
Sensatez y responsabilidad para seguir adelante
Decíamos ayer, desde estas mismas páginas, que “la aparición del coronavirus y el confinamiento impuesto como medida de prevención, nos han recordado con rigor a todos los seres humanos nuestra vulnerabilidad, esa condición que a veces olvidamos por la agitación de la vida, los triunfos obtenidos y las seguridades alcanzadas. Por otra parte, nos han hecho ver, tal vez como no había ocurrido antes, que aquí no cabe un “sálvese quien pueda”; que en esto todos estamos juntos y que la solución del problema depende de cada uno, de la responsabilidad individual con que asumamos el cuidado personal y el de quienes nos rodean” (Editorial de Hoy en la Javeriana, abril de 2020). En ese momento, la incertidumbre era inmensa, no teníamos vacunas a la vista para enfrentarnos de alguna manera a la terrible pandemia declarada el 11 de marzo del año pasado y que empezó a causar un número de muertes verdaderamente alarmante. Lo que sí sabíamos era que teníamos la oportunidad “de trabajar juntos, de aprender juntos, de crecer juntos”, tal como por esos días lo señaló el director general de la Organización Mundial de la Salud, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Estamos aún lejos de proclamar un parte de victoria contra este mal y de hacer referencia a la pandemia como algo del pasado.
Transcurridos cerca de quince meses, la situación es diferente debido a que cada vez es mayor la población que ha recibido las dosis de una de las vacunas creadas en una carrera contra el tiempo, que entraron rápidamente en fase de producción. A todos nos causó alegría ver llegar al país esos primeros embarques de vacunas, registrados con gran despliegue en la prensa. Esto ha sido, sin la menor duda, un gran alivio y un motivo de esperanza. Pero, hay que reconocerlo, con base en los hechos y las estadísticas: estamos aún lejos de proclamar un parte de victoria en la lucha contra este mal y de hacer referencia a la pandemia como algo del pasado, más si se tiene en cuenta la aparición de las llamadas variantes que han desafiado de nuevo a los hombres y mujeres de ciencia.
Tan cierto es esto que, según lo informaron los medios de comunicación el pasado 20 de junio, en Colombia, por una parte, llegamos a 600 decesos por día, dos cada cinco minutos, y superamos los 100.000 muertos por cuenta del covid, siendo el 10º país del mundo que alcanza este lamentable récord, luego de Estados Unidos, Brasil, India, México, Perú, Rusia, el Reino Unido, Italia y Francia. Por otra parte, se elevaron significativamente los niveles de contagio, 30.000 cada 24 horas, a la vez que la ocupación de hospitales y unidades de cuidados intensivos. Ciertamente, la pandemia ha hecho estragos en sus tres oleadas sobre el territorio nacional y lo seguirá haciendo por un tiempo más, con toda su carga de sufrimiento y dolor para millares de compatriotas.
Por fortuna, la vacunación avanza y en parte se ha recuperado la dinámica social que fue interrumpida abruptamente hace más de un año. La gente, en general, ha vencido de cierta manera el temor a la calle, a los viajes, y tiene más confianza. También es verdad que hay personas, y no pocas, que, cansadas de esta situación, le han ‘perdido el respeto’ que merece la pandemia; esto es palpable especialmente en sectores socioeconómicos en los que la enfermedad y la muerte han estado siempre presentes, porque nunca ha habido suficientes recursos para su atención y la única opción que queda es la supervivencia. En esto hay que reconocer una expresión más de la desigualdad social.
Todos sabemos que las vacunas nos protegen, aunque no de manera absoluta; que es posible contagiarse de nuevo, incluso con peligro de muerte; casos se han visto de personas vacunadas que se han enfermado y han perdido la batalla. No hay que olvidar que la situación particular de salud de cada individuo contagiado afecta de manera determinante la evolución del mal y sus efectos en el organismo. ¡Nada está asegurado!
De ahí la importancia de proceder con sensatez y responsabilidad, dos condiciones que siempre deben tenerse en cuenta a la hora de revisar la conducta de todo ser humano, y que en medio de las actuales circunstancias son fundamentales para seguir adelante, recobrando poco a poco espacio para las actividades presenciales; sensatez, para que no falte el buen juicio y la ponderación; responsabilidad para no desconocer los deberes y las consecuencias de nuestras decisiones. Tenemos el ejemplo de lo que ha sucedido en Europa y en algunos lugares de Estados Unidos como consecuencia del relajamiento en las medidas de cuidado: rebrotes y nuevos confinamientos.
Sin lugar a duda, hay que vacunarse, hay que procurar que todos puedan vacunarse, sin discriminaciones; pero también hay que mantener las medidas preventivas que se han adoptado, unas en relación con el comportamiento personal, como son el lavado frecuente de las manos, el uso de tapabocas y el distanciamiento físico; las otras, en materia de aglomeraciones y encuentros masivos. Tarde o temprano, como dice un conocido proverbio, “esto también pasará”, pero de cada uno de nosotros depende que sea más pronto que tarde, evitando males mayores.