Insurrecciones corpo-tecno-políticas como repertorio de comunicación en la movilización social contemporánea en Ecuador, Chile y Colombia
Yadis Vanessa Vanegas-Toala1Doctora en Comunicación, Universidad Pompeu Fabra (beca Fundación Carolina), magíster en Estudios de la Cultura, Universidad Andina Simón Bolívar. Docente e investigadora en la Universidad Politécnica Salesiana (Quito, Ecuador). Contacto: yvanegast@ups.edu.ec
Resumen
Este artículo reflexiona sobre el ciclo de protesta y movilización social en Ecuador, Chile y Colombia, a partir de la relación entre el performance corporal y la mediación digital, lo que configuró un activismo convergente que gestó un repertorio de comunicación activista en clave de lo que puede denominarse corpo-tecno-política. A partir de una dinámica accionada desde el ethos de la convergencia y la cultura participativa, los estallidos sociales fueron insurrecciones de cuerpos ciborg con ocupación del espacio físico, digital y mediático que pueden leerse desde la “tecnopolítica” (Reguillo, 2017; Rovira, 2017, 2019; Toret, 2015), en despliegue de una “movilización transmedia” (Costanza-Chock, 2013), agenciados en un “activismo mediático híbrido” (Treré, 2020). Esta investigación toma como base las experiencias de la marcha de mujeres del 12 de octubre de 2019, en Quito; el performance titulado Un violador en tu camino, realizado por el colectivo LasTesis el 25 de noviembre de 2019, en Valparaíso, y el baile Vogue, realizado por un grupo de activistas de las disidencias sexuales, el 28 de abril de 2021, en Bogotá. A partir del giro performativo en los repertorios de acción colectiva y de comunicación activista, se analizan las complejas relaciones entre lo corporal, lo analógico, lo mediático y lo digital que configuraron un performance tecnopolítico transmedial dinamizado desde múltiples actores, plataformas mediáticas y tecnológicas, con diversas espacialidades y temporalidades. Este escenario político-comunicacional facilitó la convocatoria y la interconexión de una heterogeneidad de actores, detonada gracias al poder articulador de las acciones performáticas gestadas por el movimiento indígena, feminista y LGBTIQ+; lo que devino en una agenda interseccional: anticapitalista, anticolonialista y antipatriarcal.
Palabras clave: estallido social, performance, corpo-tecno-política, activismo convergente, movilización transmedia.
Introducción
La “Primavera Andina”, como Pablo Díaz Estévez (2021) califica a los procesos de estallido social contemporáneos en Sudamérica, detona en rechazo de las políticas neoliberales. En Ecuador, el levantamiento de octubre de 2019 surgió cuando el presiente Moreno proclamó una serie de medidas de austeridad, dictadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El punto de quiebre fue el Decreto 883, que eliminaba el subsidio a los combustibles. El malestar colectivo provocó una serie de movilizaciones, lideradas por el movimiento indígena, durante once días. En Chile, el estallido devino tras la medida de incremento de tarifa del transporte público, en octubre de 2019, cuando los y las estudiantes organizaron masivas evasiones en el metro; las manifestaciones tomaron fuerza y ampliaron su repertorio a un reclamo por las desigualdades económicas, políticas, sociales y culturales. En Colombia, el paro nacional aconteció en plena pandemia; se inició a finales de abril de 2021 y se extendió aproximadamente seis meses, tras la intención del presidente Duque de implementar una reforma tributaria con medidas antipopulares. El denominador común de estos escenarios de contienda fue la violenta y autoritaria reacción de los Estados, a través del aparataje de la Fuerza Pública, con mecanismos de represión que vulneraron derechos a través de prácticas de violencia física, psicológica y sexual (Comisión Especial para la Verdad y la Justicia, 2021; Instituto Nacional de Derechos Humanos, 2019; Misión S. O. S. Colombia, 2021). A su vez, se generó un cerco político-mediático en una alianza de facto entre los gobiernos, los medios de comunicación corporativos, las élites nacionales y un segmento de la academia. Desde ahí, se orquestó una estrategia de deslegitimación de la protesta asociándola a la amenaza de golpe de Estado, y de legitimización de la represión bajo la consigna de “defensa de la democracia”.
