ISBN : 978-958-781-326-5
ISBN digital: 978-958-781-327-2

La sociedad de la información como problema

Santiago Wiesner Salamanca

Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Autónoma de Madrid. Comunicador social y filósofo de la Pontificia Universidad Javeriana.

santiagowiesner@yahoo.com

Resumen

En su trabajo de revisión teórica sobre la “Sociedad de la información”, Frank Webster no duda en reconocer que hoy en día se genera, transmite y archiva una mayor cantidad de información, y, sin embargo, se rehúsa a aceptar que esto suponga la emergencia de un nuevo tipo de sociedad. Desde su punto de vista, afirmaciones en tal sentido transforman una conclusión, el hecho de que la información ha aumentado, en la explicación o en la causa misma del cambio. Su crítica al respecto comienza exponiendo algunas de las definiciones de “sociedad de la información” de las que se sirven diferentes autores para sostener que la actualidad está marcada por su carácter novedoso: entre ellas la concepción tecnológica, la económica, la ocupacional, la espacial y la cultural. Cada una, no necesariamente separada de las otras, enuncia criterios específicos que supuestamente permiten evidenciar la novedad. Al respecto, señala que —en parte porque dan por sentado que los cambios son mensurables, pero fallan al especificar cómo se miden— dichas perspectivas dejan mucho qué desear en términos de claridad. Al avanzar en su crítica, Webster hace énfasis en que, si bien pretenden referirse a cambios cualitativos, operan fundamentalmente mediante concepciones cuantitativas de la “información”, y dejan de lado su carácter semántico, en cuanto producción de sentido. En relación con ello, el autor sugiere la existencia de una sexta caracterización de la “sociedad de información”, una que parece interesarle más que las anteriores, dado que no supone la centralidad de criterios cuantitativos. Esta otra definición gira en torno a la afirmación de un importante cambio cualitativo relativo al uso de la información, así como a sus efectos, y se expresa en términos de la prioridad del “conocimiento teórico”. Webster no acepta la supuesta novedad de este fenómeno, dado que remite a la emergencia misma de la modernidad y se ha acelerado notablemente a partir de la segunda mitad del siglo XX, pero sí parece considerar deseable una profundización en este sentido, puesto que señala que se le ha prestado muy poca atención (Webster, 2014, pp. xi, 10-23, 29-37).

Palabras clave: TIC, genealogía, información.


De acuerdo con estas indicaciones, en esta presentación se esbozará una aproximación genealógica inicial a la ‘sociedad de la información’, un abordaje filosófico – histórico que obre en términos de la problematización de diferentes formas de conocimiento teórico, insinuando determinadas relaciones de saber, poder y de formas de subjetivación1. Para comenzar este recorrido, a contrapelo de las perspectivas celebratorias y de las apocalípticas, se asume como pretexto inicial el llamado de atención del presidente saliente Dwight Eisenhower —general, ex-comandante de las fuerzas aliadas en Europa y primer comandante de la OTAN— con respecto a la conformación del “complejo militar – industrial”2. Durante la II Guerra Mundial la Office of Scientific Research and Development —OSRD— liderada por Vannevar Bush fue la instancia más importante en términos de la contribución científico – técnica para la confrontación bélica3. Además del Proyecto Manhattan y del Radiation Laboratory, entre las múltiples divisiones y secciones que conformaron el National Defense Research Committee —NDRC, dirigida por James B. Conant, rector de la Universidad de Harvard y segundo de Bush— se encontraba el relativamente pequeño y menos conocido Panel de Matemática Aplicada —AMP—. Liderado por Warren Weaver4, este panel debía asesorar y apoyar a los diferentes grupos de trabajo de la NDRC para resolver problemas analíticos, así como prestar servicios directos del mismo tipo, tanto a la la Marina, como al Ejército. Además de los campos tradicionales de la matemática aplicada, allí se realizaron análisis para el combate aéreo, estudios estadísticos y de probabilidad y, finalmente, se trabajó en diferentes sectores de la computación.

