ISBN : 978-958-781-326-5
ISBN digital: 978-958-781-327-2

Educación y comunicación

El cuerpo como metáfora de la vida

Diana Patricia Bernal Acevedo

Profesora de la Universidad Sergio Arboleda

diana.bernal@usa.edu.co

Resumen

Este proyecto propone el cuerpo como escenario privilegiado para crear mundos posibles, y la escuela como metáfora de su territorio. El cuerpo se ha estudiado desde el punto de vista fisiológico, anatómico, físico, químico, neurológico, entre otros aspectos, pero son recientes los desarrollos sobre cómo funcionan y se complejizan los procesos cognitivos y de comunicación en el cuerpo. El cuerpo como objeto de estudio nos habla de un lugar de cognición, comunicación e información; en él como totalidad y en cada una de sus partes hay una compleja trama de procesos cognitivos que se entrecruzan con prácticas de autoorganización, autoafirmación, reproducción y complejización. Toda metáfora del cuerpo nos retrotrae al hacer y a los objetos humanos como prolongaciones del cuerpo. Así pues, en nuestro corporeum existen todas las pasiones: el eros y el tánatos, todas imbricadas, reafirmadoras y destructoras, constructoras de identidad y dispersión, visualizadoras de pasado y futuro, que no están adentro ni afuera, guardianas de recuerdos y que orientan nuestras acciones, esperanzas y temores. Somos, en conjunto, un archipiélago de islas, en cada una de las cuales discurre el oficiamiento de la vida como un todo. Se quiere promover la inteligencia corporal desde propiedades como la cinestesia, la cual se favorece en prácticas como la gimnasia, el teatro, el baile, el arte, la biodanza; experiencias que desarrollan las competencias comunicativas: narrativas, representativas e interpretativas de los estudiantes. Esta investigación indaga por el cuerpo en el salón de clases como lugar de interacción del mundo de vida de los estudiantes. Se busca pensar las vivencias en este escenario como una performancia y retomar su potencial en la transformación de las habilidades comunicativas de los estudiantes de Comunicación Social.

Palabras clave: cuerpo, aprendizaje, mediación.


Creemos que mirar los atardeceres, oír el canto de los pájaros, oler el aroma de las flores, saborear la miel del panal y tener el clima entre los poros son percepciones de los órganos de los sentidos, pero las sensaciones son un fenómeno complejo que están asociadas a las emociones.

Podemos sentir nuestro propio cuerpo, escuchar las tripas que piden alimento (borborigmo), habitar la certeza de ser un territorio donde transcurre la vida y sabernos cuerpo, vernos, escucharnos, olernos, saborearnos y tocarnos, por aquello de que el tacto es el único sentido que puede sentirse a sí mismo. Más allá del tacto nos sabemos masa, habitante entre otros cuerpos, en el espacio vacío, somos movimiento y dimensión a la vez, esencia y extensión, res y símbolo.

“Estamos hablando, en este sentido, de un concepto similar a la noción neurofisiológica denominado propiocepción, que significa «percepción de uno mismo». El cuerpo, por ejemplo, es capaz de percibir su propio movimiento, ya que, cuando nos movemos, nos damos cuenta de la relación entre nuestra intención y nuestra acción y entre el impulso a moverse y el movimiento mismo. Si careciéramos de propiocepción, el cuerpo no podría funcionar” (Bohm, 1997, p. 54).

Toda realidad es alteración, la realidad es alterada, alterable, es alteridad, es virtualidad, algo en lo real se subvierte, algo en ella es y no es, deviene, algo sobra, la realidad pende de un hilo retorcido, es una mueca, un juego, una enfermedad. ¿Realidad? ¿Cuál realidad? ¿De cuál realidad hablamos? ¿Existe pues la realidad real? En ese caldo movedizo de realidad se mueve nuestro cuerpo, en un hacer del mundo que ya no es natural; el cuerpo vive en esa alteración, en esa alteridad, es más no hay realidad que no esté mediada por el tamiz del cuerpo, cuya realidad no es dual, no existen dos realidades: la real y la imaginaria, pues toda realidad real es imaginada, es representación y el cuerpo existe en esa fusión, él es realidad alterada, por ello toda pretensión de definición del cuerpo es una búsqueda metafísica cartesiana. En ese proceso de alteridades y alteraciones del cuerpo y la realidad, se tejen los procesos cognitivos, comunicativos, simbióticos, de mutualidad y es en esa mutación donde el aprender a aprender tiene su hacer cotidiano.