En respuesta a dicho escenario, las movilizaciones sociales se convirtieron en un prolífico laboratorio de creación de prácticas comunicacionales activistas, como parte de sus repertorios de acción colectiva en el marco de la política contenciosa. En esa línea, este nuevo ciclo de protestas articuló una emergente ecología mediática surgida desde actores heterogéneos: manifestantes transmitiendo in situ a través de sus redes sociales; improvisados periodistas movidos por la indignación; medios alternativos y comunitarios accionando procesos de cobertura; movimientos sociales pugnando por la visibilidad en los medios y accionando sus propios canales autogestionados, así como multitudes conectadas en red que activaron una poderosa muestra de inteligencia colectiva; diversos soportes: corporales, analógicos, digitales, y múltiples subjetividades de enunciación: indígenas, mujeres, diversidades sexogenéricas, campesinos, estudiantes, obreros, jóvenes, movimientos sociales, colectivos, académicos, entre otros. Uno de los repertorios de acción colectiva de mayor impacto e innovación fue el despliegue del performance corporal en el espacio público urbano, que dinamizó una serie de estrategias para captar la atención mediática y la viralización en redes sociales digitales. Se vivieron como “acontecimientos aumentados” (Toret, 2015) en un “espacio público expandido” (Reguillo, 2017), para apropiarse del espacio físico, digital y mediático, en una lógica integrada online-off line.
Fundamentación teórica
Performances corpo-tecno-políticos transmediales, revueltas interseccionales y oportunidades de mediación
Los levantamientos populares —signados por una desbordante creatividad en sus acciones colectivas del giro performativo— han sido un prolífico laboratorio de procesos de mediación con potencial emancipador. El performance constituye uno de los dispositivos estratégicos de los “repertorios de comunicación activista” que Alice Mattoni (2013) refiere como las prácticas y las relaciones que los movimientos sociales despliegan, en la fase latente y visible de la movilización, con agentes mediáticos, como periodistas y relacionadores públicos; con las tecnologías, sean digitales o análogas, y con el entorno mediático, que incluye tanto sus prácticas comunicacionales autónomas como las interacciones con los medios tradicionales. Desde el paradigma de la convergencia y la cultura participativa, los performances optimizaron la mediación digital para generar un soporte híbrido: cuerpos cíborg con ocupación de la calle y la red. En este marco, los performances detonaron la configuración de enjambres en clave tecnopolítica (Toret, 2015), en tanto se gestó un acuerpamiento social compuesto por “multitudes conectadas”, y que usó estratégicamente la mediación digital para la organización, la comunicación y la gestación de acción colectiva, y cuya narrativa se dispersó a través de una “movilización transmedia” (Costanza-Chock, 2013), con participación colaborativa. Finalmente, se los puede interpretar como procesos de mediación gestados por un “activismo mediático híbrido” (Treré, 2020), dadas las relaciones simbióticas entre diversas prácticas, así como actores y tecnologías.
