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Cuidarnos los unos a los otros es un requisito para que las sociedades sobrevivan. Sin embargo, hay quienes necesitan más cuidado o un cuidado particular y reciben un cuidado que no esta acorde con sus necesidades.





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Cuando pensamos en cuidado, cada uno de nosotros tiene una imagen distinta que quizás proviene de nuestra propia experiencia. Esa imagen muchas veces tiene que ver con los objetos, con la apariencia, con los otros, con la posibilidad de preservarnos comos especie, a pesar de las diferencias. Sin embargo, todos lo necesitamos.





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“Con la historia de Rosalía se conocen posibles señales de alarma que podrían indicar la presencia de Alzheimer: pérdida de memoria, pérdida constante de objetos, insomnio en las noches y desorientación, pueden ser algunos síntomas comunes en los pacientes que padecen de este trastorno.

Tener conciencia de las señales de alarma que presenta una persona con este tipo de enfermedades, puede ser fundamental para brindarle ayuda oportuna y especializada.”





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“Con la historia de Pedro Luis se conoce de manera general qué es la esquizofrenia y cuales los principales síntomas: ansiedad, agitación, agresividad, falta de sueño y alucinaciones.

Seguir siempre la recomendación médica y buscar la ayuda de especialistas es muy importante para quelos pacientes y sus familiares puedan mejorar su calidad de vida.”





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“Con la historia de una familia conformada Olivia y Albeiro y sus dos hijos se conocen las posibles señales de maltrato intrafamiliar, una de las problemáticas más comunes en nuestra sociedad.

Podemos ver reflejadas acciones, actitudes y situaciones que muchas familias viven y que no se atreven a denunciar.
Es por esta razón que aprender a identificar los signos de alarma, es básico para poder brindar ayuda a las personas que están sufriendo de manera silenciosa.”





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“Desde distintas miradas como la psicología, la ciencia política, la psiquiatría, la neurociencia se construye un concepto de salud mental en el que la vida colectiva, el capital social, las redes de apoyo y la satisfacción de necesidades básicas contribuyen al buen vivir colectivo.

Se presentan algunos resultados de la IV encuesta de salud mental realizada en el 2015, en los que se encontró que el 95% de las personas afirman tener salud mental asociándola a actividades cotidianas como comer, descansar, dormir y en algunos casos con superar momentos difíciles, tener la oportunidad de seguir adelante y sentir paz interior. de lo que se trata es de ir más allá de una noción individual para abordar la salud mental como un asunto colectivo.”





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Por: Semna | Semana.com

El psiquiatra Hernán Santacruz, profesor emérito de la universidad Javeriana y miembro del grupo de atención siquiátrica y psicosocial en desastres, señala por qué es tan importante la recuperación psicológica de las víctimas después de tragedias como la de Mocoa.

 

SEMANA: ¿Qué efecto deja en los sobrevivientes una catástrofe de estas proporciones?

Hernán Santacruz: El primer efecto es estrés agudo que se caracteriza por un estado hiperalerta con una gran ansiedad, insomnio y en el que se pueden producir momentos de agitación desordenada o conductas riesgosas. Otros, sin embargo, hacen episodios de quietud absoluta, de parálisis, que dura unas horas o unos días. La gente se queda como pasmada. Esta fase de estrés agudo se describe hasta las 4 semanas. Luego de este tiempo, la mitad se recuperan completamente.

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SEMANA: ¿No todos sufren del mismo modo?

H.S.: De 100 personas que viven un impacto como el de Mocoa 50 están bien y 50 hacen estrés agudo y de estas últimas la mitad desarrolla trastorno de estrés postraumático, una condición que se define por un estado constante de ansiedad, insomnio o pesadillas en las que reviven una y otra vez los momentos más aterradores de la experiencia. También se caracteriza por pérdida de apetito y crisis de pánico que se pueden desencadenar cuando cualquier evento les recuerda la tragedia que vivieron.

SEMANA: ¿Cómo se alivia esta condición?

H.S.: Este estado, con tratamiento y sin tratamiento, va a resolverse en los primeros seis meses pero 12 por ciento de la población inicialmente afectada quedará con estrés postraumático crónico. Esos son los que tienen estrés postraumático en los siguientes seis meses al desastre.

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SEMANA: ¿Qué hace que estas personas no se curen?