Para definir el cuerpo Paul Valery había dicho que nuestro cuerpo son cuatro cuerpos a la vez: “Mi cuerpo-ego, mi pie, mi nariz; el cuerpo del espejo-del otro, de la simulación, de la máscara; el cuerpo de la máquina–de órganos, el oculto de la medicina y el cuerpo astral–energético ¿alma?” (Valery citado por Nadaff, 2004, p. 20).

Somos un cuerpo de órganos, en donde reside el deseo, un cuerpo imaginario que podemos representar, es decir un cuerpo sutil que no es masa ni imagen y que contiene su potencia, su energía, pero que no existe sin la materia y un cuerpo social, al que pertenecemos, el que nos moldea, sin el que somos.

El profesor Francisco Varela nos alertó sobre lo encarnada de la percepción: “He argumentado que la ciencia cognitiva comienza a cobrar conciencia del hecho que la percepción no consiste en recuperar un mundo pre establecido, sino que consiste más bien en una acción perceptualmente guiada en un mundo que es inseparable de nuestras capacidades sensori- motrices, y que las estructuras cognitivas más elevadas también surgen de pautas recurrentes de acción perceptualmente guiada. Por lo tanto, la cognición no consiste en representaciones, sino en acción encarnada” (Varela, 1996, p. 9). De esta manera sabemos que toda percepción está mediada por las subjetividades.

Para hablar de percepción hay que pensar en la adaptación y la privación sensorial, en que a nuestro alrededor suceden cosas en las que no estamos reflexionando constantemente, como el uso de la ropa, no somos como lo-as bebés que nos enojamos con los zapatos de lana, si nos concentráramos en ello, no podríamos hacer nada más, suprimimos sonidos, texturas y luces en virtud de lo que nos interesa.

Quiero hablar de los rayos ultravioletas que no ven nuestros ojos, de los sonidos que no escuchan nuestros oídos, de detenernos en los sabores que el gusto distingue y en los olores de nuestros recuerdos.

Los sentidos nos hacen confundir sensaciones, quienes han nacido privados de alguno de los sentidos nos han contado sobre lo que se puede percibir de manera trocada, es decir, sinestésica.

Hablamos de la sinestesia como ese sentido que entremezcla sensaciones y que permite tocar con los ojos, ver con los oídos, oler con el tacto, gustar con la piel y evidenciar lo poético y la irrealidad causa – efecto que está en nuestras percepciones. Le damos sentido a nuestros sentidos y nuestra infinita capacidad de percibir es el goce de la vida.

Podemos jugar a engañar la vista, a suprimir el lenguaje, a reconocer el movimiento y a trocar nuestra percepción para sabernos seres más cuánticos que materiales.

Ninguno de los sentidos piensa, siente o tiene su propia percepción, todos se comunican, tienen información los unos de los otros, se saben sistema y no fragmento.

El cuerpo sabe sentir y eso significa que puede percibir muchas sensaciones, las cuales le causan emociones, lo prefiguran, lo amasan y le dan sentido. Por esta razón saber, percibir y sentir no pueden ser procesos aislados, sentipensamos y las sensaciones y los sentimientos se entremezclan por el sentido del otro-a, nuestro sentido es la otredad, la posibilidad de ser cuerpo más allá de nuestro propio límite.

Quiero argumentar que alrededor del cuerpo humano se ha constituido un discurso estético y una manera de conocer el mundo, una medida para todas las cosas, hablar de cómo sentipensar estéticamente es una posibilidad de humanización (ética) en esta tragicomedia cotidiana que es el cuerpo.

¿Cómo concebir el cuerpo como territorio de aprendizaje y como escenario de mediación y comunicación?

Se ha entendido el cuerpo como una máquina que necesita combustible y ejercitarse para estar en forma, la modernidad propuso una educación - alienación del cuerpo para que se adaptara a estudios de tiempos y movimientos, también educó el cuerpo como arma para la defensa y el ataque. En general el cuerpo ha sido formado como mecano – plástico al servicio de la función, con el imaginario del cuerpo todopoderoso que marca la diferencia entre lo humano y lo divino.

