
Una nueva alianza
El encuentro entre personas de distintas generaciones tiene lugar permanentemente en muy diversos escenarios de la vida, el primero de ellos, el entorno familiar, alrededor de la relación establecida entre padres e hijos, lo mismo que entre abuelos y nietos, tíos y sobrinos, separados en edad, a veces no por muchos años. Lo mismo ocurre en las instituciones educativas, en todos los niveles, donde se tiene la oportunidad de compartir tiempo y espacio con hombres y mujeres que se encuentran en momentos de la vida no necesariamente similares.
En las universidades, por ejemplo, esto ha ocurrido a lo largo de la historia, desde que se constituyó la célebre Universitas Magistrorum et Scholarium, un espacio que propició la reunión de profesores y estudiantes en torno al saber, a la enseñanza y el aprendizaje. Los de mayor edad eran los profesores, hombres sabios, respetables, autores de libros y tratados en diversas materias, que tenían a su cargo las respectivas cátedras. Los menores eran los alumnos que constituían la mayoría de la población universitaria, acudían a las aulas a escuchar atentos las lecciones, consolidar sus conocimientos y poder acreditarlos al concluir las clases.
Esa relación entre los jóvenes y los mayores se desarrolla de maneras muy distintas y a veces con tensiones, porque al ímpetu propio de una juventud ansiosa de aventuras, que no tiene miedo y es osada, se siente poderosa y desconoce con facilidad límites e incluso realidades, se enfrentan la madurez y la experiencia que poseen quienes llevan un buen tramo de la vida recorrido y tienen, por lo tanto, una perspectiva diferente de las cosas, que quisieran compartir y en ocasiones imponer. Para los primeros, todo es posible, solo existe el porvenir; no así para los otros, porque el pasado empieza a cobrar mayor relevancia y saben que esa hora compleja e inevitable del ocaso y el relevo se acerca. Con frecuencia, los primeros ignoran que el tiempo pasa volando y que en un abrir y cerrar de ojos, dejarán de ser jóvenes; por su parte, los mayores, a veces olvidan cómo fueron en su juventud y cuál es la actitud del ser humano en esa etapa de la vida. Es así como, en lugar de tratar de comprenderse, unos y otros pueden terminar dándose la espalda, incluso entrando en conflicto, desaprovechando así la oportunidad maravillosa que en cualquier circunstancia nos ofrece un encuentro con personas de otra generación. Esto es especialmente doloroso para las personas de mayor edad que se hacen frágiles y necesitan ser cuidadas.
Nuestra Universidad acoge de manera entusiasta esta nueva propuesta de Francisco, que promueve el acercamiento entre jóvenes y ancianos.
El pasado 25 de julio se celebró la Primera Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, iniciativa del papa Francisco, que fue presentada como una nueva ‘fiesta’. En la homilía que el Santo Padre preparó para esta ocasión, nos habló de los jóvenes como “profetas del futuro que no olvidan la historia de la que provienen”; y de los ancianos, como “soñadores nunca cansados que trasmiten la experiencia a los jóvenes, sin entorpecerles el camino”. Luego expresó un anhelo, que “no perdamos la memoria de la que son portadores los mayores, porque somos hijos de esa historia, y sin raíces nos marchitaremos. Ellos nos han custodiado a lo largo de las etapas de nuestro crecimiento, ahora nos toca a nosotros custodiar su vida, aligerar sus dificultades, estar atentos a sus necesidades, crear las condiciones para que se les faciliten sus tareas diarias y no se sientan solos”. También nos hizo esta invitación: “Custodiémoslos, para que no se pierda nada. Nada de su vida ni de sus sueños. Depende de nosotros, hoy, que no nos arrepintamos mañana de no haberles dedicado suficiente atención a quienes nos amaron y nos dieron la vida”.
A propósito de esta jornada, Francisco habló de “una nueva alianza entre los jóvenes y los mayores”, advirtiendo que “hoy tenemos necesidad de compartir el común tesoro de la vida, de soñar juntos, de superar los conflictos entre generaciones para preparar el futuro de todos. Sin esta alianza de vida, de sueños, de futuro, -hizo notar el Santo Padre-, nos arriesgamos a morir de hambre, porque aumentan los vínculos rotos, las soledades, los egoísmos, las fuerzas disgregadoras. Frecuentemente, en nuestras sociedades hemos entregado la vida a la idea de que ‘cada uno se ocupe de sí mismo’. Pero eso mata”.
Nuestra Universidad, que se identifica como comunidad educativa, acoge de manera entusiasta esta nueva propuesta de Francisco, que promueve el acercamiento entre “jóvenes y ancianos”. Como lo hizo notar el papa en el conmovedor mensaje que el 31 de mayo había dirigido a los abuelos, “el futuro del mundo reside en esta alianza entre los jóvenes y los mayores. ¿Quiénes, si no los jóvenes, pueden tomar los sueños de los mayores y llevarlos adelante? Pero para ello es necesario seguir soñando: en nuestros sueños de justicia, de paz y de solidaridad está la posibilidad de que nuestros jóvenes tengan nuevas visiones, y juntos podamos construir el futuro”.