La investigación operacional

Recapitulando y proyectando su trabajo hacia el futuro, finalizado el conflicto bélico Weaver considera necesario avanzar hacia una “teoría general de la guerra”. Para tal efecto, pensando en el análisis cuantitativo de situaciones complejas, que incluyen elementos difíciles de cuantificar, reconoce en la Investigación Operacional —Operational Research—un antecedente exitoso5. Se trata de la aplicación del método científico a los datos complejos de la sociedad. Resulta novedosa, tanto a nivel de trabajo en el que se aplica, como en el grado de libertad de los investigadores para buscar los problemas y, finalmente, en la relación de los científicos con los encargados de la toma de decisiones. Se concibe como una ciencia social que se hace en colaboración con los ejecutivos, para beneficio de los mismos y que debe ofrecerles bases cuantitativas para la toma de decisiones. Recapitulando también sobre la experiencia durante la guerra, esta vez desde el contexto británico, el profesor P. M. S. Blackett anota que los mayores aportes de la Investigación Operacional consisten en el reconocimiento o la detección de problemas que habían pasado desapercibidos. A propósito de ello, enfatiza en la necesidad de una relación estrecha entre investigadores y ejecutivos, en la constante capacidad de observación del investigador, en su actitud crítica, pero también se empeña en demarcar los límites de la autoridad para la toma de decisiones. Los científicos han de procurar ponerse en el punto de vista del ejecutivo, pero ellos mismos no deben asumir responsabilidades en la toma de decisiones. En coherencia con esto, los analistas también deben moderar sus inquietudes académicas y han de reconocer que, más que una inteligencia superior, cuentan con un entrenamiento diverso (Blackett, 1950, pp. 3–6).

De manera similar, Weaver sostiene que el servicio fundamental de la matemática aplicada se dio en términos de la formulación de los problemas, particularmente en situaciones en las cuales hay varias determinantes en juego que deben ser evaluadas. Ahora bien, a diferencia de Blackett, refiriéndose al trazado de los planes militares, Weaver sí cuestiona los criterios comunes para la adjudicación de posiciones de responsabilidad. Las decisiones técnicas deben tomarse con arreglo al criterios técnicos y no sobre la base del sentido común y, en este sentido, son los expertos quienes han de decidir. Éstos, como los economistas o los biólogos —ya a diferencia de los físicos—, en tanto que carecen de estructuras lógicas a-priori, han de utilizar para tal efecto métodos estadísticos o analíticos, estimar coeficientes y hacer uso intensivo de constantes y de funciones operacionales.

El cálculo del valor militar

En coherencia con esto, como núcleo de la propuesta teórica, hace referencia al ‘valor militar’, relacionándolo directamente con la noción de ‘utilidad’ de la teoría económica, particularmente con la teoría numérica de la utilidad que plantearon John von Neumann y Oscar Morgenstern en su Teoría de Juegos y Comportamiento Económico (Von Neumann y Morgenstern, 1955)6. En términos generales, la idea es que un plan militar se caracterice en términos de un conjunto de decisiones orientadas al aumento del “margen de utilidad”, a la consecución del “máximo exceso de retorno, en contraste con los costes”. El procedimiento esencial de su “teoría general de la guerra” se expresa entonces como una operación “0”, con arreglo a la cual hay que determinar el plan “P”, cuyas variables de decisión “Dn” maximicen el valor militar “MV” —militar value—. Del lado de las ganancias propone la destrucción o el daño sobre el enemigo. Entre más grande y oportuno el daño, mayor éxito y, por ende, una mayor proximidad del fin del conflicto. Del lado de los costes cuenta la inversión en trabajo, en tiempo, en materias primas, en material, en dinero y personal, entre otras cosas. Un aspecto complementario en relación con el cálculo del “valor militar” es que el procedimiento analítico pueda formalizarse mecánicamente. En este sentido, imagina un hipotético “gran ordenador táctico-estratégico”, capaz de realizar la totalidad de cálculos complejos interrelacionados, que permite observar la manera en que las variables —ambientales y de decisión— afectan el ‘valor militar’. Este ordenador sirve para optimizar el plan militar, en tanto que hace posible observar directamente si un determinado cambio en las variables de decisión incrementa o reduce dicho valor. Con cierto optimismo, Weaver anticipa que en un futuro conflicto bélico se dispondrá de ordenadores tácticos generales en el campo de batalla y que incluso habrá ordenadores estratégicos para los altos mandos (Weaver, 1946, pp. 200–204, 206, 209, 211, 215–216).

