Elecciones de Bogotá y Cali: entre legitimidad local y crisis democrática nacional
En Colombia, se han ido enquistando instituciones contramayoritarias que han permitido que terminen gobernando, en buena parte del país, minorías políticas clientelistas, que se alían no para proteger la democracia sino los intereses de sectores o minorías antidemocráticas, sin preocuparse por atender a las mayorías ni adelantar transformaciones urgentes. Hoy, muy pocas personas creen en los partidos, en sus dirigentes, en el democraciao en las élites. Los electores se han inclinado por votar en contra de quien esté en el poder; justo ahora cuando se da una atomización del sistema de partidos y estos han colapsado. Existen elementos normativos electorales que legitiman y tienden a proteger y empoderar a algunas minorías autoritarias y excesivamente privilegiadas; y los partidos, a través de las coaliciones, le han dado la espalda a la democracia.
En las elecciones de octubre, en su mayoría, los candidatos se avalaron por intereses personales, sin consultas, sin observar estrictamente los procedimientos legales y a través de difusas coaliciones políticas. Estas elecciones dejaron varias lecciones: una de ellas es el descontento de la ciudadanía con el statu quo que sigue en aumento; otra, es el aprovechamiento de estos procesos democráticos para manifestarse contra el poder, independientemente de quien lo represente. Cada vez más se vota en contra del poder; y como no se vislumbran propuestas de partido, se cree que eso se logra cambiando al gobernante, pero muy frecuentemente se termina apoyando a aquellos que se quieren rechazar. Olvidamos que nuestras instituciones tienden a proteger a quienes aun siendo elegidos se convierten en minoría al no construir consensos y al excluir a minorías políticas no extremistas.
Muchos ciudadanos, con pragmatismo, eligieron personas sin importar su partido, guiados por el criterio de no apoyar candidatos que tuviesen respaldo del poder; esto es una expresión del sentimiento de desolación ciudadana. Es así como se eligieron cientos de candidatos cercanos a alternativas tradicionales, muchas comprometidas con la corrupción y la defensa del mantenimiento de privilegios para minorías, algunas de ellas con comportamientos autoritarios. Retornaron viejos liderazgos y clientelismos subnacionales.
En Bogotá y Cali ocurrió lo mismo que en las ciudades más importantes y en los seis departamentos más destacados (salvo en Barranquilla y Valle del Cauca), pues quienes están en el poder perdieron. En Bogotá primaron las candidaturas de partido, mientras que en Cali se presentó un elevado número de candidatos de coaliciones. En estas dos ciudades los problemas de movilidad, inseguridad, desempleo y corrupción matizaron o determinaron el comportamiento electoral de los ciudadanos, llevando al retorno de liderazgos políticos de origen tradicional como si el país con estos liderazgos hubiese estado mejor.
Bogotá debe recuperar la gobernabilidad y Cali lograr el consenso social y la paz.
La elección de Alejandro Eder y Carlos Fernando Galán, en las alcaldías de Cali y Bogotá, se percibe como la llegada de dos dirigentes políticos de origen empresarial en el primer caso y un facilitador para el sector empresarial en el segundo. Muchas opiniones validando este resultado son legítimas siendo sesgadas, en algunos casos, por una afectividad ideológica.
En los últimos 70 años, la institucionalidad del sistema electoral ha permitido a algunos dirigentes de oportunidad beneficiarse de la democracia y gobernar. Poder elegir los gobernantes no es garantía suficiente de democracia ni ventaja per se para los ciudadanos, dado que existen poderes reales que no permiten las reformas o adaptaciones necesarias para que la sociedad pueda progresar. No se trata de cambiar todo permanentemente y sin sentido, pero tampoco de bloquear o impedir el avance de la sociedad.
Las dos ciudades son una buena expresión de cómo han cambiado los tiempos y la sociedad colombiana; pero el país sigue siendo muy desigual e inequitativo. La Constitución se aplica y se implementa muy lentamente; por ello no se ha logrado un desarrollo compartido, estabilidad y paz.
Bogotá debe recuperar la gobernabilidad y Cali lograr el consenso social y la paz. El alcalde de Bogotá deberá dar continuidad al desarrollo que, de manera sostenida, han liderado los alcaldes en las tres últimas décadas. El alcalde de Cali tendrá que desprenderse de las taras que quedan de los orígenes sociales y facilitar la construcción de consensos con los sectores más deprimidos de la población.