Sabemos que hay una inconmensurable red de procesos, intercambios, reacciones, intrincados flujos termodinámicos que tienden al caos, pero que finalmente se equilibran de manera dinámica para conservar la vida y los flujos de información que al interior del cuerpo se entrecruzan. Entendemos el sistema del cuerpo como un todo, un punto de partida para hablar de la comunicación y el aprendizaje.

Como dice el ejemplo de Lynn Margullis: dos células se asocian en un proceso simbiótico y en un determinado momento las dos deciden unirse permanentemente en una nueva, allí es donde se origina el intercambio de información - transformación que cambia y evoluciona permanentemente la vida. «La vida no conquistó el globo con combates, sino con alianzas.» (Margullis y Sagan citados por Capra, 1996, p.242).

El cuerpo piensa y conoce. La imaginación es fruto de elaboraciones complejamente imbricadas en mente y cuerpo. Así por ejemplo el cerebro y el movimiento están unidos, cuando una célula se deforma para realizar una prolongación de su cuerpo para atrapar una partícula de alimento al que llamamos pseudópodo se genera un movimiento inteligente y su repetición produce memoria, cerebro e inteligencia.

Así pues, cuerpo + especialización + asociación + movimiento crean la inteligencia, aunque no es un proceso de existencia mecánico, sino una compleja síntesis de simbiosis, necesidad, lucha y autoformación. En términos generales la inteligencia emerge y es posible por un movimiento de asociación y expansión, fecundado por la imaginación y la necesidad.

Pero bajo la visión de la inteligencia corporal se puede afirmar que los procesos que llamamos inteligentes nacen en el cuerpo y mucha parte de esa inteligencia se procesa y refina en el cerebro, como extensión corporal. Por ejemplo, cuando pensamos en la conquista del espacio interior, no hacemos otra cosa como seres vivos que ampliar el pseudópodo agregándole una mecánica externa al cuerpo, es decir el deseo de la especie de ampliar sus horizontes, sus campos de acciones, cuerpos con más espacio, cuerpos de más cuerpos.

Plantea Capra que somos un sistema de sistemas, una organizada y compleja red celular, estructurada en órdenes y órganos que conforman todo nuestro ser, que trabajan siempre bajo una batuta invisible, haciendo sonar la hermosísima sinfonía de la vida, la cual muy seguramente todavía no sabemos leer, revisando a Spinoza la idea sería: Nadie sabe la potencia que tiene un cuerpo. “El hecho es que nadie, hasta ahora, ha determinado lo que puede el cuerpo, es decir, a nadie ha enseñado la experiencia, hasta ahora, qué es lo que puede hacer el cuerpo en virtud de las solas leyes de su naturaleza, considerada como puramente corpórea, y qué es lo que no puede hacer salvo que el alma lo determine” (Spinoza, 1980, p.127).

Nuestro corporeum es una indivisible unidad de cuerpos, deseos, pasiones e inteligencia. Así las cosas, el cuerpo como un ente pasionario tiene que partir de su omnipresencia.

¿Es el cuerpo un límite? y ¿Cuál es el límite del cuerpo? son otras dos preguntas que acompañan esta indagación, la primera tiene como respuesta la contundencia de la muerte y la segunda indaga por el exterior, por el entorno, por la energía que emana el cuerpo como masa y la interacción con el afuera, lo sólido y lo gaseoso, es decir la condición viscosa, de no estar adentro ni afuera, arriba ni abajo, de que la piel no sea una membrana que separa, sino que junta y que su separación del ambiente sea una ilusión óptica.

En este trabajo quiero vivificar el cuerpo, disfrutarlo y habitarlo. En el cuerpo se asienta aún lo más subjetivo, puesto que el deseo y el espíritu, son recreaciones de las necesidades del cuerpo: los sueños, los mitos, las fábulas y los ritos son creaciones desde la corporeidad.

Si bien es cierto que hay avances tales como el descubrimiento de los péptidos y la forma como pueden llevar información desde diferentes lugares del cuerpo a otros órganos y cuyos procesos no son los de la sinapsis de los mecanismos neuronales cerebrales, igualmente el cuerpo todo tiene una vasta red constituida en el sistema inmunológico para sanar y acoplarse.