Terminada la guerra, tras el desmonte de la ORSD, en plena discusión sobre la forma que debería tomar la financiación federal de la ciencia finalizado el conflicto bélico (Kevles, 1977), antes de la puesta en funcionamiento de la National Science Foundation —cuya propuesta inicial sería dirigida por el mismo Vannevar Bush (Bush y Office of Scientific Research and Development, 1960)—, la mayor parte de la investigación básica o de contratos gubernamentales con universidades se concentró en la recién creada Oficina Naval de Investigación —ONR—. Para MIT, por ejemplo, en el período 1947 - 1950 esta entidad supuso el el 50 % de la financiación de sus proyectos. (Old, 1961, pp. 33 – 35) ; (United States Congress, 1946) (M. Kaplan, 1991, pp. 62 – 63) Allí Weaver también agenció como integrante del comité científico y Mina Rees, que había sido su asistente ejecutiva en el AMP, entra a dirigir la División de Ciencias Matemáticas de esta entidad. Esta dependencia —junto con otras instancias, como la National Bureau of Standards o la recién creada National Security Agency (NSA)— jugó un rol fundamental en la financiación del trabajo en el área de los ordenadores, fue determinante también para la formación específica de analistas matemáticos dedicados al tema, así como para la determinación de las necesidades de computación de alto nivel, como por ejemplo las que se manifestaron en la Oficina del Censo, en la investigación sobre energía atómica, en la predicción numérica del clima y en logística. Esta división fue igualmente importante para la consolidación inicial de proveedores privados de computación para el desarrollo de máquinas digitales (Rees, 1987, pp. 831 – 848).

El análisis de sistemas

La Fuerza Aérea del Ejército —que en 1947 se convertiría en una rama independiente—, también estaba muy interesada en mantener el nivel de actividad científico-técnica logrado durante la guerra. Se le concedía prioridad al trabajo en aquellas áreas en las cuales el análisis científico independiente se entrecruzaba con la política militar, la planeación y la tecnología. En 1946 se lanzó el proyecto RAND —Research and Development—, un programa de estudio e investigación continuada para el combate aéreo, que habría de encargarse de recomendar a la Fuerza Aérea los mejores métodos, técnicas e instrumentos. Una vez más Weaver hizo presencia en calidad de asesor científico y, de acuerdo con su idea de la “teoría general de la guerra”, impulsó la Sección de Evaluación del Valor Militar, así como también la inclusión de John D. Williams —su discípulo y protegido—, de Olaf Helmer y de Edwin Paxson —antiguos miembros del AMP—. Con la idea de ampliar la perspectiva con respecto a los problemas de la guerra, también contribuyó a la creación de las divisiones de matemáticas —con Williams a la cabeza—, la división de economía —a cargo de un investigador procedente de la OSS— y la de ciencias sociales —liderada por un analista de la Oficina de Información de Guerra—.

A diferencia del énfasis del enfoque tradicional de Operational Research, con ello pretendían desarrollar métodos para la toma de decisiones bajo condiciones de incertidumbre. Williams consideraba que estos nuevos profesionales debían ser capaces de estudiar el listado de prioridades de los consumidores —su ‘función de utilidad’—, así como los comportamientos y los valores de las naciones estudiadas. Esperaba que los aportes hechos en este sentido sirvieran a los matemáticos para alimentar las matrices de la teoría de juegos de tal forma que esta conceptualización se hiciera verdaderamente relevante para la resolución de problemas económicos y de cuestiones internacionales (F. Kaplan, 1991, pp. 61 – 73). Para tal efecto entablan colaboración con un equipo de la Cowles Commission conformado, entre otros, por Kenneth Arrow. La interacción supuso que los economistas neoclásicos apropiaran algunas de las “virtudes” de la Operational Research, asumiendo la teoría de juegos, la programación lineal y los ordenadores, pero solo hasta donde el compromiso con la Teoría del Equilibrio General de Walras lo permitía (Fisher, Rich, y Walker, 2013, p. 1249) (Varoufakis, 1998, pp. 30 – 33 ; 90 – 93). Esto termina generando un vuelco, si bien moderado, hacia la reconceptualización del agente económico en términos de procesador de información (Mirowski, 2002, p. 220) (Arrow, 1983, pp. 7 – 11). Igualmente, en su búsqueda de legitimidad académica, la Cowles Commission despolitiza la teoría económica de la planeación, previamente utilizada en el ámbito militar —Operational Research — o en el contexto socialista. Se constituye así una suerte de acuerdo tácito según el cual las herramientas técnicas, con independencia de las justificaciones morales y filosóficas, derivan su importancia de la ingeniería social que permiten implementar. Para la RAND esta colaboración habría de suponer que los economistas aportasen finalmente una “teoría de la decisión” (Düppe y Weintraub, 2014, p. 469) (Mirowski, 2002, p. 275)7.

Con el protagonismo inicial de Paxson, en esta organización se produjo el deslizamiento desde la Operational Research hacia el Análisis de Sistemas —Systems Analysis—, un tipo de análisis en el que los problemas relativos a la toma de decisiones se explicitan paso a paso y que se define en el contraste con la toma de decisiones fundadas en la intuición, hechas de manera no sistemática, en las que los argumentos permaneces implícitos. El Análisis de Sistemas se diferencia de la Operational Research en al menos dos sentidos complementarios. Por un lado, las opciones consideradas se refieren a operaciones futuras y, por otro, los problemas de decisión se asumen desde una perspectiva más amplia. Esto es así en tanto que los aparatos o los modos de operación existentes en el momento del análisis no se toman como determinantes, generándose así una mayor flexibilidad y un rango más extenso de selección (Hoag, 1956, p. 1). De acuerdo con Paxson el Análisis de Sistemas sí supone un desplazamiento de fondo, puesto que el analista deviene una suerte planificador militar por derecho propio. A partir de una determinada misión, sin las limitaciones del equipamiento actual, éste puede desplegar su capacidad creativa, para luego empeñarse en el desarrollo de la tecnología ideal, así como en características más adecuadas de la misma (F. Kaplan, 1991, pp. 86 – 87).

Sistemas de gestión presupuestal

La puesta en marcha de grandes y pretenciosos análisis de este tipo generó buena cantidad de herramientas técnicas, entre ellas múltiples instrumentos de computación, y otras de carácter más abstracto. Una de ellas fue el sistema de gestión presupuestal a partir del cual la formulación del presupuesto, en sí misma, deviene planeación estratégica. Se desarrolló en la División de Estimación de Costos, dependencia creada como reacción frente a las dificultades para persuadir a los responsables de Fuerza Aérea, quienes también se resistieron a ceder el control de sus actividades futuras. Empero, ya desde 1958, dependiendo de los resultados de las elecciones presidenciales que se acercaban, algunos en la RAND consideraban plausible que este sistema se pusiera en marcha para la totalidad del Departamento de Defensa. De hecho, un grupo de investigadores apoyó la campaña del candidato John F. Kennedy, anticipándose también a la posibilidad de colaboración con clientes diferentes a la Fuerza Aérea (Amadae, 2003, pp. 42–43).

Durante su mandato, con la participación de una vasta cantidad de asesores científicos —varios de ellos procedentes de RAND—, bajo el liderazgo de Robert McNamara, nuevo Secretario de Defensa, se concretó al interior del Pentágono una reorganización masiva del presupuesto. Procedente de la División de Estimación de Costes, se puso en marcha el Program Budgeting, una de cuyas “ventajas” consistiría en desvirtuar el precio y el mercado —y con ello los techos de gasto— en tanto que criterios fundamentales para la toma de decisiones relativas a la innovación tecnológica. Tras el magnicidio, bajo en mandato de Lyndon B. Johnson, el Planning, Programming, and Budgeting System —PPBS— se hace extensivo a todo el sistema federal de los Estados Unidos. Esto supuso que entre 1961 y 1969 el presupuesto de defensa se duplicase, llegando en ese último año al 56 % del presupuesto federal, 10 % del Producto Interno Bruto de los Estados Unidos (Amadae, 2003, p. 59).

