ISBN : 978-958-781-555-9
ISBN digital: 978-958-781-556-6

Conferencias

Rumbo a los 500 años: investigación y gestión del Conjunto Monumental Histórico de Panamá Viejo1

Iosvany Hernández Mora2

Bethany Aram3

Juan Guillermo Martín4

Resumen

El sitio arqueológico de Panamá Viejo fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el 2003, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). La gestión del Patronato Panamá Viejo, de más de dos décadas ininterrumpidas, se ha convertido en un ejemplo para otros sitios arqueológicos en la región y el continente. Se han alcanzado metas importantes; sobre todo, garantizar la continuidad de un programa arqueológico que ha generado nuevo conocimiento científico, divulgado por medio de numerosas publicaciones especializadas y para el público general, respaldando una nueva exhibición museográfica en el sitio. Este documento ofrece un balance de la investigación adelantada en el sitio, a propósito de la conmemoración de los 500 años de fundación (1519-2019).

Palabras clave: patrimonio mundial, Panamá Viejo, arqueología.

Luego del abandono de la antigua Panamá, en 1671, aparecieron varias referencias durante el siglo XVIII en mapas y cartas geográficas que señalaron el lugar donde inició la ciudad y su importancia en el contexto istmeño. De manera temprana, para 1773, el jesuita español Bernardo Recio realizó una descripción romántica del conjunto de ruinas y constató el buen estado de su conservación, al observar la existencia de calzadas empedradas, edificaciones parcialmente en pie, arcos en las ruinas de los conventos de la Concepción y San Francisco, y llamativos murales en el Convento de Santo Domingo. Incluso destacó la permanencia de negros y mulatos en el lugar, así como el aprovechamiento de los elementos constructivos para la nueva ciudad, con énfasis en la torre de la catedral como el componente distintivo de la vieja urbe (figura 1) (Mena García, 1997, pp. 396-397; Arroyo, 2015, pp. 16-19).


Figura 1. Vista actual de la torre de la catedral de Panamá Viejo

Fuente: Juan Guillermo Martín.

En el siglo XIX, durante la fiebre del oro en Norteamérica, el sitio fue visitado por viajeros que produjeron descripciones y alguna información gráfica. En todos los casos se hizo énfasis en el abandono y deterioro gradual, debido al crecimiento de los árboles tropicales que fueron ocultando los vestigios que quedaban de la ciudad (Alfaro, 1959, pp. 24-16, 46; Orán, 1859). En 1881, el francés Reclus, luego de visitar en varias ocasiones el lugar —1876, 1877 y 1878—, enfatizó en su carácter de selva virgen, en el que solo unos escombros cubiertos por las hierbas y la alta torre, que llamaban del guardia, indicaban el lugar de la antigua catedral (Reclus, 1881, p. 43).

La separación de Panamá de Colombia, el 3 de noviembre de 1903, marcó una nueva época para el conjunto de ruinas. Retomó su notoriedad para la historia nacional, y reivindicó un pasado glorioso en la búsqueda de la construcción de una identidad panameña, manejada por la imposición cultural de los grupos ilustrados en relación con el pasado europeo. Rovira y Martín (2008, p. 12) consideran esta hegemonía esencial para entender la construcción social del carácter patrimonial en el caso de Panamá Viejo, vinculado durante todo el siglo con el desarrollo gradual de un orgullo nacionalista.

Para 1912, la Asamblea Nacional cedió por ley al Municipio de Panamá los terrenos y los restos de la antigua metrópoli colonial, al exponer su carácter de bien para la nación y monumento público digno de conservación para la investigación y la historia (Asamblea Nacional, 1912). Bajo estas condicionantes sociales y culturales, y el advenimiento de la celebración de su cuarto centenario, se realizaron detalladas descripciones de la obra de fábrica del interior del templo, y se enfatizó en la supervivencia de la torre y de algunas estructuras, como el arco lateral que la sostiene (Lewis, 1918, pp. 451, 453).

Sustentado en la documentación histórica de archivo, Juan B. Sosa dedicó un apartado a la catedral en su libro Panamá la vieja. Allí resumió la evolución constructiva y los hechos trascendentales que sufrió en sus dos siglos de existencia, hasta su abandono; y el uso de los materiales —como las piezas labradas de cantería— para la iglesia de la nueva ciudad (Sosa, 1919, pp. 45-53, 51).

Durante la segunda mitad del siglo xx, el lugar suscitó cierto interés arqueológico, con incursiones esporádicas y desarticuladas. De estas se destaca la temporada de campo del profesor John Goggin, auspiciado por la Universidad de la Florida en 1962, con el propósito de localizar los hornos de cerámica. Para ese momento, Goggin estudiaba la presencia y distribución de la mayólica hispana en la región Caribe, con el fin de precisar indicadores de cronología y contactos comerciales, y proponer una tipología para la producción local, teniendo en cuenta los trabajos previos de José María Cruxent y Hale Smith (Goggin, 1968, p. 163; Rovira, 1985, pp. 1-2; Rovira 2001a, pp. 292, 297). Beatriz Rovira, pionera de la arqueología histórica panameña, identificó numerosas transformaciones posdeposicionales en el área, que delimitó los continuos rellenos modernos para proteger la línea de costa y facilitar la construcción de la infraestructura militar que allí estuvo (Martín, 2009, p. 64)5.

En la década de 1970, las ruinas llamaron la atención por su valor paisajístico, y con fines turísticos, considerando que representaban la primera fundación hispana en el Pacífico americano; por ello, se proyectó y ejecutó una serie de acciones para su puesta en valor, dirigidas por el Instituto Panameño de Turismo entre 1971 y 1976 (Gutiérrez, 1971, p. 150). En este último año adquirió oficialmente carácter patrimonial, en conjunto con la zona urbana de su refundación, en 1673, conocida como Casco Antiguo o San Felipe, así como el Parque Nacional de Portobelo en la vertiente Caribe, elevados a la categoría de Conjunto Monumental Histórico (Consejo Nacional de Legislación, 1976). Dicho estatus cambiaría en el 2003, cuando las ruinas fueron clasificadas por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, gracias a la gestión que desde 1995 adelantó el Patronato Panamá Viejo, una entidad sin fines de lucro que se dedicó a la protección, conservación, difusión e investigación de las 27 hectáreas que conforman el Conjunto Monumental Histórico (figura 2) (Arango, 2006, pp. 6-8).


Figura 2. Delimitación del Conjunto Monumental Histórico de Panamá Viejo

Fuente: Tomado de Martín y Arango (2013, p. 160).

La investigación arqueológica en el sitio

A finales de 1995, bajo la dirección del Instituto Nacional de Cultura comenzó una nueva etapa arqueológica en el sitio que buscaba identificar detalles de la trama urbana de la ciudad; así, se descubrieron restos arqueológicos y se removieron los elementos arquitectónicos modernos que distorsionaban la lectura de la ciudad de los siglos XVI y XVII. Estas acciones estaban fundamentadas en el plan presentado por Walker y Espino en 1993, con el objetivo de recuperar el entorno del sector oriental del conjunto monumental (Mendizábal, 2003, p. 40; Arango, 2006, p. 8; Rovira y Martín, 2008, p. 16).

Posteriormente, con la creación del Patronato Panamá Viejo, se diseñó un plan a largo plazo que, para el caso de la investigación arqueológica del sitio, se enfocaba en interpretar los fenómenos históricos-sociales y explorar temáticas como los patrones de adaptación ecológica, la utilización de los recursos y las construcciones ideológico-simbólicas de una época o grupo social a partir de los restos materiales, en estrecha relación con otras disciplinas. Esto llevó a la articulación de profesionales dedicados a la geofísica, la arqueometría, la arqueozoología, la historia y la antropología física, lo que propició la formación profesional y especializada en un contexto interdisciplinar (Rovira, 2001b, p. 2; Martín y Rovira, 2012, pp. 20-21; Martín y Arango, 2013).

No obstante, aunque el plan estaba dirigido a la revalorización del sitio patrimonial, se enfrentó a los intereses complementarios de la arquitectura, enfocados en la restauración de las ruinas de diferentes edificaciones y la construcción de nueva infraestructura. La puesta en valor del patrimonio construido en la mayoría de las ciudades históricas, habitadas o no, muestra conflictos entre los propósitos conservacionistas de las propuestas de restauración y el carácter destructivo de la arqueología, lo que condiciona su admisión como ciencia aplicada al conocimiento estructural. Estas contradicciones tienen sus fundamentos en los desarrollos separados de la arquitectura y la arqueología, en el que la primera tendió a la historia del arte y la segunda, a la antropología y la historia (Moreno, 2014, pp. 3-5, 17). Las intervenciones arqueológicas se ven limitadas por los criterios de mínima intervención, devenidos en el tratamiento de los estilos arquitectónicos y sus componentes, lo que condiciona los resultados de los estudios a muestras sumamente acotadas, que van en detrimento de sus objetivos como ciencia social. Se trata de un problema teórico-metodológico que demanda cotejar un campo intermedio entre los propósitos asociados, a partir de la necesidad de abordar una realidad cultural desde la mayoría de las aristas posibles (Hernández, 2010, pp. 145-146).

El carácter multicomponente de Panamá Viejo precisó ajustar las numerosas temporadas de campo a sus objetivos particulares, lo que planteó una estrategia de evaluación subsuperficial por medio de la prospección, y permitió un conjunto de información que propició la planificación de investigaciones con excavaciones más extensas, y la organización de pautas y aspectos comparativos a partir de los propios intereses de la arqueología. Las prospecciones perseguían conocer las particularidades estratigráficas de los espacios, las relaciones temporales, la densidad y diversidad de los restos arqueológicos artefactuales localizados en las diferentes áreas, además de definir los límites de las ocupaciones humanas en épocas prehispánica y colonial. Para ello, se estableció un sistema propio de coordenadas, que subdividieron el espacio por retículas macro (de 50 m de lado), a la vez fraccionadas en cuadrículas micro (de 10 y 5 m), según las particularidades arquitectónicas de los sectores. Las excavaciones fueron articuladas con las microrretículas, con profundidades generales hasta el nivel culturalmente estéril. El espacio intermedio de actuación de la arqueología en intervenciones arquitectónicas, mediante investigaciones de rescate, posibilitaron determinar nuevos rasgos de la ciudad, además de proyectar otros estudios a partir de los hallazgos, que abarcaron las costumbres funerarias, la bioantropología, la cultura material y la ocupación prehispánica en relación con el contexto arqueológico regional (Rovira, 2001b, p. 3; Rovira y Martín, 2008, p. 17).