Los estallidos sociales de la “Primavera Andina” están signados por una fuerte dimensión comunicacional, así como los procesos de movilización global de las últimas tres décadas. Como ha sentenciado Guiomar Rovira: “La acción colectiva contenciosa, se volvió acción comunicativa” (2017, p. 94). En efecto, las movilizaciones sociales contemporáneas —la Primavera Árabe, el #15M, Ocuppy Wall Street, #YoSoy132 y la Nuit Debout— gestaron prácticas comunicacionales activistas que han aprovechado la mediación digital, gracias al acelerado desarrollo de las TIC, y han logrado extender el acontecimiento que sucede en la calle al entorno mediático y la esfera digital. En estas movilizaciones se evidenciaron procesos de acción colectiva, reconfigurados a la luz de las transformaciones sociotécnicas, que ratificaron a la comunicación como un aspecto cada vez más relevante en de lo que Sidney Tarrow (1997) denomina como “estructura de oportunidades políticas”. En Ecuador, Chile y Colombia hemos visto como los performances corporales sobre los que se reflexiona a continuación constituyen dispositivos políticos-comunicacionales, que han cobrado visibilidad a escala global gracias a las tecnologías digitales, y se han convertido así en emblemas tanto de los repertorios contenciosos como de los repertorios de comunicación activista. Partiendo del lente de la tecnopolítica como “la capacidad de gestar acción colectiva en red” (Toret, 2015, p. 62), propongo que estas movilizaciones aprovecharon la acción conectiva —en referencia a la mediación digital como agente organizador de las redes (Bennett y Segerberg, 2012)— para entender los cuerpos que soportaron el performance en el espacio físico; también, como cuerpos cíborg que soportaron el performance en el espacio digital: a esto es lo que denomino corpo-tecno-política.
Desde la propuesta de la “tecnopolítica para la emancipación”, Rovira (2019) sostiene que las movilizaciones se benefician debido a que expanden sus marcos de significado, diversifican sus repertorios de protesta y generan estructuras conectivas en red, gracias a las multitudes conectadas en clave cíborg. En una línea similar, Bart Cammaerts (2012) encuentra que la mediación digital posibilita “oportunidades estructurales de mediación”: discursivas, mediáticas y de interconectividad en red. Las primeras hacen referencia a la auto-mediación —símil de la autocomunicación de masas, propuesta por Manuel Castells (2009)—, en la que los movimientos sociales toman la palabra en un ejercicio de autorreferenciación para dotar de sentido a sus reivindicaciones creando sus propios discursos y sus propias narrativas contrainformacionales. Las segundas plantean que, dada la visibilidad que alcanzan las demandas de los movimientos sociales, gracias a la gestación de sus propios canales, son capaces de captar la atención de la agenda mediática dominante. Finalmente, las terceras se refieren a las facilidades de interconexión para gestar redes de cooperación y solidaridad entre distintos actores, lo que beneficia a los repertorios de acción contenciosa. Desde este andamiaje, se examinará el performance corpo-tecno-político como repertorio de protesta.
Metodología
En su perspectiva metodológica, esta investigación hace un análisis crítico del discurso (Van-Dijk, 2003) —en clave multimodal—, desde los performances que se toman como estudio de caso: en Ecuador, la marcha de mujeres convocada por diversas organizaciones en el histórico 12 de octubre de 2019. En Chile, el insigne performance artístico-político Un violador en tu camino, realizado por el colectivo Las Tesis, el 25 de noviembre de 2019. En Colombia, la danza voguing, ejecutada por un grupo de personas no binarias de las disidencias sexuales, el 28 de abril de 2021, en la Plaza Bolívar, en Bogotá. Las categorías de análisis se despliegan desde la propuesta de las “oportunidades de mediación”: discursivas, mediáticas y de interconexión (Cammaerts, 2012).