Ninguna información llega al cerebro en forma directa. Todos los seres vivos realizamos diferentes lecturas de un mismo suceso, nuestros órganos de la visión son diferentes a los de una mosca, una vaca o un león y no siempre nuestra percepción es la mejor o más completa. Así por ejemplo somos incapaces de sentir la compleja urdimbre que teje el olfato de un perro.

Nuestra comprensión, visión y entendimiento del mundo son y están limitados y potenciados por nuestros órganos, es decir, es nuestro cuerpo el captador inicial de un suceso, pero éste a su vez informa a nuestros órganos internos y obviamente a nuestras emociones, pasiones e imaginaciones, las cuales se enraízan y producen en el cuerpo y se ligan directamente con el sistema límbico.

Sabemos que somos varios cuerpos a la vez, es una mentira decir que el cuerpo es unidad en el sentido de algo separado de su entorno. Somos el cuerpo de todos-as, todos-as somos mi cuerpo. No existimos como objetos individuales, como cosas de carne. Más que materia somos puntos de energía.

El cuerpo tiene todos los tiempos, pero también todos los reinos, todos los géneros, todos los espacios, pues cada cuerpo es todos los cuerpos a la vez.

Entramar el cuerpo

Puedo perderme en mi cuerpo, entre los cuerpos y de los cuerpos. Todo cuerpo son varios cuerpos a la vez y hablar del cuerpo es intentar tocarlo con palabras.

El cuerpo es piel y órganos, sentidos, enfermedad y salud, nacimiento y muerte, fuerza y danza, el cuerpo es creador, reproductor, lenguaje, de ahí que cada disciplina, ideología, religión, estado, ciencia, potencia u organización social tiren de él para definirlo, domesticarlo, explicarlo y después de tomarlo y ejercer poder sobre él, devolvérselo al mundo y a la sociedad como algo secundario, nimio, dividido, fragmentado y siempre sometido por aquellos-as que lo toman como un campo delimitado y a su vez no integrado ni complejo.

El presente trabajo intenta comprender el cuerpo como indivisible entre sus partes y del ambiente y como un eje contemporáneo de la noción de la humanidad, anclado en la base misma de las ciencias sociales y humanas, como sustancia y acción de la metáfora de todas las metáforas, como una lanza transversal a todos los saberes.

Comprender el cuerpo, acercarse para tomarlo vivo, como quien tiene entre sus manos un pájaro que aletea loco por su libertad, es lo que hacemos cuando al estudiarlo siempre estamos en un vórtice sagrado y prohibido, lo tocamos, somos sus órganos, su miedo, su sexo, hablar del cuerpo es imposible sin tener entre las manos un sexo tibio y amante, hablar del cuerpo es un desgarramiento, a la orilla del cuerpo apenas sí empezamos a asomarnos, una cosa es historiar naciones y otra cuerpos, cuando hablamos de naciones, invocamos decretos, guerras, economías, grandes caudillos, entre otros, pero cuando hablamos del cuerpo aparece la vida cotidiana, entra en escena la verdadera humanidad, con todo cuanto en él lo hace, lo constituye y sobre todo, lo interviene, lo potencia o lo merma, lo que lo embellece, lo despoja, lo lanza a descubrir universos y sobre todo, lo que lo libera y emancipa. Por eso es por lo que la literatura y la poesía han escrito los capítulos más bellos y vivos de la historia del cuerpo.

Las ciencias sociales pasan de tener por objeto-sujeto a la persona humana a tener por eje y centro al cuerpo.

Cuando asumimos una posición crítica desde cualquier disciplina, campo o ciencia sobre el cuerpo y lo hacemos para hallar lo que los poderes hacen sobre él para alienarlo y dominarlo, se está liberando el territorio de la corporalidad y estamos comprendiendo la humanidad en su totalidad.

Ese cuerpo que es el verbo, la acción viva ¿Cómo fue posible que lo tuviésemos en el sótano durante siglos? el cuerpo es nuestro animal salvaje, que salta como una leona sobre su presa, desatarlo, descubrirlo es describirlo, liberarlo, desnudarlo no solo físicamente sino como un animal libre, sensual, sensitivo, pasional, dejarlo colgado al viento en los alambres de la risa, para que en la madrugada aúlle por su libertad, tal es la tarea.

¿Qué le hace al cuerpo la urbanidad y en nuestro caso la de Carreño? ¿Cómo moldean las monjas los cuerpos de sus discípulas? ¿Qué le hace al cuerpo la danza feudal? ¿Qué le impregna al cuerpo el rock and roll, la danza contemporánea o el Mapalé?

Cuando sobre el cuerpo llueve, se mojan las emociones, todo él es un acto político, allí no hay inocencia, todo cuanto en él sucede es social, es cultural y en cada acto se reconfigura una manera de ser, un orden o un desorden, una acción liberadora o un límite que transgrede, reforma o deforma el orden social. Como decía Lacan: “El cuerpo es un campo de fuerzas”.

El control social está dirigido al cuerpo básicamente, puesto que es él el que en su hacer transgrede y cambia el mundo.

El cuerpo es una unidad de fragmentos, atravesados siempre por fuerzas, funciones, el yo se ve siempre en un espejo roto en mil pedazos, no hay completitud, jamás seremos uno-a ni nos veremos uno-a, la unidad es por demás un concepto matemático ideal, solamente existen procesos ni siquiera es uno el universo, esa idea de unidad es Griega, Tomista y es un valor atribuible a dios como único, como unidad de las unidades, pero lo más maravilloso del cuerpo es su variedad, su desplazamiento, su ser variable, su ser otro-a, otracorporeidad.

El cuerpo en general es un objeto histórico, pero el cuerpo singular no lo es menos, puesto que es cuerpo de género, masculino y femenino, intersexual, estando a su vez cada uno mutuamente en el otro-a, siendo yin y yang, hombres y mujeres al mismo tiempo.

El cuerpo singular se inscribe geográficamente, lingüísticamente, produce su vida personal, pasional, libidinal y tiene en ello parte su voluntad, su educación, su libertad económica, el cuerpo singular está histórica y socialmente limitado y en la modernidad, alienado, reducido como territorio de libertad.

Aprender con el cuerpo

…estudiando la cognición ni como recuperación ni como proyección, sino como acción corporizada (Varela y otros, 1997, p.202).


Aprender con el cuerpo es volver a un humanismo integral, comprender el cuerpo es acercarnos a toda nuestra tragedia y como ya he recalcado historiar el cuerpo es entender a la humanidad viva en todos sus haceres, porque el cuerpo no deja resquicio, no olvida partes, no hace abstracciones y no excluye nada.

La pedagogía tradicional asume el cuerpo desde la salud, la higiene y la educación física, asuntos apenas sí secundarios en los pensumes académicos, pues a estas materias se les dedica no más de dos horas semanales. La escuela necesita una visión más integral del cuerpo, a la escuela no le interesa resolver los problemas del cuerpo de lo-as jóvenes, para la escuela la ergonomía no existe, el habitar salones como jaulas no es un tema y el uso del celular que paraliza y banaliza el cuerpo, no es un laberinto.

La escuela se pregunta hoy por la inteligencia del cuerpo, es más, asume su existencia y la relación mente-estrés-salud. La escuela necesita ayudar a entender cómo los problemas sociales y culturales están mediados por el cuerpo y explicar cosas como las que nos dijo Foucault sobre el vigilar y el castigar.

La escuela apenas entiende que los deseos y las emociones tienen su lugar y desarrollo en el cuerpo y, por lo tanto, desde allí deben ser analizadas, estudiadas y comprendidas. El carácter, el yo y la subjetividad se moldean y comprenden desde lo corpóreo. Entre el salón de clases y el celular, lo-as jóvenes tienen un cuerpo de estatua.

Manejar, comprender y aprender del cuerpo es buscar soluciones a problemas en tiempos determinados, la vida y el cuerpo se esculpen desde preguntas que ayudan a transformar la cotidianidad. La ética y la moral son problemas que se asientan en el cuerpo, que se anclan en el hacer, pues todo acto es corporal.

Simón Rodríguez, bajo la influencia del Emilio de Rousseau, llevó a Simón Bolívar por fuera de los salones de clase, en contacto con la naturaleza, en una formación corpórea; Simón Bolívar se pasó la mayor parte de su vida montado en un caballo a campo travieso hasta que le salieron cayos en la nalga.