H. S.: Se ha observado en las tragedias de Armero y Armenia que una cosa que agrava mucho y que empeora el pronóstico de estas personas es vivir durante periodos muy prolongados en campamentos, en sitios de damnificados, que son planteados inicialmente por corto plazo y se vuelven sitios de permanencia por años. Hay que evitar que se queden en esos sitios más de seis meses. Idealmente lo que se debe buscar es que toda la gente que perdió sus casas se aloje con familiares y amigos y se una a personas de su cercanía. El alojamiento en campamentos hace mucho daño, sobretodo a los jóvenes, porque se pierde el sistema de control sociales que las comunidades siempre tienen.

SEMANA: ¿Cuál es el momento crítico para iniciar la atención?

H.S.: La gente de Mocoa va a necesitar ayuda en las próximas tres o cuatro semanas y esa ayuda no debe limitarse a los fármacos. Una vez se subsana el cobijo y la comida, las víctimas deben recibir consulta psicológica de manera grupal, porque hacerla individual es muy difícil. Lo ideal es trabajar en grupos por una hora y media. Cabe agregar que quienes han sido victimas son los más pobres del pueblo, son sujetos desplazados de áreas de conflicto y entonces ya vienen vulnerados. Van a requerir ayuda más intensa porque ya vienen de estar mal desde hace mucho tiempo.

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SEMANA: ¿Es conveniente aliviar estos síntomas iniciales con medicamentos?

H. S.: Desde lo farmacológico debe evitarse usar los tranquilizantes conocidos como benzodiazapinas. Se tienden a usar pero estos medicamentos impiden la recuperación. En general es mas útil bajar al ansiedad con otras drogas como propanolol o antidepresivos de efectos sedantes, en dosis bajas.

SEMANA: ¿Cómo es el manejo con los niños?

H.S: Los niños que se quedan sin papas y aislados deberían merecer la atención primordial. Deben ser cuidados, protegidos y se debe iniciar la búsqueda de los adultos. Eso pasa en los primeros días de confusión inicial. Esperemos que algunos de ellos, ojalá pocos, queden perdidos.

SEMANA:¿Recomienda algunos primeros auxilios mentales para las víctimas?

H.S.: Todos los socorristas están capacitados para dar auxilios psicológicos a las víctimas y el primero es resguardar la vida de los sobrevivientes y resolver sus necesidades básicas de abrigo, hidratación, techo. Obviamente hay que evitar decirles ‘usted viera como están los demás’ o cosas así. Se debe procurar escuchar y siempre tener abierto un contacto para que la víctima sepa a donde dirigirse.

SEMANA: ¿Por qué es tan importante atender este tema desde la perspectiva psicológica?

H.S.: Porque mientras más gente reciba ayuda en las primeras semanas habrá menos estrés postraumático en los meses siguientes, y por lo tanto menos crónicos habrá.

 

SEMANA: ¿Qué pasa si no se tratan bien estos casos?

H.S.: Lo grave es que deja secuelas. Aquellas que lo necesitan y no se tratan pueden tener más tarde sintomatología depresiva. En Armenia, por ejemplo, algunos se volvieron drogadictos o alcohólicos sin antes haber padecido esas patologías

SEMANA: Cómo lidiar no solo con la pérdida de seres queridos sino de todo lo material?

H.S.: Son duelos múltiples y especialmente complicados porque el impacto del evento fue sorpresivo. La intensidad y la duración son los dos elementos que marcan el trauma. Esto no había pasado allá en Mocoa y fue una tragedia brusca y el elemento de lo inesperado es un factor crucial en el trauma. La avalancha aparece y dura 4 a 6 horas, pone en peligro la vida de los que viven allí y ocurre de noche. Si esto pasa de día sería diferente.

SEMANA: ¿En Colombia sabemos atender estas catástrofes?

H.S.: De todas las tragedias hemos aprendido muchísimo y por eso ya muchos de la tragedia de Mocoa están en Neiva y Pasto. Hemos observado que quienes han tenido lesiones físicas están menos mal psicológicamente que los que están sanos. A los heridos les cambia el destino de la angustia. Es como si la herida los protegiera. Además están siendo apoyados inmediatamente con enfermeras y médicos y protegidos o acunados por la gente que se ocupa de ellos. Los indemnes están más vulnerables al daño síquico.

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SEMANA: ¿Cuánto pueden durar los traumas?

H.S.: El estrés postraumático crónico, el que se prolonga más de seis meses, puede durar toda la vida. Aún hay gente en Armero que tiene reacciones catastróficas cuando se va la luz porque allá se fue la luz antes de la avalancha. Y son sobrevivientes de hace 30 años que se asustan y hace reacción de terror por el simple hecho de que se vaya la luz; les revive el evento que los marcó.