Resultados
En estos performances corpo-tecno-políticos se ratifica el cuerpo como territorio de lucha, y se rebelan contra lo que María Lugones (2008) denomina el “sistema moderno-colonial de género”, en referencia a que la Modernidad capitalista produjo constructos sobre “raza” y “género”, como ficciones biológicas sobre los cuerpos con la finalidad de justificar los procesos de dominación civilizatoria agenciados por el hombre, blanco, burgués y heterosexual. Al trasfondo epistémico-político de estos performances subyace una crítica interseccional ante los binarismos: blanco/no blanco; hombre/mujer; rico/pobre y heterosexual/homosexual. Este giro performático en los repertorios de acción colectiva evidencia una emergente repolitización del cuerpo que encarna la diferencia y pugna por el respeto a las diversidades. De ahí que la corpo-tecno-política reivindica los cuerpos insurrectos que —medidos digitalmente— se vuelven cíborg, dado que se toman no solo la calle, sino también, el espacio hipermedial, gracias a la viralización en redes sociales y, a fuerza de la presión ejercida por los “contra-públicos subalternos” (Fraser, 1997), terminan visibilizados en los espacios mediáticos. En paralelo, desde el paradigma de la convergencia y la cultura participativa (Jenkins et al., 2015), estos performances expanden su presencia en una narrativa transmedia, con la interacción compleja entre múltiples actores y tecnologías digitales. De ese modo, representan emblemas de una movilización transmedia y de un activismo mediático híbrido, en tanto relacionan soportes corporales, análogos y digitales, así como medios alternativos y tradicionales.
La marcha autoconvocada por diversos colectivos de mujeres irrumpió en el espacio público en un histórico 12 de octubre de 2019, conmemorando la resistencia de los pueblos originarios frente al “descubrimiento” de América. En clave intercultural y translocal, congregó en Quito a mujeres indígenas, mestizas, urbanas y rurales, que se unieron bajo las consignas de rechazo a la violencia de la Fuerza Pública: “¡Vea, vea, vea! ¡Qué cosa más bonita, mujeres unidas luchando por la vida!”; a las medidas neoliberales: “Abajo el paquetazo”, “¡Fuera de aquí, FMI!”; y, apelando a la memoria de lideresas históricas por los derechos indígenas, como Dolores Cacuango: “Si Dolores viviera, con nosotros estuviera”. La marcha partió del centro hacia el norte de la ciudad, y estuvo signada por dos acciones destacables. La primera consistió en un rito de purificación con elementos propios de las cosmovisiones de pueblos originarios, para honrar la memoria de las personas fallecidas víctimas de la fuerza pública. La segunda, al finalizar la marcha, en el monumento de Isabel la Católica se realizó un performance que —desde una crítica decolonial y reivindicaciones de género— intervino el monumento que representa la hispanidad, mediante pintura roja, como símbolo de la sangre derramada en el genocidio de la Conquista, un retrato de Dolores Cacuango y un cartel con la inscripción “resistencia”. El acto se visibilizó, principalmente, en redes sociales digitales y medios de comunicación alternativos y comunitarios. Se acompañó de los hashtags #MarchaMujeresEC; #ParoNacionalEC; #NadaQueCelebrar.

Figura 1. Intervención estética-política de la Marcha de Mujeres.
Fuente: © Yadis Vanessa Vanegas Toala (12 de octubre de 2019).
El performance llamado Un violador en tu camino, consagrado como un himno feminista a escala mundial, tuvo alcance global cuando se lo viralizó a través de redes sociales. El 25 de noviembre de 2019, en conmemoración del Día para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, el colectivo LasTesis convocó alrededor de 2000 mujeres frente a la Segunda Comisaría de Carabineros, en Valparaíso. A través de la lírica y la expresión coreográfica, festiva y combativa, se denunciaron las múltiples violencias que confrontaron las mujeres en medio de la represión policial. El performance se basa en la tesis feminista de Rita Segato: denuncia al Estado patriarcal como el marco estructural que deja impune el feminicidio y las múltiples violencias contra las mujeres. De ahí que uno de los versos más emblemáticos fue: “El estado opresor es un macho violador. El violador eres tú” —con un señalamiento colectivo de las mujeres al edificio de la fuerza policial—. En paralelo, el estribillo “Y la culpa no era mía, ni donde estaba, ni como vestía” alude a la cultura de la violación, que revictimiza a las mujeres al responsabilizarlas de la violencia sexual que sufren. Esto explica por qué las estéticas del performance recurrieron a ojos vendados, en alegoría a la justicia que invisibiliza las demandas de las mujeres, y el uso de “ropa provocativa” desafiando los roles de género que normativizan los cuerpos femeninos; el pañuelo verde, símbolo de las luchas por la despenalización del aborto, que reivindican la soberanía sobre el cuerpo-territorio. Hashtags como #UnVioladorEnTuCamino; #YlaCulpaNoEraMia; #25N; #LasTesis acompañaron la viralización, que se extendió a escala global y articuló un activismo transnacional en clave feminista. El performance ha sido replicado en más de 40 países de todos los continentes, y se ha adaptado a los contextos lingüísticos, incluso en lenguas originarias y en lenguaje de señas.

