
La visión javeriana de los movimientos sociales
En medio de la movilización más larga y fuerte que ha vivido el país, cuando desde el 28 de abril se inició el paro nacional en contra de la reforma tributaria propuesta por el Gobierno nacional, y los ciudadanos continuaron la protesta en desacuerdo con la reforma a la salud, el desempleo, la falta de oportunidades para acceder a la educación, entre otros temas, la Universidad Javeriana realizó el foro: “Activismos y movimientos sociales: una visión javeriana”.
Vale la pena decir que este foro, que se desarrolló en cuatro sesiones el 22 de abril, el 3, 6 y 13 de mayo, fue el primero que se contempló para iniciar los Foros Javerianos sobre la coyuntura y el futuro de Colombia, a causa de las manifestaciones que vivió el país en noviembre de 2019. “Desde ese momento, hemos tenido claro que como comunidad académica debemos escuchar atentamente para poder contribuir a la reflexión y solución de los problemas del país y por eso creamos esta serie de foros que ya llega a su sexta etapa”, comentó en la instalación del foro el P. Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J., rector de la Pontificia Universidad Javeriana.
Para abordar el tema de forma amplia se contó con una serie de invitados que hablaron sobre medioambiente, género, paz y conflicto; el papel de la fuerza pública y la autoridad en la movilización social; la trayectoria que ha tenido la Universidad Javeriana en relación con los movimientos sociales, y sobre la construcción de propuestas para una participación social desde la educación y el arte.

De acuerdo con Juliana Flórez, profesora del Instituto Pensar, los movimientos sociales han sido estudiados por cerca de 170 años donde los primeros cien fueron estigmatizados y en los 70 restantes se demostró que son actores legítimos de un país y una democracia. Con ella coincide el profesor Henry Salgado, sociólogo de la Universidad Nacional, quien comentó que varios autores analizan la acción colectiva como un fenómeno disfuncional y desde el punto de vista de la frustración, ofreciendo un marco teórico limitado y mostrando la protesta como algo marginal y negativo para la sociedad en su conjunto.
Para Carolina Cepeda, directora de la Maestría en Relaciones Internacionales, la movilización es un ejercicio político ciudadano fuerte que ha logrado detener propuestas y decisiones como cuando la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) impidió la reforma de la ley 30 de educación superior o cuando el paro agrario logró que se revisara y abriera el debate sobre los Tratados de Libre Comercio (TLC) en Colombia y el efecto que tendrían en el país. A estas organizaciones también se han unido los ciudadanos que ven cómo las decisiones del gobierno impactan su vida cotidiana y surgen protestas como el cacerolazo “que no solo sirve para manifestar el descontento, sino para ver que no estoy solo, porque mis vecinos eventualmente piensan y sienten lo mismo que yo pienso y siento”, dice Carolina.
El uso de la fuerza
“Quienes ostentan el poder les está importando muy poco los destinatarios del poder (…) creen que porque tienen el poder los otros deben obedecer. Eso se llama tiranía, y creo que eso es lo que estamos viendo acá, una ruptura de legitimidad desde hace mucho tiempo. Y en la teoría del Estado, el uso de la fuerza, de la policía, es la última opción. Entonces cuando un gobernante usa la fuerza es porque ha perdido su credibilidad (…) La policía y el ejército es otro mecanismo más del poder político. Y cuando se tuvo la idea de militarizar las ciudades muchas voces le decían al Gobierno nacional: no le haga eso al Ejército. Asuma su costo político y no lo ponga a él a cargar esa responsabilidad y a desgastarlo más”, comentó Juan Felipe García, director del Departamento de Filosofía del Derecho.

Frente a este mismo tema del papel de la fuerza pública, Andrés Dávila Ladrón de Guevara, profesor Departamento de Ciencia Política, expresó que “hace falta control civil a los excesos de la Policía, porque en este momento ni la Contraloría, ni la Fiscalía, ni la Defensoría ejercen su rol. Pero también veo una Policía desgastada y cansada con lo que les ha tocado asumir durante la pandemia (…) sabemos que el número de policías es pequeño para las necesidades de las grandes ciudades, entonces tenemos una Policía reventada y sometida a la presión, excedidos, fuera de lugar, reprimiendo, violando derechos humanos, haciendo lo que no deberían hacer sin un control, ni un liderazgo civil claro que los ordene, y generando estas circunstancias que son tremendamente dañinas para el país”.
La memoria en el arte
Los diferentes invitados coincidieron en que esta situación que vive Colombia tuvo como detonante la reforma tributaria presentada por el ahora exministro Alberto Carrasquilla. Pero la molestia de la sociedad viene de tiempo atrás. María Teresa Garcés, egresada de Derecho de la Javeriana y quien participó en los movimientos estudiantiles de los años 70, considera que es necesario reconocer la complejidad del conflicto. “Las interpretaciones simplistas son lo peor. Hay que reconocer el inmenso descontento de la población, en los jóvenes (…) las movilizaciones han sido multitudinarias, y un aspecto muy grave es la inmensa desconfianza en quienes nos representan en el gobierno y en el congreso”.

Una de las formas de manifestar ese descontento y molestia ha sido a través de expresiones artísticas y gráficas que se toman las calles, cuyo propósito es “hacer un ejercicio de resistencia frente al olvido y la amnesia que ha sido impuesta en el país (…) Por eso desde el lenguaje y la gráfica queremos posicionar este tipo de mensajes”, dijo Mauricio Pineda, representante del Colectivo Despierta. En este mismo sentido, Carlos Prieto, profesor del Departamento de Derecho laboral, comentó cómo el arte en muchas ocasiones ha sido marginado al mero entretenimiento y no se considera relevante a la hora de abordar los problemas de una comunidad. “Esa visión es desafortunada y limita mucho las formas como las personas interactuamos. El arte no está alejado de las realidades y contextos en los que las personas viven”.

Justamente es a través del arte como las madres de Soacha mantienen viva la memoria y lo que ocurrió con sus hijos y seres queridos entre 2006 y 2009, en los llamados falsos positivos cuando el Ejército asesinó civiles para hacerlos pasar como guerrilleros en combate. De acuerdo con Jacqueline Castillo, hermana de Jaime Castillo quien apareció muerto el 12 de agosto de 2008 en Ocaña, las madres de Soacha cuentan su historia a través de la pintura en telas, tatuajes en su cuerpo y tallando en la madera el rostro de sus hijos. “Hoy 13 años después, estas madres a través del arte, la música y la pintura hemos logrado sanar en algo estas heridas y hoy puedo decir que estamos listas para tener un encuentro con nuestros victimarios”, expresó Jacqueline.
En medio de las tensiones políticas, sociales, económicas, de salud y de la diversidad de pensamientos, posturas y creencias, una de las enseñanzas que esta realidad deja al P. Luis Fernando Múnera, S.J., decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana hasta noviembre de 2020, es que “la movilización estudiantil es un proceso de los estudiantes que la Universidad debe respetar y acompañar, pero no se trata de cooptarlo (…) La Universidad busca ser un espacio plural y democrático y eso implica acoger y aceptar modos de vida diferentes. Y algo que he aprendido de la Universidad es que, si quiere ser esa casa de todos donde podemos escuchar y dialogar, tiene que ser muy cuidadosa cuando se pronuncia, porque se está pronunciando en nombre de una comunidad muy plural que piensa muy distinto y que es importante que piense distinto”.