ISBN : 978-958-781-555-9
ISBN digital: 978-958-781-556-6

La resemantización como lugar de enunciación: una posibilidad de construir biografías colectivas

Alba Luz Sánchez Escudero

Candidata a magíster en Estudios Humanísticos de la Universidad EAFIT, filóloga hispanista de la Universidad de Antioquia. Docente universitaria. Investigadora. Formadora de formadores.

aluz.sanchez@gmail.com

Resumen

Narramos el mundo como lo llevamos por dentro, y lo reconstruimos a partir de la experiencia. Hay quienes afirman, como Zecchetto (2010), que los lenguajes humanos fueron inventados para “semantizar la realidad”; es decir, para expresar los contenidos y sentidos del mundo por medio de alguna forma codificada. Sin embargo, el hombre, al constituirse como una síntesis de la evolución humana, apela a las múltiples manifestaciones del lenguaje para dotarlo de sentido, comunicarse y modificarlo; es decir, resemantizarlo. Resemantizar es, por su parte, el ejercicio de reconfiguración del mundo, pues las cosas pueden ser nombradas, conceptualizadas e identificadas por medio del lenguaje, y es el hombre quien puede, por medio de este, conjugar y configurar los elementos del mundo que habita, sean materiales o inmateriales. Esta propuesta, consecuencia de una investigación para optar al título de magíster en Estudios Humanísticos de la Universidad EAFIT, propone la resemantización de términos, testimonios y narrativas para la reconfiguración del tejido social, por medio de mecanismos que permitan dotar de nuevos significados hechos, recuerdos y memorias. El fin es crear, desde la pluralidad, formas individuales y colectivas de ser y habitar el mundo en las que no se oculten ni se enmascaren los acontecimientos, sino que se asuman como escenarios de conversaciones horizontales en un ejercicio de trabajo con el otro, en el que además se reconocen las particularidades que conforman un grupo; es decir, identificar y definir los lugares de enunciación. Ello permite, por un lado, registrar lo asentado, y, por el otro, elaborar una nueva versión: reconocer el bagaje colectivo y a los sujetos como entes históricos incorporados en un devenir que deja ver no solo lo que se es, sino la percepción que se tiene del otro y el imaginario que lo acompaña.

Palabras clave: lugar de enunciación, resemantización, biografías colectivas, narrativas.

Introducción

Una cosa no es una cosa en sí misma por lo que su nombre indica sino por lo que representa. Los nombres, si bien traen consigo una carga de significados, estos no son ni universalmente reconocidos o aceptados, ni inmutables (porque están sujetos a cambios lingüísticos por dialectos y contextos), más si arbitrarios. Saussure (1945), define que el signo lingüístico combina el concepto con la imagen acústica que de él representa; lo plantea como una unidad de dos caras donde el signo remplaza el concepto y la imagen acústica, por el significado y el significante, respectivamente.

En cuanto a la asignación de sentidos, Kripke (1963), con influencia directa de Bertrand Russell (1940), introdujo trabajos sobre la teoría del sentido según la cual los nombres propios del lenguaje ordinario eran nombres verdaderos. En palabras de Alonzo Gómez (2004): “Los particulares constituyen el mundo; los nombres, que refieren directamente a esos particulares, desempeñan la función de anclaje entre el lenguaje y las cosas tal como son en sí mismas” (p. 166).

Una referencia directa supone una conexión necesaria entre el nombre y el objeto nombrado. De esto se sigue entonces, que un nombre es solamente su extensión y no su intencionalidad; dicho, en otros términos, el significado de un nombre es su portador, y no las descripciones que puedan hacerse de éste. Russell (1964) afirma que: “Un nombre propio, si ha de cumplir su función de modo completo, no habría de necesitar definiciones con otras palabras, debería denotar algo que tendríamos que conocer de un modo inmediato” (p. 175). Mientras que John Searle (1980) argumentó que el referente de un nombre se establece a través de un cúmulo o familia de descripciones, y no precisamente mediante una sola descripción.