De la pedagogía Lancasteriana heredamos conceptos como “La letra con sangre entra”, la frase proviene de un cuadro de Goya. (1780-1785) Esto era algo típico de la educación del siglo XVIII, tiempo en el cual la escuela coincidía con la concepción aún medieval del cuerpo para ser castigado, como un medio para moldear el comportamiento y hacer dóciles a las personas.

La pedagogía del educador suizo Enrique Pestalozzi (1746-1827) quien aplicó los principios de la ilustración a la educación, planteaba un tipo de formación integral; su lema fue: “El aprendizaje por la cabeza, la mano y el corazón”. Gracias a Pestalozzi en Suiza la lectoescritura funcional fue expandida en el siglo XVIII. Pestalozzi también fue influido por Rousseau y fundó muchas escuelas en Suiza y Alemania.

Cuando este autor se plantea educar por la mano (el cuerpo), la cabeza (la inteligencia racional) y el corazón (las emociones y deseos) está proponiendo los principios para una educación integral.

Posteriormente en el siglo XIX y XX, sobre todo en nuestro medio, aparecen las corrientes católicas, que dividen al cuerpo en cuerpo y alma, donde el cuerpo era para ser castigado, disciplinado y usado como un mecanismo de control. La modernidad pierde el interés en la educación corporal, dedica toda su energía al intelecto y ya no interesan las percepciones, los valores ni los sentimientos.

El cuerpo es ante todo un comunicante, sus posturas, sus gustos, su vestimenta, su sola presencia genera sentimientos, emociones, actitudes, ademanes y movimientos. Es imposible hablar sin emitir gestualidades y poses; mientras el lenguaje verbal es controlado por la conciencia y el razonamiento, el corporal proviene de lo inconsciente, su estudio empieza a formalizarse después de la segunda guerra mundial y se llama kinésica. Se ha constituido en un profundo estudio sicológico, el cual hace análisis del gesto, aún desde sus orígenes biológico-sociales. La escuela solo hasta ahora menciona a la kinésica, consecuencia lógica del lugar que se le ha asignado al cuerpo, y se desconoce que la escritura del cuerpo es proxémica, sinestésica y kinésica al mismo tiempo.

Comunicarse es un acto material, cuando dos cuerpos humanos entran en un diálogo, hay, como se ha dicho, un emisor, pero si tomamos por ejemplo un cuerpo emisor hablante, estamos diciendo que ese cuerpo pone a vibrar sus cuerdas vocales para emitir palabras y sus palabras son signos dentro de un código, por lo tanto aquí existe una pre-comunicación, un lenguaje que fue aprendido antes de iniciar la comunicación, este lenguaje, esta pre-comunicación sicosocial lingüística comporta el peso de toda una pre-humanidad, puesto que la construcción de un lenguaje es una complejísima red de humanidad, que en todo su hacer ha nombrado el mundo, ha dado un sentido a su hacer y lo ha encapsulado en palabras, palabras que representan todo su mundo-hacer y en ese cruce comunicativo se da un intercambio de sentidos, los cuales resignifican ese lenguaje, resignificándose a sí mismo-as, pero el cuerpo emisor que entrega palabras-sentido, su síntesis histórica del hacer-mundis, de todo-as sus antepasado-as, tiene que ser recibido por un cuerpo receptor que aguza su oído e interpreta las palabras del emisor, de tal forma que uno y otro hacen y construyen ese complejo mensaje y lo interpretan infinitamente.

En ello está jugándose completamente la vida, pues interviene todo el cuerpo, la kinésica y la prosémica, pero éste no es un proceso solamente racional, en el que se intercambian mensajes, si no que allí actúan todos los sentidos, las emociones, los deseos, las pulsiones, el cuerpo y su compleja inteligencia, todas nuestras inteligencias, de tal forma que comunicarse con otro-a es un mutuo hacerse, cuando hablamos estamos codificándonos, haciéndonos, decodificándonos, influyéndonos, deshaciéndonos, cuando nos comunicamos nos acechamos, esperando entrever, comprender no solo las palabras, si no también lo que no salió a flote, lo no dicho, los sentimientos que el discurso nos genera, la intención del-la otro-a, la función lingüística, sus verdaderos sentimientos y emociones y así de la mano de la intuición, aflora nuestra sensibilidad.