Nuevas investigaciones: el futuro de Panamá Viejo

Durante los últimos años, el departamento de arqueología del Patronato Panamá Viejo continúa adelantando campañas de campo aisladas, sin nuevos aportes a las líneas de investigación formuladas por Beatriz Rovira, la gestora del proyecto arqueológico Panamá Viejo. Sin embargo, a partir del 2016 se le dio un decidido impulso a la investigación de la antigua ciudad, con el inicio del proyecto europeo interdisciplinario An Artery of Empire (ERC CoG 648535), dirigido por la profesora Bethany Aram, de la Universidad Pablo de Olavide. Es un proyecto que, en el marco de los 500 años de su fundación (1519-2019), busca identificar los impactos tempranos de los contactos culturales y comerciales en el istmo panameño. Se trata de una región continental que desde una perspectiva geopolítica desempeñó un papel fundamental y estratégico para el Imperio español en el proceso denominado primera globalización.

La fundación de Panamá propició la interacción de cuatro continentes: las comunidades aborígenes, que habitaban la parte más estrecha del continente americano; con los intereses políticos y comerciales de los españoles, italianos, portugueses, británicos, holandeses y franceses; todo ello atravesado por la presencia de africanos esclavizados, y el flujo de bienes provenientes de Asia. Produciendo un legado material que puede abordarse desde la historia, la arqueología, la genética, la isotopía y la arqueobotánica, que busca ofrecer nuevo conocimiento relacionado con el impacto cultural y biológico del proceso de conquista europeo.

El proyecto está en marcha, y ya se han adelantado dos temporadas de campo en las ruinas de la antigua ciudad de Panamá. En 2017 se excavaron dos áreas del conjunto monumental (1540-1671), la nave y el atrio, y se recuperaron numerosos enterramientos que están ofreciendo información valiosa relacionada con los objetivos del proyecto (figura 3). En el 2018 se adelantaron excavaciones arqueológicas en un área al sur de la plaza mayor de la ciudad que buscaban identificar el emplazamiento primigenio del templo que tuvo la urbe (1519-1540).


Figura 3. Vista de la temporada de campo del proyecto ArtEmpire dentro de la antigua catedral de Panamá Viejo

Fuente: Juan Guillermo Martín.

Con este proyecto se espera fomentar en Panamá Viejo las aproximaciones interdisciplinarias que desafíen las interpretaciones eurocéntricas e hispano-fóbicas sobre el impacto de la conquista del continente americano.

Referencias

Alfaro, R. (1959). Cien años. Panamá, en 1859. Por Orán. Traducción y notas. Lotería II, (38), 24-53.

Arango, J. de (2006). El sitio de Panamá Viejo. Un ejemplo de gestión patrimonial. Canto Rodado, (1), 1-15.

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Sosa, J. (1919). Panamá la Vieja (1519-1919). Con motivo del cuarto centenario de su fundación. Ciudad de Panamá: Imprenta Nacional.


1 Este documento hace parte del proyecto ERC CoG 648535, “ArtEmpire” financiado por el European Research Council, Horizonte 2020, realizado con la colaboración del Patronato Panamá Viejo y del proyecto HAR2014-52260-P, “Commerce, Conflict and Culture on the Isthmus of Panama. An Artery of Empire and the Global Crisis, 1513-1671,” financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad de España.

2 Exdirector del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, Cuba, y actualmente becario doctoral de la Universidad Pablo de Olavide.

3 Investigadora principal del proyecto An Artery of Empire y profesora contratada de la Universidad Pablo de Olavide.

4 Coordinador del Proyecto Arqueológico de Panamá Viejo (2000-2010). Actualmente director del Museo Arqueológico de Pueblos Karib (Mapuka), investigador asociado de Coiba AIP (Panamá) y profesor asociado de la Universidad del Norte. jgmartin@uninorte.edu.co

5 Otros trabajos no dejaron protocolos investigativos, o solo originaron noticias de escasa consideración. Entre ellos se pueden citar las jornadas-taller organizadas con el auspicio de la Organización de Estados Americanos, en la década de 1970 y 1990, para las prácticas de auxiliares de arqueología, organizados por José María Cruxent y Carlos Fitzgerald, respectivamente. Los trabajos de reconocimiento arqueológico en diferentes ruinas, motivados por proyectos arquitectónicos, bajo la dirección de María Antonia González en 1971 y Flores Marini entre 1973 y 1976. Y las intervenciones puntuales que realizó Luis Almanza en 1982 para los proyectos de obras civiles, en el área del puerto, la casa de los Genoveses y la calle de los calafates, en las cuales identificó pavimentos de cantos rodados (Martín, 2009, pp. 64-65).