Es importante tratar lo que Kripke (2005) definió por designadores rígidos y designadores accidentales para entender el problema de la referencia y la identidad. Como designadores rígidos se refirió a esas expresiones que permanentemente designan lo mismo independientemente del ámbito en el que se usen. Un designador rígido, en contraposición al accidental, es una designación que determina el mismo objeto en cualquier contexto; de esta forma, nombres como Benjamin Franklin, Aristóteles, Shakespeare, son para Kripke designadores rígidos.

Sin embargo, existen nombres que no tienen un respaldo para su contrastación con la realidad. Según Alonzo Gómez (2004): “hemos de aceptar que un nombre, aunque no incluye la existencia de su referente, es nombre en la medida en que su función es referencial. Un nombre no ha de tener referente, pero porque es nombre, ha de referir” (p. 171).

Significar, en concreto, es asignar un nombre a una porción de realidad. Emerge desde la interacción social y la experiencia como una representación de la realidad. Es una construcción social posible gracias a la función simbólica del lenguaje que permite el proceso de relacionar al sujeto con las cosas y las situaciones. Es un proceso donde se combinan pensamiento y lenguaje de interpretar la realidad y convertirla en significación, la lengua cumple dos funciones básicas: la primera, ayuda a estructurar el pensamiento y, la segunda, sirve de instrumento de comunicación social.

Con este texto se busca dar a conocer la relación directa que existe entre el ejercicio innato de resemantizar términos y la forma en como se habita el mundo y, en consecuencia, cómo se narra desde una concepción única como sujeto y comunidad en el ejercicio de contarse la historia a manera de crear puentes, como estrategia de decirle al otro que es humano y que también se está roto, que eso que se es, con todas sus variantes, es lo que se ha construido con a través del sí mismo.

Esto no suple vacíos de conocimiento, como en un inicio se construyó, pero si pone en evidencia la naturalidad del hombre que se expone a través de sus palabras. Hace explícito lo implícito y permite contarnos historias de otras maneras.

Metodología

La metodología es cualitativa, con un enfoque hermenéutico y de tipo descriptivo. La investigación cualitativa permite explicar hechos desde la interpretación y el análisis de documentos y situaciones porque resulta ser más que técnicas para recolectar datos e información, y se convierte en “un modo de encarar el mundo de la interioridad de los sujetos sociales y de las relaciones que establecen con los contextos y con otros actores sociales” (Galeano, M. 2004).

En este caso, la interpretación hermenéutica se realizó en dos fases, por un lado, se empleó el concepto de Isotopías como herramienta de análisis de contenido textual, social y semiótico espacial, y por el otro, como una estrategia de lectura analítica y hermenéutica de contextos y situaciones. Las isotopías, definidas por Greimas como la posibilidad de identificar categorías semánticas en un texto tras el hallazgo de la recurrencia de determinados rasgos, con ciertas similitudes, que permiten encontrar las líneas temáticas o de significados dentro del desarrollo y tratamiento discusivo de los textos y los discursos, esto es, a saber, la recurrencia de unidades lingüísticas presentes.

El enfoque hermenéutico se orientó a la interpretación y reconocimiento de significados: “[L]a comprensión de la realidad social se asume bajo la metáfora, el cual es susceptible de ser interpretado mediante el empleo de caminos metodológicos con particularidades propias que la hacen distinta a otras alternativas de investigación” (Sandoval, 1996).

Para esto se utilizó el círculo hermenéutico de Gadamer (1992) y se adecua a las necesidades propias de este ejercicio. Dicho círculo está compuesto de siete elementos: Los prejuicios, el análisis, la comparación, la reflexión, la comprensión, la interpretación y la síntesis; los cuales permiten realizar un procesamiento de la información donde inicialmente se identifican las posibles conjeturas y las fuentes documentales, luego se procesa la información: se analiza e interpreta, para finalmente sistematizarla a modo de síntesis.

Se contempla que el alcance de esta investigación es de tipo descriptivo, porque si bien parte de la correlación y la interpretación de información para explicar un fenómeno de resemantización conceptual, lo que persigue es describir puntualmente cómo los términos, en contextos narrativos, cambia de significado y se convierte en lugar y tiempo de enunciación, es decir, como muta según sujetos y colectividades.