SEMANA: ¿Qué no se debe hacer?

H.S.: Hasta donde sea posible no separar las familias, que la víctima esté con los suyos, con conocidos y amigos. Observamos en la tragedia del río Paez que las redes de solidaridad comunitaria son más fuertes y sólidas entre los paeces y desde el comienzo el impacto sicológico allí fue más bajo que en Armero y en Armenia. Las poblaciones indígenas nuestras son más idóneas para soportar estas desagracias porque tienen un grado de solidaridad y acompañamiento mayor. Esos vínculos los protegen. En las ciudades todo eso se destruye.





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Por: Gemma Tarafa/Sara Berbel |El País

Las personas con trastorno mental son las invisibles en el mercado laboral. Su nivel de paro duplica el del resto.

Las siglas VICA son el acrónimo de las características que, según personas expertas, conforman nuestra época: volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. Un mundo cambiante, difícil de predecir, confuso y caótico, con múltiples significados. No es, sin duda, el contexto más fácil para desarrollarse en confianza y seguridad, dos condiciones que los seres humanos necesitamos para mantener una buena salud mental.

Nuestra ciudad, Barcelona, no es una excepción. Sabemos que en los barrios más deprimidos los problemas de salud mental se multiplican, y que los jóvenes que viven en barrios periféricos tienen peor salud mental que los habitantes del centro. También las mujeres, especialmente castigadas por la crisis, peores sueldos y mayor nivel de paro, se resienten psicológicamente de esta situación de desigualdad. Según los últimos estudios, son las más estresadas de Europa y las quintas del mundo, de modo que toman un 6,2% de antidepresivos más que los hombres.

Las personas con trastornos mentales son las grandes invisibles en el mercado laboral. Su índice de inactividad no es comparable al de ningún otro colectivo en edad de trabajar. Su nivel de paro duplica el de la población general y, en consecuencia, se ven privadas de los beneficios que aporta el trabajo remunerado: autonomía y reconocimiento social. Por todo ello el Ayuntamiento de Barcelona ha decidido poner en el centro las capacidades y aportaciones de estas personas a nuestra sociedad. Se trata de una cuestión de derechos fundamentales, pero también de una diferente configuración del nuevo modelo socioeconómico que estamos diseñando, un modelo en que las personas y sus talentos están en el centro. Hay estudios que cifran en un 5% la pérdida del PIB si no se les ofrece un trabajo de acuerdo con sus capacidades. Nuestra sociedad no se puede permitir ignorar el talento ni la riqueza personal y profesional que aportan. Siglos de prejuicios y miedos irracionales han instalado una barrera entre ellas y el mercado laboral que queremos contribuir a derribar.

Las personas con un trastorno mental no son, en general, consideradas como parte de la esfera pública. No suelen participar en la elección de los principios básicos de la sociedad y con frecuencia se ven excluidas de las elecciones políticas. En el ámbito laboral, la percepción social considera que difícilmente pueden promocionarse en un trabajo, apenas pueden acceder a cargos de decisión y se cree que contribuyen a generar tensiones o conflictos en el clima laboral. Se trata de una serie de prejuicios no contrastados que son producto del temor o el desconocimiento y que configuran un estigma muy difícil de eliminar. Acabar con el estigma es tan o más imprescindible que subsanar las discriminaciones económicas objetivas ya que no será posible una igualdad real mientras se mantengan en el imaginario colectivo unas percepciones tan negativas y alejadas de la realidad.

Por todos estos motivos desde el Comisionado de Salud se ha diseñado, por primera vez en la historia de nuestra ciudad, el Plan de Salud Mental de Barcelona 2016-2022, que tiene la misión de promover, prevenir y mejorar la salud mental de la ciudadanía, con un presupuesto de 51,2 millones de euros.

En el mismo sentido, a los servicios que ofrece el Instituto Municipal de Personas con Discapacidad se suma la Agencia de desarrollo económico y local del Ayuntamiento, Barcelona Activa, incorporando a su modelo de inserción laboral a las personas con trastorno mental. Queremos que cada persona que se encuentre en situación de desempleo sepa dónde dirigirse, dónde ser atendida, asesorada, formada (si fuera necesario) y acompañada para acceder a un lugar de trabajo y adaptarse adecuadamente.