Entonces la comunicación de cualquier tipo es corporal, material y comprenderla pasa necesariamente por entender el cuerpo como un todo, como integralidad, un todo fragmentado por un yo endeble, por un proceso identitario confuso y aturdido, hecho metástasis de lo fisiológico, de su ser ontologizado, mediatizado, inconsciente, un cuerpo y un yo alienados, hecho mercancía; por demás esa comunicación complejizada la debemos entregar como un campo de campos, como un campo corporeizado, como un campo sociologizado, entre otros, que se entrama en campo de campos; ya nada es acabado, nada es un objeto único, todo está en trance, hablamos de objetos en tránsito, en construcción, en transformación, hablamos de objetos-procesos en un entramado de transversalidades.

Aprender desde el cuerpo es entramar la vida, es la metáfora de todas las metáforas, es nuestra materialidad en toda su extensión, es tener la certeza de que el deseo del cielo de ser volado, arrancará el pájaro de nuestras manos.

El cuerpo nos permite entender la vida ritualizada en la muerte, en las festividades, en el nacimiento, el cuerpo es mito, representaciones sociales, deseo, sexo y enfermedad, dolor, delirio y toda la efervescencia de la humanidad.

“Como ahora podemos apreciar, situar la cognición como acción corporizada dentro del contexto de la evolución como deriva natural brinda una visión de las aptitudes cognitivas como inextricable- mente eslabonadas con historias vividas, semejantes a sendas que existen sólo porque se hacen al andar, para recordar la hermosa frase de Machado. En consecuencia, la cognición ya no se encara como resolución de problemas a partir de representaciones; en cambio, la cognición en su sentido más abarcador consiste en la enactuación de un mundo —en hacer emerger un mundo— mediante una historia viable de acoplamiento estructural” (Varela y otro-as, 1997, p. 238).

La vida era estudiada y analizada como una abstracción, como una entidad anímica, pura, hoy queremos corporeizar la vida, corporeizar los estudios sociales y humanos, pues somos una sociedad de cuerpos intercomunicados. Alguno-as piensan que somos tres cuerpos en uno: uno singular, otro social y el ecológico, para hablar de trinidades, tres cuerpos distintos y una humanidad verdadera, tal y como el cuento trinitario de algunas religiones, como nos lo hizo saber Varela, la vida es el cuerpo y por lo tanto todo aprendizaje debería tenerlo como su punto de partida y de llegada.

Corporeizar la vida es hacerla tangible y completa, es vivificarnos en el cuerpo y no en el aire, es reconocernos en toda nuestra fragilidad, a pesar de nuestra potencia. El cuerpo es una polifonía del ser social y su representación es la sustancia del ser simbólico, el antifaz del espíritu de los pueblos.

He encontrado lazos entre: feminismo, ecología y cuerpo. Son una trilogía de nuevos sentidos vitales, las tres eran tres cuerpos maltratados, olvidados e inenarrados, unos abren puertas a los otros. Los movimientos feministas dejan ver de par en par un sinnúmero de problemáticas, plantean importantes preguntas, centran debates, cuestionan toda tradición hegemónica, la feminidad, lo femenino, el feminismo, se abren a toda ecología, posibilitan y amplían estudios sobre el cuerpo, resignifican el ser de las mujeres y abren espacios a nuevas masculinidades, de la misma forma, los movimientos feministas se convierten en nuevos paradigmas. Estudiar el cuerpo es avenirse a lo femenino y a lo más progresista de sus ideas.

Una escuela corporeizada remite siempre a un hacer y éste a un hacer social y todo hacer social comporta una ética y una estética, no hay ética sin el cuerpo, pues como ya lo dice Espinoza: “Sin cuerpo, no hay nada”.

Referencias

Bohm, D. (1997). Sobre el diálogo. Barcelona: Ed. Kairos.

Capra, F. (1996). La trama de la vida. Barcelona: Anagrama.

Nadaff, R., Tazi, N. y Feher, M. (1992). Fragmentos para una historia del cuerpo humano. Madrid: Tauros.

Spinoza, B. (1980). Madrid: Ética, Ediciones Orbis S.A.

Varela, F. (1996). Ética y acción. Santiago de Chile: Ed. Dolmen Ensayo.

Varela, F., Thomson, E. y Rosch, E. (1997). De cuerpo presente. Barcelona: Ed. Gedisa,