La resemantización y las biografías colectivas

Los pueblos, las lenguas y las culturas configuran los sentidos de los signos externos. Es decir, cuentan sus historias según sus sentidos. Estos sentidos o significados pueden ser, en algunos casos, inmutables con el devenir del tiempo. Sin embargo, muchos de estos significados devienen en otros. La resemantización permite que el espectro semántico se expanda, y esto obedece a condicionamientos históricos, sociales, religiosos y políticos, que articulan una red de significaciones.

La historia humana, en sí misma, no es una línea perpetua ni un todo homogéneo, sino que deviene en múltiples configuraciones y sentidos divergentes. Los eventos individuales, los conflictos externos, los movimientos colectivos, posibilitan el abandono de los sentidos establecidos, reiterativos y aceptados, generando significados que se suceden entre sí y transfiguran el mundo. Así pues, de lo simple deviene la complejidad de lenguajes y sentidos. Cada lenguaje en sus inicios es algo simple, pero el paso del tiempo diversifica la materia del lenguaje, los condicionamientos históricos matizan los sentidos y expresan nuevas opiniones. El sentido no es una totalidad concluida en sí misma, sino una promesa de actualización, una forma constante de resemantización. En otras palabras, los significados son los hilos que permiten tejer la historia.

Victorino Zecchetto (2010) propone que la resemantización se evidencia cuando un objeto es capaz de expresar una nueva configuración de sí mismo “Se trata de una acción que puede tener pretensiones diversas. A veces se instala por la pérdida de contenidos semánticos de un determinado lenguaje; otras, tiene el fin de recuperar una degradación simbólica o mítica, o es un intento de innovación creativa” (p. 127).

Resemantizar una palabra o término hace referencia a la transformación semiótica de sentido de una construcción de realidad previamente conocida o aceptada para comenzar a contemplarla de otra manera mediante otra asignación de referencias, es decir, cambiar de significado una palabra.

El proceso de resemantización se lleva a cabo en dos momentos, o en dos movimientos, el primero conocido como registrar lo asentado y el segundo como elaborar la versión resemantizada. El primero hace referencia a entender y comprender la naturaleza social de las palabras o de los procesos semióticos, es decir, los significantes y los significados, los signos, símbolos, textos o discursos que aportan a la comprensión de algo, y que son, a su vez, referentes sociales.

Según Zecchetto, los procesos de ampliación semántica, o dotación de nuevos significados para las palabras, normalmente ocurren desde elementos ya conocidos y adoptados de manera social, a los que posteriormente se les podrá atribuir algunas de las siguientes funciones:

  1. Ser modelos simbólicos que fungen de contexto-espectáculo donde un pueblo ve reflejados aspectos de su entorno y de su vida.
  2. Influenciar las relaciones de un grupo social, dándole un paradigma que produce ‘efectos de sentidos’ u otras repercusiones psicosociales.
  3. Ser portadores de imaginarios en vista al consumo. Los medios de comunicación social hoy forman parte de esas estrategias comerciales en un contexto de vida globalizada (2010, p.129).

El primer movimiento consiste en entender lo que la palabra significa y todo lo que la comprende. El segundo, la elaboración de la versión resemantizada, tiene que ver con la forma en que los grupos sociales o los ciudadanos que constituyen un grupo social, que se desvuelven en un mismo contexto y en una misma cotidianidad, poseen un significado propio para las palabras o los referentes o las cosas y lo sustentan a través de los actos y la práctica.

Pareciera que los procesos de resemantización están implícitos en el desarrollo cultural lexical e inmaterial de la sociedad a través de los cambios constantes de sentido y de significado de los términos, objetos, situaciones y expresiones que finalmente modifican los significados iniciales. Sin embargo, también hay que tener presente que, como lo indica El curso de Lingüística general (1945), el hombre establece relaciones y diferencias entre términos desde dos perspectivas que permiten la comprensión de la naturaleza misma de la lengua, uno desde el discurso y el otro desde afuera del discurso.

Se plantea la creación de las “relaciones asociativas” desde el discurso o desde afuera del discurso. Dichas relaciones, que son, a su vez, asociaciones mentales, no están limitadas por un factor común que se encuentren entre elementos, términos, frases u oraciones, pues también están sujetas a la “naturaleza” de las relaciones y del individuo, lo que permite crear cuantas asociaciones sean posibles desde el conocimiento del sujeto, la experiencia, el contexto, la configuración individual y social del sentido y la memoria.