Figura 2. Captura del video del performance colectivo Un violador en tu camino.
Fuente: © LasTesis, canal de YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=_0ed59v2hQE
El voguing es una expresión activista a través de la danza, y que parodia las estéticas hegemónicas; surgió en la década de 1980, en Nueva York, desde los grupos marginalizados: afroamericanos, gays, migrantes latinos, transgéneros y queer (Nunes-Barbosa, 2021). En el contexto contemporáneo, irrumpió durante el paro nacional en Colombia, gracias a tres activistas no binarias: Piisciiss, Nova y Axis. Desde su autoafirmación transfeminista, desplegaron un baile con estética queer rodeando a oficiales del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad). El 28 de abril de 2021, frente al Palacio de Justicia, en Bogotá, captaron la atención de los manifestantes: con vestimenta de cintas de seguridad con la leyenda “peligro” sobre el torso desnudo, en tacones, con pelucas y maquillaje, la coreografía desafió la presencia policial a través de una actitud festiva al ritmo popular de guaracha. Días atrás, las activistas se popularizaron en redes sociales luego de realizar un voguing en el metro reivindicando el derecho al espacio público para las personas de las diversidades sexogenéricas y disidencias sexuales. Su actuación en el contexto del paro fue un poderoso dispositivo de convocatoria que llamaba a plegarse a las manifestaciones: “¿Dónde estás? Quiero pedir, tu grito en las calles quiero sentir. Únete a protestar y en Colombia un cambio generar”, reza la lírica de la guaracha. Así se inauguró el estallido social en Colombia, y que alcanzó un gran impacto viral gracias a hashtags como #VogueDance #ColombiaDiversa #ParoNacional #NoBinario.
Conclusiones
Los performances corpo-tecno-políticos generaron impactos simbólicos —en el plano discursivo—; impactos mediáticos, en tanto “filtraron” en la agenda informativa, e impactos organizativos, por la capacidad para gestar redes. Aunque el denominador común de estas insurrecciones fue la lucha contra el modelo neoliberal, se articuló un complejo entramado de reivindicaciones plurales: anticapitalistas, anticoloniales y antipatriarcales. En suma, se vivió una insurrección de agenda interseccional, atravesada por múltiples demandas, que se conectaron, en buena medida, gracias al poder articulador del movimiento indígena y el movimiento feminista, en el proceso ecuatoriano y chileno, y el movimiento GLBTIQ+, en el caso colombiano. Efectivamente, este ciclo de protestas representa una insurrección de las diversidades, donde el “nosotros” se configuró como un movimiento de movimientos que reclamó políticas de redistribución económica, política y social y, a su vez, reclamó por y desde su derecho a la diferencia.
Estas revueltas, caracterizadas por movilizaciones que convocaron a una heterogeneidad de actores, son insurrecciones de las diversidades en red, donde los performances corpo-tecno-políticos operaron como lo que Reguillo (2017) denomina zona de intensificación afectiva para referirse a la capacidad para afectar emocionalmente y sumar fuerzas que generan copresencia de actores en la calle-red. Esto explicaría que el compromiso emocional, detonado por las actuaciones performáticas, constituya una mediación simbólica que posibilitó una movilización social configurada en red por actores heterogéneos.
Referencias
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