Esta particular perspectiva presupuestal, con carácter de planeación estratégica, se difunde también a nivel internacional. En parte a través del Sistema de Naciones Unidas, así como por medio de otras instancias internacionales, como por ejemplo el Banco Mundial, que el mismo McNamara dirige desde 1968 hasta 1981, tras la súbita salida del Pentágono. En América Latina y el Caribe la Comisión Económica para América Latina —Cepal—, en el marco de la Alianza por el Progreso, con cierto protagonismo del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social —Ilpes—, también juega un papel importante en este sentido (Franco, 2014) (Martner y Máttar, 2012). La imbricación de una intensa difusión de herramientas teóricas tendientes a la estabilización de de las economías nacionales, el flujo ayuda de los Estados Unidos para quienes fueron considerados como amigos y la gran movilización de recursos para combatir a quienes se percibieron como enemigos (Taffet, 2007, pp. 195 – 197) (Livingstone, 2009, pp. 39 – 49), deja entrever el carácter político de una vertiente de la planificación que ha podido operar con soltura en tanto que se apoya sobre la base de la supuesta neutralidad que se desprendería de la indefinición ideológica8.

La política pública como modo de gobierno

Para ir perfilando estos tipos de conocimiento teórico en tanto que modos de gobierno vale la pena terminar haciendo alusión al tránsito desde la “administración pública” a la “política pública” en los Estados Unidos y, en concreto, a la reconfiguración acaecida con la John F. Kennedy School of GovernmentHarvard Kennedy School. La Escuela se constituyó como tal en el marco del período 1967 – 1971, tiempo en el cual, dada la demanda de conocimiento especializado; primero bajo el mandato de Kennedy y, en mayor medida con el relevo de Johnson; se conformó una buena cantidad de programas de maestría y de doctorado en el área de la política pública. Esta transición se correspondería con una tercera etapa histórica de la administración pública, en la cual el aspecto político cobra importancia y, en coherencia con ello, se considera necesario hacer énfasis en los fines de la acción de gobierno y no solo en los medios. Esto contrasta con una etapa anterior, que comienza en la segunda mitad de los años 30, con el gran aumento del gasto federal y que se potencia durante la II GM y la postguerra. En este contexto, la administración pública se concebía sobre la base de la primacía de los programas administrativos, por encima de las políticas, y se consideraba que el burócrata estaba legitimado para tomar decisiones de interés público. Este período, a su vez, fue la inversión de una primera etapa de la administración pública, que comienza a finales del s. XIX y que, con miras a la gestión científica del gobierno, se concibió en términos de burocracia neutra, ajena y subordinada a la política (Allison, 2006, pp. 59–66).

El marco filosófico de la escuela profesional Kennedy en Harvard se asienta sobre la base de la concepción de una “sociedad emprendedora (o empresarial) mixta” —Mixed-enterprise society— en la que es necesario encontrar un balance entre el sector público y el privado. Se entiende que el Gobierno ha de fijar las reglas básicas, agenciar como árbitro e intervenir en cuestiones sociales específicas, mientras que el sector privado —individuos, empresas, asociaciones y universidades, entre otras instancias—, juega un papel protagónico en términos de generación de empleos, productos, capital y valores, entre otros aspectos. Desde esta perspectiva se sostiene que el programa en política pública ha de formar profesionales de excelencia —con competencias analíticas, gerenciales, éticas y compromiso institucional—, capaces de desempeñarse como cargos electos, pero también en posiciones ejecutivas y como funcionarios de carrera. El horizonte es logar un nivel de calidad análogo al que se ha desarrollado en la formación de gerentes privados en el contexto de las escuelas de negocios. En este marco de ideas, los asuntos políticos más determinantes se entienden en términos de problemas, que se presentan como crisis y que sirven como legitimación de la necesidad de acciones de gobierno. Para lograr el éxito en este sentido, se señala que éstas han de basarse en conocimiento especializado, generado por centros de investigación, familiarizados con el funcionamiento del sector privado y dedicados a la resolución de problemas públicos —public problem solving—(Allison, 2006, pp. 72–73).

A manera de implosión

En relación con los planteamientos anteriores, en parte como un acto de desobediencia frente a este imperativo de pensar en función de la resolución de problemas, problemas que a su vez se desprenden de otros que se dan por supuestos, este recorrido se cierra con unas reflexiones críticas sobre la gubernamentalidad, así como con una serie de preguntas relacionadas. Barry Hindess propone que para comprender adecuadamente el liberalismo es necesario tener en cuenta el énfasis, tanto en el ámbito de las relaciones intra–estatales, como también en el campo más amplio de las relaciones internacionales, en el cual se enmarcan los asuntos internos de los estados individuales. Igualmente, señala que el liberalismo ni solamente, ni tampoco siempre, versa sobre la expansión de la libertad individual y de la propiedad privada. En efecto, en multiplicidad de ocasiones, como en el caso de las ocupaciones territoriales, de conflictos bélicos, de intervenciones militares o humanitarias, en situaciones variopintas de crisis, el liberalismo, en tanto gobierno de poblaciones, supone el trazado de límites a partir de los cuales se considera que el ejercicio de prácticas de carácter autoritario —illiberal practices— es una necesidad. Desde esta perspectiva, determinadas poblaciones o sectores poblacionales, considerados como problema —si bien muchas veces de manera implícita— pueden ser y, frecuentemente, son gobernadas a través de prácticas violentas de variada intensidad9.

El hecho de que las diferentes manifestaciones de conocimiento teórico que se han abordado en el presente escrito sean todas ellas impuras —formas conocimiento aplicado—, en tanto que claramente orientadas a los menesteres de la gestión de determinadas poblaciones, sugiere la pertinencia de este enfoque para un acercamiento crítico a la ‘sociedad de la información’. Por un lado, resulta muy interesante si se tiene en cuenta que todas ellas arraigan en una perspectiva bélica, fundamentalmente norteamericana, que da por supuesto el problema de la confrontación —la relación amigo – enemigo — y en cuyo núcleo se asume la acción racional económica. Pensada de esta manera, es pertinente entonces preguntarse también por quiénes son definidos implícitamente como problemas —o parte de los mismos— y sobre los cuáles se considera necesario ejercer prácticas autoritarias de gobierno, mediante el despliegue de diferentes formas de análisis cuantitativo, asistidas por ordenadores digitales y organizados en redes. El hecho de que con frecuencia se hable de fuerzas operativas digitales —digital task forces10, de “brigada” o de “escuadrones digitales”11 no aparece entonces como un mero recurso retórico, sino como indicio de esa dimensión de la ‘sociedad de la información’ que no suele aparecer descrita en los documentos oficiales sobre el desarrollo y las tecnologías de la información y la comunicación —sí, en cambio, en documentación estratégica relativa a la seguridad y a la “guerra en red” (netwar) y nociones similares—. Con esta idea en mente, cabe preguntarse, por ejemplo, si resulta relevante considerar el hecho de que José María Figueres —Representante Especial para Tecnologías de la Información y la Comunicación de Kofi Annan durante la fase preparatoria de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información—, sea un ingeniero egresado, primero de la Academia Militar de los Estados Unidos —West Point— y, posteriormente, de de la Harvard Kennedy School.

La sociedad de la información puede pensarse en términos de proyecto de gobierno indirecto —sobre la base de planes de ayuda, de la participación de entidades financieras internacionales y de fortalecimiento de los mercados— y entonces cabe preguntarse ¿qué implica suponer que la Cepal, en tanto que Secretaría Técnica para la Sociedad de la Información en América Latina y el Caribe, juega un papel fundamentalmente técnico —no político— en el proceso? De igual manera, cabe indagar si el hecho de que la ‘sociedad de la información se defina como “nuevo paradigma tecnológico”12 o como “nueva revolución digital”13 constituye parte de una tendencia de despolitización que se nutre de la supuesta cientificidad de los términos? La figura de Thomas Kuhn y su lectura de los paradigmas y las revoluciones en función de la ´ciencia normal´ da que pensar en este sentido14. ¿Será entonces que Public problem solving —a propósito de las políticas públicas— y puzzle solving —referido a la práctica normal de la ciencia— comparten algo más que un parecido fonético? ¿Seguimos moviéndonos entonces en terrenos conceptuales de legitimación impulsados con éxito desde la Universidad de Harvard15? Formuladas estas cuestiones finales, reiterando el hecho de no querer ser gobernado de ese modo, se agradece su atención...