En consecuencia, la enunciación, y por ende la resemantización, es un proceso productivo, pues en este se genera la conversión del lenguaje en discurso, dicho proceso carece de sujeto. Según Jesús González Requena (1987): “En él [proceso de la enunciación] se engendra el discurso y en éste, como su efecto de sentido más profundo, estructural, es engendrado, a su vez, el sujeto” (p. 10).

a. Relación narrador – autor

El vínculo que se establece entre el autor y su obra es directamente proporcional al que se establece entre el yo y el lenguaje. Para que un texto enseñe su naturaleza, este debe abstraerse del autor; dicha naturaleza no es otra más que la continuidad y consistencia de ese yo. En palabras de Santiago Trancón Pérez (2012): “La escritura, al objetivar el texto y la palabra, produce la ilusión de dar consistencia a un yo real, el del autor, pero en realidad, sólo da consistencia a un yo imaginario, el del narrador” (p. 369).

En esto sentido, la escritura muestra el espejismo de la autoría, pues existe una ficción de identificación entre el autor y el narrador. Este problema es identificable en géneros como la autobiografía o las memorias. En ellos, surge la idea de vincular al autor y el narrador como un mismo individuo, como una única voz. La atención del lector entonces, se desplaza hacia la verificación de los hechos descritos por el narrador. Existe entonces, una división entre el autor y el narrador, incluso cuando se identifican como una única voz.

El escritor configura la voz del narrador como un sujeto de enunciación, con el que se identificará como un doble o sustituto literario (Trancón, 2012, p. 370). En otras palabras, el escritor abandona su yo material para devenir en otro yo literario, articulado y soportado únicamente por el lenguaje. Cervantes expresó bellamente lo anterior: “La escritura desatada de estos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico, cómico” (2004, I, 47, p. 492).

La escritura es una acción de desprendimiento, un esfuerzo por la superación y disolución de los límites del yo. El yo no es una sustancia indeleble, inalterable, pues el sujeto está configurado por la voz del Otro. De esta forma, el escritor no es un creador independiente, autónomo, sino una voz que transmite el discurso del Otro. El escritor está inmerso en el discurso de un sujeto que no es material sino lingüístico, el sujeto mismo de la enunciación.

b. Sujetos narradores de memorias y ficciones

Los mundos que se construyen gracias a la literatura son inconmensurables. La descripción de dichos mundos es el cerco dentro del cual se desenvuelven las acciones. Por esta razón, cada unidad articula un todo para la significación del relato. Según Armando Velásquez (2013):

Los lugares de la literatura no se circunscriben a una extensión figurada o verbal, algunos son breves como habitaciones mientras que otros representan universos enteros; ciertos espacios caben en una frase, en tanto que otros requieren cientos de páginas para conformarse (Pág. 65)

La ficción de los recuerdos las expresa un narrador que indaga su pasado o el pasado de otros, buscando dotarlo de significación en el tiempo presente. Así, la introspección es un recurso narrativo relevante en tanto que permite relatar en el presente hechos de un tiempo pasado. De esto se sigue que, del amasijo de dichos tiempos se engendran nuevas y complejas temporalidades. La ficción de los recuerdos cuenta además con la manera en que se describen los lugares. La descripción de espacios como salones, habitaciones, parques, son la representación visual de algunos recuerdos, y este orden de ideas, la posibilidad de acceder a ellos.

La relación que existe entre la literatura y la memoria no es estática, esta se modifica en el devenir del tiempo. Una de estas nuevas formas de relación surge de la memoria grupal o colectiva; esta ha permitido que se geste un movimiento de pensamiento aplicado a escudriñar lo que se recuerda y la manera en la que se hace. El paulatino incremento que se viene presentando en torno al recuerdo en la literatura latinoamericana, puede indicar la manera en la que ésta se preocupa por las transformaciones sociales y políticas. De esta manera, como lo afirma Velásquez (2013):

El interés por representar los procesos de recuerdo y olvido hace evidente que el trato con el pasado no está limitado a las diversas maneras en que se construye la historia o la novela histórica, las acciones de memoria buscan entablar un diálogo con esta facultad humana que se mueve entre la individualidad y lo colectivo (Pág. 84)

Para Searle, la narración de ficciones es una actividad productora de lenguaje, en tanto que tal acción es una fabricación de oraciones, de descripciones, de tradiciones. Sin embargo, la característica principal de la ficción es la de simular. El narrador sostiene la existencia de ciertos hechos que no tendrían de otro modo una validación sea empírica o metafísica.