Somos conscientes de que la cohesión, la igualdad y la justicia social son la base necesaria para la construcción de una sociedad sana. Nuestra cultura no sería la misma sin las valiosas aportaciones de personas como Silvia Plath, José Agustín Goytisolo, Virginia Woolf o Van Gogh, como tantas otras personas no conocidas afectadas por trastornos mentales. La igualdad de oportunidades entre todas las personas que permita el acceso al trabajo, la autonomía y el desarrollo personal será la clave que logrará disminuir el malestar —físico y psicológico— y avanzar en la salud social.

Gemma Tarafa, Comisionada de Salud y Sara Berbel, directora general de Barcelona Activa





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Por: CAROLINA GARCÍA | El País

La depresión posparto es la enfermedad mental materna más frecuente y afecta a la relación con el bebé. Se estima que la padecen un 15% de las madres recientes

Una de cada cinco nuevas madres presenta, en muchos países, algún tipo de trastorno perinatal o de ansiedad. Enfermedades que no se suelen evaluar ni tratar y que tienen consecuencias a largo plazo importantes para la mujer y el recién nacido. Entre las psicopatologías que afectan a las nuevas madres en este periodo destaca, por su frecuencia, la depresión posparto, cuyos síntomas pueden comenzar en el embarazo y suelen estar presentes hasta un año después del nacimiento del pequeño. Estos trastornos pueden afectar a cualquier mujer sin importar su educación, cultura o raza.

La depresión posparto es la enfermedad materna más común en el año que sigue al parto y tiene síntomas específicos precisamente por su efecto en el bebé, ya que suele alterar la capacidad maternal de responder amorosamente al nuevo hijo. Se estima que la padecen un 15% de las madres recientes, aunque en la mayoría de los casos no se llega a diagnosticar. Se le suele llamar “la depresión sonriente, precisamente, porque muchas madres consiguen esconder su sufrimiento por miedo a ser tachadas de malas madres”, explica Ibone Olza, psiquiatra infantil y perinatal, profesora asociada en la Universidad de Alcalá y directora del programa de formación en salud mental perinatal Terra Mater.

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Es la incapacidad de disfrutar, especialmente con el bebé, el sentimiento de culpa y arrepentimiento por haberlo tenido, la pena constante por el hijo. Cosas como pensar “pobre hijo mío que le tocó esta madre que no le quiere como debería”, o incluso “estaría mejor sin mí”, explica Olza. “La alteración del sueño, el no dormir ni siquiera cuando duerme el bebé porque no pueden dejar de escuchar cada ruidito que el bebé hace al respirar…El agotamiento profundo, las ganas de llorar, el mal humor. En los casos más graves, se llega a fantasear con hacer daño al bebé, hay pensamientos intrusivos, y también hay madres que no pueden acercarse a la ventana ni bañar al bebé solas porque temen tirarlo por la ventana o ahogarlo. Sufren muchísimo y lo peor es que muchas no se atreven a contar a nadie el infierno que están viviendo en su cabeza”, prosigue la experta.

“Hay que ayudar a las futuras madres y a sus bebés”, está es la premisa con la que parte la campaña del Día Mundial de la Salud Mental Materna que se celebra este miércoles 3 de mayo y que pretende llamar la atención con un mensaje claro: La salud mental materna de las mujeres importa (#maternalmhmatters). “Padecer un trastorno psicológico no es un crimen”, algo en lo que quieren incidir los promotores de esta jornada que instan a informar de los recursos con los que cuenta la mujer para salir adelante y superarlo.

“El estado psíquico de la madre afecta enormemente al bebé desde la gestación. Si sufre ansiedad, estrés o depresión el embarazo se complica, puede producirse un parto prematuro, hemorragias, infecciones… Además, su estado de ánimo afecta, de diversas maneras, al desarrollo cerebral de su bebé, condicionándola, incluso a muy largo plazo”, explica Olza. “¡El estrés en el embarazo puede ser casi tan tóxico como el tabaco!”, recalca la experta. “Y el efecto continúa en el posparto”. “Si la madre no está bien, si no se detecta su sufrimiento y no se le ayuda o se trata, además de al bebé, se verá afectada también la relación de pareja y la crianza de los otros hijos”, añade.