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Winks, R. W. (1996). Cloak y Gown: Scholars in the Secret War, 1939-1961. Yale University Press.


1 El cuestionamiento de estas formas de conocimiento teórico hace prever dislocaciones en términos de la convergencia de categorías tales como la clase, la raza, la etnia, el género o la especie, entre otras, en tanto que criterio definitorio no explícito para la toma de decisiones políticas. Por cuestiones de tiempo y espacio este asunto de las categorías implícitas, así como de la potencial transformación de los modos de gobernar tan solo se dejará enunciado. Tanto en la intervención oral, como también en escritos posteriores, podrá avanzarse un poco más en este sentido.

2 Se ha consultado una copia de la versión de lectura —con anotaciones manuscritas— que utilizó el presidente Eisenhower en su discurso televisado del día 17 de enero de 1961. (Eisenhower, 1961, pp. 12–19) En línea puede verse una de la transmisión televisada. (President Dwight D. Eisenhower’s Farewell Address. Tv Broadcast., 1961)

3 Hacer recaer el énfasis sobre OSRD no implica desconocer la importancia de otras instancias articuladas sobre la base de las ciencias sociales y de las humanidades en tanto que parte del arsenal teórico. En ellas se produjo la convergencia de múltiples disciplinas de cara al análisis de inteligencia, la evaluación de la moral del enemigo, el diseño de la guerra psicológica, así como la planeación del orden emergente de la postguerra y definitivamente hacen parte de una aproximación genealógica como la que aquí se plantea. En la medida en que esta vertiente no se desarrollará en el presente texto, se recomiendan entonces un par de obras que pueden servir para su abordaje inicial. (Winks, 1996) (Simpson, 1996) (Solovey y Cravens, 2012) (Robin, 2003)

4 Cabe recordar que, algunos años atrás, en calidad de Director de la División de Ciencias Naturales de la Fundación Rockefeller, Weaver había financiado el trabajo de optimización del analizador diferencial que Bush se encontraba desarollando. Posteriormente este último lo convoca para que dirija la Sección de Tiro y, cierto tiempo después, el AMP.

5 Para un acercamiento a los orígenes del término ‘Operational Research’, desde el punto de vista de uno de los practicantes destacados, así como para acceder a un recuento de los avances iniciales en términos de desarrollo militar puede consultarse el breve texto de E.C. Williams. (Williams, 1968, pp. 11 –112)

6 Originalmente el libro se publicó en 1944 y para el año de 1955, año de la edición consultada, ya se habían hecho tres ediciones y seis re-impresiones.

7 Para un acercamiento a los teoremas de la teoría de la decisión en el marco de la economía de bienestar, a la estructura de la decisión racional, a sus implicaciones en términos de la política democrática y a la puesta en evidencia de su particular carácter político, conservador y de acción encubierta, puede verse: (Varoufakis, 1998, pp. 218; 224 – 226; 244 – 246)

8 Paradójicamente, merced a la frustración de las promesas iniciales de la Alianza —entre ellas el estruendoso fracaso de la democratización—, el ILPES también resultó fundamental en lo referente a la emergencia de la “teoría de la dependencia” y, con ello, contribuyó entonces al fuerte cuestionamiento las propuestas desarrollistas a partir de la segunda mitad de los años 60 (Gabay, 2009).

9 (Hindess, 2004, pp. 26–28; 30–37).

10 Por ejemplo en (United Nations Information System, 2001).

11 En este punto se hace referencia al Plan Vive Digital del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de Colombia. (Mintic, 2014) (Mintic, n.d.)

12 (Hilbert y Katz, 2002, pp. 7–16)

13 (Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2015, pp. 8, 27, 33)

14 (Kuhn, 1977, pp. xvi–xx) (Kuhn, 1959)

15 (Trumpbour, 1989)