El narrador de ficciones imagina acontecimientos, algunos de estos son frases y, dichas frases, pueden a su vez, describir acontecimientos. En este sentido, las ficciones configuran signos lingüísticos, aunque ellos mismos no sean propiamente actos de hablar, sino signos lingüísticos con un carácter de icónicos que cumplen la función de representar frases, imaginarios.

Conclusiones

El análisis de la narratividad ha servido para esclarecer problemas particulares en la historia reciente tales como la política de género, el racismo, las culturas juveniles, el quehacer político, la construcción social, el discurso ideológico, los desplazamientos, entre muchos otros. Los análisis narrativos además han sido enriquecidos por muchas otras disciplinas que suministraron interesantes recursos metodológicos (Aparicio, 2010, p. 25). Dichos análisis se han enfocado principalmente en la investigación social que se ha gestado desde las últimas décadas y se ha visto reforzado últimamente por las propuestas de Teun Van Dijk o Norman Fairclough cuyas preocupaciones versan entorno a interpretar y descifrar las problemáticas sociales contemporáneas.

El análisis de la narrativa es una propuesta que tiene correlación en la teoría crítica que esbozaron Theodor Adorno y Walter Benjamin. Ambas propuestas sostienen que el análisis involucra una lectura de los mecanismos y prácticas ideológicas, de sus rasgos y circunstancias sociales; además, sostiene que el lenguaje nunca es imparcial, sino que obedece a intensiones. En consecuencia, las narrativas y las prácticas sociales se convierten en elementos que los agentes sociales emplean para dotar de claridad y politicidad al mundo social. Para Irene Vasilachis (1997) por ejemplo las narrativas permiten

[…] construcciones simbólicas individuales o colectivas a las que los sujetos apelan o las que crean para interpretar el mundo, para reflexionar sobre su propia situación y la de los demás y para determinar el alcance y la posibilidad de su acción histórica (p. 141).

Según lo anterior, las técnicas de identificación de los agentes son producto de la configuración entre los discursos narrativos y las prácticas y dichas prácticas narrativas, están ligadas a la estructura argumentativa del sujeto y a las condiciones materiales y circunstanciales en las que las personas viven. Foucault (1978) argumenta:

Si uno se sitúa al nivel de una proposición, en el interior de un discurso, la separación entre lo verdadero y lo falso no es ni arbitraria, ni modificable, ni institucional, ni violenta. Pero si uno se sitúa en otra escala, si se plantea la cuestión de saber cuál ha sido y cuál es constantemente, a través de nuestros discursos, esa voluntad de verdad que ha atravesado tantos siglos de nuestra historia, o cuál es en su forma general el tipo de separación que rige nuestra voluntad de saber, es entonces, quizás, cuando se ve dibujarse algo así como un sistema de exclusión (sistema histórico, modificable, institucionalmente coactivo) (p. 63).

Es a través de la narratividad, de aquel mundo interno o externo plasmado en palabras que se puede tener entrada a los tiempos que sustentan dicha narración, es decir, de los sucesos desplegados en el tiempo. El lector es partícipe del tiempo narrativo, como también de sus elementos constitutivos, aunque dicha acción no es unilateral, a saber, del lector al texto, sino también bilateral, pues el texto narrativo penetra en el lector actuando en sus referentes temporales. Leer entonces, no es una acción pasiva, sino una dialéctica en donde se contrasta el tiempo del lector y la temporalidad del texto, modificando y complementando el tiempo mismo del lector. En consecuencia, la narratividad se vincula con la vida creando tiempos contrastados y cooperados, es decir, un tiempo común.

