayor cobertura, sólo un 5,3 por ciento de personas mayores de 75 años lo pueden hacer.

La falta de cuidado se agrava en el caso de los hombres que por la ausencia de lazos afectivos con sus hijos y la represión de los afectos en general, gozan de menos acogida no sólo en la familia sino en los hogares geriátricos por tener un carácter difícil.

En la misma ciudad se estima que sólo uno de cada tres ancianos tiene pensión, uno de cada cinco tiene derecho a otro tipo de subsidio público y un 5,7 por ciento tiene otro ingreso; lo que da como resultado que un poco menos de la mitad de los ancianos están a merced del cuidado de sus familiares.

8. Las cuidadoras necesitan cuidado

Al interior de las familias, el trabajo de cuidado ha recaído sobre grupos específicos de mujeres.

Seis y medio millones de mujeres se dedican a las actividades no remuneradas del hogar, según cifras del Dane 2014. Y se estima que en uno de cada cinco hogares hay una persona mayor, o sea que más de un millón de mujeres amas de casa se dedica al cuidado de los mayores.

Al lado de éstas se calcula que hay cerca de 560 mil trabajadoras asalariadas, de bajos ingresos, que tiene doble jornada laboral, en sus trabajos y en sus casas; 480 mil son trabajadoras informales, que tienen ventas callejeras o microempresas en sus casas, y lo alternan con la labor de cuidado y, por último, aproximadamente 700 mil empleadas domésticas que suelen tener dentro de sus oficios este tipo de funciones.

Estas mujeres hacen el trabajo de cuidadoras sin ningún tipo de remuneración: “las relaciones de servidumbre se continúan presentando como parte de patrones culturales… que ven el cuidado como una actividad de menor estatus y como vocación … femenina” , dice Javier A Pineda, economista y coautor del libro.

Lo que no difiere mucho de las instituciones de cuidado. La mayor parte del personal son auxiliares de enfermería y la proporción es 85 por ciento de mujeres contra 15 por ciento de hombres, y un sueldo mayoritariamente de un salario mínimo y medio.

Es difícil revertir esta proporción por la llamada “Feminización del cuidado” que es la creencia generalizada que las mujeres son “ideales” para ese trabajo en virtud de que siempre han sido las responsables del hogar y, en razón de sus cualidades de dulzura, nobleza, amorosidad.

A la precaria situación económica tanto de las cuidadoras en la familia como en las instituciones y la escasez de recursos logísticos y de infraestructura en algunos centros, se suma la exposición emocional o Burden Syndrome que pueden tener y que actúa como una amenaza silenciosa por la adaptación patológica que sufren muchas mujeres y los pocos espacios que hay para atender esas necesidades pese a la normatividad.

Tratar con el genio de alguien y más que se siente inútil, no se siente querido, no es fácil y la gente no valora…(cuidadora)

“para mi es como lo máximo este trabajo nunca me da aburrimiento de ir a atender a un viejito … la alegría … de poder estar ahí … una persona que por “x” o “y” motivo necesita … que le colabore no tanto para un dolor físico, … sino espiritual… Uno llena ese espacio” (Cuidadora).

Lo anterior amerita un esfuerzo mayor de las autoridades para mejorar no sólo las condiciones laborales y económicas de las mujeres cuidadoras, formales o informales, sino para prevenir el desgaste emocional de que son víctimas, que es el llamado que hace Javier A Pineda en su capítulo del libro.

9. Los adultos mayores no sólo requieren sanar el cuerpo sino la mente y el alma

Sobre muchos adultos mayores, especialmente hombres, pesan imaginarios de la vejez como algo terrible, dada la definición de la vida en términos de éxito laboral y social, que se traduce en un deseo temprano y oculto de vivir pocos años para evitar los sufrimientos ligados a la enfermedad y la dependencia de otros.

Lo anterior explica círculos viciosos de aislamiento, pasividad y abuso del alcohol.

Muchas mujeres, por otro lado, definieron el sentido de su vida desde el rol de cuidadores de esposos e hijos con dificultades, que conlleva un cúmulo de fatiga que no siempre hacen consciente y que callan, derivando en dolores físicos por sobrecarga, en quejas culposas, irritabilidad y, en últimas, conflictos familiares.

Esos fueron algunos de los hallazgos de una de las coautoras del libro, la psicóloga Ángela Hernández, a partir del análisis de 37 casos de consultas privadas que atendió en Bogotá, durante los años 2011 a 2013.

La psicoterapia se convierte en un espacio de acogida de la necesidad fundamental que tienen las personas mayores de plantearse la pregunta sobre el sentido de la vida y de la muerte, que cobra aún mayor sentido cuando la esperanza de vida actual puede implicar 20 años más de vida después de llegar a los 60 ó 65.

Pero la atención a los adultos mayores tiene limitaciones y exige lo que ella llama una “calibración entre el cuestionamiento y la validación de las motivaciones vitales”, de las fantasías, de los rencores guardados por años, pues cuando se trata de posturas arraigadas que tienen que ver con la supervivencia de las personas, retirarlas puede implicar el “desmantelamiento de su identidad”.

Por ello, en algunos casos, el acompañamiento se orienta más al abandono por parte de los seres queridos, de la idea de cambio y a la redefinición de las relaciones familiares “poniendo a prueba la elasticidad del amor y su capacidad de acompañar y de cuidar al otro, a pesar de no compartir su ruta existencial”.

Hay entonces una necesidad de cambiar el paradigma de que la vejez es una enfermedad y con ello las políticas públicas que sólo apuntan a cuidados físicos y malgastan recursos médicos en fines para los no están diseñados.

10. Los viejos tienen su cuarto de hora en la pantalla grande

El crecimiento de la población adulta también se ve reflejado en el inicio de un ciclo cinematográfico sobre la vejez desde hace cerca de 15 años. Sigue habiendo películas dirigidas a niños pero casi ninguna se ocupa de tratar sus temas. Por el contrario, a través de personajes concretos, el arte del cine discute la idea de la vejez como algo negativo y terminal y descubre sus potencialidades.

“Por cierto, para muchos (personas viejas), ser invitados a hacer estas películas ha significado volver al oficio cuando ya se encontraban en retiro” dice el historiador Pablo Rodríguez Jiménez, autor del capítulo.