Para la experta, para conseguir que la mujer se sienta apoyada, es importante que la atención durante el embarazo no se centre solo en lo físico. Olza opina que los obstetras y las matronas deben saber detectar en las madres que padecen sufrimiento psíquico y “deben atender a la parte más emocional y preguntar en las consultas: ¿cómo estás?, ¿cómo te sientes?, ¿cómo está tu pareja?”. “Y cuando haya síntomas de una posible psicopatología, cuando haya sufrimiento, se debe derivar a la mujer a profesionales de salud mental perinatal y que estos participen en los equipos de atención al embarazo y posparto. La mayoría de estos trastornos son tratables, pero si no se hace nada se suelen cronificar, durar años y afectar profundamente al desarrollo del bebé”, argumenta la psiquiatra.

Pocos recursos en España para tratar la salud mental materna

Los recursos en nuestro país para atender a estas mujeres son muy escasos. “Apenas hay psicólogos en los equipos obstétricos o de neonatología. Es una carencia tremenda y dramática. Las familias a veces transitan situaciones durísimas, como la muerte gestacional (muerte del bebé en el útero o en el parto), sin apenas atención o apoyo psicológico. Esta carencia también afecta a los profesionales, que a menudo tienen que atender situaciones muy complejas de gestantes con trastornos mentales sin recursos especializados. No tenemos apenas unidades ni programas de psiquiatría perinatal ni existen las llamadas Unidades Madre-bebé donde ingresar de forma conjunta a las madres que requieren un ingreso psiquiátrico en el posparto, a diferencia de lo que ocurre en otros países europeos. Es urgente que se incorporen psicólogos perinatales a los equipos de atención al embarazo y posparto, así como a los servicios de neonatología”, dice tajante Olza.

Para la experta, si no se trata a la madre, su salud física empeorará, el embarazo se podría complicar y aumentaría la posibilidad de que el futuro niño sea prematuro. Sin mencionar, siempre según la experta, que se podrían tener  “dificultades con la lactancia, en la pareja, separaciones y divorcios”. “La crianza”, prosigue, “se iniciaría de la peor manera y provocaría que los hijos a su vez pudieran padecer alguna psicopatología a lo largo de la infancia y adolescencia”. “Un drama que se transmite de una generación a otra y que puede derivar en maltrato y violencia… Sin embargo, con la detección y tratamiento en el periodo perinatal se puede romper esa transmisión intergeneracional. Es el momento preciso para las intervenciones psicoterapéuticas, el impacto de un buen tratamiento cambia la evolución de toda la familia para bien”, añade.

La falta de información sobre la depresión posparto niega a la mujer estrategias para afrontarla. “Conocer esto es clave para formar a los profesionales sanitarios. Sabemos que las madres con depresión posparto no suelen ir al médico o al psiquiatra. Por el contrario, acuden a urgencias de pediatría a menudo porque el bebé no para de llorar o a la farmacia a comprar lo que sea porque están muy preocupadas por la salud de su retoño. “Creo que nos corresponde a toda la sociedad ayudar a las madres en el posparto, no dejarlas tan solas, facilitarles la vida y desestigmatizar la depresión”, agrega Olza.

Cuando se detecta, según la experta, el tratamiento consiste en diversos puntos

  1. Lo primero es la psicoeducación: entender qué es la depresión, que afecta a todo tipo de madres. Que ellas no tienen la culpa de estar mal y es importante que sepan que se van a curar y que van a poder disfrutar de su bebé.
  2. En el tratamiento hay que incluir al bebé y, si se puede, al padre o pareja. Buscar la manera de que la madre esté acompañada, favorecer que pueda descansar y que se relacione con otras madres.
  3. El ejercicio físico moderado tiene un efecto antidepresivo, aunque en algunos casos va a ser necesario el uso de fármacos.
  4. La psicoterapia es imprescindible: un espacio de escucha donde poder elaborar su nueva identidad como madre y aprender a relacionarse con el bebé de una manera más saludable.

Hay que recordar que, “si no se trata la depresión posparto, afecta mucho a la interacción con el bebé, así que este podría sufrir, por ejemplo un retraso en la adquisición del lenguaje o psicomotor por falta de estimulación. En los casos más graves hay riesgo de suicidio e incluso de infanticidio”, explica Olza. “Sin tratamiento, muchas madres siguen deprimidas meses o años. Son mujeres malhumoradas, con aumento de peso, que no disfrutan de sus hijos ni de su vida. Por eso es importantísimo prevenir, detectar y tratar”, termina la experta.