La narrativa está compuesta por sucesos desplegados en el tiempo. El deseo de relatar una historia de manera objetiva, esto es, como realmente aconteció, es a lo sumo ilusorio. Por eso, la narratividad dispone de herramientas que permiten un montaje en el tiempo. Dicha disposición de acontecimientos en el tiempo, es una disposición que transfigura el tiempo a su antojo, obedeciendo sólo a intenciones subjetivas. En este orden de ideas, la añoranza de retornar al pasado para retocar la vida o el deseo de estar en el futuro para olvidarla es un juego espacio-temporal que plantea la narratividad.

El sentido del tiempo nace de la conciencia del hombre y es manifestado de manera figurada en la narrativa. Isaac Newton advirtió sobre el tiempo: “El tiempo absoluto, verdadero y matemático, en sí y por su propia naturaleza sin relación a nada extremo, fluye uniformemente” (1987, p. 718). Dicho tiempo es un instrumento de clasificación para medir los sucesos en el espacio, como un mecanismo de clasificación de los hechos. De manera inversa, aparece un tiempo subjetivo, un tiempo percibido por agentes que obedece a ritmos diferentes, es decir, instantes, hechos y experiencias que se dilatan y que parecen cubrir una gran cantidad de tiempo, pero realmente son tan solo una brevedad temporal.

En esa medida, toda narrativa está desarrollada bajo una estructura que se enmarca en términos superficiales en una delimitación temporo-espacial en donde se expresan hechos, acontecimientos, sentimientos, situaciones, entre otros y con este documento se evidencia que la narración (oral y escrita) no es una cosa de tiempos y espacios determinados articulados bajo principios de realidad estandarizados, sino que se manifiesta bajo posibilidades de concreción distintas, como un tiempo y un espacio no cronológicos, un tiempo vivido en pasado y un lugar vivido desde la emotividad, lo que conjugado con la necesidad del hombre para contar aquello que lleva dentro de sí y desde su contexto, reafirma el hecho de que solo a través de lo contado el hombre siente que encuentra la coherencia y la claridad que necesita.

En relación puntual con la memoria, la guerra y la violencia traen consigo siempre el recuerdo del pasado, una enunciación que devela la “inexistencia de experiencias nuevas”, o la sensación de que no podrán existir nuevas experiencias en el mundo, lo que permitió identificar que los sujetos no solo habitan y pertenecen a un lugar, sino que se apropian de él a través de las historias por contar, donde, al parecer, en muchos casos, tienen la incapacidad de contemplar el mundo en prospectiva.

Referencias

Aparicio, J. (2010). Gobernando a la persona desplazada: problemas y fricciones de un nuevo problema mundial. Revista Tabula Rasa. No. 13.

Foucault, M. (1970). La arqueología del saber. México: Siglo XXI.

Galeano, E. (1981). Voces de nuestro tiempo. México: Fondo de Cultura Económico.

Gómez A, Modesto M. (2004). Individuos. Descripción y referencia en la filosofía analítica contemporánea. Cuadernos Salmantinos de filosofía. Salamanca: Universidad Pontificia de Salamanca.

González Requena, J. (1987). Enunciación, punto de vista, sujeto. En Contracampo. N: 42.

Greimas, A. – Courtés, J. (1979). Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje. Madrid: Paidós.

Newton, I. (1987). Principios matemáticos de la filosofía natural. Trad. E. Rada García, basada en la 3a ed. Madrid: Alianza 2v.

Russell, B. (1964). La evolución de mi pensamiento filosófico. Madrid: Aguilar.

Sandoval, C. (2002). Investigación cualitativa. Bogotá: ARFO Editores e Impresores Ltda.

Searle, J. (1980). Actos de habla: Ensayo de filosofía del lenguaje. Madrid: Cátedra, 1980).

Todorov, T. (2000). Los abusos de la memoria. Barcelona: Paidós.

Trancón, S. (2012). Huellas judías y leonesas en el Quijote. Redescubrir a Cervantes. Sevilla: Punto Rojo.

Vasilachis, I. (1997). Discurso político y prensa escrita. Un análisis sociológico, jurídico y lingüístico. Barcelona: Gedisa.

Velásquez, A. (2013). Metaficción y ficciones de memoria, estrategias en la construcción del relato. Cuadernos americanos 143. México. pp. 65-86

Zecchetto, V. (2010). El persistente impulso a resemantizar. Universitas 14, Revista de Ciencias Sociales y Humanas, No. 14, 2011, Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador.