ISBN : 978-958-781-555-9
ISBN digital: 978-958-781-556-6

Desaparición forzada en Tibacuy: contextualización y experiencia

Alfonso Alberto Angarita Buitrago

Docente auxiliar de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD).

alfonso.angarita@unad.edu.co

Ana Mónica Grismaldo Moreno

Docente ocasional Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD).

ana.crismaldo@unad.edu.co

Hever Míguez Monroy

Docente asistente de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD).

Hever.miguez@unad.edu.co

Resumen

Alguien que se encuentra desaparecido es alguien que no está, pero que regresa con cierta frecuencia, pues vuelve en forma de evocación, añoranza y/o supuesto; pero sin tener la certeza acerca de cuál es su presente estado y el sitio en el cual se halla. El propósito esencial de este ejercicio es recuperar el sentir y el actuar de quien vive esta condición como familiar de aquel que se encuentra desaparecido. En este difícil acontecimiento subyacen eventos relacionales con el entorno y con el ser querido que ha sido alejado de su familia y de su escenario más inmediato. El esfuerzo que hacen las personas cercanas al entorno de la víctima de desaparición forzada entraña la construcción de versiones parciales acerca de las razones por las cuales fue plagiado su ser querido; discursos fragmentados, debido a la fuerza de la experiencia emocional que determina el tipo de consideraciones que llevan a cabo los familiares en términos de buscar un sentido a la experiencia y situarse en el proceso de elaboración del evento. La idea metodológica es aproximarse a las experiencias vividas por familiares y conocidos en relación con los eventos de desaparición forzada ocurridos en el municipio de Tibacuy, desde una mirada de orden comprensivo que privilegia el sentir y los imaginarios de quienes estuvieron cerca a los eventos que se exponen a continuación.

Palabras clave: desaparición forzada, memoria colectiva, Tibacuy, subjetividades, territorio.

Introducción

Recuperar la memoria histórica sobre los hechos que hicieron víctimas a ciudadanos de Tibacuy es necesario porque no solo son hechos históricos que configuran las formas de organización y estructuración social, económica y política. También es necesario, porque permite conocer cómo se reconfigura la cultura local, su identidad y modos de resurgir a partir de subjetividades que se transforman y determinan el hacer presente y la construcción de nuevos futuros. La cultura como sabemos, es base de la estructuración social. Por ello se indica que es perentorio conocer y aprender de la propia historia desde la voz de sus protagonistas y testigos, valorar cómo los hechos incidieron e inciden hoy en ellos y cómo puede esto ser una plataforma para decidir, con mayor conciencia, sobre la comunidad que quieren tener. La memoria es poder de conciencia, apropiación y reconocimiento.

Tibacuy es una comunidad singular. Partiendo de esta premisa, se sabe que el conflicto armado en Colombia tiene fuertes matices estructurales que se acentuaron desde la violencia partidista dando origen a movimientos de guerrilla algunos de los cuales afectaron al municipio y la región de manera particular. Es por esto que se requiere un análisis particular, para la comprensión, apropiación y proyección de una comunidad que cuenta con unas condiciones históricas, geográficas, poblacionales, de recursos y posibilidades diferentes. Conocer desde los sujetos propios y su presente, conduce a una construcción de conocimientos y proyección de acciones posibles, reales y con sentido intencionado.

El proceso de recuperación de la memoria histórica incluye valorar el papel de los distintos actores en el conflicto, muchos de ellos hoy agentes potenciales para la transformación que demanda el país y la región. Desde los actores institucionales y los particulares, son todos los recursos propios de la memoria cuyas perspectivas permitirán conocer la complejidad, y se espera totalidad, de los asuntos sensibles quizá no resueltos que marcaron la vida de la población. Si lo que se busca es una paz que se consolide en el tiempo para que sea duradera y estable, se debe escuchar la voz de todos esos actores y proyectarlos como agentes de incidencia.

La recuperación de la memoria histórica es un generador de inclusión, toda vez que escucha a quienes no se ha escuchado o se significa lo que estaba oculto. La inclusión fomenta la participación y construcción de discursos colectivos donde todos lo sienten como propio al verse reconocidos. Esto es forjar identidad colectiva que posibilita la cohesión entre las instituciones sociales, los sujetos y las organizaciones comunitarias del Municipio de Tibacuy. Es entre todos cómo se da paso a la necesidad de definir y construir nuevos principios y fortalecer aquellos que impulsen la convivencia y productividad. Solamente en la medida que se conozca la memoria histórica, se pueden perfilar acciones sociales, culturales, políticas y de gobierno que hagan posible la paz.

Metodología

El desarrollo metodológico del proyecto implica llevar a cabo en el municipio de Tibacuy una investigación desde el enfoque cualitativo, que autores como Hernández, Fernández & Baptista (2010) plantean que dicho enfoque “...busca comprender la perspectiva de los participantes (individuos o grupos pequeños de personas a los que se investigará) acerca de los fenómenos que los rodean, profundiza en sus experiencias, perspectivas, opiniones y significados, es decir, la forma en que los participantes perciben subjetivamente su realidad”. (p.364), en ese sentido y a partir del enfoque fenomenológico se pretende observar y recuperar de la comunidad esas percepciones alrededor de lo que aconteció para posteriormente hacer un registro sobre las representaciones y expresiones sociales que la comunidad del municipio de Tibacuy ha materializado a partir de fenómenos históricos vinculados al conflicto armado y la paz.

Universo y Muestra

El municipio de Tibacuy se encuentra ubicado en la Región del Sumapaz en el departamento de Cundinamarca, actualmente cuenta con un total de 4360 habitantes, 1015 en la zona urbana y 3345 en el área rural; distribuidos así: Hombres: 2263 Mujeres: 2096. No obstante, y debido a un contexto histórico caracterizado por la presencia de grupos ilegales, se ha identificado una población desplazada de 1726 habitantes según datos para el año 2016 relacionados por la Alcaldía del municipio; siendo el corregimiento municipio de Tibacuy, el que alberga la mayoría con un total de 666 pobladores.

Muestra Representativa

Con base en un total de 1726 identificados como la población afectada por la violencia, dato en el que se incluyen a las personas que han sido víctimas del conflicto en su misma localidad, se tendrá como muestra “tentativa” entiéndase para Hernández, Fernández & Baptista (2010) la que está sujeta a la evolución del proceso inductivo. En el caso de la desaparición forzada las personas dispuestas a brindar alguna información fueron algunos familiares de las personas desaparecidas, los funcionarios que entraron en contacto con los casos y vecinos que conocieron pormenores de los eventos rememorados.

Técnicas e instrumentos de investigación:

Particular del enfoque cualitativo y del método fenomenológico se busca conocer las percepciones y expresiones sociales que la comunidad del municipio de Tibacuy ha materializado a partir de fenómenos históricos vinculados al conflicto armado y la paz, el carácter fenomenológico “estudia los fenómenos tal como son experimentados percibidos por el hombre y, por lo tanto, permite el estudio de las realidades cuya naturaleza y estructura peculiar solo pueden ser captadas desde el marco de referencia interno del sujeto que las vive y experimenta”. Martínez (1989). Se tendrán como técnicas de investigación cualitativa las siguientes:

  1. La entrevista en profundidad: dirigida particularmente a las víctimas de la violencia alrededor de aspectos relacionados con sus experiencias, representaciones, significados y perspectivas frente al tema del conflicto, la violencia y la paz. Este tipo de técnica basada en preguntas abiertas que “...se fundamentan en una guía de contenido y el entrevistador posee toda la flexibilidad para manejarla” (Hernández, Fernández & Baptista, 2010, p.418); permitirá ahondar en aspectos claves para la consecución de los objetivos expuestos. Las entrevistas serán grabadas material que posteriormente, y con la debida autorización del entrevistado será utilizado para su divulgación a través del programa radial Contando hasta 10, que se transmite por Radio Unad virtual.
  2. Relatos de vida: teniendo en cuenta los aspectos relevantes resultado de las dinámicas de diálogo en el marco de la aplicación de las técnicas de entrevista a profundidad y los grupos focales de discusión, se plantean cuatro relatos de vida. “El relato de vida corresponde a la enunciación -escrita u oral- por parte de un narrador de su vida o parte de ella” Ricoeur (citado por Cornejo, Mendoza y Rojas, 2008, p. 30); para el caso se basará en la narrativa oral que busca recopilar a partir de los testimonios el conjunto de experiencias.

Desaparición forzada en tibacuy: contextualización y experiencia

A modo de contexto

La desaparición forzada deja una especie de vacío distinto al de la muerte. Alguien que se encuentra desaparecido es alguien que no está, pero que regresa con cierta frecuencia, pues vuelve en forma de evocaciones, reminiscencias y/o conjeturas; pero sin saber a ciencia cierta donde se halla y cuál es su estado. De cierta forma es todo el grupo afectivo que rodea a la víctima de desaparición el que tiende desvanecerse, o por lo menos a alejarse del ciclo habitual de los sucesos cotidianos.

Dentro del informe BASTA YA, “El GMH define una desaparición forzada como la privación de la libertad de una persona de la cual se desconoce su paradero, en la que no se pide algo a cambio y el victimario niega su responsabilidad en el hecho” (p.57). En su primer capítulo, dicho documento deja vislumbrar que la desaparición forzada es una forma supremamente elaborada de esa perversa inteligencia de la confrontación armada, que cambia las masacres o los homicidios selectivos por acciones que tienen un mayor impacto en el tiempo, entre ellas la desaparición de personas; que pareciera un hecho victimizante de bajo impacto frente a la trascendencia que se les confiere a otras formas de violencia. Esta es una forma de ver las cosas, que intenta dar cuenta del significado de la desaparición, sus efectos e intencionalidades.

Lo cierto es que la carga emocional que implica la desaparición es un ejercicio que se vive en diferentes lugares, entre ellos, la proximidad del grupo familiar, o el círculo social y afectivo del desaparecido. El efecto entonces, se ubica simultáneamente, tanto en el terreno de lo subjetivo, como en el terreno de lo social. En primer lugar, se establece en la intimidad de la espera, del menoscabo de la expectativa, que se traduce en la configuración de estados hondamente ambivalentes, que hacen referencia a la coexistencia de sentimientos contradictorios entre los que se pueden mezclar la ira, con la tristeza; o la ilusión momentánea con cierta sensación de desesperanza, impidiendo de esta forma, el avance en la elaboración del conflicto que entraña un evento tan avasallante. Dentro del componente social uno de los contenidos característicos de la desaparición forzada, tiene que ver con la relación que se establece con el territorio. Así como en el desplazamiento se presenta una subjetividad desplazada de su territorio social, cultural, afectivo y simbólico; en la desaparición se puede hablar de un territorio sin sujeto, rota su posibilidad de ser actor que aporta a la transformación de ese escenario que lo contiene y al cual estuvo ligado de distintas maneras hasta el momento de su desaparición.

Ya en el escenario explícito del Municipio de Tibacuy, la desaparición forzada se configura en los casos emblemáticos, que se mantienen en el recuerdo y que representan las formas particulares de su advenimiento. Uno de ellos es el caso de don Alfonso, un ganadero que tenía su finca en la vereda Naranjal o el concejal Heladio, líder social de la izquierda del municipio, quienes, desde el cotidiano espacio de sus vivencias de pueblo, fueron reclamados por el conflicto para jugar el infortunado rol de desaparecidos. Desaparecidos porque después del hecho, no se volvió a saber nada de ellos por más que fueron buscados, preguntados por sus familiares y denunciados los hechos ante las autoridades competentes. Tampoco hubo un cuerpo, unos restos humanos que permitieran verificar su deceso, cumplir con el ritual de la despedida para cerrar el ciclo de la vida. De esta misma forma, no fue posible identificar un lugar que permitiera a sus familiares dirigir sus pasos para el encuentro con el ser amado que ostentaría un lugar y una condición, puede que distintos, pero igualmente identificables y por ende generadores de consuelo. Nada de esto sucedió.

En estos dos casos, tampoco se sabe que sus familiares recibieran algún tipo de mensaje para pedir dinero con el fin de garantizar su regreso. Pero por, sobre todo, son desaparecidos porque hasta el último momento de su existencia, doña Ángela, madre de Heladio, esperó una respuesta, que hablara de un lugar o de un motivo, que le permitiera construir una historia factible en relación al destino de su hijo. Igual sucedió con los familiares de don Alfonso, quienes terminaron marchándose del Municipio, abandonando su finca, su ganado y sus proyectos en la región, pero igualmente, viviendo con la incertidumbre acerca del paradero de su ser querido.

El exiguo reconocimiento frente a la desaparición forzada, ha permitido que sus connotaciones no se hayan clarificado plenamente. En el Municipio de Tibacuy tras los hechos de desaparición se revelan varios móviles. El caso de don Alfonso, al parecer, obedece a una conjunción entre motivos económicos y políticos asociados a su condición de ganadero, en una zona de alta incidencia por parte de grupos paramilitares, como lo es el Municipio de Cambao, en el departamento del Tolima, que era en lugar en que compraba los semovientes que posteriormente traía a su finca de Tibacuy. Esta confluencia de circunstancias, le obligó a tener que cargar con un estigma que lo hizo blanco de la acción armada del frente 44 de las FARC.

En cuanto a Heladio, otro de los casos emblemáticos en el Municipio, su carácter de líder social, su condición de miembro del Concejo Municipal de Tibacuy y otrora, funcionario de la Alcaldía, quien estuvo ligado a un accionar social muy perceptible, tuvo reconocimiento por parte de sus habitantes y también algunas controversias de orden político. Estos elementos muy seguramente configuraron los motivos en la imaginación de sus captores, desconocidos, misteriosos, quienes eligieron llevárselo una noche de su casa, mientras tomaba su cena. Hasta el día de hoy no hay una sola pista acerca de su paradero.

Hay otros casos, quizá menos notorios, pero no por eso menos intensos, como el de aquella adolescente alta y desgarbada de nombre Marisol, quien estaba tomando clases en el colegio de Calandaima, cuando varios hombres vinieron por ella y por otras dos chicas, las más altas, las más grandes. Las tres desaparecieron y nunca se volvió a saber nada de ellas. Marisol nunca más volvió al colegio, nunca regresó a ser parte de su grupo familiar. La familia se tornó hermética, optó por aislarse de la dinámica social del municipio. En palabras de alguno de los habitantes de pueblo, “ellos hicieron como si no hubiese pasado nada”. Una de las compañeras de estudio, que fue raptada con Marisol, dijo alguna vez, después de regresar, que había escuchado que su compañera de estudio había muerto en un enfrentamiento entre las FARC y el ejército, pero eso es apenas un rumor sin confirmación. Hasta ahora su familia, no ha llevado a cabo gestión alguna para indagar acerca de su posible paradero.

Volviendo al caso de don Alfonso, una de las funcionarias de la alcaldía por aquella época manifestó lo siguiente:

“Él se confiaba mucho en su trabajador, quien era simpatizante de la guerrilla. Orlando, se emborrachaba y empezaba a decir: “Don Alfonso es paraco”. Un día le pregunté a una vecina qué había pasado con don Alfonso, que había desaparecido un año atrás. Ella me contó que el día que se lo llevaron, ese fue el susto más terrible que tuvo, porque una tarde de domingo llegó el comandante de la guerrilla con varios hombres y los encañonaron a todos los habitantes de la casa y se llevaron a don Alfonso en su propio carro y desde ese día nunca se volvió a saber nada de él. Aunque vivía en la finca con su esposa, y además su hija y los nietos iban habitualmente a visitar a los abuelos; después de esto, ellos no volvieron, quedó todo abandonado. Ahora vive una promotora de salud, pero hoy en día esa tierra no es nada, para lo que era cuando don Alfonso vivía allí”.

De Heladio y Marisol tampoco se volvió a saber nada. Es como si a los tres se los hubiese tragado la tierra.

Es la más cruel incertidumbre, en la que se conjetura un escenario paralelo, pero a su vez, precario, en el que prevalecen muchas preguntas: ¿en qué lugar estará?, ¿Dónde descansa su cuerpo? ¿Qué es de su conciencia? Estos interrogantes ratifican otro de los ejes distintivos de la desaparición forzada: no es factible construir una historia consistente. Una historia es una narrativa cargada de sentido, que corresponde a una secuencia que debería sostenerse en el tiempo. Bien lo dicen las madres de la plaza de mayo, a los que ya no están, o quizá siguen estando o vaya uno a saber. No hay certezas, la narrativa alcanza escasamente a sostener un precario e inmediato deseo que retornen y termine la pesadilla.

Lo cierto es que no es posible construir una historia duradera, apenas son fragmentos, en la medida en que se diluyen en el tiempo; piezas sueltas carentes de cohesión. Algunas de las expresiones de los familiares de los desaparecidos dejan entrever que nunca van a saber que sucedió en cada uno de los días del ser amado, al que en vano esperan; pero, aunque así sean las cosas, no van a poder cerrar la puerta, como le sucedió a doña Ángela, para quien seguramente la última pregunta de su existencia, tuvo que ver con el destino de su hijo desaparecido. Se intuye la pregunta: ¿Cómo hacer para cerrar el tema y hacer de cuenta que ya no va a volver? No es posible; hay que vivir el día a día con esa carga sobre su existencia. ¿Cuántas cosas pierden paulatinamente su valor? ¿Cuántos fragmentos de eso, que es cada uno, se sepultan con esa infinita sensación de ausencia perpetua? Son preguntas obvias, pero de muy difícil respuesta. Ese llamado “otro social”, que representa cierta solidaridad, una posibilidad de compartir lo que se va experimentando se torna nebuloso, pierde su solidez… el inexplicable sentimiento de distancia termina ocupando cada tiempo y cada espacio y no hay un modo cierto de salir de esa asfixiante atmosfera. Es la cruda cotidianidad de los familiares de los desaparecidos.

Conclusiones

Estas contribuciones de cierre se formulan en tres campos de reflexión:

  • Las relaciones
  • El contexto
  • La subjetividad
  1. En el campo relacional, la desaparición forzada configura en los familiares una situación marcada por la ambivalencia emocional, que hace que exista una ruptura bastante significativa con el entorno de las relaciones más inmediatas. Se genera una gran distancia frente a lo que era su cotidianidad. El grupo familiar de quien se ve afectado por este hecho, tiende a construir un campo de experiencia particular producto de las huellas que generan las circunstancias que marcan su vivencia frente al acontecimiento. El discurso como medio para interactuar con el entorno se ve fracturado y se da un centramiento en su propia experiencia, que, en términos comunicacionales, se podría decir que se convierte en un lenguaje íntimo, que tiende a parecerse más aun monologo, o mejor, a un diálogo con alguien que no se encuentra presente, pero que se mantiene en el discurrir cotidiano como una presencia elusiva que habita la esperanza y la evocación.

    Este mecanismo opera como una especie de dispositivo de regulación de la experiencia, que se podría decir, como en otras situaciones marcadas por el dolor, que las palabras no alcanzan para definir la magnitud del hecho. Es una insuficiencia que concentra la mayor parte del impacto entre las emociones y los recursos particularmente subjetivos, a los que recurre quien sufre un episodio de esta índole. Se podría decir, que la persona pasa a ocupar un espacio y un tiempo que esta entre sus búsquedas subjetivas para alimentar la esperanza y su permanente diálogo con su familiar desaparecido, que el intenta por todos los medios mantener en el lado de la ilusión.

  2. En relación al contexto, se puede hablar de un territorio que se ha quedado sin un sujeto, que ni se ha podido convertir en legado, pero que tampoco cuenta con la posibilidad de ser sujeto vigente, o en su mejor expresión, sujeto que transforma el entorno. En este mismo sentido se verifica una ruptura con el otro social, por parte de los familiares de la persona desaparecida. Aquí se pueden considerar por lo menos, tres elementos. El primero de ellos tiene que ver con un otro al que no le queda nada fácil empatizar con lo que empieza a vivir el/los familiares de la víctima de desaparición, pues es como si este se hubiese convertido en un “no muerto” pero también en “un no vivo”. Una especie de fantasma que ronda los días, que condiciona la experiencia cotidiana y que genera una abstracción del contexto de las relaciones sociales, del discurrir en la comunidad y del vínculo con aquellos otros, que tienen la fortuna de no convivir con la desaparición.

    Otros componentes, como el miedo, o el deseo de aislarse en la propia experiencia, determinan las relaciones que establecen con el contexto los familiares de personas desaparecidas. Miedo a que una palabra, una expresión fuera de lugar, o una interpretación desafortunada, terminen afectando aún más el destino de su ser querido. Finalmente, el aislamiento como mecanismo de autoprotección los convierte en seres únicos, que viven un estado de crisis silencioso, continuado y extenso. De alguna forma es como aquel momento en el que se enfrenta la inminencia del dolor, se abstrae el exterior con una carga de adrenalina que exige un máximo de nivel de concentración. Lo paradójico es que, en el caso de la desaparición este ejercicio resulta un tanto infructuoso, no hay a quien atender, no hay muchas cosas por resolver, no hay que hacer más allá de estar instalado en ese momento del pasado, que copa el presente y que seguramente va invadir el futuro inmediato. Es ese sentido de la espera, que no alimenta muy consistentemente la esperanza.

  3. Nuevas subjetividades tienen un terreno abonado en la desaparición forzada. Se puede hablar, por lo menos, de dos sujetos marcados por la experiencia:

    El primero, el sujeto que espera, que se abstrae, que el sentido de esta crisis que vive, convierte en alguien que se encuentra entre dos universos marcadamente caracterizados. Uno de ellos es ese mundo que el intenta colocar entre paréntesis, producto del impacto de la experiencia. Es subjetividad que va de frente con el dolor, en el que el tiempo se ha convertido en un extenso presente; no hay pasado ni futuro. Es Alguien sumergido en lo más profundo de su experiencia, buscando recursos para convivir con el enigma. Con la incertidumbre. El resultado es incierto, pues no hay epílogo en la mayoría de los eventos de desaparición forzada.

    El otro, un sujeto que está suspendido en el tiempo y en el espacio. Ocupa un lugar que no existe en la geografía de su territorio afectivo; donde se encuentra no significa. Es como si no existiera, o a lo sumo es como una especie de ficha en la intencionalidad de otro que no le confiere el estatus de sujeto vital, sujeto de derechos, sujeto de afectos.

    Al otro extremo, en su territorio afectivo, alguien empeñado en mantener su condición, en sostenerlo en el tiempo, en rescatarlo del olvido. Denota esta situación una paradoja para la víctima de desaparición: “Dónde estoy no significo; donde significo, no ocupo espacios ni tiempos”.

    A pesar del dolor, de la impotencia, de lo insostenible de la situación, lo cierto es que este sujeto cuenta con un lugar y un contexto que mantienen su existencia, a pesar de que no subsista un cuerpo y su historia se haya empezado a transformar en pura conjetura. Lo cierto es que debe seguir existiendo porque resulta ser la evidencia de un perfeccionamiento del horror del conflicto armado, que genera un costo infinitamente alto en quienes han sufrido un episodio de desaparición forzada.

Referencias

García-Bilbao, P. (2002). Sobre el concepto de memoria histórica, una breve reflexión, en Sociología crítica (publicado en 2002) Recuperado de https://dedona.wordpress.com/2010/01/01/sobre-el-concepto-de-memoria-historica- pedro-a-garcia-bilbao/

Murillo, J & Martínez, C (2010) Coloquio: “Investigación Etnográfica”. Universidad Autónoma de Madrid. España. Recuperado de https://www.uam.es/personal_pdi/stmaria/jmurillo/InvestigacionEE/Presentaciones/Cu

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