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Por NATALIA ARBELÁEZ JARAMILLO | La Silla Vacía

Con un sistema pensional de baja cobertura e ingresos, un hueco fiscal en pensiones de 38 billones y sin consenso sobre cuál es la reforma que debe hacerse, el país tiene el reto grande de superar la aproximación puramente económica a las necesidades de los adultos mayores. Así lo plantea el libro “Envejecer en Colombia”, de la Universidad Externado, editado por Fernán Vejarano Alvarado y Pablo Rodríguez Jiménez.

A través de una serie de ensayos, profesores de historia, antropología, psicología, derecho, economía, demografía, plantean estos diez nuevos paradigmas sobre lo que significa envejecer en Colombia.

Para garantizar a las personas mayores los derechos humanos… hay que valorarlas por el hecho de ser personas viejas, y no por su relación con el sistema de producción capitalista, señala Deisy J. Arrubla Sánchez, coautora del libro.

1. Más adultos mayores que niños por primera vez en la historia de Colombia

Por primera vez, en el año 2050 se calcula que habrá más adultos mayores de 60 años en Colombia que niños menores de 15 años. Ya en el año 2000, superaban los menores de cinco años.

Mientras en 1985 los mayores de 60 años eran el 5 por ciento de la población, ahora son cerca del 11 por ciento y, en 2020 serán del 13 por ciento.

Este cambio se debe a dos fenómenos. En primer lugar, a una caída en las tasas de fecundidad, que entre los sesenta y los noventa (treinta años) se redujo a la mitad, con la consecuencia de que en promedio una mujer colombiana pasó de tener 6,5 hijos a tres y en el 2017 ya va en dos hijos promedio. Esto significa que si no es por inmigración la población colombiana comienza a no reemplazarse.

A la vez, las tasas de mortalidad también han caído, por lo que muchas más personas llegan a viejos. Según la Cepal, la esperanza de vida en Colombia era de 50 años entre 1950 y 1955 y pasó a ser de 71,7 entre 2000 y 2005.

2. La Colombia mayor tiene cara de mujer

El aumento de esa población vieja, ha sido mayor en mujeres, pues su esperanza de vida es más alta. Son el 55 por ciento de los mayores de 60 años, el 65 por ciento de los mayores de 80 y el 80 por ciento de los mayores de 90. Con el agravante que han cotizado menos porque su inserción en el mercado laboral formal ha sido un proceso relativamente reciente y paulatino.

3. Entre más viejos menos pensión tienen

El aumento de la población de adultos mayores es opuesta a la cobertura del sistema pensional. Sólo entre el 22 y el 25 por ciento accede a la pensión, que en un 75 por ciento es de sólo un salario mínimo.

Comparativamente con otros países de América Latina a Colombia le va mal, según el índice global de envejecimiento (IGE). Ocupa el puesto 11 entre los 18 que se midieron y está incluso por debajo de Ecuador y, de Bolivia en donde existe una pensión universal.

Como medidas alternativas los autores proponen que cada persona pueda decidir cuándo y en qué condiciones se retira de trabajar, o si se dedica a actividades donde la acumulación de conocimiento y experiencia se valoren. Dicen que la edad no debe ser inamovible.

“Esfuerzos ingentes tiene que hacer el Estado, ya no para crear un modelo sustentable de pensiones, sino para asegurar un ingreso mínimo y decente a todos aquellos no pudieron cotizar al sistema”, señalan los coautores del libro Fernán Vejarano y Pablo Rodríguez, antropólogo e historiador, respectivamente.

Y al final dejan un interrogante: ¿Se deberá contemplar seriamente cambiar el paradigma de la dedicación al trabajo… trabajar menos en las edades jóvenes para dedicar más tiempo a la familia y extender la vida productiva aprovechando la longevidad…?

4. La vida no se acaba a los 60

Los nuevos sesenta son los treinta de antes, por ende es necesario identificar las diferentes etapas que hay hasta los cien años o más, para que “se deshagan las profecías fatalistas que resultan contradictorias con los esfuerzos de las ciencias por prolongar la vida”, plantea la psicóloga Ángela Hernández, coautora del libro sobre el envejecimiento en Colombia.

Dos conceptos ilustran esa nueva realidad y actitud frente a la vida adulta.

“Los sexalescentes”que es una especie de adolescencia de la tercera edad en la que se niega o se posterga la entrada a la vejez, y los “sexygenearios” que no se resignan a envejecer.

Y esa nueva actitud se refleja en el trabajo, la sexualidad y las relaciones con los nietos, que le dan sentido a la vida de los adultos mayores, a la vez que implican un cambio en los paradigmas sociales.

A través de los casos de tres pensionados que siguieron trabajando, la antropóloga Delvi Gómez Muñoz, muestra la importancia que tiene para los mayores mantenerse activos como una forma de sentirse útiles y ser independientes.

Lo que reivindica que los viejos deberían entonces poder decidir cuando se retiran y seguir teniendo cabida en la estructura social y económica dada su conocimiento y experiencia acumuladas.

5. Sexo para rato

En la dimensión sexual, si bien “en el pasado la vejez era una edad castrada”, se calcula que, actualmente, cerca del 62 por ciento de los adultos mayores se mantienen activos sexualmente (porcentaje varía cuando se trata de mujeres viudas, que en un 90 por ciento dejan de tener relaciones sexuales, o en el caso de los hogares geriátricos donde los hombres y las mujeres están separados).

Pero hay una tendencia social a rechazar su sexualidad o erotismo y a tildarlo de perversión. Por eso, “despojar de prejuicios la sexualidad de los ancianos servirá para mejorar su existencia y la de quienes conviven con ellos, señala el profesor historiador coautor del libro Pablo Rodríguez Jiménez.

6. Los nietos, una razón para envejecer

Con ambos padres trabajando, el cuidado de los nietos es una nueva razón para vivir. Antes los abuelos morían pronto y sólo compartían con ellos en épocas puntuales como las vacaciones. Ahora pueden estar presentes incluso en la vida adulta de sus nietos.

“Quienes han escrito sobre su propia experiencia de vejez nombran la relación con sus nietos como una de las mayores alegrías de la vida” dice Pablo Rodríguez Jiménez,autor del capítulo.

Cuentan que Freud perdió la razón de ser de su vida cuando murió su nieto.

7. La vejez está en manos de las familias

Un insuficiente avance en las funciones sociales del Estado, la vinculación de las mujeres al mercado laboral y la reducción del tamaño de las familias, aunado a la cantidad cada vez mayor de adultos mayores en una casa, ha generado que haya una necesidad creciente de cuidadores externos.

La sociedad civil, los grupos religiosos y el mercado han respondido, según el estudio de campo realizado por Javier A Pineda Duque, economista y coautor del libro Envejecer en Colombia.

El registro de casas gerontológicas pasó de nueve por año en la década de 1990 y 30 en la década de 2000 a un promedio de 36 entre 2010 y 2013. Hoy en día la necesidad no es construir jardínes sino hogares geriátricos dice Fernán Vejarano uno de los editores y coautores del libro.

Pero la mayoría de adultos mayores no puede acceder a ese tipo de servicios. En Bogotá, la ciudad con mayor cobertura, sólo un 5,3 por ciento de personas mayores de 75 años lo pueden hacer.

La falta de cuidado se agrava en el caso de los hombres que por la ausencia de lazos afectivos con sus hijos y la represión de los afectos en general, gozan de menos acogida no sólo en la familia sino en los hogares geriátricos por tener un carácter difícil.

En la misma ciudad se estima que sólo uno de cada tres ancianos tiene pensión, uno de cada cinco tiene derecho a otro tipo de subsidio público y un 5,7 por ciento tiene otro ingreso; lo que da como resultado que un poco menos de la mitad de los ancianos están a merced del cuidado de sus familiares.

8. Las cuidadoras necesitan cuidado

Al interior de las familias, el trabajo de cuidado ha recaído sobre grupos específicos de mujeres.

Seis y medio millones de mujeres se dedican a las actividades no remuneradas del hogar, según cifras del Dane 2014. Y se estima que en uno de cada cinco hogares hay una persona mayor, o sea que más de un millón de mujeres amas de casa se dedica al cuidado de los mayores.

Al lado de éstas se calcula que hay cerca de 560 mil trabajadoras asalariadas, de bajos ingresos, que tiene doble jornada laboral, en sus trabajos y en sus casas; 480 mil son trabajadoras informales, que tienen ventas callejeras o microempresas en sus casas, y lo alternan con la labor de cuidado y, por último, aproximadamente 700 mil empleadas domésticas que suelen tener dentro de sus oficios este tipo de funciones.

Estas mujeres hacen el trabajo de cuidadoras sin ningún tipo de remuneración: “las relaciones de servidumbre se continúan presentando como parte de patrones culturales… que ven el cuidado como una actividad de menor estatus y como vocación … femenina” , dice Javier A Pineda, economista y coautor del libro.

Lo que no difiere mucho de las instituciones de cuidado. La mayor parte del personal son auxiliares de enfermería y la proporción es 85 por ciento de mujeres contra 15 por ciento de hombres, y un sueldo mayoritariamente de un salario mínimo y medio.

Es difícil revertir esta proporción por la llamada “Feminización del cuidado” que es la creencia generalizada que las mujeres son “ideales” para ese trabajo en virtud de que siempre han sido las responsables del hogar y, en razón de sus cualidades de dulzura, nobleza, amorosidad.

A la precaria situación económica tanto de las cuidadoras en la familia como en las instituciones y la escasez de recursos logísticos y de infraestructura en algunos centros, se suma la exposición emocional o Burden Syndrome que pueden tener y que actúa como una amenaza silenciosa por la adaptación patológica que sufren muchas mujeres y los pocos espacios que hay para atender esas necesidades pese a la normatividad.

Tratar con el genio de alguien y más que se siente inútil, no se siente querido, no es fácil y la gente no valora…(cuidadora)

“para mi es como lo máximo este trabajo nunca me da aburrimiento de ir a atender a un viejito … la alegría … de poder estar ahí … una persona que por “x” o “y” motivo necesita … que le colabore no tanto para un dolor físico, … sino espiritual… Uno llena ese espacio” (Cuidadora).

Lo anterior amerita un esfuerzo mayor de las autoridades para mejorar no sólo las condiciones laborales y económicas de las mujeres cuidadoras, formales o informales, sino para prevenir el desgaste emocional de que son víctimas, que es el llamado que hace Javier A Pineda en su capítulo del libro.

9. Los adultos mayores no sólo requieren sanar el cuerpo sino la mente y el alma

Sobre muchos adultos mayores, especialmente hombres, pesan imaginarios de la vejez como algo terrible, dada la definición de la vida en términos de éxito laboral y social, que se traduce en un deseo temprano y oculto de vivir pocos años para evitar los sufrimientos ligados a la enfermedad y la dependencia de otros.

Lo anterior explica círculos viciosos de aislamiento, pasividad y abuso del alcohol.

Muchas mujeres, por otro lado, definieron el sentido de su vida desde el rol de cuidadores de esposos e hijos con dificultades, que conlleva un cúmulo de fatiga que no siempre hacen consciente y que callan, derivando en dolores físicos por sobrecarga, en quejas culposas, irritabilidad y, en últimas, conflictos familiares.

Esos fueron algunos de los hallazgos de una de las coautoras del libro, la psicóloga Ángela Hernández, a partir del análisis de 37 casos de consultas privadas que atendió en Bogotá, durante los años 2011 a 2013.

La psicoterapia se convierte en un espacio de acogida de la necesidad fundamental que tienen las personas mayores de plantearse la pregunta sobre el sentido de la vida y de la muerte, que cobra aún mayor sentido cuando la esperanza de vida actual puede implicar 20 años más de vida después de llegar a los 60 ó 65.

Pero la atención a los adultos mayores tiene limitaciones y exige lo que ella llama una “calibración entre el cuestionamiento y la validación de las motivaciones vitales”, de las fantasías, de los rencores guardados por años, pues cuando se trata de posturas arraigadas que tienen que ver con la supervivencia de las personas, retirarlas puede implicar el “desmantelamiento de su identidad”.

Por ello, en algunos casos, el acompañamiento se orienta más al abandono por parte de los seres queridos, de la idea de cambio y a la redefinición de las relaciones familiares “poniendo a prueba la elasticidad del amor y su capacidad de acompañar y de cuidar al otro, a pesar de no compartir su ruta existencial”.

Hay entonces una necesidad de cambiar el paradigma de que la vejez es una enfermedad y con ello las políticas públicas que sólo apuntan a cuidados físicos y malgastan recursos médicos en fines para los no están diseñados.

10. Los viejos tienen su cuarto de hora en la pantalla grande

El crecimiento de la población adulta también se ve reflejado en el inicio de un ciclo cinematográfico sobre la vejez desde hace cerca de 15 años. Sigue habiendo películas dirigidas a niños pero casi ninguna se ocupa de tratar sus temas. Por el contrario, a través de personajes concretos, el arte del cine discute la idea de la vejez como algo negativo y terminal y descubre sus potencialidades.

“Por cierto, para muchos (personas viejas), ser invitados a hacer estas películas ha significado volver al oficio cuando ya se encontraban en retiro” dice el historiador Pablo Rodríguez Jiménez, autor del capítulo.